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 APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 10)

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hgo1939
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MensajeTema: APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 10)   APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 10) I_icon_minitimeDom Ene 02, 2011 10:25 pm

APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 10)
Semana 10--- El cruce por el mar
Lunes --- Leer con oración: Gn 2:10-14; Ap 22:1-2; 1 P 1:6-9; 1 Jn 1:7
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Ef 2:4-5)
EL PRIMER BRAZO DEL RÍO QUE SALÍA DEL HUERTO
En esta serie del Alimento Diario, ya hemos descrito que el hombre al ser engañado comió del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, y así, su alma se volvió independiente de Dios. Asimismo, por haberse convertido en un conocedor del bien y del mal, el hombre fue llevado a pecar y a practicar buenas acciones, incluso hizo varios intentos por agradar a Dios por sí mismo, éste es el origen de las diversas religiones.
Sin embargo, basado en el conocimiento y en su esfuerzo natural, el ser humano es totalmente incapaz de agradar a Dios. Por esa razón, y por Su amor por el hombre que creó con tanto celo, el Señor proveyó de una salvación para toda la humanidad. Aunque esta salvación sólo se cumplió plenamente con la muerte redentora de Jesucristo, el amor de Dios ya podía ser visto desde el huerto de Edén, mucho antes de enviar a Su Hijo a morir por nosotros.
Dios hizo nacer el árbol de la vida –que representa a Dios mismo como la vida para el hombre– en el huerto, además, un río muy especial que salía de Edén para regar el huerto y que de allí se repartía en cuatro brazos. “El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus. Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates” (Gn 2:11-14).
Este río ciertamente es el río de agua de vida que estará en la nueva Jerusalén, conforme a lo que relata el último capítulo de la Biblia: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Ap 22:1-2).
El hecho de que se repartiera en cuatro brazos representa la obra del Espíritu Santo que va en busca del hombre, incluso fuera del Edén, el huerto de Dios, independientemente de la situación en que se encuentre, para traerlo de vuelta para Sí.
El primer brazo del río, llamado Pisón, representa el curso normal del río de agua de vida, pues corre por una tierra donde hay oro, bedelio y ónice, que son materiales similares a los que habrá en la nueva Jerusalén1.
En la Biblia, el oro representa a la naturaleza divina incorruptible. Por tanto, el río Pisón puede ser interpretado como la situación deseable para todos los hijos de Dios. Por el hecho de buscar a Dios y disfrutarlo, invocando Su nombre, leyendo y orando Su Palabra y por negarnos a nosotros mismos, todo aquel que cree en el Señor Jesús recibe la naturaleza divina y es transformado en vida y naturaleza, se vuelve semejante a Dios (1 Jn 3:2). La naturaleza divina es como un oro especial, superior2, y va siendo infundida, poco a poco, en los creyentes que invocan al Señor con un corazón puro.
El apóstol Pedro habló de esto en su primera epístola. Él explicó claramente que las aflicciones son momentáneas y confirman el valor de nuestra fe, así como el fuego purifica el oro: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego” (1 P 1:6-7a).
Pedro además alentó a los hermanos diciéndoles que todo este proceso que involucra aflicciones resultará en “alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (v. 7b); y continuó: “a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (vs. 8-9).
Además del oro, la tierra por donde corre el río Pisón también poseía bedelio y la piedra de ónice. El bedelio es una especie de perla que sale de la savia de un árbol. Éste representa las riquezas de Cristo y las puertas de la nueva Jerusalén. La piedra de ónice, por su parte, se refiere a la obra transformadora del Espíritu, y su color rojo representa la sangre derramada por el Señor para redimir a la humanidad. Cuando creemos en el Señor Jesús, Su sangre no sólo nos purifica de los pecados que cometimos anteriormente, sino que continúa limpiándonos cada vez que pecamos, y arrepentidos confesamos: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn 1:7).
