APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 17)

APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 17)
Los dos árboles
Lunes --- Leer con oración: Is 14:12; Ez 28:13; Mt 25:15; Jud 9
“Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mt 23:12)
EL EJEMPLO NEGATIVO DE LUCERO
En los dos tomos anteriores de esta serie del Alimento Diario, vimos que el Señor nos comisionó, preparó y equipó interiormente de una manera muy especial para predicar el evangelio de la vida. Este evangelio es completo, pues comprende el evangelio de la gracia, el cual nos revela que el problema de nuestros pecados ya fue solucionado cuando creímos en el Señor Jesús; y el evangelio del reino, que enfatiza que la vida divina, la cual recibimos al creer, necesita crecer cada día. Si negamos nuestro ser natural y permitimos que la vida de Dios crezca en nosotros, llegaremos a la estatura del varón perfecto y así, recibiremos el galardón de reinar con el Señor en el mundo venidero (He 2:5).
El primer mundo creado fue entregado a un ángel llamado Lucero. Él fue llamado el hijo de la mañana (Is 14:12). En el libro de Ezequiel leemos que él era el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura, además de estar adornado con muchas piedras preciosas (Ez 28:12-13).
Puesto que Lucero fue equipado con los dones que Dios le había dado, todo lo que él hacía era mejor que los demás. Por ser muy capacitado, espontáneamente alcanzó una posición superior y llegó a ser el jefe de los ángeles, un arcángel.
La Biblia nos muestra que había tres arcángeles: Miguel (Dn 10:13; Ap 12:7), Gabriel (Dn 8:16; Lc 1:19) y Lucero (Is 14:12). De entre ellos, Lucero estaba en una posición superior.
Puesto que había alcanzado la posición más alta, debió haberse quedado satisfecho, pues sólo Dios, el Creador, estaba por encima de él. No obstante, su orgullo lo hizo considerarse tan superior a los demás arcángeles, que sólo le faltaba una cosa: ser igual a Dios.
Al exaltarse, motivado por su insatisfacción y el orgullo de su alma, Lucero tuvo la ambición de ser igual a Dios, y por eso fue echado por tierra (Is 14:12-14). Por tanto, su caída comenzó por el alma.
Agradecemos al Señor, porque Él nos ha mostrado cómo vivir en la realidad del reino de los cielos en la vida de la iglesia: mientras más negamos nuestra vida del alma, al despojarnos de todo orgullo, anulando toda soberbia y ambición que existen en nuestro ser natural, más de la vida divina nos será añadida.
Punto Clave: Anular la soberbia y el orgullo.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿De dónde provienen la ambición y el orgullo? ¿Cuál es la manera de tratarlos?
 


Martes --- Leer con oración: Gn 1:26; Job 40:14; 41:1, 15-16, 19, 22a, 34; Ro 8:19-22; Ef 2:2-3; 6:12; 1 Jn 5:19
“Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando” (He 2:5)
EL PLAN DE DIOS AL CREAR AL HOMBRE
Como vimos ayer, el primer mundo fue entregado a Lucero, el querubín protector. Pero, debido a su orgullo y ambición se rebeló en su corazón y se convirtió en Satanás, el adversario de Dios (Is 14:13-14; Ap 12:9). El orgullo está presente en el alma, y si no es subyugado, puede corromper la sabiduría y utilidad de cualquier persona.
El orgullo puede ser comparado con las dos especies del mundo antiguo descritas en el libro de Job: el behemot –traducido como “hipopótamo” en algunas versiones (40:15)–, que vivía en el agua y comía hierba; y el leviatán –traducido en algunas versiones como “cocodrilo” (41:1)–, que era mucho más feroz: “La gloria de su vestido son escudos fuertes, cerrados entre sí estrechamente. El uno se junta con el otro, que viento no entra entre ellos (...) De su boca salen hachones de fuego; centellas de fuego proceden (...) En su cerviz está la fuerza” (vs. 15-16, 19, 22a). Este animal tan fuerte y feroz también era muy orgulloso: “Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios” (v. 34).
De acuerdo con Efesios 1, Dios tiene Su buen placer, Su plan y Su voluntad. Al crear al hombre, Él anhelaba que su mente, voluntad y emoción estuvieran plenamente llenas de la vida divina: de Su buen placer, Su plan y Su voluntad. Así, el hombre que fue formado del polvo de la tierra, podía gobernar el mundo.
Sin embargo, por causa del engaño de la serpiente y de la desobediencia del hombre, toda la creación pasó a formar parte del imperio de las tinieblas bajo el gobierno de Satanás y sus principados y potestades hasta los días de hoy (Ro 8:19-22; Ef 2:2-3; 6:12; Col 1:13). Aunque los doscientos y tantos países que existen tienen sus gobernantes, el mundo entero, de acuerdo con la palabra de Dios, “está bajo el maligno” (1 Jn 5:19).
Sin embargo, el mundo venidero será entregado al hombre para que lo gobierne (He 2:5). Aunque el hombre fue creado temporalmente un poco menor que los ángeles, un día, obtendrá gloria y honra y recibirá la comisión de gobernar con Cristo sobre las naciones en el reino milenario. Para que esto ocurra, necesita ser regenerado, crecer en la vida divina y ser transformado y conformado a la imagen del Hijo de Dios, porque en el mundo venidero, Dios no desea nada semejante a la creación usurpada y corrompida por Satanás.
Punto Clave: Mente, voluntad y emoción llenas de la vida de Dios.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál es la condición principal para que el hombre gobierne el mundo venidero?
 


