LOS DOS ASPECTOS DE LA VERDAD: (5)
EL SUBJET IVO Y EL OBJETIVO
Jn. 3:16; 14:16; 15:4-5; 14:17; 6:47; 4:14; 1 Jn. 2:8; Fil. 1:20-21; 1 Co. 1:30; Col. 1:27
Esto no sólo es cierto en cuanto a la verdad de nuestra muerte con Cristo, sino que también se cumple en cuanto a la verdad de la resurrección. Efesios 2:6 afirma: “Y juntamente con El nos resucitó... en Cristo Jesús”. ¿Cómo somos resucitados? Somos resucitados juntamente con El. Esto proviene de Cristo, y es una verdad objetiva. No sólo el libro de Efesios habla acerca de la resurrección, sino que también Pedro dijo: “Dios... nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1 P. 1:3). En otras palabras, un cristiano es regenerado cuando es resucitado juntamente con Cristo. En realidad, todo cristiano que ha sido regenerado, ha resucitado con el Señor, y todo cristiano que ha resucitado juntamente con el Señor, ha sido regenerado. Nosotros fuimos resucitados juntamente con El, y por ende, El nos ha levantado de entre los muertos.
¿Cuál es el significado de la resurrección? El Señor Jesús sufrió la muerte en Su cuerpo físico; toda la sangre de Su cuerpo fue derramada; El sufrió numerosas heridas en Su cabeza a causa de la corona de espinas; también le fueron infligidas heridas en Sus pies y manos, y Su costado fue horadado por una lanza. Todo ello representa el poder de la muerte que tomó posesión de Su cuerpo físico. Pero cuando la vida divina fue infundida a Su cuerpo, El fue vivificado. Esto es lo que significa la resurrección. La vida divina venció todos los efectos causados por la muerte en el cuerpo de Jesús, sanó todas las heridas y eliminó el dolor. Esto es la resurrección.
Anteriormente, los ojos no podían ver, ni los oídos oír, ni las manos podían moverse; pero ahora, todos los órganos vuelven a ejercer su función. Según la Biblia, estar muertos equivale a estar completamente desvalidos y sumamente débiles. Así pues, la muerte es impotencia e incapacidad espirituales. El cuerpo del Señor fue atado por los numerosos lienzos con que lo envolvieron, pero, ¿qué sucedió en el momento de Su resurrección? La resurrección del Señor fue muy diferente a la experimentada por Lázaro. Cuando Lázaro salió del sepulcro, sus manos y sus pies estaban atados con vendas y su rostro estaba envuelto en un sudario, por lo cual necesitó que otros lo liberaran. En cambio, con respecto a la resurrección del Señor, la Biblia narra lo siguiente: “...Y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte” (Jn. 20:6-7). El Señor no tuvo que cortar los lienzos poco a poco. Más bien, el poder y la vida de Dios intervinieron, de modo que toda atadura legítima e ilegítima fue soltada. Lo que había sido un cadáver, se convirtió en un ser libre que tenía movimiento. Así fue la resurrección del Señor.
Recuerdo que cuando recién empecé a servir al Señor, solía orar rogándole que me resucitara juntamente con El. Pensaba que si el Señor me resucitaba juntamente con El, yo tendría el poder para hacer Su voluntad. Pero estaba errado al orar de esa manera, porque se trataba de algo iniciado por mí. La Biblia afirma que yo fui resucitado juntamente con Cristo. Este es un hecho consumado. No se olviden de que cuanto más nos centremos en nosotros mismos, peor nos sentiremos. No digo que no debamos tener experiencias subjetivas, pero primero debemos creer en las verdades objetivas. Ahora puedo declarar: “¡Señor, gracias! Tú has resucitado y yo he sido resucitado juntamente contigo”. Primero tenemos que creer en el hecho de que hemos sido resucitados. ¿Cómo fuimos resucitados? ¿Realmente sentimos que hemos resucitado? No, es Cristo quien nos resucitó. Podríamos preguntarnos cómo fuimos salvos. Cuando aún éramos pecadores escuchamos el evangelio de que el Señor Jesús murió por nosotros y lavó nuestros pecados con Su sangre. Nosotros creímos, y de inmediato fuimos salvos. En ese momento, no nos examinamos para determinar si merecíamos ser salvos, sino que simplemente pusimos los ojos en lo que el Señor efectuó en la cruz. Una vez que asimilemos este hecho, estaremos en paz.