Tanto el oro como el bedelio y la piedra de ónice están en el río Pisón. Debemos siempre buscar estar en este río pues su curso conduce a la nueva Jerusalén, la morada eterna de Dios con los hombres. Mañana veremos qué significan los tres brazos del río descrito en el capítulo 2 de Génesis.
1 La nueva Jerusalén descrita en Apocalipsis 21 es de oro, plata y piedras preciosas.
2 Podemos ver esto en la nueva Jerusalén, que es de oro puro, semejante al vidrio limpio (Ap 21:18).
Punto Clave: Dios proveyó una salvación para toda la humanidad.
Pregunta: ¿Cuáles son y qué representan los materiales que hay en la tierra por donde pasa el río Pisón?

APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 10 --- El cruce por el mar
Martes --- Leer con oración: Gn 2:13; Cnt 1:6a; 2 Co:10:4-5; Jn 3:5-9
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Sal 139:7)
DIOS BUSCA AL HOMBRE DONDE QUIERA QUE ESTÉ
El segundo brazo del río que salía del Edén se llama Gihón, que rodeaba toda la tierra de Cus (Gn 2:13). Como vimos la semana pasada, Cus era el nombre de uno de los hijos de Cam (10:6), y por ser también un país que quedaba al sur de Egipto, representa a un lugar de una vida fácil donde el hombre intenta garantizar su sobrevivencia. No obstante, existe otra manera de interpretar este lugar.
En la región de Cus, las personas tenían una piel oscura y, el libro de Cantar de los Cantares, narra una historia de amor entre un rey y una campesina de piel morena. Desde el primer capítulo, al saber que su piel era oscura, ella se justifica y argumenta: “No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró” (Cnt 1:6a). Por eso podemos decir que la tierra de Cus representa el lugar donde las personas presentan siempre sus razones y justificaciones.
Todo esto tiene que ver con las fortalezas que Satanás construyó en el alma humana (2 Co 10:4-5). Por naturaleza, todos somos los mejores defensores de nosotros mismos. Siempre intentamos justificarnos y, mientras más argumentos creamos, más fortalezas son edificadas poco a poco en nuestra mente. Pero Dios quiere recobrar incluso a personas así, por eso el segundo brazo del río que sale del Edén pasa por nosotros destruyendo las fortalezas y derribando los falsos argumentos en nuestra mente.
El nombre del tercer brazo del río es Hidekel, que corre hacia Asiria, una región donde se practicaban muchos pecados. El libro de Jonás relata que, por causa del exceso de pecados, Dios llegó al punto de querer destruir Nínive, la capital de Asiria. Pero, con la esperanza de que los ninivitas se arrepintieran –para que así la ciudad fuese perdonada–, Él envió al profeta Jonás para advertirles.
Después de resistirse al llamamiento de Dios, de ser tragado por un gran pez y devuelto por éste a la playa, Jonás, finalmente obedeció y fue a Nínive, predicando que Dios iba a destruir la ciudad si ellos continuaban con aquella manera de vida.
La reacción de los ninivitas está registrada en los versículos del 5 al 9 del capítulo 3 del libro de Jonás: “Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?”
¡Gracias a Dios! uno de los brazos del río que sale de Edén fluyó hacia Asiria y, por medio de la predicación de Jonás, alcanzó a los ninivitas, que eran esclavos del pecado, para que se arrepintieran. Debido a este “brazo del río”, Dios perdonó a la ciudad, demostrando, una vez más, que Su salvación es para todos. ¡Cuán grande es el amor de Dios por el hombre y cuánto desea que el pecador se convierta y se arrepienta!
El cuarto brazo es el Éufrates, que corre hacia Caldea, en la región de Babilonia. En la Biblia, Babilonia representa al mundo religioso. Alguien puede pensar que la religión es loable, pero aquí estamos hablando del intento humano por agradar a Dios por medio de las buenas obras. Ya hemos demostrado que esto proviene del lado bueno del árbol de la ciencia y es incapaz de agradar al Señor. El deseo de Dios es que Le sirvamos según lo que Él determinó, y no según lo que pensamos que es lo mejor para agradarle (1 S 15:22).
