APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 18)
La revelación de su Hijo en nosotros
Lunes --- Leer con oración: Gn 12:8; Sal 116:2, 13; Jer 33:3; Lm 3:55, 57; Zac 13:9; Hch1:8, 2:17-21; Ro 10:12-13; Is 12:3-4
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer 33:3)
LA SALVACIÓN Y EL PODER EN EL NOMBRE DEL SEÑOR
Después de morir y resucitar, el Señor Jesús le dio una comisión a Sus discípulos: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch 1:
. El Señor comisionó a los cerca de ciento veinte galileos, es decir, a hombres provenientes de Galilea, una región menospreciada por los judíos, para que prediquen el evangelio.
Poco tiempo después, en el día de Pentecostés, el Espíritu fue derramado sobre ellos, para que reciban el poder para hablar por Dios (2:1-4). Por causa de la fiesta que se celebraba en aquellos días, había en Jerusalén personas de diferentes naciones, que hablaban varias lenguas. Cada una de ellas oía a los discípulos profetizar en su propia lengua. Esta fue una gran señal del poder del Espíritu, y las personas que estaban allí no podían creer lo que estaban viendo. ¿Cómo aquellos galileos iletrados podían estar hablando en diversas lenguas?
Todos se quedaron atónitos y perplejos, y algunos, burlándose, decían que los discípulos estaban ebrios. No obstante, en ese momento, Pedro se puso en pie con los otros once apóstoles, y alzó la voz diciéndoles que lo que estaba sucediendo era el cumplimiento de la profecía del profeta Joel: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán (...) Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch 2:17-18, 21).
Más que las manifestaciones del Espíritu –las lenguas, los sueños y los milagros–, el punto más importante de la profecía de Joel era la predicción de que todo aquel que invocare el nombre del Señor sería salvo. La salvación es lo más importante y puede ser obtenida invocando el nombre del Señor Jesús. Asimismo, invocar Su nombre nos hace disfrutar de Sus riquezas, conforme a lo que el apóstol Pablo escribió años después de la experiencia de Pentecostés (Ro 10:12).
En realidad, toda la Biblia está llena de referencias sobre la importancia de invocar el nombre del Señor (Gn 12:8; Sal 116:2, 13; Jer 33:3; Lm 3:55, 57; Zac 13:9). El profeta Isaías también habló sobre la importancia de esta maravillosa práctica que Dios dejó para nuestra continua y diaria salvación: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido” (Is 12:3-4).
El episodio en el día de Pentecostés nos muestra que la iglesia empezó en Jerusalén invocando el nombre del Señor Jesús. En aquel día, alrededor de tres mil personas se convirtieron y fueron bautizadas invocando el nombre del Señor. Ellos perseveraban unánimes cada día en el templo, y partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (Hch 2:46-47).
Los discípulos galileos eran sencillos e incultos, pero por medio de la oración y del nombre del Señor, recibieron poder de tal manera que se volvieron osados y sabios en la Palabra. ¡Cristo fue revelado en ellos! Como resultado, hubieron millares de bautismos y así la iglesia en Jerusalén comenzó de una manera saludable.
Punto Clave:
Hoy podemos invocar el nombre del Señor en todo lugar.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Cuál es la importancia de invocar el nombre del Señor?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 18 --- La revelación de su Hijo en nosotros
Martes --- Leer con oración: Hch 6:7; 8:1; 9:14, 21; 15:5; 2 Ti 2:22
“Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Sal 50:15)
INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
Ayer vimos cómo comenzó la iglesia en Jerusalén en el día de Pentecostés, por medio de la predicación de Pedro, en la cual enfatizó la importancia de invocar el nombre del Señor para ser salvo. Este fue un inicio bueno y saludable, conforme a lo que relatan los versículos finales del capítulo 2 de Hechos. Después de un comienzo maravilloso, la iglesia en Jerusalén creció, y también las necesidades del gran número de hermanos que formaban parte de ella. Ellos tenían los bienes en común y, muchos vendían sus propiedades y ofrendaban las cantidades correspondientes para la comunidad de los hermanos, aunque no estaban obligados a hacerlo. Sin embargo, poco después, con el aumento de millares de hermanos, los problemas no tardaron en llegar.
