APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 20)
Semana 20--- El perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio
Lunes --- Leer con oración: 1 Ti 1:3-4
“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad” (Tit 1:1)
APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES PARA PROMOVER LA FE
Antes de que Juan escribiera su evangelio y sus epístolas, los escritos de Pablo eran los que más aclaraban detalladamente varios puntos de nuestra fe cristiana. Esto es muy interesante, porque Pablo sólo fue llamado por el Señor y constituido como apóstol después de la crucifixión de Cristo. Por eso, era de esperar que los primeros apóstoles –aquellos que oyeron las palabras directamente de la boca del Señor– estuvieran en mejores condiciones para explicarnos la fe.
Mateo, Marcos y Lucas escribieron sus evangelios, pero ellos registraron principalmente el vivir de Jesús y lo que Él hizo. Sus escritos no nos aclaran suficientemente el plan de Dios –la oikonomia de Dios, de acuerdo con el texto griego– ni su aplicación en el vivir cristiano. El Espíritu Santo usó primeramente a Pablo para detallar, en sus epístolas, los diversos puntos que involucran nuestra fe. Necesitamos valorar estas palabras que fueron escritas para nuestro beneficio espiritual, y practicarlas en el espíritu.
La epístola a los efesios es el principal escrito del apóstol Pablo, pues habla de la economía neotestamentaria de Dios, cuyo contenido comprende la fe, es decir, los puntos del plan de Dios para nuestra redención, salvación, transformación y herencia en Cristo. Pablo escribió esta epístola cuando estaba en su prisión domiciliaria en Roma, y esperaba que los efesios practicaran lo que él les había escrito. No obstante, después de ser liberado por el Imperio Romano y al llegar a Éfeso, se dio cuenta de que los hermanos allí estaban envueltos en debates y discusiones.
Al final de su estadía, dejó a Timoteo allí para que ayudara a los hermanos, conforme está registrado en 1 Ti 1:3-4: “Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora”. Estas palabras muestran que necesitamos promover la fe en vez de discutir o crear debates teológicos.
A fin de practicar esto, según la dirección que hemos recibido del Espíritu Santo, vimos la necesidad de tener muchos lugares de oración, o reuniones en las casas, esparcidos por todas las ciudades, especialmente en las ciudades grandes, donde las personas puedan conocer el plan de Dios, para la salvación completa del hombre, en un ambiente acogedor. Así, en estas pequeñas reuniones, además de orar unos por otros, podemos promover la fe, leyendo con ellos la Biblia o los libros espirituales que explican la voluntad de Dios para el hombre. Si hay personas que aún no han creído, podemos presentarles el evangelio de la gracia para que reciban al Señor Jesús; y para aquellos que ya han creído en el evangelio, vamos a ayudarles a crecer en vida, alimentándoles con la palabra de Dios. De esta manera, más personas podrán ser perfeccionadas y crecer para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Punto Clave: Promover la fe.
Pregunta: ¿Cuál es el contenido de la economía neotestamentaria de Dios?
Martes --- Leer con oración: Ro 12:6; 1 Co 12:4, 11; Ef 4:1, 11-14, 17-18; 5:2, 8, 15
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4:11-12)
PERFECCIONADOS PARA EJERCER NUESTRA FUNCIÓN EN LA OBRA DEL MINISTERIO
Como vimos la semana anterior, los capítulos 4 al 6 de Efesios describen la práctica del vivir de la iglesia. Pablo, en la condición de prisionero del Señor, le rogó a los efesios que anduvieran (en la gracia) como es digno de la vocación con que fueron llamados (4:1). También les exhortó a no andar más como los gentiles, en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios, sino a andar en la verdad (4:17-18, 21).
En el capítulo 5, Pablo les dijo a los efesios: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (v. 2); y continuó: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (v.
. Finalmente, en el versículo 15 del mismo capítulo, él advierte: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios”. Si queremos andar como sabios, el camino práctico es llenarnos del Espíritu (v. 18).
