APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 14)
El Espíritu todo inclusivo
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:26; 2:7; 3:23-24; 1 Co 2:16; Ef 1:4-5, 9, 13-14; Fil 2:13; 1 Jn 4:16
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Co 4:7)
EL HOMBRE FUE CREADO PARA CONTENER A DIOS
A lo largo de esta semana, trataremos varios asuntos que ya vimos en esta serie del Alimento Diario, dando énfasis a algunos de sus aspectos más importantes. Finalmente, mostraremos cómo todos éstos están íntimamente relacionados con el Espíritu Todo-inclusivo, el Espíritu maravilloso, que nos ha sido dado cuando creímos en Jesucristo.
El capítulo 1 del libro de Génesis relata que Dios creó al hombre a Su imagen, conforme a Su semejanza (v. 26). El versículo 7 del capítulo 2 nos muestra algunos detalles de cómo esto sucedió: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. De esta manera, todos nosotros los seres humanos fuimos creados por Dios con un alma. La Biblia revela que el alma humana está compuesta de tres partes: mente, voluntad y emoción. También revela que Dios tiene un plan eterno, una buena voluntad y una emoción. Por tanto, vemos la relación entre la criatura y su Creador: el hombre tiene tres partes en su alma, que corresponden a la manera como Dios mismo es. ¡Aleluya! ¡Fuimos creados a Su imagen y semejanza!
Así como el guante tiene la imagen y semejanza de la mano justamente para llenarla, todos los seres humanos tienen la imagen y semejanza de Dios a fin de entrar en el hombre y hacer morada en su interior. Todo aquel que cree en el evangelio recibe el Espíritu de Dios en su espíritu humano. A partir de ese momento, se convierte en un cristiano, pero esto sólo es el comienzo de la carrera espiritual. Si el cristiano busca negarse a sí mismo y alimentarse de la palabra de Dios, probándola y aplicándola en su vivir, el Espíritu pasará a ocupar cada vez más su alma, llenando su mente con el plan divino, su voluntad con la voluntad de Dios y su emoción con el buen placer del Creador (1 Co 2:16; Fil 2:13; Ro 5:5). Sin embargo, Dios no fuerza al hombre para amarlo o buscarlo.
Desde el registro de la primera pareja en Génesis ya vimos eso. Dios puso a Adán delante de dos árboles y le dijo que no se alimentara del árbol de la ciencia, puesto que éste lo llevaría a la muerte. Pero Eva cayó en la trampa de la serpiente y dio del fruto prohibido también a Adán para comer. Al desobedecer a Dios, la muerte entró en ellos y, antes sin poder comer del árbol de la vida, fueron expulsados del Edén (Gn 3:23-24).
La caída del hombre afectó por completo su alma. Pues ésta fue creada para contener el plan, el buen placer y la voluntad de Dios; sin embargo, se llenó de conocimiento, por eso pasó a actuar de manera independiente del Creador.
Así pues, toda la humanidad fue afectada y se apartó de Dios al punto de crear la sociedad en la que hoy vivimos: totalmente independiente del Creador, ajena a Su plan, beneplácito y voluntad. ¡Que el Señor nos libre de tal situación!
Punto Clave: El alma humana fue creada para contener el plan, la voluntad y el buen placer de Dios.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál es la intención de Dios al crear al hombre a Su imagen y semejanza?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 14 --- El Espíritu todo inclusivo
Martes --- Leer con oración: Gn 2:10-14; Sal 46:4; Is 12:3-4; 55:1, 6; Ez 47:1-11; 1 P 1:9
“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Is 55:6)
LLAMARLO EN TANTO QUE ESTÁ CERCANO
Dios creó al hombre para Sí, pero Satanás, por medio de la serpiente en el huerto, logró alejar al hombre de su Creador, que tanto lo amaba. No obstante, el propósito de Dios, Su plan eterno, no pueden ser frustrados. Incluso antes de que el hombre fallara, Dios ya había provisto una manera de rescatarlo.
Génesis 2:10-14 habla de un río que salía de Edén que se repartía en cuatro brazos. El primer brazo del río se llama Pisón. Este es el curso normal del río que, figurativamente, se une al río de agua de vida del que habla Apocalipsis 22.
A lo largo de toda la Biblia existen diversas referencias de un río que podemos asociar con el río Pisón. El Salmo 46:4, por ejemplo, afirma: “Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo”. Ezequiel 47:1-11 también habla de un río especial. Ese río representa el fluir de la vida de Dios que alcanza a Sus hijos.
