“MÁS QUE VENCEDORES POR MEDIO DE AQUEL... “
Nosotros sólo miramos la historia desde la Caída del hombre en Edén. Dios la ve desde el principio. Había algo en la mente de Dios antes de la Caída, y en los siglos venideros eso se cumplirá cabalmente. Dios sabía todo lo del pecado y de la redención; sin embargo en su gran propósito para la Iglesia expuesta en Génesis 2 no se contempla el pecado. Es como si en su mente Él pasara por encima de toda la historia de la redención y viera a la Iglesia en la eternidad futura. Es el Cuerpo de Cristo en gloria, no refleja nada del hombre caído sino sólo aquello que es la imagen del glorificado Hijo del hombre. Esta es la Iglesia que ha satisfecho el corazón de Dios y que ha logrado el dominio.
En Efesios 5 estamos aún dentro de la historia de la redención, y sin embargo, por gracia, tenemos todavía ante nosotros este eterno propósito de Dios expresado en las palabras: “... a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa”. Pero notamos que son necesarios para preparar la Iglesia (ahora manchadas por la Caída) a fin de ser presentado a Cristo en gloria, el agua de vida y el lavacro de la Palabra. Porque ahora hay defectos que corregir y heridas que sanar. Pero, ¡cuán preciosa es la promesa y cuán llenas de gracia las palabras: “que no tuviese mancha” -las cicatrices del pecado, cuya historia misma estará ya olvidada; y “ni arruga”- las señales de edad y de tiempo perdido! Todo se habrá recuperado entonces y todo será nuevo; “santa y sin mancha” -para que ni Satanás ni los demonios ni los hombres puedan encontrar motivos para acusarla.
Aquí es donde estamos ahora. Esta época ya toca a su fin y el poder de Satanás se manifiesta más que nunca. Nuestra lucha es contra ángeles, principados y potestades (Ro. 8:38. Ef. 6:12) que se oponen y procuran destruir la obra de Dios en nuestras vidas acusando a los escogidos de Dios. Solos nunca podríamos afrontarlos, pero lo que no podemos hacer nosotros solos, la Iglesia puede. El pecado, la confianza en sí mismo y el individualismo han sido el golpe maestro contra el propósito divino para el hombre, y en la Cruz Dios los ha desbaratado.
Así, poniendo nuestra fe en lo que Él ha hecho, en “Dios... que justifica” y Cristo... que murió” (Ro. 8: 33,34), presentamos un frente contra el cual las puertas del infierno mismas no prevalecerán. Nosotros, su Iglesia, “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro. 8:37).
Tomado de: “La Vida cristiana normal” W. Nee