Estas cinco menciones del verbo “andar” se refieren al vivir de la iglesia. El primer tipo de andar está directamente relacionado con nuestro perfeccionamiento, porque la gracia de Dios nos es concedida conforme a la medida del don de Cristo. En otras palabras, mientras más usamos el don de Cristo, más la gracia nos es concedida.
Tenemos diferentes dones según la gracia que nos fue dada (Ro 12:6). Al ser salvos, el Espíritu Santo nos concedió dones (1 Co 12:4, 11) conforme a la capacidad de cada uno (Mt 25:15). Entonces, a fin de ser perfeccionados, Dios dio hombres-dones a la iglesia para alentarnos a usar nuestros dones y para que ejerzamos nuestra función en el Cuerpo de Cristo: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4:11-12).
Todas estas categorías de personas que fueron concedidas al Cuerpo de Cristo tienen el don de la palabra. Las tres primeras categorías –apóstoles, profetas y evangelistas– sirven a las iglesias, en un sentido más amplio, pues no están restringidas a una iglesia específica. La cuarta categoría –pastores y maestros– está relacionada con el vivir local de la iglesia. Todas éstas existen para perfeccionar a los santos a fin de que cada uno ejerza su función en la obra del ministerio.
Punto Clave: El perfeccionamiento de los santos.
Pregunta: ¿De qué manera podemos ser perfeccionados para desempeñar nuestra función en el Cuerpo de Cristo?
Miércoles --- Leer con oración: Hch 1:17; 20:24; Ef 4:12-14; Col 4:17; 2 Ti 4:5
“Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Ti 4:5)
EJERCITAR LOS DONES A FIN DE QUE LLEGUEN A SER MINISTERIOS
Dios concedió hombres-dones a la iglesia, los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores y maestros; éstos perfeccionaron sus dones en ministerios, para ahora poder perfeccionar a los santos a fin de que cada uno ejerza su función en la obra del ministerio. Estas personas nos alientan a usar continuamente nuestros dones, para que obtengamos más gracia y crezcamos en vida. Así, poco a poco, nuestros dones llegarán a ser ministerios y, entonces, desempeñaremos nuestra función para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Antes, pensábamos que sólo los doce apóstoles y Pablo tenían ministerios (Hch 1:17; 20:24). Pero, el Señor nos mostró que cada uno de los santos debe desempeñar su ministerio. Por ejemplo, Pablo alentó tanto a Timoteo como a Arquipo a que cumplieran sus ministerios y los ejercieran (2 Ti 4:5; Col 4:17). De igual manera, todos necesitamos usar nuestros dones para que la gracia sea añadida y así, cada uno tenga su ministerio.
El perfeccionamiento mencionado en Efesios 4:12, no significa enseñar sólo a los santos, pues la enseñanza se lleva a cabo en las escuelas. Tampoco significa entrenar a los santos, porque eso se efectúa en el ámbito militar. “Perfeccionar” es algo que está relacionado con la vida, con el ejercicio de las funciones orgánicas de cada miembro. Sin duda, todos podemos ser perfeccionados en el vivir diario de la iglesia, esto es lo ideal. No obstante, también existe el perfeccionamiento del carácter, especialmente para la obra del ministerio, que es algo que es hecho en el CEPPEV*.
El objetivo principal del CEPPEV es perfeccionar el vivir del cristiano, de modo que aprenda a negarse a sí mismo y pueda así, madurar en la vida divina. Si el creyente tiene sólo habilidades y técnicas, pero le falta la vida, terminará haciendo una obra natural. Por eso tenemos que ser perfeccionados de modo que ganemos más de la vida de Dios. Con más vida, espontáneamente los ministerios aparecen. Al tener ministerios, Dios podrá operar libremente por donde quiera que vayamos, y la vida divina que está en nosotros correrá a otras personas (Jn 7:38).
* CEPPEV – Centro de Perfeccionamiento para la Propagación del Evangelio. Existen varios CEPPEVs esparcidos por América del Sur e incluso en otros continentes. Si desea saber más al respecto, entre en contacto con esta editorial a través de nuestros canales de atención. Visite www.arvoredavida.org.br
Punto Clave: Perfeccionados para que la vida divina corra a otras personas.
Pregunta: ¿Cómo podemos tener ministerios?
