APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 11)
El paso por el río Jordán
Lunes --- Leer con oración: Mt 24:45-47; 25:21; 28:19-20; 2 Ti 3:16
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3:16)
CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS
La Biblia es la palabra de Dios. Es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Ti 3:16-17). En ella también vemos registrada la comisión que Dios le dio al hombre de administrar el mundo venidero. Hubo algunos que Dios usó en el pasado, que por vivir en su vida del alma, independientes de Dios, no cumplieron Su voluntad. Esto sucedió porque el orgullo se les subió a la cabeza, se creyeron capaces de servir a Dios a su propia manera.
El primer mundo creado fue gobernado por Lucero, que, por el hecho de haberse enorgullecido, a tal punto de querer ser semejante al Altísimo, fracasó. Entonces Dios hizo al hombre para entregarle el gobierno del mundo restaurado, según lo que vemos en los dos primeros capítulos de Génesis. Lamentablemente, el hombre creado por Dios fue seducido, engañado por Satanás, y comió del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 3:6). Después, aunque vivía por el lado bueno de su vida del alma, el hombre y su descendencia no lograron agradar a Dios ni tampoco realizar Su voluntad. La decadencia del hombre fue progresiva, se apartó cada vez más de Dios, viviendo por y para sí.
Pese a toda esa situación, Dios amaba al hombre que había creado, por eso le dio una nueva oportunidad por medio de Su redención (Jn 3:16). Su deseo era que este hombre, regenerado y transformado, cumpliera Su voluntad de gobernar el mundo venidero con Él (Ap 2:26). Para ello, Dios mismo, en la persona de Jesucristo, solucionó el problema del pecado del hombre (Jn 1:14).
Lamentablemente muchos cristianos se sienten satisfechos sólo porque el problema de sus pecados fue solucionado. No obstante, aún queda el problema del alma, pues el hombre desea servir a Dios por medio de su ser natural. A fin de que ocurra esta transformación, Dios pone al hombre ya regenerado en la vida de la iglesia, para que éste niegue su vida del alma y, así, reciba más de la vida divina en su interior (Mt 16:24-25). Mientras más negamos nuestro ser natural, mayor será nuestro crecimiento espiritual, y en consecuencia, más elevada será la posición que ocuparemos en el gobierno de Dios, en el mundo venidero.
Para calificar para reinar en el mundo venidero, además del crecimiento de la vida divina, es necesario que tengamos experiencias en la obra, es decir, en la predicación del evangelio (28:19-20). Debemos predicar primeramente el evangelio de la gracia para que muchos de los que están sumergidos en el pecado sean salvos y reciban la vida divina. También necesitamos predicar el evangelio del reino a los que ya creyeron en Cristo, a fin de que crezcan en la vida divina y puedan, juntamente con nosotros, gobernar en el mundo venidero.
Por tanto, debemos buscar hoy no sólo ser siervos buenos y fieles (25:21), sino también cumplir la voluntad de Dios, como siervos prudentes, para que cuando el Señor vuelva, nos ponga sobre todos Sus bienes (24:45-47). ¡Aleluya!
Punto Clave: Cumplir la voluntad de Dios.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Ha aprovechado de las situaciones en la vida de la iglesia para negar la vida del alma y recibir la vida divina en su interior?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 11 --- El paso por el río Jordán
Martes --- Leer con oración: Ex 5:1, 3; 7:16; 8:1; 1 Co 10:1-2, 11; 2 Co 4:4; He 10:39; 11:29
“Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (Col 2:12)
SALIR DEL DOMINIO DE SATANÁS
Dios siempre viene para ayudarnos a que avancemos (He 10:39). Él quiere sacarnos del mundo y conducirnos para que Le sirvamos. Al principio, Satanás intentó detenernos, impidiendo que creyéramos en el Señor Jesús, pero Dios actuó en nuestra vida y finalmente, creímos en Jesús (2 Co 4:4). Una vez que fuimos salvos, necesitamos cambiar nuestra condición, no permanecer más bajo el dominio de Satanás.
Podemos ver esta lección al leer el Antiguo Testamento (1 Co 10:1-2, 11). Así como el pueblo de Israel atravesó el Mar Rojo, necesitamos librarnos de todo lo que aún nos ata al mundo para estar aptos para servir a Dios en el lugar que Él determinó.