El capítulo 6 de Hechos relata una diferencia entre dos grupos dentro de la iglesia, por un asunto de la distribución de los alimentos. Como resultado, los doce convocaron a la comunidad de los discípulos y les explicaron que no era razonable que ellos dejaran de dedicarse a la palabra de Dios por servir a las mesas. Entonces sugirieron que se escogieran a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes se les encargaría ese trabajo. Y así lo hicieron. Al designar los servicios a los diáconos, los apóstoles pudieron tener más tiempo para dedicarse a la oración y al ministerio de la palabra. Además, había muchos que ofrendaban generosamente. Este es un cuadro adecuado en que los tres principales ministerios de la iglesia son vistos en armonía: la palabra, los servicios y las ofrendas.
El versículo 7 dice: “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”. Esos sacerdotes a los que el texto se refiere eran los sacerdotes judíos, que ministraban en el servicio levítico del templo, según las prácticas del Antiguo Testamento. Poco a poco, tales sacerdotes conquistaron posiciones de liderazgo entre los hermanos, a tal punto que llegaron a ser ancianos de la iglesia en la capital judía. Simultáneamente, los doce fueron perdiendo influencia y sus ministerios se fueron debiitando. Podemos inferir esto al observar, en Hechos 15, la mención de un grupo de fariseos influyentes dentro de la iglesia (v. 5) y cómo el asunto fue finalmente decidido por Jacobo, el hermano del Señor Jesús, que no estaba entre los doce apóstoles. Posteriormente, en el capítulo 21, cuando Pablo llegó a Jerusalén, fue recibido por Jacobo y por los ancianos, pero no se menciona en ninguna parte a los doce.
En Hechos 8:1, hay un relato de cómo se levantó una gran persecución en contra de la iglesia, y cómo todos fueron dispersados, excepto los apóstoles. Sabemos que los cristianos eran identificados principalmente por invocar el nombre del Señor (9:14, 21). Por causa de la persecución en Jerusalén, es probable que ellos se hayan sentido intimidados y empezaron a evitar invocar al Señor públicamente, como antes lo hacían. Con su debilitamiento, poco a poco los apóstoles fueron perdiendo el liderazgo, mientras que las prácticas de la religión judía se fueron infiltrando cada vez más en la iglesia.
En cuanto a nosotros, necesitamos continuar siempre –ya sean favorables o no las circunstancias a nuestro alrededor– invocando el nombre del Señor junto con los que lo hacen de corazón limpio (2 Ti 2:22).
Punto Clave:
Invocar el nombre del Señor nos fortalece.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Cómo fue el comienzo de la iglesia en Jerusalén y qué debemos hacer para continuar con las prácticas saludables?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 18 --- La revelación de su Hijo en nosotros
Miércoles --- Leer con oración: Hch 7:59-60, 8:1-3, 9:1-4, 15-16
“Sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Ti 2:22b)
LLAMADO PARA REVELAR A CRISTO
El evento que desencadenó la persecución en contra de la iglesia en Jerusalén fue el apedreamiento de Esteban. Su historia está registrada a partir de la segunda mitad del capítulo 6 hasta el final del capítulo 7 de Hechos.
Esteban era un discípulo lleno de gracia y poder, que hacía prodigios y grandes señales entre el pueblo. Pero los judíos se le oponían y al no poder resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba, sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas. Por eso fue llevado ante del concilio para ser juzgado. Cuando le fue dada la oportunidad, Esteban habló, exponiendo la verdad contenida en la Palabra, con respecto a Jesucristo. Por eso, los judíos que lo oían se enfurecían y terminaron apedreándolo. He aquí el relato de sus últimos momentos: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hch 7:59-60).
Es en este episodio del apedreamiento de Esteban que el nombre de Saulo aparece por primera vez. Él no sólo apoyaba lo que estaba sucediendo, sino que guardó la ropa de aquellos que lanzaban las piedras. Después de este acontecimiento, la persecución aumentó radicalmente. Todos, excepto los apóstoles, fueron dispersados por las regiones de Judea y Samaria, mientras Saulo asolaba a la iglesia, entrando en las casas; y arrastrando a hombres y mujeres y entregándolos en la cárcel (8:1-3).
Los cristianos eran reconocidos porque invocaban el nombre del Señor. Esta era la señal que los delataba. Sin embargo, por causa de la persecución, fueron pocos los que se quedaron en Jerusalén. Pero Saulo no estaba satisfecho y “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (9:1-2).
