El Juez
Este juez es la única autoridad de una determinada ciudad. Allí él gobierna por completo. En cierto sentido esto es una representación del poder y de la autoridad de Dios. Aunque en el momento presente Satanás dirija temporalmente el mundo, no es más que un usurpador que se ha metido por la fuerza. Cuando el Señor Jesús murió en la cruz, arrojó fuera al príncipe de este mundo. Con su muerte, Jesús "despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz" (Colosenses 2:15). Aunque el mundo todavía está sometido al maligno, es una situación totalmente ilegal. Y Dios ha señalado el día en el que su Hijo volverá a tomar el reino y será rey de este mundo durante mil años, y después, eternamente. Antes de la llegada de este tiempo Dios permite solamente que Satanás esté activo, aun cuando el Señor mantiene las riendas del gobierno de este mundo. Satanás podrá dominar sobre todo lo que pertenece al mismo Satanás, podrá hasta llegar a perseguir a los que pertenecen a Dios; sin embargo, todo esto sucede solamente durante un plazo determinado. E incluso en este corto plazo, Satanás está completamente limitado por Dios. Podrá hostigar a los santos, pero solamente dentro de ciertos límites. Aparte de lo que Dios le permita, el enemigo no tiene ninguna autoridad en absoluto. Esto lo podemos apreciar claramente en la historia de Job. De la misma manera que este juez domina en una ciudad entera, así Dios domina en el mundo entero. Y del mismo modo que es completamente ilegal que los que están bajo la autoridad de un juez hostiguen a otros y se conviertan en sus adversarios, así es algo extraordinario, hasta monstruoso, que Satanás, que está bajo la autoridad de Dios, persiga a los santos.
Se nos dice el carácter de este juez por sus propias palabras: "Ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre." Verdaderamente debe ser una persona inmoral, pues no tiene consideración ni a Dios ni a nombre. Sin embargo, debido a las incesantes visitas de la viuda que viene a pedir justicia, se molesta y se aburre tanto con sus quejas, que por fin hace justicia. El Señor Jesús usa a este juez como una comparación negativa, para subrayar la bondad de Dios: pues Dios no es como el juez malvado de la parábola; al contrario, Dios es nuestro Padre amoroso que nos protege; cómo desea Dios darnos lo mejor, y además no está desligado de nosotros como está el juez de la viuda.
Así, pues, si un juez como el de la parábola está dispuesto a hacer justicia a la viuda por razón de sus súplicas incesantes, ¿cuánto más, Dios que es la suma virtud, la suma bondad que nos ama y está tan íntimamente unido a nosotros, hará justicia a sus hijos que claman a El incesantemente? Si un juez inmoral hace justicia a una mujer por causa de su continuo clamor, ¿no obrará Dios a favor de sus propios hijos? La razón por la que la viuda obtiene el consentimiento del juez para hacerle justicia, la encontramos en sus incesantes súplicas.
Espontáneamente el juez no le habría hecho justicia a la viuda pues era inmoral y malvado. Sin embargo, nosotros habremos de reconocer que la respuesta a nuestra oración a Dios, no sólo viene por nuestras incesantes oraciones (que de por sí deberían ser suficiente para obtener lo que pedimos), sino también por la bondad de Dios. Por esto, el Señor Jesús concluye la parábola preguntando: "¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos?" Estas cuatro palabras "acaso Dios no hará", implican una comparación. Si la viuda depende solamente de su súplica incesante como el medio de conseguir lo que pide, ¿no recibiremos nosotros lo que pedimos por razón de nuestra constante oración a Dios y por razón de su bondad?