Cuando invocamos el nombre del Señor hoy, bebemos de las aguas de ese río: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido” (Is 12:3-4).
Puede parecer que invocar sencilamente el nombre de Jesús no represente mucho pero, en realidad, ese es el camino para nuestro crecimiento de vida, para negarnos a nosotros mismos y obtener el fin de nuestra fe: la salvación de nuestra alma (1 P 1:9).
El río Pisón es el primer brazo que salía de Edén. Éste representa el fluir de la vida de Dios para nosotros y en él debemos anhelar estar siempre. Sin embargo, es posible que nosotros –o cualquier otra persona– podamos encontrarnos fuera de este fluir; por eso Dios preparó los otros tres brazos del río que van en busca de aquellos que están errantes.
A lo largo de toda la Biblia vemos a Dios buscando al hombre para traerlo de vuelta para Sí. Después que Adán falló, Dios no abandonó a la humanidad. Él llamó a Abraham para volver a tener una relación cercana con el hombre, hizo de él una gran nación. Cuando los hijos de Israel fallaron en reiteradas ocasiones, vemos los innumerables relatos del amor de Dios que va a buscarlos en cualquier situación en la que se encontraban. Finalmente, Dios envió a Su amado Hijo para morir en nuestro lugar y así, redimirnos de todos nuestros pecados, quitando la pared intermedia de separación que nos alejaba de Dios. ¡Aleluya!
Punto Clave: Debemos estar en el fluir del río de agua de vida.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Al invocar el nombre del Señor para salvación, qué más recibimos?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 14 --- El Espíritu todo inclusivo
Miércoles --- Leer con oración: Ex 15:24; 17; 2 R 17:36
“Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados” (He 11:29)
LA TRAVESÍA POR EL DESIERTO
Uno de los brazos del río que salía de Edén pasaba por la tierra de Cus, una región relacionada con Egipto. Ese brazo representa la acción del Espíritu Santo que va en busca del hombre esclavizado por el mundo del trabajo.
Dios sacó a Su pueblo de Egipto por medio de Moisés, que los lideró en el cruce del Mar Rojo. Entonces el pueblo de Israel comenzó la travesía por el desierto. Pero, inmediatamente después de haber cruzado el Mar Rojo, ellos empezaron a murmurar y a presionar a Moisés (Ex 15:24). Rápidamente manifestaron la rebeldía y el corazón malo de incredulidad que tenían.
Nosotros también somos así. El viejo hombre aún se manifiesta en nosotros, se expresa por medio de las fortalezas en nuestra mente y de nuestro apego a los conceptos y las tradiciones. Y del mismo modo como Dios hizo a toda aquella generación caer en el desierto, por donde vagaron durante cuarenta años, así también hará que nuestro viejo hombre perezca, a fin de que podamos alimentarnos plenamente de Cristo y de Sus riquezas inagotables.
Después que cruzaron el Jordán y entraron en la buena tierra, los hijos de Israel tuvieron que luchar para conquistarla. Josué lideraba al pueblo, y Dios lo alentó personalmente. Él acompañó a Moisés, que le enseñó a luchar. Éxodo 17 relata una lucha contra los amalecitas. Josué escogió a algunos hombres de entre el pueblo y fue a la batalla. Sin embargo, Moisés subió al monte con Aarón y Hur. Moisés tenía en las manos la vara de Dios y mientras la tenía alzada, Israel prevalecía en la lucha, pero, cuando la bajaba, Amalec prevalecía. Por esa razón, Aarón y Hur tomaron una piedra, la pusieron debajo de Moisés y sostuvieron así sus manos erguidas. De esta manera Israel venció la batalla contra Amalec.
Así como Dios hizo salir a Israel de Egipto con mano poderosa y brazo extendido (2 R 17:36), así también Él nos salvó. Todo aquel que cree con el corazón y confiesa con la boca a Jesús como Señor puede testificar esto. Sin embargo, del mismo modo como el pueblo tenía que atravesar el desierto antes de llegar a la buena tierra, nosotros también tenemos un camino por recorrer. Es un camino con dirección al disfrute pleno de Cristo en Su reino, sin embargo nuestra alma se opone a nosotros, produciendo incredulidad y murmuración; pone dudas con respecto a las promesas divinas.
Por eso necesitamos invocar el nombre del Señor para destruir las fortalezas. Asimismo, los hermanos líderes de las iglesias necesitan interceder incesantemente por aquellos que Dios les confió.