Miércoles --- Leer con oración: Gn 1:26-28; 2:7; Jn 1:14, 18; Col 2:9; He 1:2-3
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza (...) Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn 1:26a, 28)
IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS
El Dios Triuno, al tomar la decisión de crear al hombre, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn 1:26). La semejanza se refiere al aspecto exterior; la imagen es algo interior.
Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en sus narices aliento de vida; entonces el hombre pasó a ser un alma viviente. El alma humana puede ser dividida en tres partes. Una parte es la emoción, hecha para contener el placer y deseo de Dios. El objetivo de Dios es que el deseo del hombre sea el mismo que el Suyo, y el placer del hombre sea conforme a Su placer. La otra parte del alma es la mente, la cual sirve para que el hombre entienda el plan de Dios. Lo que el hombre hace debe estar de acuerdo con este plan. La tercera parte se refiere a la voluntad. Ésta es para contener el misterio de la voluntad de Dios.
Estas tres partes que componen el alma humana son como un vaso. Dios creó al hombre así porque Su deseo es trabajarse a Sí mismo en él. El deseo de Dios es entrar en este vaso, así como la mano entra en un guante, para, a partir de entonces, poder gobernar al hombre. Además de haber sido creado a la imagen de Dios, el hombre también posee Su semejanza. El Padre es Espíritu (Jn 4:24), no tiene forma ni imagen; así también es el Espíritu. El único de la Trinidad que posee forma es el Hijo, “porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9; cfr. He 1:2-3; Jn 1:14, 18).
La bendición y la comisión de Dios para el hombre creado de manera tan especial son revelados en Génesis 1:28: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread”. Dios quería que el hombre sojuzgara y señoreara la tierra usurpada por Su enemigo.
Aunque esto no ocurrió por medio de Adán, la voluntad de Dios no cambió; en el mundo venidero, el hombre por haber sido conformado a la imagen de Jesucristo, gobernará con Él.
Punto Clave: Creados y conformados a la imagen de Jesucristo.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuáles son las tres partes del alma y sus respectivas funciones?
 


