LOS DOS ASPECTOS DE LA VERDAD: (7)
EL SUBJET IVO Y EL OBJETIVO
Jn. 3:16; 14:16; 15:4-5; 14:17; 6:47; 4:14; 1 Jn. 2:8; Fil. 1:20-21; 1 Co. 1:30; Col. 1:27
Hermanos, la simple aprehensión de los hechos objetivos, despojada de las correspondientes experiencias subjetivas, es algo demasiado teórico y nunca habrá de hacernos gustar nada celestial. Con respecto a las realidades objetivas, es imprescindible creer en todo lo que Cristo ha llevado a cabo. Además, en cuanto al aspecto subjetivo, es igualmente necesario obedecer todo aquello que el Espíritu desee hacer en nosotros. Todas las experiencias espirituales, primeramente, son el producto de creer en lo que Cristo ha realizado y, luego, de obedecer la dirección del Espíritu en nosotros. Lo que Cristo ha logrado hace posible que alcancemos la posición que nos corresponde, mientras que la dirección del Espíritu nos permite obtener las debidas experiencias. Lo realizado por Cristo son hechos en los cuales debemos creer, y la dirección del Espíritu es el principio gobernante que debemos obedecer. Todas las experiencias espirituales comienzan con el aspecto objetivo, sin excepción alguna. Nuestra ancla debe estar firmemente asida de la muerte de Cristo, de Su resurrección y de Su ascensión.
Juan 15:4-5 dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer”. La secuencia reflejada en este pasaje es de suma importancia. Primero viene estar “en Mí”. En este versículo, el pronombre “Mí” se refiere al Señor. Primero debemos estar en Cristo. Esto alude al aspecto objetivo. Después dice: “Yo en vosotros”. La frase “Yo en vosotros” se refiere al Cristo que mora en nosotros.
Esto denota el aspecto subjetivo. Primero requerimos del aspecto objetivo y después, del aspecto subjetivo. Lo que sigue después es la promesa de que habremos de llevar mucho fruto. Estar en el Señor corresponde al aspecto objetivo; una vez que nos hemos asido de tal aspecto, experimentaremos el aspecto subjetivo de tal realidad, a saber, que el Señor permanece en nosotros. Si creemos en el hecho objetivo, todo cuanto corresponde al aspecto objetivo se hará realidad en nuestro ser. El resultado de lo objetivo sumado a lo subjetivo, es que llevamos fruto. No llevaremos fruto si sólo poseemos lo objetivo; y tampoco llevaremos fruto si únicamente poseemos lo que es subjetivo. Siempre y cuando lo objetivo esté unido a lo subjetivo, llevaremos fruto. Cuando la iglesia comenzó en Jerusalén, había tanto mujeres como varones orando en el aposento alto. Según la tipología, los hombres representan las verdades objetivas, mientras que las mujeres representan las verdades subjetivas. Así pues, la presencia de los varones tipificaba la presencia de las verdades o doctrinas que son objetivas para nosotros, y la presencia de las mujeres tipificaba la presencia de las experiencias que son subjetivas para nosotros. El resultado de ello fue que primero tres mil almas, y luego cinco mil, fueron salvas.
Es así como la iglesia comenzó. En el futuro, cuando Cristo venga por segunda vez, con respecto al lado objetivo estará el Cordero de Dios; y en cuanto al lado subjetivo, estará la novia del Cordero, vestida “de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos” (Ap. 19:
. Ella representa el aspecto subjetivo.
Que el Señor se agrade o no de la vida que lleve un creyente, dependerá de cuán equilibrado sea él en cuanto a estos dos aspectos. Actualmente en la iglesia, algunos predican únicamente las verdades subjetivas. Un ejemplo de esto son los así llamados grupos de santidad; ellos únicamente poseen el aspecto femenino. Sin embargo, otros únicamente enseñan las verdades objetivas. Un ejemplo de esto es la Asamblea de los Hermanos, quienes sólo poseen el aspecto masculino. Los santos que elijan cualquiera de estos dos extremos sufrirán pérdida.
Al darle importancia únicamente al aspecto subjetivo, no sólo dejamos de adquirir la experiencia correspondiente, sino que, además, sufrimos diariamente. Por otro lado, aquellos que únicamente prestan atención al aspecto objetivo y eligen vivir despreocupadamente, pensando que ya han muerto, resucitado y ascendido con Cristo y que, por ende, ya no necesitan preocuparse por nada más, carecerán de toda experiencia. La manera estipulada por Dios consiste en prestar atención tanto al aspecto objetivo como al subjetivo. El principio que nos muestra la Biblia consiste en que primero debemos poseer el aspecto objetivo, y luego, experimentaremos el aspecto subjetivo. Primero nos asimos de los hechos consumados por Cristo, y después obedecemos la correspondiente dirección del Espíritu Santo. El resultado será que llevaremos mucho fruto. Quiera Dios enseñarnos a obedecerle más y a servirle más conforme a Su manera.
W. Nee