La parábola de Lucas 18
En la parábola recogida en Lucas 18:1-8, nuestro Señor Jesús toca los tres aspectos de la oración de los cuales hemos hablado. Con relación a esto, notemos que en la parábola se mencionan tres personas, a saber: (1) el juez, (2) la viuda, y (3) el adversario. El juez (de manera negativa) representa a Dios, la viuda representa a la iglesia de hoy o a un fiel cristiano, mientras que el adversario tiene el puesto de nuestro enemigo el diablo. Cuando explicamos esta parábola, con frecuencia ponemos la atención solamente en la relación entre el juez y la viuda. Notamos cómo este juez, que ni teme a Dios ni tiene respeto a los hombres, finalmente hace justicia a la viuda porque venía a él constantemente; y sacamos la conclusión: puesto que nuestro Dios no es como ese juez malvado, ¿no nos hará El justicia rápidamente si oramos? Y esto es casi todo lo que explicamos de esta parábola. Con esto, muchos de nosotros no nos damos cuenta del hecho de que olvidamos a otra persona importante de la parábola. Veamos que de no haber adversario, ¿sería necesario que la viuda acudiera al juez? Si ella se ve obligada a ir al juez es precisamente porque el adversario la oprime. Sobre todo, si consideramos las palabras que la viuda dice al juez, no podremos dejar de reconocer el papel que el adversario tiene en la historia. En gracia a la brevedad, las Escrituras recogen solamente estas pocas palabras: "Hazme justicia de mi adversario", pero ¡cuánto dice esta corta frase! ¿No nos habla de una situación angustiosa en extremo? El pedir justicia revela que hay ofensas. ¿De dónde vienen esas ofensas y daños? De ninguna otra parte más que de la opresión del ofensor, el enemigo; y así descubrimos la honda enemistad que existe entre éste y la viuda. También comprendemos las dolorosas injusticias que esta viuda ha sufrido en manos del adversario. La queja de ella ante el juez, es sin duda un resumen de sus pasados sufrimientos y de su situación actual. Lo que ella pide es que el juez la reivindique de sus males ejercitando la justicia sobre su adversario.
En cierto sentido, el adversario es la figura central de la parábola. Sin él, no habría ningún conflicto en el que el juez debiera intervenir, ni, naturalmente, la viuda se vería en la triste situación en que está. Sin el adversario, la viuda viviría en paz. Evidentemente, de no existir un adversario, no habría historia ni parábola, pues el causante de la desgraciada situación es el adversario: él es el instigador de toda la injusticia y aflicción. Por lo tanto, él debería ser el foco de nuestra atención ahora que vamos a fijarnos, uno por uno, en los tres personajes de la parábola.