Jueves --- Leer con oración: Gn 2:7, 9, 16-17; Pr 20:27; 1 Ti 4:2; He 2:5-7
“Jehová, que extiende los cielos y funda la tierra, y forma el espíritu del hombre dentro de él” (Zac 12:1)
EL HOMBRE Y LOS DOS ÁRBOLES
Dios creó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida (Gn 2:7). La palabra aliento en hebreo es neshamah y es la misma para la palabra espíritu en Proverbios 20:27. Así que, el hombre exteriormente, es decir, su cuerpo, fue formado del polvo de la tierra e interiormente, por el soplo de Dios, fue formado el espíritu dentro de él, y así el hombre pasó a ser un alma viviente.
Este espíritu, en lo más íntimo del hombre, es el espíritu humano (Zac 12:1). Puesto que Dios es Espíritu, Él preparó el espíritu humano para entrar en él, de modo que Dios mismo, por medio del hombre, gobernaría el mundo.
Después de crear al hombre, Dios vio que necesitaba alimentarlo con Su vida. Por esa razón, lo puso en el huerto de Edén. Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Gn 2:9). El deseo de Dios era que el hombre creado a Su imagen y semejanza se alimentara del árbol de la vida a fin de que recibiera la vida divina.
Dios también le hizo una advertencia: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (16-17). No obstante, el hombre desobedeció a Dios y pecó al comer del fruto del árbol de la ciencia. Después de comer de este fruto, la muerte entró en él y su alma comenzó a tener su propio discernimiento del bien y del mal, sin necesidad de depender de Dios.
Debido a la desobediencia del hombre, su conciencia –creada para estar en contacto con Dios y así, controlar las tres partes del alma– terminó siendo amortecida, cauterizada, esto hizo que perdiera su sensibilidad original (1 Ti 4:2). Es por eso que el hombre, aunque viva por el lado bueno de su alma, no puede agradar a Dios. Con la conciencia debilitada por la acción de la muerte, la voluntad humana también se volvió débil, y Satanás se aprovechó de eso, activando la vida del alma del hombre, haciéndolo desobedecer y pecar contra Dios (Ro 7:15-24).
Para que Dios vuelva a usar el alma del hombre, éste necesita ser regenerado, ganar la vida divina y a partir de entonces, tendrá las fuerzas para negarse a sí mismo y permitir el crecimiento de esta vida en su interior. Mientras más esto suceda, más transformado el hombre será en su alma y más útil será al gobierno de Dios en el mundo venidero.
Punto Clave: Comer del árbol de la vida para crecer.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuáles fueron las consecuencias de que el hombre haya comido del árbol de la ciencia del bien y del mal?
 


Viernes --- Leer con oración: Gn 3:24; 4:3; Jn 10:10; 15:1; Ro 3:23; 2 Ti 1:9; He 12:14, 28-29
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10:10b)
LOS REQUISITOS PARA COMER DEL ÁRBOL DE LA VIDA
La fuente de las obras pecaminosas del hombre es su naturaleza pecaminosa, que entró en él después que comió del árbol de la ciencia del bien y del mal. Por la desobediencia de Adán y Eva, esa naturaleza pecaminosa se instaló en ellos, por eso fueron expulsados del huerto de Edén. A partir de entonces, Dios rechazó todo intento del hombre de querer agradarle, aunque hiciere el bien, pues todo lo que proviene del árbol de la ciencia del bien y del mal produce muerte.
Por causa de esta naturaleza caída, es imposible que el hombre haga cualquier cosa para ser aceptado por Dios. Cuando Adán fue expulsado del huerto, Dios “puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Gn 3:24). La espada se refiere a la justicia de Dios (Is 66:16), y el fuego a la santidad (Ex 3:2, 5; He 12:14, 28-29). Esto nos muestra que es necesario satisfacer las exigencias de la santidad y de la justicia de Dios para recibir Su gloria y ser aceptado por Él (Ro 3:23; 1 Co 1:30-31).
En vez de crear nuevamente al hombre, Dios mismo vino para salvarlo. Él vino para redimirnos “no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Ti 1:9). Así pues, cuando creímos en el Señor Jesús, recibiéndolo como nuestro Salvador, el problema de nuestros pecados fue solucionado. Por medio de la sangre del Señor Jesús, fuimos lavados de nuestros pecados: fuimos perdonados, y nuestra condición fue restaurada de tal manera que a los ojos de Dios es como si nunca hubiéramos pecado. La justicia, la santidad y la gloria de Dios fueron recobradas en nosotros, y así, fuimos reconciliados con Dios y ahora podemos estar en Su presencia. ¡Aleluya!
¡El objetivo de Dios es darnos vida! (Jn 10:10b). Él desea que comamos del “árbol de la vida” para crecer en la vida divina. Sin embargo, Dios no cortó el árbol de la ciencia del bien y del mal; silo hubiera hecho, todo sería mucho más sencillo, porque sólo nos quedaría el árbol de la vida. Dios lo dejó para que el hombre espontáneamente eligiera lo que comería. Tenemos nuestra propia voluntad y podemos elegir libremente lo que deseamos. Si comemos del árbol de la ciencia, seremos enemigos de Dios, pues estaremos desobedeciendo a Su palabra. Pero, si comemos del árbol de la vida, ¡obtendremos más de la vida de Dios y Le seremos cada vez más útiles!
Punto Clave: El objetivo de Dios es darnos vida.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuáles son los tres requisitos exigidos por Dios para alimentarnos del árbol de la vida?
 