Dios nos quiere bautizar hacia dentro de Su nombre (Mt 28:19). Éramos pecadores, pero fuimos perdonados de nuestros pecados, y el viejo hombre fue sepultado en la muerte representada por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva (Ro 6:4). Por medio del bautismo, llegamos a ser, posicionalmente, un nuevo hombre, justificado y santificado, por eso podemos servir al Señor.
Dios le había dicho a Su pueblo que debían salir de Egipto e ir al desierto, en un viaje de tres días, para servir y celebrar fiesta allí (Ex 5:1, 3; 7:16; 8:1). El paso del Mar Rojo fue la salvación que Dios proveyó para Su pueblo que, al ser perseguido por los egipcios no tenía otra escapatoria que no fuera la que Dios le preparó al abrir el mar, por donde atravesaron como por tierra seca (He 11:29).
Si el pueblo de Israel hubiera permanecido en Egipto, estaría aún bajo el dominio de Faraón pero, al cruzar el Mar Rojo, quedó libre de sus manos porque las aguas del mar se cerraron y él con todo su ejército perecieron ahogados. ¡Alabado sea el Señor! porque así como Dios libró al pueblo de Israel de las manos de Faraón para hacerlos subir a una buena tierra y vasta, una tierra donde mana leche y miel, así también nosotros fuimos librados del mundo pecaminoso y del dominio de Satanás mediante el bautismo, e introducidos en la iglesia para que Le sirvamos.
Punto Clave: Dios proveyó una salvación para Su pueblo.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué representa el paso del Mar Rojo en su experiencia?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 11 --- El paso por el río Jordán
Miércoles --- Leer con oración: Nm 26:65; 1 Co 3:3; 10:5
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro 6:4)
DEJAR LO QUE ES VIEJO ATRÁS
Una vez que el pueblo de Israel cruzó el Mar Rojo, debía rápidamente haber entrado en la buena tierra de Canaán que Dios le había prometido. Sin embargo, por el hecho de que los israelitas aún vivían por su hombre natural, “la ira de Jehová se encendió contra Israel, y los hizo andar errantes cuarenta años por el desierto, hasta que fue acabada toda aquella generación que había hecho mal delante de Jehová” (Nm 32:13).
Dios permitió que el pueblo de Israel vagara durante cuarenta años por el desierto para exponer toda la situación del viejo hombre que aún prevalecía en ellos (1 Co 10:5). Por cualquier motivo ellos se rebelaban contra Dios, iban en contra de Su voluntad, murmurando y desobedeciendo. Ellos vivían aún por el viejo hombre, actuando de acuerdo con su ser natural. Esa es la razón por la que Dios permitió que todos los israelitas de la vieja generación perecieran, cayeran muertos en el desierto, excepto Josué y Caleb (Jos 5:6). Dios iba a introducir sólo a la nueva generación en la tierra prometida de Canaán.
Todos nosotros ya hemos pasado por el bautismo (cfr. Col 2:12). El problema del pecado fue solucionado y ahora deseamos servir a Dios. Pero aún queda un problema en nuestro servicio: el hombre que vive gobernado por su alma desea servirle a su manera (1 Co 3:3).
Entre el tiempo de nuestra liberación del mundo y el periodo en que nos disponemos a servir a Dios, hay un intervalo de tiempo en el cual pasamos por un proceso para que nuestro hombre natural –que le gusta actuar independientemente de Dios– sea eliminado. Por eso, además de ser bautizados –que es representado por el cruce del Mar Rojo– necesitamos también solucionar el problema de nuestra vida del alma.
En la figura del Antiguo Testamento, Dios usó cuarenta años para eliminar a todos los israelitas murmuradores, que vivían por su vida del alma, los hizo caer uno por uno en el desierto (Nm 26:65). Para servir a Dios en Canaán, el pueblo de Israel debió pasar por una etapa más: atravesar el río Jordán a fin de dejar las cosas viejas atrás.
Esto significa que no podemos llevar nuestro ser natural a la tierra de Canaán, al otro lado del Jordán. Nuestro paso por el río Jordán representa dejar todas las cosas viejas del alma para servir al Señor adecuadamente, en novedad de vida. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Permanecer en novedad de vida.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué hace Dios hoy para exponer a la luz a nuestro viejo hombre?