Al descender a Damasco con la intención de apresar a los que invocaban el nombre del Señor, cuando ya estaba cerca de la ciudad, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (vs. 4-5). Cuando se levantó, Saulo se dio cuenta de que no podía ver. Sus compañeros lo guiaron hasta la ciudad, donde permaneció durante tres días sin comer ni beber. Durante ese periodo, él debió haber reflexionado y percibido que, mientras perseguía a los que invocaban el nombre del Señor, estaba persiguiendo al Señor mismo.
Al final de aquellos tres días, el Señor le encargó a un discípulo llamado Ananías para que fuera para ver a Saulo, con el fin de predicarle el evangelio. Pero Ananías, que sabía que Saulo era un perseguidor de la iglesia, inicialmente se resistió. Entonces el Señor le dijo: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (vs. 15-16). Saulo, que antes perseguía a los que invocaban el nombre del Señor, se convirtió en Pablo, un apóstol que sufrió mucho por causa de este mismo nombre. ¡Aleluya!
Qué rica misericordia: el “primero de los pecadores” ahora aprendería cuánto le era necesario padecer por el nombre del Señor.
Punto Clave:
Transformado de perseguidor a invocador.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Qué relación existe entre la historia de Esteban y la de Pablo?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 18 --- La revelación de su Hijo en nosotros
Jueves --- Leer con oración: Hch 13,15; 1 Co 1:2; Gá 3:1-3; 5:2-4, 18, 25
“Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles” (Gá 1:15-16a)
LA OBRA DEL ESPÍRITU VERSUS LA TRADICIÓN RELIGIOSA
Pablo prendía a los que invocaban el nombre del Señor, pero terminó convirtiéndose en un invocador más de este nombre. Después de su conversión, él permaneció en Damasco durante algún tiempo, sirviendo a los hermanos. Posteriormente, puesto que su vida estaba en riesgo, debió huir e ir a Jerusalén. De allí, los hermanos lo enviaron a Tarso, donde permaneció hasta que Bernabé lo fue a buscar para llevarlo a Antioquía (Hch 9:23-26, 29-30; 11:25-26).
Después de algún tiempo de estar en Antioquía y servir al Señor junto con otros profetas y maestros, el Espíritu apartó a Pablo y a Bernabé para la obra de evangelización, conforme a lo que está registrado en Hechos 13. Pablo y Bernabé, guiados por el Espíritu, salieron de viaje y comenzaron a predicar el evangelio en muchos lugares, tales como Iconio y Listra, llevando a las personas a invocar el nombre del Señor. Ellos no sólo les predicaban para que creyeran, sino que las llevaban al espíritu. De ese modo, Pablo daba mucha importancia y continuidad a la práctica de invocar el nombre del Señor, la cual los hermanos de Jerusalén habían abandonado o, por lo menos, se debilitaron, como ya lo vimos en los días anteriores.
Dios usó a Pablo para predicar el evangelio en sus viajes misioneros, que fueron cuatro. Su primera jornada fue realizada en compañía de Bernabé, quien cooperó con él para llevar a las personas a creer en el Señor, a invocar Su nombre y dar inicio a las iglesias en las respectivas ciudades por donde pasaban. En el momento en que los hermanos de la iglesia en Jerusalén supieron lo que Pablo estaba haciendo en Galacia, enviaron a hermanos para allá, con el fin de intentar imponer la circuncisión y la ley de Moisés a los que habían sido salvos. Esto perturbó a las iglesias.
Cuando Pablo y Bernabé oyeron de las interferencias de los hermanos de Jerusalén en los lugares donde estaba siendo predicado el evangelio, decidieron ir a Jerusalén para aclarar el asunto. Ellos habían ayudado alas personas que habían sido salvas, a vivir en el espíritu, por medio de la práctica de invocar el nombre del Señor, pero aquellas interferencias impuestas por los judíos, según la tradición religiosa que tenían, hicieron que los nuevos hermanos vivan según la vida del alma, desligándose así de Cristo, haciéndolos caer de la gracia (Gá 3:1-3; 5:2-4).