Jueves --- Leer con oración: Mr 10:45; Hch 6:4; 1 Co 9:16b; 14:31; 16:15; Ef 4:11
“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1 P 4:11)
EL MINISTERIO DE LA PALABRA Y DE LOS SERVICIOS
De manera general, podemos clasificar los ministerios en tres grandes categorías. La primera es el ministerio de la palabra (Hch 6:4), la cual tiene una esfera muy amplia. También existe el ministerio de los servicios y el de las ofrendas de riquezas materiales (1 Co 16:15; 2 Co 8:1-4).
En cuanto a la primera y más importante categoría, el ministerio de la palabra, en Efesios 4:11 tenemos a cuatro grupos de personas: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, los pastores-maestros. Como ya vimos, los tres primeros, los apóstoles, los profetas y los evangelistas, son para las iglesias. Todos ellos tienen el ministerio de la Palabra. Ellos son aquellos que ya ejercitaron el don de hablar por el Señor y desarrollaron este don en un ministerio.
Algunos tienen el ministerio de apóstol. Su carga es ir a las ciudades, predicar el evangelio, hablar la palabra del Señor y levantar iglesias. Otros son profetas; son los que hablan, por ejemplo, sobre el contenido del libro de Efesios.
En la tercera categoría están los evangelistas, que tienen la carga de predicar el evangelio. Conozco a una hermana que, por donde quiera que va, predica el evangelio. Aquellos que tienen ese ministerio no pueden dejar de hablar del Señor a las personas. Es como lo que Pablo dijo cierta vez: “¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Co 9:16b).
A continuación tenemos a los pastores-maestros. Ellos normalmente son para la iglesia local. Como pastores, ellos apacientan el rebaño, y como maestros, les enseñan. Esto muestra cuán importante es el don de la Palabra. Hay una gran necesidad en las iglesias de este tipo de ministerio. Por eso todos necesitamos ser perfeccionados; incluso las hermanas necesitan disponerse, salir para apacentar y compartir la Palabra que han recibido (14:31).
La segunda categoría es la del servicio. Cada vez que hay una conferencia, hay un gran número de participantes, y muchos hermanos se disponen para servir. Incluso en la reunión normal de la iglesia, espontáneamente surge en nosotros el deseo de servir. La vida que está en nosotros desea servir a otros, así como el Señor lo hacía (Mr 10:45).
Tal vez algunos no saben dónde servir, por eso buscan a los hermanos responsables de la iglesia, los cuales les pueden orientar. A medida que sirven, sus dones son ejercitados y después de cierto tiempo, llegan a ser ministerios (1 Co 16:15). Recuerde que, para que el don llegue a ser un ministerio, usted debe usarlo continuamente.
Punto Clave: Profetizar y servir continuamente.
Pregunta: ¿Qué diferencias y semejanzas hay entre los cuatro grupos de personas que desempeñan el ministerio de la palabra?
Viernes --- Leer con oración: Lc 8:3; 1 Co 16:2; 2 Co 8:1-4; Fil 4:15-16
“No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta” (Fil 4:17)
EL MINISTERIO DE LAS OFRENDAS
La tercera gran categoría de ministerio es algo muy espontáneo que tenemos en la iglesia: el ministerio de las ofrendas de riquezas materiales. Todos tienen el don de ofrendar. Por ejemplo, los que apartan sus ofrendas para el primer día de la semana están ejercitando el don de ofrendar (1 Co 16:2). También están aquellos que apartan todos los meses el diezmo de todo lo que ganan. Ellos también están ejercitando su don de ofrendar. No obstante, además de todas estas ofrendas regulares, existen algunos que ofrendan algo extra. Cuando esto sucede, reciben más gracia. Al practicar esto constantemente, el resultado será que su don se transformará en un ministerio de ofrenda de riquezas materiales.
Dios le concede a algunos hermanos el ministerio especial de ofrendar (Lc 8:3; 2 Co 8:1-4; Fil 4:15-16). Él le concedió esta gracia a tales hermanos, a quienes, por ser fieles, les confía más riquezas. Ellos tienen claridad de que tales riquezas no son para su uso personal, sino para la iglesia. Cuando existe una necesidad especial, ellos se dan cuenta y ofrendan. Esto no quiere decir que sólo los hermanos que tienen mucho dinero tienen el ministerio de las riquezas materiales. Hay hermanos que no tienen mucho dinero, pero que han aprendido a ser fieles en lo poco.