Semana 11 --- El paso por el río Jordán
Jueves --- Leer con oración: Dt 3:26-27; Ro 12:2; 2 Co 4:16; 13:11
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro 12:2)
OBEDECER FIELMENTE AL HABLAR DEL SEÑOR
Cuando la vieja generación murió en el desierto, la nueva generación ya estaba lista para atravesar el río Jordán. Dios no permitió que ninguno de aquella generación entrara a la buena tierra de Canaán. A la luz de lo que hemos visto en estos mensajes, podemos decir que Dios no permitirá que los que aún viven por su ser natural tomen posesión del reino en su manifestación. El viejo Moisés que los condujo por todo aquel camino ya tenía 120 años (cfr. Dt 31:2). Él también debía entrar, pero Dios no se lo permitió debido a un hecho ocurrido cuando el pueblo de Israel murmuró por segunda vez, cuando les faltó agua.
La primera vez que esto sucedió, Dios le ordenó a Moisés: “Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve. He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel” (Ex 17:5-6). Al golpear la peña salió abundante agua para saciar la sed del pueblo de Israel.
Después de un tiempo, el pueblo de Israel murmuró una vez más por la falta de agua (cfr. Nm 20:2-5). “Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos” (v. 6). Sin embargo, en esa ocasión, Dios le pidió a Moisés que hablara a la peña, pero él levantó la mano y la golpeó dos veces con su vara, y salieron muchas aguas; y bebió la congregación y sus animales (v. 11).
Moisés debió haber obedecido a Dios, debió sólo haberle dicho a la peña: “Que salga agua de ti”. Pero, como había envejecido, Moisés desobedeció a la palabra de Dios y la golpeó dos veces, por lo que el Señor le dijo: “Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado” (v. 12). La intención de Dios era que Moisés, como el líder del pueblo de Dios, entrara en la buena tierra de Canaán. Él siempre obedeció a Dios, pero, en ese incidente, no hizo lo que Dios le había ordenado. Así que, no sólo el pueblo no entró, también se le impidió a Moisés entrar en la buena tierra.
Al airarse delante del pueblo, Moisés evidenció que aún tenía residuos de su ser natural, de su viejo hombre. A pesar de haber pasado muchos años, él tenía más autoridad; sin embargo, no obedeció al Señor que sólo le había ordenado hablar a la peña para que saliera agua de ella. Este hecho nos sirve de advertencia, pues deja en evidencia que el último residuo de su vida del alma le impidió entrar en la buena tierra de Canaán. Aunque le imploró al Señor para que le dejase atravesar el Jordán para entrar en la buena tierra, Él le dijo: “Basta, no me hables más de este asunto. Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán” (Dt 3:26-27).
En el Nuevo Testamento hay muchos pasajes que nos exhortan a renovarnos siempre (Ro 12:2; 2 Co 4:16). La tradición es algo que está en el alma del hombre natural. Cuando caemos en la tradición, envejecemos espiritualmente.
Hay muchos hermanos que se disponen para ir al CEPPEV –Centro de Perfeccionamiento para la Propagación del Evangelio–. Sin embargo, si durante el tiempo en que permanecen allí no aprovechan para renovarse, cuando salgan estarán aún llenos de las viejas prácticas y tradiciones.
La predicación del evangelio requiere que su persona sea correcta, perfeccionada y renovada (2 Co 13:11). Usted no debe introducir cosas viejas en la obra de la predicación del evangelio. Al recibir la comisión de Dios para predicar el evangelio del reino, nuestra vida del alma debe ser negada. Tal vez ya hayamos sido salvos del mundo hace mucho tiempo, pero aún necesitamos negar nuestra manera natural de servir a Dios, de acuerdo con nuestras viejas costumbres y tradiciones. Necesitamos servir en novedad de vida. ¡Aleluya!
Punto Clave: Ser renovado de día en día.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué sucedió con Moisés para que no entrara en la tierra de Canaán?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 11 --- El paso por el río Jordán
Viernes --- Leer con oración: Nm 13:2,6, 8, 16, 21-24; 14:2, 7-9, 30; 27:16-19
“Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él” (Nm 27:18)
UN SUCESOR PARA INTRODUCIR AL PUEBLO EN CANAÁN
Durante los cuarenta años en los cuales Moisés condujo al pueblo por el desierto también preparó a Josué. Al enviar a doce hombres para espiar la tierra de Canaán, Moisés escogió a un representante de cada tribu para ver cómo era la tierra que Dios había dicho que le daría a los hijos de Israel (Nm 13:2).
