LOS DOS ASPECTOS DE LA VERDAD:EL SUBJET IVO Y EL OBJETIVO (3)
Jn. 3:16; 14:16; 15:4-5; 14:17; 6:47; 4:14; 1 Jn. 2:8; Fil. 1:20-21; 1 Co. 1:30; Col. 1:27
En primer lugar, la muerte de Cristo en la cruz por nuestros pecados y en nuestro lugar constituye el meollo mismo de las verdades objetivas contenidas en la Biblia. Cuando una persona lee la Biblia, de inmediato verá la muerte de Cristo, la redención efectuada por El, y cómo Cristo fue hecho el sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Una vez que usted abra la Biblia, verá estas cosas, a menos que no la esté leyendo realmente. Cristo mismo colgó sobre un madero a fin de llevar sobre Sí nuestros pecados. Esto fue realizado en la cruz. Cristo llevó sobre Sí los pecados de usted, los míos y los de todas las personas. Estos son los hechos objetivos que El efectuó.
Si el Señor Jesús llevó sobre Sí los pecados de usted, los míos y los de todos los hombres, entonces, ¿por qué no son salvos todos los hombres? ¿Y por qué algunos de los que hancreído en el Señor, y que nos consta que son salvos, no disfrutan del gozo de la salvación? ¿Por qué muchos de ellos siguen apenados por sus pecados? Ellos siguen lamentándose porque sólo toman en cuenta el aspecto subjetivo respecto a cuán pecaminosos, repugnantes e impuros ellos son por dentro. Por consiguiente, les parece imposible ser salvos de todo lo pecaminoso.
Lo que debemos saber es que todo lo que Cristo ha logrado se encuentra en el lado objetivo, y no en el lado subjetivo. Si una lámpara está en este lado, ¿cómo habríamos de hallarla en el otro lado? Lo que el Señor realizó en el Gólgota, no lo realizó en nuestro ser. Si lo buscamos en nuestro interior, nunca lo hallaremos. Aunque me es imposible detectar en mi interior que Cristo murió por mí, ¿podré localizarlo en la cruz? Si el acto de morir en nuestro lugar fue realizado por el Señor en la cruz, y lo detectamos allí, podremos exclamar: “¡Aleluya! Cristo llevó mis pecados a la cruz. Yo soy salvo”. Todas las veces que nuestra fe se aferre a los hechos objetivos, el Espíritu Santo infundirá poder en nuestro ser interior y hará que disfrutemos la paz de haber sido perdonados y el gozo de haber sido salvos. Pero jamás podremos detectar la muerte de Cristo en el “lado” subjetivo, pues no es ésta la manera dispuesta por Dios. Primero, Dios dio Su Hijo a los hombres, y después les dio el Espíritu Santo. El acto de dar el Espíritu Santo viene después de haber dado al Hijo de Dios. Cristo vino primero, después el Espíritu Santo. Lo que el Espíritu Santo está haciendo es completar en nosotros aquello que el Señor realizó en Sí mismo.
El libro de Hebreos dice que la fe es como un ancla, segura y firme, la cual nos lleva al interior del velo (He. 6:19). Supongamos que nos encontramos en un barco inmenso que tiene un ancla muy grande. Si el ancla es mantenida siempre dentro del barco, ¿qué utilidad tendría? El ancla debe ser lanzada al agua a fin de evitar que el barco vaya a la deriva; el ancla jamás podrá cumplir su función si es mantenida en la nave. Es así como opera nuestra fe. La fe nunca surge a causa de creer en nosotros mismos; más bien, la fe nace cuando nuestra ancla es fijadaen el Señor Jesús, cuando la lanzamos de nuestro lado al Suyo. Siempre que nos aferramos al aspecto objetivo, esto le da estabilidad al aspecto subjetivo en nosotros. Supongamos que una nave, con su ancla a bordo, está siendo sacudida por el mar incesantemente. ¿Acaso podremos darle estabilidad a la nave poniendo más anclas a bordo y asegurando las mismas? Aun si el barco estuviera lleno de anclas grandes y pesadas, continuaría siendo sacudido por las aguas.
Dicha nave logrará estabilizarse sólo cuando su ancla sea lanzada al mar. Cuanto más nos veamos a nosotros mismos, más decepcionados nos sentiremos. Pero si depositamos nuestra fe en la cruz del Señor, obtendremos paz. Primero tenemos que estar afianzados en el otro lado, antes de sentirnos seguros en nuestro propio lado; este orden no puede ser invertido. La manera apropiada consiste en empezar asiéndonos del aspecto objetivo, para entonces experimentar como resultado el aspecto subjetivo. Si sólo enfatizamos lo realizado por Cristo en la cruz, prescindiendo de lo que el Espíritu Santo desea realizar en nuestro ser, jamás podremos alcanzar la experiencia subjetiva. De igual modo, si únicamente nos centramos en la operación del Espíritu Santo en nuestro ser, prescindiendo de lo que Cristo realizó en la cruz, el resultado será vano.