Punto Clave: Dios nos salva con mano poderosa.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Por qué el viejo hombre debe ser eliminado?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 14 --- El Espíritu todo inclusivo
Jueves --- Leer con oración: Nm 13-14; 20:12-13; 32:11-13; Fil 3:13-14; He 12:1b-2a
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (He 8:13)
EL PELIGRO DE LA VEJEZ ESPIRITUAL
El libro de Números, en los capítulos 13 y 14, relata que, antes de que el pueblo entrara en la buena tierra, Moisés envió a doce espías para reconocerla y hacer un informe de lo que vieren. De los doce espías, diez trajeron un informe desalentador, afirmaron que la tierra devoraba a sus habitantes y que todo el pueblo que había en ella era de gran estatura. No obstante, sólo dos espías –Josué y Caleb– trajeron un informe positivo, intentaron alentar al pueblo y deshacer la impresión negativa que los otros diez habían transmitido. Lamentablemente no lo lograron.
Esa resistencia a creer lo que Dios prometió –por causa de las evidencias contrarias– es típica del ser humano, y eso nos incluye a todos nosotros, sin excepción. Nos cuesta creer a las promesas de Dios, aunque, efectivamente, Él quiere nuestro bien, y completará la buena obra que comenzó en nosotros. Somos rápidos para edificar fortalezas en nuestra mente, basados en nuestros argumentos o emociones.
¡Creamos incondicionalmente a las promesas de Dios! Miremos firmemente a Él, no a nuestras limitaciones, razonamientos o sentimientos. Nuestros conceptos y tradiciones –muchos de ellos extraídos de las buenas vivencias– pueden convertirse en un peso en nuestra carrera espiritual, impidiéndonos recibir algo nuevo que el Señor nos quiera hablar (He 12:1b-2a).
El pueblo de Israel fue incrédulo en cuanto a entrar a la buena tierra de Canaán. Así que, Dios determinó que vagaran durante cuarenta años en el desierto, hasta que toda aquella generación, excepto Josué y Caleb, muriera (Nm 32:11-13). Incluso Moisés, por haber fallado en el episodio de las aguas de Meriba en Cades, no pudo atravesar el Jordán ni entrar en Canaán (20:12-13).
Todo esto nos sirve como advertencia. Aunque las promesas de Dios para nosotros –que incluyen el crecimiento de vida, la transformación, el reinar con Cristo por mil años, y muchas más– nos parezcan difíciles de obtener, debemos creer en el infinito poder de Dios. También necesitamos creer e invocar Su nombre. Aunque sea una práctica muy sencilla, por medio de ella disfrutamos de una gran salvación (Ro 10:13).
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:13-14). ¡Aleluya! ¡Prosigamos a la meta!
Punto Clave: Creer a las promesas del Señor.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre los diez espías y Josué y Caleb, y cómo esto se puede aplicar a nosotros?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 14 --- El Espíritu todo inclusivo
Viernes --- Leer con oración: Dt 8:5, 7-10, 14-15; 1 S 14:27; 1 Co 10:4; Fil 3:8
“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” (Ef 3:
LAS INESCRUTABLES RIQUEZAS DE CRISTO
El capítulo 8 del libro de Deuteronomio registra algunas importantes palabras que Moisés dijo al pueblo de Israel.
Él comenzó recordándoles que debían preocuparse por cumplir los mandamientos para que vivieran, se multiplicaran y poseyeran la tierra que Dios les había dado. Luego, Moisés dijo al pueblo que no debían olvidar los cuarenta años que vagaron por el desierto. Resaltó que Dios les había permitido pasar por toda aquella caminata para humillarlos, probarlos y para saber lo que había en su corazón, y si guardarían o no Sus mandamientos.
En el versículo 5, Moisés dijo a los israelitas: “Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga”. Esto también vale para nosotros. Si Dios permite que vaguemos por el “desierto” del alma, es para que conozcamos Su poder y Su capacidad para cuidarnos. También para que probemos que Él nos cuida como un padre que cuida a su hijo.
Con relación al desierto, Moisés resalta: “(Dios) te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal” (vs. 14b-15). Así es el “desierto” del alma, donde sólo encontramos sufrimientos, dolores y aflicciones. Pero, ¡Gracias al Señor, porque cuando nos volvemos a Él, nuestra sed es saciada! (1 Co 10:4).
Moisés también describe las riquezas de la buena tierra de Canaán, y cada una de ellas representa un aspecto de nuestro maravilloso Cristo: “Tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado” (vs. 7b-10).