Caleb fue escogido de la tribu de Judá, y Oseas, de la tribu de Efraín, a quien Moisés llamó Josué (vs. 6, 8, 16). Los doce espías entraron en la buena tierra de Canaán y, después de haberla visto y explorado, volvieron diciendo que la tierra era muy buena, pues manaba leche y miel. También trajeron, colgado en una vara, un racimo de uvas que debió ser cargado por dos hombres lo que indica cuán rica y abundante era la tierra prometida por Dios (vs. 21-24).
Sin embargo, diez de los doce espías, dijeron que el pueblo que habitaba allí era más fuerte que ellos. Hablaron mal de la tierra que habían espiado, diciendo que devoraba a sus habitantes. También dijeron que la habitaban gigantes a tal punto que se veían como langostas delante de ellos.
Al oír un informe tan negativo por parte de los diez espías, el pueblo se levantó, gritó en voz alta y lloró aquella noche. Todos los hijos de Israel murmuraron contra Moisés y Aarón, y toda la congregación les dijo: “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!” (14:2).
Sin embargo, Josué y Caleb dijeron: “La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (vs. 7-9). Sólo Josué y Caleb creyeron a lo que Dios les había prometido, por esa razón, Dios sólo les permitió a ellos entrar en la tierra de Canaán (v. 30).
Durante todo el tiempo en que la nueva generación nació y creció en el desierto, Josué era el ayudante de Moisés. Él presenció todo lo que sucedió con los israelitas en aquellos cuarenta años de peregrinación. Cuando Amalec vino para pelear contra Israel, Moisés puso a Josué al frente del ejército (cfr. Ex 17:8-11). Cuando Moisés levantaba la mano para orar por su ejército, Israel prevalecía; pero cuando se cansaba y bajaba las manos, Amalec prevalecía, y Josué era derrotado. Josué aprendió a administrar, a conducir al pueblo por haber seguido de cerca a Moisés.
Cuando el Señor le dijo que no entraría en Canaán, Moisés le pidió: “Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor. Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos” (Nm 27:16-19).
¡Alabado sea el Señor! Dios necesitaba un líder para conducir a Su pueblo, para entrar en Canaán. Entonces Moisés impuso las manos sobre Josué, y lo ungió como su sucesor. Así como Dios pudo contar con Josué para introducir a Su pueblo en la tierra prometida, Él puede contar con nosotros hoy para predicar el evangelio del reino e introducir a Sus muchos hijos en el reino milenario. ¡Aleluya!
Punto Clave: Ser entrenado para ir adelante en el mover del Señor.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué fue lo que Moisés vio en Josué para recomendarlo como su sucesor? ¿Cómo practicamos esta característica hoy?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 11 --- El paso por el río Jordán
Sábado --- Leer con oración: Jos 3:3-4, 14-17
“Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros” (Jos 3:5)
EL PASO POR EL RÍO JORDÁN
Después que Moisés impuso las manos sobre Josué, todo el pueblo lo reconoció como el líder que los conduciría a la buena tierra. Canaán era un campo de batalla, pues en ella había muchos pueblos, personas violentas e incluso gigantes como los hijos de Anac. Para combatirlos, era necesario ser joven y guerrero, por eso Moisés designó a Josué como su sucesor, como aquel que conduciría al pueblo para entrar a la tierra de Canaán.
Ordenado por Dios, Josué pasó por medio del campamento diciendo al pueblo que se proveyera de comida, porque, dentro de tres días, cruzarían el río Jordán para entrar en la tierra prometida. Los tres días que antecedieron la entrada de ellos simbolizan que, antes de entrar en la nueva tierra, debían pasar por la muerte y resurrección. Entonces Josué se levantó de madrugada y después de haber partido a Sitim, fueron hasta el Jordán y posaron allí antes de pasarlo.
Los oficiales pasaron por medio del campamento ordenando al pueblo: “Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino” (Jos 3:3-4).
El Señor quería mostrarles que el arca del Pacto tocaría primeramente las aguas, y el pueblo, que estaría a una distancia de dos mil codos, debía ver esto. Habiendo partido los sacerdotes que llevaban el arca, al llegar al Jordán, sus pies fueron mojados a la orilla del agua. El Jordán rebosaba sobre todas sus riberas, pero las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón, se acabaron y fueron divididas; y el pueblo pasó en dirección a Jericó. Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco (cfr. 3:14-17).
Todo esto muestra que nuestro viejo hombre debe morir primero para que el nuevo hombre surja. ¡Aleluya!.
