APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 16)
El río de agua de vida
Lunes --- Leer con oración: Col 1:28-29
“Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad” (Ez 34:11-12)
EL RÍO QUE FLUYE SALE EN BUSCA DEL HOMBRE SEDIENTO
En las semanas anteriores de esta serie del Alimento Diario vimos que el Señor aprecia la presencia del hombre y de la mujer, pero, por causa del veneno del pecado que entró en ellos, tuvo que sacarlos del huerto de Edén, y puso querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados. Así, toda la humanidad fue apartada del árbol de la vida y alejada de la presencia divina.
No obstante, Dios no desistió y, puesto que amaba mucho al hombre, fue a buscarlo. La acción de traer al hombre de vuelta para Sí fue plenamente cumplida por medio de Jesucristo, el Hijo amado que Dios hizo morir en la cruz por nosotros. Pero, incluso mucho antes de ese evento, Él ya estaba actuando para rescatar al hombre perdido. Podemos percibir esto a través del río que salía de Edén que se repartía en cuatro brazos.
El primer brazo representa el curso normal, el fluir saludable, la comunión plena con nuestro Dios y Creador, que nos transforma en materiales útiles para Su edificación. Los otros tres brazos del río salen del huerto y corren por diferentes regiones, que representan la acción del Espíritu Santo, que va en busca de las personas donde quiera que éstas se encuentren: aquellas que viven en sus razonamientos y autojustificaciones, en el pecado y, aquellas que usan la parte buena del alma para intentar agradar a Dios, practicando las más diversas religiones humanas.
Podemos también decir que estos brazos del río representan la acción de los hijos de Dios que son usados por Él para buscar a las personas perdidas, llevándoles a la salvación y ayudándolas a crecer en vida, hasta que lleguen a ser hijos maduros de Dios (Col 1:28-29). De manera práctica, podemos abrir las puertas de los locales donde hacemos nuestras reuniones y tener ambientes adecuados para la oración y la lectura.
Hay muchas personas que están sedientas de oración hoy en día. Necesitamos alcanzarlas, así como los brazos del río que salían de Edén.
Punto Clave: Dios ama al hombre y va a su encuentro
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cómo percibimos que desde Génesis Dios procuraba rescatar al hombre perdido?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 16 --- El río de agua de vida
Martes --- Leer con oración: Cnt 1:5-6; 2 Co 10:4-5
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente” (Ef 4:17)
TRAIDOS DE REGRESO AL FLUIR DE LA VIDA DIVINA
Adán y Eva, después de transgredir la orden de Dios y alimentarse del fruto del árbol del conocimiento, tuvieron conciencia de las cosas que antes no notaban. La Biblia dice que sus ojos se abrieron y ellos percibieron que estaban desnudos. Avergonzados, se hicieron delantales de hojas de higueras y se escondieron de la presencia de Dios, porque se dieron cuenta que habían transgredido Su orden. Sin embargo, no es posible esconderse del Dios omnisciente (Sal 139:7). Este hecho nos proporciona una preciosa lección.
La actitud de la primera pareja ilustra la tendencia de todo ser humano de intentar esconder sus errores por medio de alguna autojustificación o de algo que alivie su conciencia, pues ésta lo acusa. El hombre siempre está inventando métodos y maneras para compensar sus fallas y errores delante de los demás o delante del Dios Creador.
Justificarse es una gran tendencia de todas las personas que se consideran buenas, correctas y justas. Como buenos “abogados”, obramos en beneficio propio, nos defendemos cuando nos equivocamos y buscamos a quien echarle la culpa por la falla. Esto genera fortalezas en la mente. Nuestras razones llenan los pensamientos, nos volvemos vanos, y nos impiden comprender la voluntad de Dios (2 Co 10:4-5).
Pero ¡Gracias al Señor! porque uno de los brazos del río –llamado Gihón– que pasaba por la tierra de Cus, representa la acción de Dios que busca al hombre que se encuentra cautivo en sus razonamientos y argumentos en defensa propia.
Así como a los ojos de Dios, aquellas hojas no eran adecuadas para cubrir la desnudez de Adán y Eva, del mismo modo, nuestras justificaciones tampoco nos excusan delante de Él. Para cubrir adecuadamente a la primera pareja, Dios sacrificó a un animal y usó su piel. La muerte de este animal tipificaba la muerte redentora de Cristo en la cruz. Hoy el Espíritu Santo está trabajando en el corazón de las personas para mostrarles que sólo necesitan arrepentirse, confesar sus pecados al Señor, abrirle el corazón y recibir a Su Hijo Jesucristo.