¡Alabado sea el Señor! ¡Nuestro Cristo es maravilloso! Sus riquezas son inagotables, inescrutables (Ef 3:
. A nosotros sólo nos resta dejar de vagar por el árido desierto de nuestra alma –donde habitan los razonamientos, los cuestionamientos, la incredulidad y las murmuraciones– y entrar en el disfrute pleno de Cristo, que es representado por la riquísima tierra de Canaán.
Para entrar en el disfrute pleno de este Cristo tan rico, vale la pena renunciar a nuestra vida del alma: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil 3:
.
¡El Señor Jesús es aun más rico! Todas las inagotables riquezas de la tierra de Canaán representan lo que Él es y tiene para nosotros. Por eso, a nosotros sólo nos resta buscarlo, disfrutarlo con un corazón puro y, así ser alimentados y fortalecidos en nuestra jornada.
En la buena tierra había miel. El primer libro de Samuel 14:27 relata cómo Jonatán, el hijo del rey Saúl, que estaba cansado y con hambre en medio de una batalla, comió un poco de miel y, de ese modo, sus ojos volvieron a brillar. Así también es el Señor Jesús para nosotros. Él nos da la energía y el brillo en los ojos, que necesitamos para luchar la batalla espiritual.
En la buena tierra de Canaán había tres tipos o depósitos de agua: los manantiales, las fuentes y los arroyos. Los manantiales, que están en las profundidades de la tierra, representan a Dios Padre. Las fuentes son la prefiguración de la obra del Hijo. La fuente es la que trae a la superficie el agua que está escondida en el manantial. Asimismo, Jesucristo es quien nos hace conocer al Padre. Finalmente, los arroyos de agua representan la maravillosa obra del Espíritu, que alcanza a todos.
¡Alabado sea el Señor! Que cada día nos despojemos de nuestro viejo hombre, para que no vaguemos más en el árido desierto del alma, y nos revistamos del nuevo hombre, a fin de que disfrutemos de este ¡Cristo maravilloso!
Punto Clave: El Señor es plenamente capaz de satisfacer todas nuestras necesidades.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué nos muestra el Señor cuando vagamos por el “desierto” del alma?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 14 --- El Espíritu todo inclusivo
Sábado --- Leer con oración: Ex 30:22-25; Mt 27:51; Lc 23:45; He 10:19-22; 1 P 2:9; 1 Jn 2:20, 27
“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn 2:27)
TODOS TENEMOS LA UNCIÓN
Entre las riquezas de la buena tierra de Canaán, Moisés, en el capítulo 8 de Deuteronomio, menciona los olivos y el aceite.
El aceite era uno de los ingredientes principales del aceite de la unción –una composición de cuatro especias finas–, descrita en el capítulo 30 del libro de Éxodo (vs. 22-25).
En la Biblia, el aceite simboliza al Espíritu Santo. En su composición, el aceite santo de la unción llevaba, además del aceite, la mirra excelente y la canela aromática, el cálamo aromático y la casia. Las cuatro especias representan la obra de Cristo en Su humanidad, y cada una de ellas tiene un significado para nosotros, pues representan al Dios Triuno mismo, que es trabajado y mezclado con la naturaleza humana.
Por ejemplo, la mirra que en el pasado era usada para preparar a los muertos para ser enterrados, representa la muerte de Cristo. La canela aromática simboliza el poder de la muerte del Señor. El cálamo representa Su resurrección, y la casia, el poder de Su resurrección.
En Éxodo 30, además de explicar cómo era hecho el aceite de la unción, el Señor advierte que éste no debía ser usado, de ninguna manera, sobre una persona común del pueblo. Éste estaba destinado exclusivamente a la unción de los sacerdotes. Más tarde, en la historia de Israel, también fue usado para ungir a los reyes.
En la era del Nuevo Testamento, en la que nos encontramos hoy, el apóstol Juan explica que todos nosotros, los que creemos en el Señor Jesús, recibimos y tenemos la unción que viene del Espíritu (1 Jn 2:20, 27). Por eso podemos ver que aquella unción, que era un privilegio exclusivo para los reyes y sacerdotes, hoy está dentro de nosotros.
Por medio de Cristo, somos los reyes y sacerdotes de Dios (1 P 2:9), por eso tenemos esta unción en nuestro interior, que actúa incesantemente y nos enseña cómo debemos proceder aun en las cosas más mínimas. Es el Espíritu Todo-inclusivo mismo, que entró en nosotros y se mezcló con nuestro espíritu humano en el momento que creímos en Él. Además, esta unción se está expandiendo hacia nuestra alma a medida que nos negamos a nosotros mismos y nos volvemos a Dios.