Cuando empezamos a visitar a los hermanos de Chile, hace muchos años atrás, ellos eran muy pobres; casi todos estaban sin empleo. Cuando vi la situación de ellos, pensé: “Viviendo así ellos no tienen cómo ofrendar”. Compadecido por la situación en que se encontraban, ofrendaba el alquiler del local de reuniones para que ellos se reunieran. Con el tiempo, el número de hermanos fue aumentando, pero las iglesias allí continuaban en la misma condición. Esto perduró durante diez años. Ofrendar es una gracia. Cuando alguien ofrenda, la gracia viene. Por no haber ofrendado en diez años, no recibieron gracia durante diez años, y la condición de ellos no cambió. Entonces fui iluminado y percibí que yo estaba privando a los hermanos del derecho de ofrendar. Esto causó en mí un fuerte arrepentimiento delante del Señor. Después decidí no quitarles más el derecho de ofrendar. Me acuerdo incluso de que profeticé que, cuando empiecen a ofrendar, no sólo la situación económica de ellos cambiaría, sino que también la de todo el país. Hoy, en América del Sur, Chile es el país que está en una mejor condición económica.
Puedo testificar que nunca he visto a un hermano que por haber ofrendado, haya pasado hambre. No importa el valor, todos pueden ofrendar. Mientras más ofrendamos, más gracia recibimos, y el fruto de eso hará que abunde en nuestra cuenta delante de Dios (Fil 4:17). ¡Aleluya!
Punto Clave: Ofrendar es gracia.
Pregunta: ¿Quién puede tener el ministerio de ofrendar en la iglesia?
Sábado --- Leer con oración: Gá 4:1-7; Ef 4:13-16; 2 Ti 2:26; 4:3-4; Tit 3:9-10
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Ef 4:13-14)
YA NO SEAMOS NIÑOS FLUCTUANTES
En Gálatas 4:1-7 vemos que, entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, después de ser salvos, necesitamos ser puestos en la iglesia, la realidad del reino de los cielos aquí en la tierra, a fin de ser perfeccionados para crecer en vida por medio de los hermanos que nos ayudan a practicar la palabra y también nos apacientan.
Efesios 4:13-15 también muestra que, cuando seamos perfeccionados en el uso de nuestros dones hasta que éstos se conviertan en ministerios, no seremos más como niños fluctuantes, sino miembros que ejercen su función en el Cuerpo de Cristo. Habrá en nosotros una constitución de vida, una estatura espiritual, la cual nos hará crecer en Aquel que es la Cabeza, Cristo.
Ser como niños es ser infantiles en la fe, aquellos que son fácilmente influenciados y engañados por lo que oyen. Si alguien les habla de una manera, ellos se van para un lado; si les hablan de otra manera, se van hacia el otro lado. La razón por la que se apartan de la comunión saludable de la iglesia se debe a que siguen sus codicias infantiles, caen en la artimaña de hombres elocuentes, son inducidos a manifestar sus insatisfacciones y críticas, y terminan dividiéndose de los demás (2 Ti 4:3-4; Tit 3:9-10). Además, por no tener el crecimiento espiritual, fácilmente se aíslan y les cuesta coordinar con los demás miembros del Cuerpo de Cristo.
Las personas maduras son firmes y no oscilan. No se dejan llevar por argumentos ni por malos entendidos con otros hermanos. Ellos se conocen a sí mismos y no permiten que las insatisfacciones controlen su corazón y pensamientos. Así que, los que son espiritualmente crecidos en vida siempre buscan coordinar con otros hermanos para servir al Señor y ejecutar Su voluntad. Por vivir en el espíritu, son sensatos, no dejan que el orgullo los domine y los deje cautivos del lazo del diablo (2 Ti 2:26). Conocen su función y posición en el Cuerpo de Cristo y valoran la función de los demás miembros (Ef 4:16).