Esto no sólo se aplica a aquellos que no conocen al Señor. Nosotros también estamos sujetos a convertirnos en prisioneros de las fortalezas y los argumentos de la mente. Por eso necesitamos invocar más el nombre del Señor. Así, seremos transportados de la tierra de Cus al fluir normal del río Pisón.
Punto Clave: Abrir el corazón para recibir al Hijo, Jesucristo.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál es el problema de justificarnos siempre, en vez de arrepentirnos rápidamente?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 16 --- El río de agua de vida
Miércoles --- Leer con oración: Ro 7:24; 8:2, 13
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gá 5:1)
EL FLUIR LIBERTADOR Y CONSOLADOR
El tercer brazo del río es el Hidekel, que fluye hasta Asiria, una tierra que se caracterizaba por el pecado. El libro de Jonás relata cómo el profeta fue enviado a Nínive, la capital de Asiria, a fin de predicarles para que se arrepientan de sus pecados, que eran muchos y muy graves al punto que Dios decidió destruir toda la ciudad, en el caso de que ellos no cambiaran de proceder.
Las aguas del río Hidekel son muy impetuosas y corren velozmente. Esto representa el hecho de que, para salvar al pecador y librarlo de la esclavitud del pecado, es necesaria la acción intensa del Espíritu Santo en la persona. Al igual que un río que, por ser tan impetuoso, arrasa y derriba todo lo que encuentra a su paso, así el Espíritu Santo necesita actuar con el pecador.
Al escribir a los Romanos, el apóstol Pablo afirmó: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (7:24). Él afirmó esto reconociendo que, cuando vivía conforme a la carne, aunque quería hacer el bien, no lo lograba, pues estaba atado a su viejo hombre, que era esclavo de la ley. Por más buena que sea la ley no puede librar al hombre del pecado. ¡Pero agradecemos a Dios por Jesucristo que nos salvó!
En el capítulo 8 del mismo libro, el apóstol nos mostró cómo podemos ser libres del pecado: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (v. 2). Todos los pecados son graves, ya sea en pensamiento, palabra o acción, y todas las formas de pecado deben ser inundadas y derribadas por la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Solamente con la abundancia del Espíritu podemos vencer la práctica del pecado (v. 13).
El cuarto brazo del río es el Éufrates, que corría por Babilonia, una tierra que estaba relacionada con los ídolos, y que representa a las religiones. Cuando mencionamos la religión, nos estamos refiriendo a toda acción del hombre para rendirle culto a Dios por medio de su esfuerzo natural, un servicio basado en el conocimiento del bien y del mal. La esencia de las religiones, de manera general, es buscar hacer el bien para compensar los pecados cometidos y, de esa manera, poder obtener la salvación. No obstante, eso es totalmente insuficiente para agradar a Dios.
El hombre que está involucrado con las actividades religiosas piensa que con eso está rindiendo culto a Dios, y que, de alguna manera, puede agradar a su Creador, basado en aquello que Le ofrece como fruto de su esfuerzo. Pero, sabemos que en nosotros mismos, no tenemos nada que agrade al Señor, y que es sólo por medio de Su Hijo Jesucristo, que tenemos la intrepidez de acercarnos a Dios.
No obstante, Dios también ama a las personas que se encuentran involucradas en la religión. Por eso, entre los brazos del río que salían de Edén, tenemos a éste que corría por Babilonia. Esto nos muestra el amor de Dios para con tales personas. Por más ocupadas que se encuentren en sus actividades religiosas, Dios es capaz de buscarlas y de encontrar un camino en su corazón por el cual puede entrar.
Sin embargo, es importante resaltar que una persona religiosa puede llegar a tener un corazón más duro que el de aquellos que se consideran injustos o que están envueltos en el pecado. Por eso Dios tiene una manera muy especial para alcanzarlas. El río Éufrates corre mansamente, y es así cómo Dios alcanza a las personas que están en la religión. Si reciben las aguas poco a poco, suave y dulcemente, las personas podrán librarse de la religión para servir a Dios en novedad de vida. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: ¡Gracias a Dios por la ley del Espíritu y de vida!
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cómo podemos vencer la práctica del pecado?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 16 --- El río de agua de vida
Jueves --- Leer con oración: Is 12:3-4; Ez 47:1-12
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel” (Is 61:1)
EL FLUIR QUE NOS GOBIERNA Y SANA
El río de agua de vida mencionado en Apocalipsis 22 puede ser visto como una prefigura en muchas porciones de la Biblia.
Por ejemplo, el libro de Ezequiel habla del templo donde el pueblo de Israel adoraba, y de las aguas que salían de él. En el capítulo 40, el profeta que estaba exiliado muy lejos de la tierra de Israel, narra cómo Dios se le apareció y lo llevó a Canaán. Dios le mostró allí muchas cosas y, finalmente, en el capítulo 47, hizo que viera las aguas que salían del umbral del templo santo.