En Jerusalén Pablo se encontró con Jacobo –el hermano del Señor Jesús–, los apóstoles y ancianos de la iglesia. Los apóstoles aún estaban allí, pero ya no tenían autoridad. Aparentemente, Jacobo era el más influyente (cfr. Hch 15). Ellos se reunieron para decidir el asunto. Después de cierta confusión al principio, Pedro dio su testimonio de cómo Dios lo había usado para comenzar la predicación del evangelio a los gentiles. A continuación, Bernabé y Pablo hicieron un relato de cómo Dios los había usado para hacer señales y prodigios entre los gentiles. Finalmente, Jacobo tomó la palabra y dio su parecer. Él propuso que los creyentes gentiles no fueran perturbados, sino que sólo fueran instruidos a abstenerse de cuatro cosas esenciales: de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación.
Entonces ellos escribieron una carta que contenía tales determinaciones y la enviaron por medio de Pablo y Bernabé, y también con dos líderes de la iglesia en Jerusalén: Silas y Judas. Después de cumplir su misión, Judas volvió, pero Silas, guiado por el Espíritu, decidió permanecer allí (vs. 33-35). Es probable que Silas fue atraído por el rico ministerio del Espíritu que había en Antioquía y, cuando Pablo decidió hacer su segundo viaje misionero, él lo siguió.
Cuando el Hijo de Dios es revelado en nosotros, nuestra reacción espontánea es la predicación del evangelio (Gá 1:15-16a). Cuando salgamos con ese propósito, así como Pablo lo fue en sus dos primeros viajes, necesitamos ser guiados por el Espíritu y tener cuidado de no transmitir nuestras tradiciones religiosas, sino ayudar a las personas a invocar el nombre del Señor, a recibir Su palabra y a vivir en el Espíritu (1 Co 1:2; Gá 5:18, 26).
Punto Clave: Ser guiado por el Espíritu y ayudar a otros a invocar el nombre del Señor.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué lecciones podemos extraer del capítulo 15 de Hechos?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 18 --- La revelación de su Hijo en nosotros
Viernes --- Leer con oración: Hch 16:6-34, 40
“Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (Hch 16:34)
SENSIBLE Y FLEXIBLE AL MOVER DEL ESPÍRITU SANTO
En Antioquía, después de haber leído la carta con las determinaciones provenientes de Jerusalén, Pablo y Bernabé decidieron visitar a las iglesias que habían levantado en su primer viaje. No obstante, hubo un desacuerdo por causa de Juan Marcos, que finalmente los llevó a separarse. Marcos siguió en una dirección con Bernabé, y Pablo fue con Silas a otra región (Hch 15:36-40).
En ese segundo viaje, Pablo y Silas estaban llenos del Espíritu, el cual los hacía actuar conforme a Su voluntad. Por el hecho de estar sensible a la voluntad del Espíritu, Pablo no se resistió a ella. Al llegar a Troas, a la entrada de Europa –la región de Asia Menor–, fue cuando Pablo tuvo la visión del varón macedonio que le pedía que pasara a Macedonia y los ayudara. Esta visión seguramente fue una acción del Espíritu, por eso él y sus compañeros no dudaron y partieron a la ciudad de Filipos, en Macedonia (16:6-12).
Normalmente, al llegar a una ciudad nueva, Pablo iba a las sinagogas, pero esta vez ellos actuaron de otra manera y quebraron su tradición. Ellos encontraron un lugar de oración junto a un río, donde había algunas mujeres, a las cuales les hablaron la palabra de Dios. Entre ellas estaba Lidia, quien fue salva y bautizada, junto con toda su casa. Espiritualmente hablando, el río representa el fluir del Espíritu. Fue de esta manera que, en el fluir del Espíritu, la iglesia de los filipenses comenzó (vs. 13-15).
Siempre que el Espíritu fluye, el enemigo se levanta para impedirlo. Por causa de perjudicar involuntariamente los intereses comerciales de algunos hombres, Pablo y Silas fueron aprisionados. Sin embargo, en la prisión, durante la noche, en vez de reclamar o murmurar, Pablo y Silas oraron y cantaron, y los presos los escuchaban. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Y el carcelero, que casi se mató, terminó creyendo en el evangelio y fue salvo, juntamente con toda su casa. “Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (v. 34). Es muy probable que esa casa se convertió en un lugar para que los hermanos de la iglesia en Filipos se reunieran.