Sábado --- Leer con oración: Mt 16:24-25; Lc 6:46; Jn 1:13; 3:3, 5
“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lc 9:23-24)
EL PUNTO MÁS IMPORTANTE EN LA VIDA DE LA IGLESIA
¡Aleluya! ¡Fuimos regenerados! No fuimos engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Jn 1:13). Después de ser regenerados, fuimos puestos en la iglesia para que la vida de Dios crezca en nosotros.
El Señor Jesús, inmediatamente después de revelar la iglesia a Sus discípulos, no disertó sobre sus muchos aspectos o sobre cómo podemos practicarla, sino que dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt 16:24-25).
El deseo del Señor es que neguemos nuestro ser natural para recibir Su vida. Si un vaso está lleno, por ejemplo, no puede recibir nada más, puesto que está rebosando. Del mismo modo, ¿Cómo puede Dios poner Su vida dentro del hombre si éste está lleno de sí mismo? ¿Cuál es la mejor manera para poner algo nuevo dentro de él? Vaciándolo, derramando todo lo que está ocupando el lugar del Espíritu en su interior, en su alma.
Así debe ser la vida de la iglesia: un vivir de negar la vida del alma todos los días. No obstante, sabemos que no sirve dar o recibir órdenes para negar la vida del alma. Necesitamos ver cuán terrible es ella para que, espontáneamente, tomemos la decisión de negarnos a nosotros mismos. Si no vemos la magnitud de cuán terrible es vivir por nuestro ser natural, corremos el riesgo de ser llamados cristianos, reunirnos con la iglesia, pero no practicar este punto tan importante enfatizado por el Señor Jesús.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos ilumine para que no vivamos sólo en la esfera del conocimiento, conociendo la verdad, llamándolo Señor, pero no haciendo lo que Él nos mandó (Lc 6:46). ¡Oh Señor Jesús!.
Punto Clave: Ver cuán terrible es la vida del alma.
Su punto clave es:
Pregunta: Después de revelar la iglesia ¿Cuál es el punto principal enfatizado por el Señor Jesús a los discípulos?
 


Domingo --- Leer con oración: Job 42:5; Jn 5:39-40
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn 7:38)
TENER VIDA PARA PREDICAR EL EVANGELIO DE LA VIDA
Alabamos al Señor porque el río de agua de vida nos alcanzó. Su fluir representa la predicación del evangelio de la vida que tiene como propósito alcanzar a todas las personas, independientemente de su situación. El primer brazo, el río Pisón, es el curso original que fluye para rescatar a todos los que viven por la vida del alma, en el pecado y en la religión.
El segundo brazo, el río Gihón, corre hacia la tierra de Cus. Como vimos en los tomos anteriores de esta serie del Alimento Diario, el primer lugar por donde éste pasa es nuestra mente, para destruir las fortalezas que existen en ella, incluyendo los conceptos y principalmente las auto-justificaciones. Nos gusta mucho justificarnos; somos abogados de nosotros mismos, siempre defendiendo nuestras opiniones, deseos, intereses e incluso los errores que practicamos: “Yo soy el mejor, yo lo hago mejor; yo me equivoqué, pero fue por culpa de éste o de aquel”. Quien vive controlado por su alma todo el tiempo se justifica.
El deseo del Señor es que prediquemos el evangelio de la vida. Para eso es necesario que todas las fortalezas que existen en nuestra mente sean rotas, destruidas, porque, si esto no sucede, la vida de Dios no podrá fluir de nosotros: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro 12:2).
Gracias al Señor por habernos iluminado en cuanto a esta gran necesidad de negar nuestra vida del alma. Dios tuvo una misericordia especial de nosotros, nos dio esta visión, nos mostró que el río Gihón fluye abundantemente. No importa si usted se considera grande o pequeño; de este río fluye mucha agua para destruir las fortalezas de la mente. Cuando somos alcanzados por él, sólo nos queda arrepentirnos como lo hizo Job: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Al ser iluminado, Job vio cuán fuerte y orgulloso era en sí mismo. Luego se arrepintió, y el Señor le dio el doble de todo lo que poseía.
Si por el fluir del Espíritu nos vaciamos de lo que somos y tenemos, es decir, del conocimiento vano, del orgullo y de toda la altivez, las fortalezas serán destruidas y la vida de Dios fluirá de nuestro interior como ríos de agua viva. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: ¡Negarnos a nosotros mismos para que la vida de Dios fluya de nosotros!
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál es el resultado del fluir del agua de vida cuando nos alcanza?
Dong Yu Lan
Derechos rweservados Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
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