El Señor ama mucho al hombre y a la mujer que creó. ¡Aleluya! Por eso, pese a que Dios sacó a Adán y Eva del huerto –incluyendo a toda la humanidad–, hay un río que sale del Edén, que representa la obra del Espíritu Santo, que va en busca del hombre en donde quiera que esté, a fin de traerlo de vuelta a Dios y conducirlo hasta la nueva Jerusalén.
Punto Clave: Dios espera que el hombre se arrepienta y se vuelva a Él.
Pregunta: ¿Cuáles fueron los tres aspectos en que el hombre cayó y que hizo Dios para traerlo de vuelta para Sí?

APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 10 --- El cruce por el mar
Miércoles --- Leer con oración: Gn 26:1-2; Lc 21:34
“Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré;” (Gn 26:2-3a)
NO DESCIENDAS A EGIPTO
A partir de hoy, empezaremos a tratar el asunto de cómo Dios llamó a Abraham y le dio una numerosa descendencia –los hijos de Israel–. Veremos también que Dios permitió que ellos se conviertan en esclavos en Egipto, que fueran librados de la tiranía de Faraón y, finalmente, usó el Mar Rojo para salvarlos.
Abraham vivía en Ur, una tierra de idolatría. Dios le hizo un llamamiento para salir de allí y le prometió a él y a su descendencia la tierra de Canaán. Aunque hoy él es conocido como el padre de la fe, al principio, no tenía mucha fe en la palabra de Dios. Salió de Ur con dudas, y fue sólo después que Dios lo hizo pasar por diversas situaciones que su fe aumentó poco a poco.
Una de las situaciones en que su fe fue probada por Dios ocurrió cuando él ya se encontraba en Canaán. Dios hizo que viniera una gran hambre en aquella región y deseaba que Abraham creyera que Él supliría sus necesidades. En ese entonces la fe de Abraham aún era pequeña, y por eso terminó descendiendo a Egipto, donde había abundancia de alimentos. Después de permanecer allí, tuvo que salir avergonzado, esto le sirvió como una gran lección.
Isaac, el hijo de Abraham, fue probado de la misma manera y quiso descender a Egipto (Gn 26:1). Sin embargo, Dios hizo que volviera cuando aún estaba en el camino (v. 2).
Finalmente, Jacob también sufrió con el hambre que asoló la tierra de Canaán. Él no quiso descender personalmente, pero envió a sus hijos a Egipto para comprar alimentos. Él tenía la fe suficiente en Dios para soportar el hambre en Canaán y al principio, se resistió a descender a Egipto, pues conocía las cosas por las cuales habían pasado su padre y su abuelo, pero, finalmente, atendió al llamado de su hijo José y fue.
En Egipto, José proveyó todo para que su familia se estableciera en una tierra muy fértil. Además, en aquel lugar pasaba el río Nilo, que producía peces en abundancia, y así pasaron a tener una vida abundante y fácil. Toda esta abundancia hizo que los hijos de Israel se multiplicaran mucho y, a lo largo de las generaciones, se olvidaran del Dios de sus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Esta es una lección para todos nosotros. La abundancia, la vida cómoda y el exceso de dinero hacen que el hombre se olvide de Dios. Por eso necesitamos estar atentos a las palabras del Señor Jesús: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá” (Lc 21:34-35a).
Punto Clave: Confiar plenamente en el Señor.
Pregunta: ¿Usted se ha olvidado de Dios?

APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 10 --- El cruce por el mar
Jueves --- Leer con oración: Ex 1:9-10, 16
“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá” (Lc 21:34-35a)
UN VIVIR BAJO DURA OPRESIÓN
Ayer vimos que, después de descender a Egipto, Jacob y su familia se establecieron en una región muy fértil, donde había abundancia de alimentos. Con el paso de los años, los hijos de Israel se multiplicaron y se fortalecieron grandemente, de manera que la tierra se llenó de ellos. No obstante, la vida fácil hizo que el corazón de ellos se alejara de Dios.
José murió, y pasaron cerca de cuatrocientos años desde que Jacob descendió de Canaán a Egipto. Un nuevo Faraón, que no conocía la historia de José, se convirtió en el gobernador. Él observó a los israelitas y le dijo a su pueblo: “He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra” (Ex 1:9-10).
Faraón temía que el pueblo de Israel se volviera en contra de los egipcios, en caso de que hubiera una guerra, algo que era común en aquella época. Puesto que no podía matar a todos los israelitas, los hizo sufrir, esclavizándolos. De esta manera, acabó con toda la vida fácil que ellos tenían antes.
Faraón utilizó a los hijos de Israel en los trabajos forzados de construcción de las dos ciudades de almacenaje, cuyos edificios eran hechos de ladrillos obtenidos de la mezcla del barro con la paja, luego eran cocidos al sol. Al principio, los israelitas recibían la paja para hacer los ladrillos, pero después Faraón endureció aun más su labor, quitándoles la paja, exigiéndoles la misma cantidad de ladrillos.
Así que, los hijos de Israel, que antes tenían una vida de mucha comodidad, fueron sometidos a una gran opresión. La tiranía de Faraón llegó a la cúspide cuando decretó la muerte de todos los hijos del sexo masculino que nacieran de los israelitas. Ordenó a las parteras: “Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva” (v. 16).
Pero las parteras temieron a Dios y poniendo en riesgo sus vidas, desobedecieron la orden de Faraón. Cuando éste se dio cuenta de que los hijos varones de las hebreas no estaban siendo muertos, llamó a las parteras y les preguntó: “¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños?” Entonces las parteras inventaron una excusa a Faraón y le dijeron: “Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas” (vs. 17-19).
Dios hizo bien a las parteras; el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera (v. 20). Sin embargo, Faraón no desistió y le ordenó a su pueblo que matara a los hijos varones que nacieran de los israelitas. Esto dio la oportunidad para que Dios preservara a Moisés, aquel que más adelante lideraría la liberación de Su pueblo de la opresión de Faraón y el regreso de ellos a la tierra de Canaán.
Punto Clave: Cuando clamamos, Dios se compadece de nosotros.
Pregunta: ¿Cuál es el gran peligro de conformarnos a una vida fácil?

APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 10 --- El cruce por el mar
Viernes --- Leer con oración: Ex 2:3, 5, 11-14, 23-25; He 11: 23, 27
“Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co 1:9)
LA PREPARACIÓN DEL LIBERTADOR
Faraón había determinado la muerte de todos los niños del sexo masculino que nacieran de los hebreos. Fue en ese momento que una mujer de la tribu de Levi tuvo a un niño y lo escondió durante tres meses, “pero no pudiendo ocultarle por más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río” (Ex 2:3).
Hebreos 11:23 también habla de este episodio: “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”.
María, la hermana del niño, se quedó mirando de lejos para ver lo que iba a suceder. En ese momento “la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase” (Ex 2:5). La hija de Faraón abrió la arquilla y vio al niño, que lloraba. Ella reconoció que se trataba de uno de los hijos de los hebreos y, por compasión de él, decidió criarlo como su hijo. Ella lo llamó Moisés.
Así fue que Moisés creció en el palacio de Faraón, donde fue instruido con la mejor educación egipcia. Seguramente recibió una instrucción militar, jurídica y administrativa, eso fue usado por Dios años más tarde, cuando fue enviado para liderar al pueblo de Israel por el desierto.