Luego, el Señor comienza a usar una especie de cordel de medir y va midiendo el río de mil en mil codos –cada quinientos metros aproximadamente–. Al medir los primeros mil codos, el Señor hizo pasar al profeta por las aguas, y él dice que éstas le llegaban a los tobillos. Mil codos más adelante, le llegaban a las rodillas; mil codos más, y ya le llegaban a los lomos. Al pasar mil codos más, el profeta ya no podía atravesar las aguas, pues eran muy profundas, sólo podían ser cruzadas a nado.
Como vimos la semana pasada, mientras más aumentaba el nivel de las aguas, menos libertad de acción el profeta tenía. Esto quiere decir que nuestro crecimiento de la vida divina puede ser medido por cuánto el Espíritu, representado por las aguas, logra restringir nuestra vida del alma, nuestras acciones naturales.
Cuando vamos avanzando en la carrera cristiana, negándonos a nosotros mismos, invocando al Señor con un corazón puro y alimentándonos de Su Palabra, la vida divina crecerá en nosotros. El resultado de este proceso es que el cristiano maduro ya no tiene el señorío sobre su vida, pues está totalmente controlado por la acción del Espíritu.
Después de medir las aguas, el Señor lo trae nuevamente a Ezequiel a la ribera del río y le dice: “Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. Y junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas. Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (vs. 8-12).
Este río descrito representa el fluir del agua de vida, el agua que bebemos al buscar al Señor, al invocarlo: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido” (Is 12:3-4).
No sólo bebemos de estas aguas, sino que debemos ayudar a otros a hacer lo mismo. Por eso el Espíritu Santo nos está conduciendo a predicar el evangelio de la vida, para que la vida fluya a nuestros hermanos en Cristo. ¡Alabado sea el Señor! Porque todo lo que entrare en este río ¡Vivirá!
Punto Clave: Al invocar recibimos el fluir del agua de vida.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué representa el aumento del nivel de las aguas en el libro de Ezequiel?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 16 --- El río de agua de vida
Viernes --- Leer con oración: Jn 21:17-18, 21-22
“Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Ap 7:17)
EL FLUIR QUE APACIENTA A LA IGLESIA
Al final del Evangelio de Juan, el Señor le preguntó tres veces a Pedro si Lo amaba. Las dos primeras veces, Pedro le respondió al Señor: “Sí, Señor; tú sabes que te amo”. Pero la tercera vez, entristecido, le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo” (Jn 21:17). Cada vez que le respondía a Jesús, le recordaba que debía apacentar o pastorear al rebaño de Dios.
A continuación, el Señor le dijo a Pedro: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” (v. 18). La madurez también produce esto en nosotros. Cuando crecemos en vida, ya no hacemos lo que queremos, y el Espíritu Santo tiene un control total sobre nosotros. Así como el profeta Ezequiel no podía atravesar el río después que el Señor terminó de medirlo, nosotros también, cuando maduremos en vida, no podremos controlar la dirección hacia donde el Espíritu desea llevarnos. El Espíritu Santo nos lleva como un río caudaloso, que no podemos vencer. ¡Aleluya!
Sin embargo, Pedro aún no había madurado; al ver a Juan, insatisfecho por saber que perdería la libertad que gozaba, le preguntó al Señor: “¿y qué de éste?” (v. 21). Esa actitud muestra cuán inmaduro aún estaba Pedro. Pero el Señor le respondió: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (v. 22). Sabemos que el Señor no se refería directamente a Juan, sino a su ministerio; es decir, el ministerio de Juan permanecería hasta la venida del Señor.
¡Gracias al Señor! Porque hemos visto a través de este ministerio que la mejor manera de apacentar a las personas en la iglesia es llevarlas a seguir al Señor y a disfrutar del Espíritu para recibir vida.
Punto Clave: Ser alcanzado por el río de agua de vida.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué relación existe entre Juan 21:18 y Ezequiel 47:1-12?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 16 --- El río de agua de vida
Sábado --- Leer con oración: Jn 6:63; 14:20; 19:34
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Jn 14:18, 20)
DISFRUTAR DEL FLUIR DE LA VIDA POR MEDIO DEL ESPÍRITU
El apóstol Juan pasó veinte años en prisión, y allí Dios lo hizo madurar en la vida divina. Inmediatamente después de salir de la prisión, Juan se fue a Éfeso, donde ayudó a los hermanos que estaban allí. Él llevaba a las personas al Espíritu, pues sólo eso podía darles vida (Jn 6:63). Mientras cuidaba de la iglesia en aquella ciudad, Juan escribió su evangelio, en el que explicó que Dios se hizo carne en Jesús, el Verbo encarnado.