Tenemos que dejar de lado el concepto de que sólo por tener un local de reuniones grande la iglesia va a estar completa. Si hay un lugar de oración y los hermanos están juntos, allí está la iglesia. Si nuestras casas están abiertas para las reuniones, las personas podrán ir y reunirse allí. Muchas familias ya han tenido la bendición de recibir a la iglesia en sus propias casas.
En el pasado, algunos jóvenes de Ribeirao Preto y de otras ciudades cercanas, que creyeron en el Señor y tenían un corazón para servir, fueron a las universidades en diferentes lugares y allí comenzaron a predicar el evangelio. Como resultado, muchas personas se convirtieron. ¡Gracias al Señor! Al principio, las reuniones de estos jóvenes eran llevadas a cabo en las mismas universidades, en sus alojamientos o en lugares como éstos. Cuando iba a visitarlos, me reunía con ellos en esos lugares, pues no tenían un lugar exclusivo para hacer las reuniones, porque no tenían dinero para pagar un alquiler.
Necesitamos ser flexibles en cuanto al concepto de la necesidad de tener un local de reuniones exclusivo. Es cierto que debemos buscar tener un lugar adecuado para congregar a todos los santos, pero no debemos pensar que sólo allí el Señor hace Su obra. Podemos usar todos los lugares donde el Señor nos dé la oportunidad de congregarnos. Nuestra casa, una cafetería, un restaurante e incluso una plaza puede ser un lugar de oración, un lugar propicio para apacentar a los hermanos y compartir las riquezas de Cristo que estamos disfrutando. ¡Aleluya! ¡Donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad!
Punto Clave: Aprovechar todas las oportunidades y lugares para ministrar las riquezas de Cristo.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué lección podemos aprender con las casas de Lidia y del carcelero de Hechos 16?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 18 --- La revelación de su Hijo en nosotros
Sábado --- Leer con oración: Lc 8:21; Gá 1:23; 2:20; 3:2; 1 Ti 1:3; 3 Jn 4
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti 4:7)
GUARDAR LA FE HASTA EL FIN
Después de pasar por Filipos, Pablo y Silas fueron a Tesalónica y después a Corinto, donde supieron que los hermanos de Galacia se estaban sometiendo a la circuncisión, apartándose del evangelio predicado por Pablo. Fue por esa razón que, Pablo les escribió después a los gálatas presentando la fe del Hijo de Dios contra las obras de la ley (Gá 1:23; 2:20; 3:2).
La fe a la que Pablo se refiere aquí es objetiva – fuera de nosotros– y tiene como contenido la economía neotestamentaria de Dios, es decir, Su plan. Pablo les escribió a los gálatas un resumen de la revelación que había recibido en el desierto de Arabia, cuando aún servía en Damasco (Gá 1:17). Esta revelación hizo que Pablo viera el valor de la fe, la cual podemos encontrar detalladamente en la epístola que escribió a los efesios.
Lamentablemente, algunos años después de haber recibido tal revelación, Pablo escribió a los efesios, sin embargo, no practicaron sus palabras; por el contrario, aceptaron otras doctrinas, fábulas y genealogías interminables. En vez de usar el espíritu para recibir y practicar la revelación de la economía neotestamentaria de Dios, ellos sólo analizaban y discutían las palabras de Pablo.
Esta es la razón por la cual Pablo le escribió a Timoteo, cuando estaba en Éfeso: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que la economía de Dios que se funda en la fe” (1 Ti 1:3-4 VR). La palabra “economía” también puede ser traducida por “dispensación”. Dios no quiere que nos distraigamos con las cosas que acarrean disputas, sino con las que promueven el plan de Dios, Su economía, que se funda en la fe.
La fe no es para discutir, sino para guardarla (2 Ti 4:7), puesto que ella contiene todo el plan de Dios, todo aquello que Dios quiere que recibamos y practiquemos (Lc 8:21; 3 Jn 4). Necesitamos que esta fe objetiva sea trabajada en nuestro interior y llegue a ser nuestra fe subjetiva. Esto sucede cuando creemos, cuando nos apropiamos de todo lo que Dios planeó y nos reveló.
Necesitamos leer la Biblia y los libros espirituales para que las palabras de la fe objetiva alimenten nuestra fe subjetiva. No debemos leer o buscar en nuestra lectura la simple enseñanza, el conocimiento o la doctrina. Necesitamos leer con oración, mezclando las palabras que leemos con fe, de modo que sean trabajadas en nosotros para que jamás nos deslicemos de ellas (He 2:1). ¡Alabado sea el Señor!.