Por tanto, los que son crecidos en el Señor deben ayudar a los hermanos a crecer en la vida de Dios para no caer en el engaño de aquellos que quieren inducirlos al error con sus vanas palabrerías. Debemos recordarles que el simple conocimiento bíblico no corresponde al crecimiento espiritual. Necesitamos advertirles que tengan cuidado con las personas que se enorgullecen, como Lucero, vanagloriándose por causa de su obra y exaltándose por causa de sus habilidades. Siempre es bueno recordarles que el servicio en el alma, por mejor que éste sea, no puede agradar a Dios. Consideremos el ejemplo de Caín que, por no ser aceptado por Dios y por causa de que su ofrenda no fue acepta, se airó, se volvió arrogante, insatisfecho y mató a su hermano.
Aprovechemos que estamos en la iglesia, sirviendo juntamente con los demás santos para ser perfeccionados por aquellos que ya tienen ministerios, para usar nuestros dones y crecer en la vida divina, negando la vida del alma, a fin de que los vientos de doctrina nunca nos aparten de la sencillez y la pureza debida a Cristo..
Punto Clave: Crecer en Cristo para no ser engañados por los hombres.
Pregunta: ¿Qué diferencias hay entre un niño en la fe y una persona madura en Cristo?
Domingo --- Leer con oración: Col 2:19
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Ef 4:15-16)
EL LUGAR PARA CRECER EN AMOR
Esta semana vimos que necesitamos ser perfeccionados en las tres categorías del ministerio: la palabra, los servicios y las ofrendas, para ejecutar la obra del ministerio. Este perfeccionamiento no tiene como propósito sólo ser canales para buscar a los pecadores y conducirlos al Señor; sino también para ayudar a los que ya creyeron, nuestros hermanos en Cristo, a proseguir en la carrera cristiana; alimentándolos con la vida que hay en la palabra de Dios y perfeccionándolos en sus dones, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, alcancemos la plena filiación y estemos listos para reinar con Cristo en el mundo venidero.
Dios le concedió a la iglesia hombres con ministerios para perfeccionar a los santos a fin de que éstos desarrollen sus dones hasta que lleguen a ser ministerios y ejerzan así sus funciones en la edificación del Cuerpo de Cristo.
Como miembros de este Cuerpo, necesitamos estar unidos, vinculados los unos a los otros, conforme a lo que el apóstol Pablo explicó en su epístola a los Efesios: “Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (4:16). Él también hizo una referencia de esto en la epístola a los colosenses: “Todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (2:19b).
Muchos de nosotros estamos acostumbrados a ir a un gran edificio de reuniones para oír un buen mensaje los domingos. Aunque recibimos algo de beneficio en este tipo de reuniones, después que terminan, cada uno se va a su casa. Así, es muy difícil que haya cualquier tipo de vínculo entre nosotros y los demás salvos, miembros del mismo Cuerpo; es difícil que recibamos, de manera práctica, la ayuda de los “hermanos-coyunturas”, tan necesarios para nuestro crecimiento espiritual. Además, ¿cómo podemos dar nuestra justa cooperación para la edificación del Cuerpo de Cristo?
Basados en lo que el Espíritu Santo nos ha mostrado en este último año, si multiplicamos los lugares de oración por los diferentes barrios de las ciudades, si mantenemos sus puertas abiertas por más tiempo, facilitaremos el acceso a todos –creyentes e incrédulos–. En estos lugares, pequeños grupos de hermanos se podrán congregar para orar, leer u oír la palabra de Dios, compartir sus experiencias cristianas, invocar el nombre del Señor, etc.; así, ciertamente habrá una mutua edificación. Tendremos más oportunidades de usar nuestros dones, nuestro amor por los demás hermanos aumentará y, en consecuencia, estaremos haciendo que el Cuerpo de Cristo crezca en amor. ¡Aleluya!
Punto Clave: Multiplicar las oportunidades para usar los dones.
Pregunta: De manera práctica, ¿Cómo podemos hacer que nosotros y los muchos hijos de Dios lleguen a la unidad de la fe y alcancen la plena filiación?
Dong Yu Lan
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