La cantidad de las especias también presenta un significado espiritual muy importante para nosotros. La primera tenía quinientos siclos. La segunda y la tercera tenían doscientos cincuenta siclos cada una. La última también tenía quinientos siclos. Esto no es una simple coincidencia, porque aquí tenemos tres medidas de quinientos siclos, siendo la del medio partida en dos, esto nos hace recordar que el segundo de la Trinidad, el Hijo, fue partido por nosotros. Sabemos esto por el hecho de que el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo (Mt 27:51).
En la crucifixión del Señor, el velo que cerraba la entrada al Lugar Santísimo se rasgó por la mitad (Lc 23:45). Esto significa que, cuando la carne del Señor Jesús fue rasgada por nuestra causa, todas las barreras de separación que nos impedían acercarnos a Dios fueron destruidas.
Así podemos recibir con gozo las palabras del apóstol en el libro de Hebreos: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (10:19-22). ¡Aleluya!.
Punto Clave: Hoy la unción está dentro de todo aquel que cree en Cristo Jesús.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué posibilidad nos fue dada, después de la crucifixión del Señor, en cuanto a la entrada al Lugar Santísimo?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 14 --- El Espíritu todo inclusivo
Domingo --- Leer con oración: Ef 1:10; 1 Co 8:6; Jn 1:3-4, 12, 14; 14:16
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn 14:16)
EL OTRO CONSOLADOR
¡Gracias al Señor! Todos los asuntos tratados esta semana están relacionados a nosotros, y todos esos eventos culminan con la unción, el Espíritu Todo inclusivo dado a nosotros.
Todas las cosas positivas del universo apuntan hacia nuestro Señor Jesús. Efesios 1:10 dice: “De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. Además, 1 Corintios 8:6 relata que “para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él”. Finalmente, Juan 1:3 explica: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
El Señor Jesús es el Verbo que estaba en el principio con Dios. Él es la palabra de Dios, por medio de la cual Dios hizo todas las cosas. La primera parte de Juan 1:4 dice que “en él estaba la vida”. Esta es la vida de Dios, no es una vida común, creada ni perecedera. Por tanto, en la palabra de Dios tenemos la vida, que es el Hijo.
En él estaba la vida, y esa vida “era la luz de los hombres” (v. 4b). En el versículo 12, Juan continúa: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. ¡Aleluya! Todos nosotros, los que creemos en el nombre del Señor Jesús y Le recibimos, fuimos hechos hijos de Dios.
El versículo 14 afirma: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Por medio de Jesucristo, la palabra de Dios se hizo carne y habitó entre los hombres, y así podemos conocer a Dios Padre. ¡Cuán grandioso es esto! Antes de que Jesús viniera a nosotros, no podíamos conocer a Dios claramente. Lo máximo que la humanidad conocía estaba restringido a la experiencia del pueblo de Israel. Lo que el pueblo de Israel conocía de Dios, en primer lugar, no estaba disponible a toda la humanidad y, en segundo lugar, no era un conocimiento muy íntimo de Dios como el que hoy está disponible a nosotros. Fue gracias al Señor Jesús, el Hijo de Dios, que el Padre se hizo accesible a nosotros.
No obstante, aunque el Señor Jesús estaba en la tierra, no podía estar con todos los hombres en todos los lugares al mismo tiempo. Aunque era Dios, Él estaba restringido por un cuerpo de carne y vivía como un hombre normal. Si Él hubiera estado hasta hoy, andando físicamente entre nosotros, habría grandes multitudes intentando conocerle –o tal vez, aun matarlo– y no tendríamos la posibilidad de acercarnos a Él y ser íntimos Suyos.
Agradecemos al Señor, porque Él fue crucificado, resucitó, ascendió a los cielos y volvió como el otro Consolador, el Espíritu de Realidad (Jn 14:16-18). Este otro Consolador es el Espíritu Todo-inclusivo, la unción que recibimos de Él, la cual habita dentro de cada persona que cree en el Señor Jesús y Le recibe.
Que todos aprendamos a dar lugar para que este maravilloso Espíritu crezca en nosotros, gane día tras día, cada vez más de nosotros, cada parte de nuestro ser. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: El Señor se hizo el Espíritu vivificante.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Le ha dado lugar al Espíritu para que crezca en su ser?