Jesucristo es la prueba del fuerte deseo que Dios tiene de acercarse nuevamente al hombre, que debió ser sacado del huerto de Edén. Por eso Jesús también tiene otro nombre: Emanuel, que significa Dios con nosotros. No sólo nosotros necesitamos a Dios; Él también nos necesita y desea nuestra presencia, pues nos creó para que seamos Su complemento y Su ayuda idónea.
Jesús es Dios corporificado, sin embargo, si hubiese permanecido en un cuerpo humano hasta hoy, no todos podrían tener acceso a Él. Pero, gracias al Señor, Él nos ama y por causa de nosotros fue crucificado. Al narrar la crucifixión del Señor, Juan escribió: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Jn 19:34). Juan fue el único de los cuatro evangelistas en registrar esto. Del Señor no sólo salió sangre, sino también agua. Esto representa el hecho de que Él vino para redimirnos y, sobretodo, para darnos la vida de Dios. ¡Aleluya!
A fin de darnos la vida divina, el Señor resucitó, ascendió a los cielos y se hizo el Espíritu vivificante. Después de recibirlo, por creer en Él, pasamos a tener Su vida. Al mismo tiempo, nosotros estamos en Él, y Él está en nosotros (14:20). ¡Gracias al Señor! Este es el Espíritu que fue mencionado en el evangelio de Juan: el Espíritu de vida. Este Espíritu fluye continuamente como un río para alcanzar al pecador e incluso a aquellos que ya han creído, a fin de que crezcan en vida.
El Señor hoy ya no está limitado por el tiempo y el espacio; se hizo el Espíritu, que es omnipresente. Ahora Él puede estar en todo lugar al mismo tiempo. Por eso, para beber de Él, donde quiera que estemos, basta que invoquemos Su nombre: ¡Oh Señor Jesús! ¡Aleluya!.
Punto Clave: Dios desea nuestra presencia.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál fue el propósito del Señor Jesús al hacerse el Espíritu vivificante?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 16 --- El río de agua de vida
Domingo --- Leer con oración: Jn 7:37-38; 1 Co 12:13b; Ap 22:1-5
“Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn 4:14)
BEBER DEL ESPÍRITU Y HACER FLUIR LA VIDA PARA TODOS
A todos nosotros, los que creímos en el Señor Jesús, nos fue dado a beber de un mismo Espíritu (1 Co 12:13b). El deseo de Dios es que, al beber del Espíritu, Su vida corra de nosotros hacia los demás. En Juan 7:37-38 está escrito: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Si tenemos sed, debemos ir al Señor para beber. Cuando creemos en Él, el agua de la vida que recibimos no sólo sacia nuestra sed, sino que se convierte en una fuente que salta de nuestro interior.
En todas las referencias bíblicas que vimos en esta semana, donde se habla acerca del agua –el río que salía del templo, en Ezequiel; el agua mencionada por Isaías, y el agua que fluyó del costado del Señor– están relacionadas con el río que salía de Edén, que se repartía en cuatro brazos.
Tres de estos brazos del río ilustran el trabajar incesante de Dios, que busca a las personas involucradas en las más diversas situaciones. Esto no sólo se refiere a los pecadores sin Dios, sino también a aquellos que ya encontraron al Señor, pero que se detuvieron en la carrera espiritual. Cuando Dios alcanza a estas personas, vuelven nuevamente al brazo principal del río, a Pisón, donde hay oro, bedelio y piedra de ónice. Este río fluye por toda la Biblia. En otras palabras, fluye por todas las eras y, finalmente, será el río de agua de vida en la nueva Jerusalén (Ap 22:1-2).
¡Alabado sea el Señor! Porque somos edificados en ese fluir del río de agua de vida. Si estamos en la presencia de Dios e invocamos Su nombre, estamos en esas aguas. Pero eso no es todo, pues el Señor dijo que ellas también correrían del interior de todo aquel que creyera en Él. Por eso necesitamos saciar la sed de las personas sedientas, llevándoles el evangelio de la vida.
Una de las maneras para practicar esto es crear lugares de oración, donde las personas se puedan encontrar para orar. Una casa puede ser un lugar de oración, un restaurante también puede cumplir esta función; incluso un garaje o un local comercial pueden ser adaptados y usados por el Señor. ¡Aleluya! ¡Lo importante es dejar que los ríos de agua de vida corran de nosotros, los hagamos disponibles a todos, en cualquier lugar y momento! ¡Jesús es el Señor!
Punto Clave: Beber del Espíritu y hacer fluir la vida para todos.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué podemos hacer hoy para estar en el fluir del río Pisón?
Dong Yu Lan
Derechos rweservados Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
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