C. El bautismo nos lava de los pecados
Examinemos el caso de Pablo. Ananías vino a Pablo y le dijo: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (Hch. 22:16).
Pablo fue el principal y más destacado maestro, profeta y apóstol del cristianismo.
¿Hubo acaso un pequeño error con respecto a su experiencia? Algunas veces predicamos doctrinas correctas, pero tenemos la experiencia equivocada. ¿Qué sucede cuando damos nuestro testimonio? ¿Qué sucedería si otros hicieran lo que nosotros hacemos? El testimonio de un maestro es crucial porque puede desviar a otros. ¿Es posible que la experiencia del principal maestro del cristianismo estuviera equivocada?
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre”. Presten atención a este versículo. Dice que el bautismo puede lavar los pecados de uno. Al citar este versículo, los católicos lo hacen considerando únicamente el aspecto individual de este asunto delante de Dios. El error del catolicismo estriba en decir: “Si usted es bautizado, sus pecados serán lavados”. Por ende, ellos recalcan que si una persona se bautiza en su lecho de muerte, dicho bautismo puede lavar todos los pecados que dicha persona haya cometido en el curso de su existencia. Pero no se dan cuenta que el significado del bautismo atañe más a nuestra relación con el mundo que a nuestro testimonio delante de Dios. Anteriormente, Pablo era un hombre que formaba parte del mundo. Después de haber creído en el Señor Jesús y de haberlo visto, necesitaba levantarse y ser bautizado. En el momento en que fue bautizado, sus pecados fueron lavados. En el momento en que él puso fin a su relación con el mundo, sus pecados se desvanecieron. Si usted se hizo cristiano secretamente y no fue bautizado, es posible que los del mundo todavía lo consideren como uno de ellos. Usted puede decir que es salvo, pero el mundo no reconocerá esto. Puede decir que creyó en el Señor Jesús, pero ellos dirán que no han visto nada al respecto. Una vez que usted entre en el agua, ellos lo verán y sabrán que usted creyó en Jesús. De no ser así, ¿por qué habría de ser tan necio como para entrar en el agua? En el momento en que uno es bautizado, es liberado del mundo. El bautismo en agua pone fin a nuestra relación con el mundo.
Si una persona cree en su corazón, pero no manifiesta ninguna señal externa al respecto, el mundo seguirá considerándole como uno de los suyos. Por ejemplo, en Kuling Fukien, se celebra cada otoño una gran tradición idólatra, y a todos se les exige que donen dinero para dichas celebraciones. Si una persona dice que creyó en el Señor, los demás no le creerán. Pero en el momento en que es bautizada, saben que ya no es uno de ellos. Así que, el bautismo es la mejor manera de ser liberados del mundo. Si quiere ser liberado del mundo, tiene que ser bautizado. Debe decirle al mundo: “Mi relación contigo ha terminado”. Al hacer esto, sale del mundo.
El bautismo es un testimonio público, y no debemos temer que otros sean testigos de ello. Los incrédulos también pueden estar presentes durante nuestro bautismo. Recientemente, cuando bautizamos a algunas personas en Fuzhou, un hermano dijo: “No nos gusta llevar a cabo la reunión del bautismo de una manera tan desordenada. Ha habido demasiados espectadores”. Si este fuera el caso, Juan el Bautista tendría que haber aprendido de este hermano, ya que los bautismos de Juan no eran muy ordenados.
Aun los bautismos de aquellas tres mil personas el día de Pentecostés no fueron muy organizados. Lo importante no es si una reunión es ordenada o no. Si bien es cierto que no es bueno ser desordenado, todos los hermanos y hermanas deben saber lo que estamos haciendo. Cuando bautizamos a alguien, debemos permitir que todo el mundo sea testigo de lo que estamos haciendo.