Punto Clave: Practicar la Palabra y guardar la fe.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿En su lectura de la Biblia y libros espirituales la fe objetiva se ha transformado en su fe subjetiva?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 18 --- La revelación de su Hijo en nosotros
Domingo --- Leer con oración: Hch 21:17-18; 2 Co 12:1-4; Ef 1, 2
“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col 1:27)
CRISTO EN NOSOTROS, LA ESPERANZA DE GLORIA
En esta semana vimos que en los dos primeros viajes de Pablo, él actuó en armonía con el Espíritu Santo y así, tuvo una actuación excelente, produciendo iglesias saludables por donde pasó. Ayudó a las iglesias a invocar el nombre del Señor y a vivir en el Espíritu, promovió la fe, la revelación del Hijo de Dios y Su trabajar en nosotros.
En cambio, en su tercer viaje, vemos a un Pablo completamente diferente. Él determinó que iría a Jerusalén, aunque eso le costara la vida, inclusive a pesar de los ruegos de los hermanos y del Espíritu que le decían que no fuera, él no desistió en su obstinación natural y fue. En Jerusalén, se encontró con Jacobo y los ancianos de la iglesia (Hch 21:17-18). En esa oportunidad, extrañamente, no encontramos en ninguna parte que se mencione a los apóstoles. Aparentemente ellos no estaban más en Jerusalén, o no tenían una actuación destacada entre los santos.
Pablo les narró a los hermanos cómo Dios había actuado por medio de su ministerio entre los gentiles. Los hermanos lo oyeron y dieron gloria a Dios, pero inmediatamente después, le dijeron que muchos judíos que habían creído habían sido informados que él les enseñaba a todos los judíos, que estaban entre los gentiles, a no guardar la ley de Moisés. Entonces sugirieron que Pablo hiciera un voto según las prácticas del Antiguo Testamento. Así que, Pablo aceptó pasar siete días en el templo con otros judíos, en un ritual de purificación. Todo eso nos sirve como una prueba de cómo la iglesia en Jerusalén había permitido que las prácticas de la ley y las tradiciones judías se infiltraran profundamente en la iglesia.
Antes de que se cumplieran los siete días de la purificación, el Señor proveyó algo para que los judíos provenientes de otras regiones por donde Pablo había pasado lo reconocieran y provocaran un alboroto. Entonces el tribuno romano intervino y prendió a Pablo, a fin de que no fuera linchado por el pueblo.
Todo esto sucedió para que Pablo no cumpliera su voto. Si Pablo hubiera completado el voto, su ministerio habría terminado. Pero Dios lo amaba y quería que él aún diera testimonio delante de muchas personas e incluso a las altas autoridades romanas. Además, lo más importante es que por amor a nosotros, Dios quería que Pablo escribiera sus últimas epístolas, las cuales desvendaron con mayor profundidad y claridad el contenido del plan de Dios para el hombre, revelado a él muchos años antes, cuando fue arrebatado hasta el tercer cielo (2 Co 12:1-4). Dios le dio esa visión con la intención de que pudiera ayudar a los demás hermanos, incluyéndonos a nosotros, a través de sus epístolas.
Anteriormente, él escribió sólo seis epístolas: dos a los corintios, dos a los tesalonicenses, la epístola a los romanos y la dirigida a los gálatas. Por lo tanto, quedaban otras ocho por ser escritas; epístolas de gran importancia para nuestra vida cristiana, entre las cuales podemos destacar la de Efesios, que trata con mucha claridad y profundidad el plan y el deseo de Dios de revelar a Su Hijo en nosotros, y hacernos, a través de Su rico dispensar, uno con Él, Su Cuerpo y obra maestra (Ef 1 y 2).
Sus epístolas son una fuente de gran ayuda para todos nosotros, siempre que las leemos con un espíritu de oración y fe. Hoy debemos practicar lo que fue revelado por medio de estas epístolas: ¡Cristo en nosotros, la esperanza de gloria! ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: ¡Cristo en nosotros, la esperanza de gloria!
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para que el propósito de Dios no sea frustrado en nuestra vida?
Dong Yu Lan
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¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
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