Punto Clave: Dejar el viejo hombre para que el nuevo hombre surja.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué representa el hecho de que los israelitas hayan esperado tres días antes de cruzar el río Jordán?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 11 --- El paso por el río Jordán
Domingo --- Leer con oración: Jos 4:1-3, 20-24; Mt 9:37; Ef 4:24
“Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie” (Jos 1:3)
LOS DOS CRUCES
Josué levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar en que los sacerdotes que llevaban el arca del Pacto pusieron sus pies (cfr. Jos 4:9). Esas piedras representan al viejo hombre, que fue sepultado con Cristo en la muerte por el bautismo (Ro 6:4).
Después que el pueblo pasó el Jordán, el Señor le ordenó a Josué que escogiera a doce hombres, uno de cada tribu, para que, en medio del Jordán, del lugar donde los sacerdotes pusieron los pies, tomaran las doce piedras para depositarlas en el lugar donde debían pasar la noche. Después de algún tiempo, esas doce piedras retiradas del Jordán fueron levantadas por Josué en una columna en Gilgal, a fin de que todos los pueblos de la tierra supieran que la mano del Señor es poderosa y que Le temieran todos los días (cfr. Jos 4:1-3, 20-24).
La vieja generación –representada por las piedras que fueron levantadas en la columna en medio del río– pereció en el desierto. Esto es muy significativo, porque representa la muerte del viejo hombre en la cruz de Cristo. La nueva generación, por su parte, era simbolizada por las piedras que fueron retiradas del río. Esas piedras representan al nuevo hombre, conforme a lo registrado en Efesios: “y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (4:24). Esto significa que, para entrar en el disfrute pleno de Cristo, necesitamos ser un nuevo hombre que pasó por la muerte y resurrección. En otras palabras, nuestro viejo hombre, el hombre natural, debe ser dejado atrás.
Todos nosotros necesitamos realizar estos arduos cruces en nuestro vivir. El primero sucede de una vez y para siempre, cuando aceptamos al Señor y fuimos bautizados –lo que es representado por el cruce del Mar Rojo, hecho por el pueblo de Israel–. El bautismo tiene el propósito de sepultar delante de Dios, objetivamente, el problema de nuestros pecados pasados. El segundo se refiere a la muerte del viejo hombre, subjetivamente *, es decir, el morir de nuestro ser natural y anímico en nuestro diario vivir, pues Dios quiere contar con nosotros así como contó con la nueva generación que entró en la buena tierra con intrepidez, despojada de toda incredulidad y murmuración de aquellos que perecieron en el desierto.
Cuando el Señor habló a Josué que él pasaría el Jordán con los hijos de Israel, le hizo una promesa: “Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie” (1:3). ¡Alabado sea el Señor! porque ya hemos practicado este versículo. Hemos pisado muchos lugares, prácticamente todas las ciudades de América del Sur, con el objetivo de llevar hasta ellas el evangelio del reino.
No obstante, así como el Señor Jesús afirmó: “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos” (Mt 9:37), aún necesitamos predicar el evangelio del reino en todas las ciudades que ya hemos pisado para tomar posesión de la tierra que Dios nos prometió. Debemos ser fuertes y valientes, pues la comisión del Señor hoy está destinada a nosotros. Necesitamos volver a las ciudades y predicar el evangelio del reino, a fin de que los reinos de este mundo lleguen a ser de nuestro Señor Jesús, quien reinará por los siglos de los siglos.
¡Seamos fuertes y valientes! ¡Alabado sea el Señor!
* A los ojos de Dios, objetivamente, nuestro viejo hombre murió en la cruz, y en nuestro bautismo ya fue sepultado. Pero en nuestro vivir diario, subjetivamente, el viejo hombre aún se manifiesta muchas veces. Por eso necesitamos “sepultarlo nuevamente en el río Jordán”, es decir, negar la vieja naturaleza con sus tradiciones y opiniones, día tras día, a fin de heredar nuevas experiencias de Cristo, que es representado por la buena tierra de Canaán. Para que esto ocurra, también es importante dejar atrás las experiencias pasadas y permitir que el Espíritu de Dios renueve nuestra mente para comprender mejor Su voluntad.
Punto Clave: El Señor nos dará todo lugar que pisare la planta de nuestro pie.
Pregunta: ¿Qué representa el cruce del Mar Rojo y el paso por el río Jordán?
Dong Yu Lang
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