No obstante, antes de eso, cuando tenía alrededor de cuarenta años y aún estaba viviendo en el palacio real, Moisés mató a un egipcio que estaba maltratando a un hebreo (vs. 11-12). Al día siguiente, Moisés vio a dos hebreos peleando “y entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto” (vs. 13-15). Faraón supo el asunto e intentó matar a Moisés, que huyó a la tierra de Madián.
Moisés se convirtió en un pastor en Madián, se casó y tuvo un hijo con una mujer llamada Séfora. La Biblia relata que, “después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios” (vs. 23-25).
Entonces el Ángel del Señor se le apareció a Moisés en una llama de fuego en medio de una zarza que ardía en fuego, pero no se consumía. El Señor le encargó ir hasta Faraón para que sacara a Su pueblo de Egipto. Pero Moisés argumentó que no era capaz de hacer eso y que no sabía hablar.
En sus primeros cuarenta años de vida, cuando fue educado en el palacio de Faraón, Moisés ciertamente fue entrenado para hablar muy bien. No obstante, después de los cuarenta años en el desierto, como pastor de ovejas, perdió toda la práctica. Así que, durante los cuarenta años que Moisés pasó en Madián, su elocuencia se terminó. Pero, a los ojos de Dios, ese era el momento en el que estaba listo para liberar a Su pueblo.
Igualmente hoy, Dios actúa según el principio de la muerte y resurrección: cuando no confiamos más en nuestras capacidades, habilidades y competencias naturales, Dios puede usarnos en resurrección, es decir, según Su voluntad.
Punto Clave: Dios quiere usar a Sus escogidos.
Pregunta: ¿Qué fue necesario para preparar al libertador?  
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 10 --- El cruce por el mar
Sábado --- Leer con oración: Ex 5:1b, 12:29-30, 35-36, 14:8-20; Ro 8:28
“Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados” (He 11:29)
DIOS SACA A SU PUEBLO DE EGIPTO
Moisés y su hermano Aarón se presentaron delante de Faraón y le dijeron: “Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Ex 5:1b). Pero Faraón no lo aceptó. Entonces Dios envió diez plagas que atacaron duramente a Egipto, sin dañar a Su pueblo. La última plaga fue la muerte de todos los primogénitos egipcios (Éx 12:29-30).
Sólo en ese momento Faraón dejó ir al pueblo. Sin embargo, antes de salir, los hijos de Israel pidieron “de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos. Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios” (vs. 35-36).
Después que el pueblo salió “endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa” (14:Cool. Faraón movilizó a todo su ejército y usó todos los carros de Egipto para perseguir al pueblo. Finalmente, los alcanzó cuando estaban frente al Mar Rojo. Al verse acorralados entre las aguas del mar y el ejército de Faraón, los hijos de Israel tuvieron mucho temor y clamaron al Señor.
“Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros” (vs. 19-20).
Finalmente, Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas, entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda. Los egipcios los seguían, pero el Señor quitó las ruedas de sus carros y con eso, ellos tuvieron una gran dificultad para proseguir. Posteriormente, después que el pueblo de Israel llegó al otro lado, Moisés extendió nuevamente su mano sobre el mar y las aguas se cerraron, y así murieron Faraón y todos sus hombres. De esa manera, Dios sacó a Su pueblo de la tierra de Egipto, tierra en la cual sufrieron la opresión y la tiranía de Faraón. Dios los salvó (vs. 21-30).
Dios no sólo nos da el agua de vida para suplir nuestras necesidades, también usa el agua del Mar Rojo para salvarnos y librarnos de la tiranía de Faraón. ¡Aleluya!.
Punto Clave: El agua del Mar Rojo es para liberarnos.
Pregunta: ¿Se ha liberado de la tiranía de Faraón?

APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 10 --- El cruce por el mar
Domingo --- Leer con oración: Ex 15:21, 16:3; 17:4; Ro 12:2; 1 P 1:9
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro 6:4)
CRUZAR EL MAR ROJO Y PROSEGUIR HACIA CANAÁN
El cruce del Mar Rojo hecho por el pueblo de Israel después de salir de Egipto simboliza el bautismo por el cual todo aquel que cree en Jesucristo debe pasar.
Cuando una persona cree en el Señor Jesús, da un paso de fe y, a partir de entonces, es salva de la condenación eterna. Sin embargo, existe un paso complementario, que no está relacionado con la salvación, sino con la jornada cristiana: el bautismo. El bautismo es un testimonio que da aquel que cree en Cristo, significa que murió para Satanás y el mundo, al mismo tiempo, resucita, con Cristo, para una nueva vida y un nuevo vivir.
Los hijos de Israel no podían servir a Dios en Egipto, por eso el Señor los sacó de allí para que Le celebren fiesta en el desierto. De la misma manera, hoy cuando creemos en el Señor Jesús y somos bautizados, somos aptos para servir y festejar con nuestros hermanos en Cristo.
Inmediatamente después del cruce del mar, Moisés entonó un cántico de alabanza al Señor. Entonces María, la hermana de Moisés y Aarón, que era una profetiza, tomó un pandero y lideró a todas las mujeres, danzando y cantando con gran júbilo y gratitud al Señor (Ex 15:21).
No obstante, el cruce del Mar Rojo no era el destino del pueblo, sino Canaán, la tierra prometida. El viaje de Egipto a Canaán normalmente duraba sólo tres días, pero el pueblo de Israel se demoró casi cuarenta años para hacer el recorrido. Esto indica que, aunque Faraón y su ejército habían perecido en el Mar Rojo, los israelitas, antes de entrar en la buena tierra, tenían todavía que derrotar a otros enemigos, de los cuales el peor estaba escondido dentro de ellos mismos, pero ellos no lo sabían.
Después de los tres versículos del registro del cántico de Moisés, el pueblo empezó a murmurar en contra de él. Al principio fue por causa del agua. Entonces Moisés, clamó al Señor, y Él hizo un milagro, de modo que el pueblo sació su sed. Seis versículos más adelante está el relato donde los israelitas vuelven a murmurar contra Moisés y Aarón e indirectamente, contra el Señor: “y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (16:3).
Después de muchas murmuraciones y desobediencias por parte del pueblo, Moisés no podía soportar más la presión: “Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán” (17:4).
La obstinación, la rebeldía y el corazón malo de incredulidad del pueblo de Israel constituían su peor enemigo. Un enemigo oculto en el interior y por eso, difícil de ser notado y combatido.
La historia de los hijos de Israel es nuestra historia. El cruce del Mar Rojo representa nuestro bautismo después de creer, y la obstinación del pueblo en el desierto indica cuán complicada es nuestra alma, se envejece fácilmente y constituye un impedimento para que Dios nos introduzca en Canaán.
El Señor quiere usar a Su pueblo. Sin embargo, no podemos usar nuestro viejo hombre para servir a Dios. Por eso, así como atravesar el Mar Rojo fue importante para los hijos de Israel, pero no era ese su destino, tampoco debemos conformarnos con vernos libres de los pecados groseros del pasado. Todavía existen muchas cosas más dentro de nosotros –las tradiciones, por ejemplo– que intentan impedirnos avanzar para obtener el fin de nuestra fe: la salvación de nuestra alma (1 P 1:9).
El pueblo de Israel atravesó el Mar Rojo pero, tuvo que pasar cuarenta años en el desierto hasta que toda aquella generación pereciera. Finalmente, antes de entrar a la tierra prometida aún tuvieron que cruzar algo más, el río Jordán. La próxima semana veremos cómo esto representa el hecho de que tenemos que dejar las cosas viejas atrás (Ro 12:2).
Punto Clave: Ya cruzamos el Mar Rojo.
Pregunta: ¿Qué representa el cruce del Mar Rojo?
Dong Yu Lang
Derechos reservados a: editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden Jesus är Herre
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APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 10)
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