LA SABIDURIA Y LA JUSTICIA DE DIOS
El reino se relaciona también con la sabiduría y la justicia de Dios, ya que testifica de ellas. Sin el reino, ni la sabiduría ni la justicia de Dios pueden ser probadas plenamente. Además, la verdad respecto al reino resuelve el debate entre el calvinismo y el arminianismo. Los calvinistas dan énfasis a la seguridad eterna de nuestra salvación, mientras que los arminianos hacen hincapié en que podemos perder la salvación. Durante muchas generaciones estos dos grupos han debatido, ya que ambos tienen argumentos válidos. Los calvinistas pueden citar muchos pasajes bíblicos que afirman la seguridad eterna; sin embargo, los arminianos citan otros pasajes, como los contenidos en los capítulos seis y diez del libro de Hebreos, los cuales parecen indicar que una persona salva puede volver a caer y perecer eternamente. Sin la verdad acerca del reino, estos dos extremos nunca podrían ser reconciliados.
No hay duda de que una vez somos salvos, lo somos por siempre; nuestra salvación está asegurada eternamente. Pero además de la salvación, vemos la sabiduría de Dios, pues existe la verdad con respecto al reino. Hoy, el reino es un ejercicio para nosotros. Dios nos salvó y luego puso el reino ante nosotros para que nos ejercitemos en él. Aunque nacemos en la casa de Dios, debemos ejercitarnos en el reino de Dios. El hogar es donde nacemos y disfrutamos, mientras que el reino es donde nos ejercitamos y asumimos responsabilidades. Después de haber sido regenerados, debemos ejercitarnos en el reino. En el hogar disfrutamos la gracia, pero el reino es la esfera donde ejercemos responsabilidades; no deberíamos tomar una parte y descuidar la otra. Ciertamente debemos recibir la gracia, pero también tenemos que asumir responsabilidades, es decir, debemos tener la experiencia del hogar así como también la del reino. Disfrutamos el hogar al participar de la gracia, y experimentamos el reino al cumplir con nuestras responsabilidades. Actualmente en la era de la iglesia, el reino es un ejercicio, una práctica para nosotros, pero en la era por venir, en el milenio, el reino será nuestra recompensa. Si nos ejercitamos apropiadamente en la era presente, el Señor nos recompensará en aquel día; de lo contrario, perderemos la recompensa del reino. De este modo, se comprueba la sabiduría de Dios, y Su justicia es sostenida. La salvación es eterna, y una vez obtenida no se pierde jamás (Jn. 10:28-29). Lo que si podemos perder es la recompensa del reino, aun cuando seamos salvos (1 Co. 3:8, 14-15). Además de recibir la salvación eterna, debemos ejercitarnos hoy en el reino si deseamos recibir la recompensa del reino en la era por venir.
EL EJERCICIO DEL REINO
Necesitamos leer una serie de pasajes bíblicos los cuales indican que, además de la salvación, debemos ejercitarnos en el reino. En 1 Corintios 3:12-15 dice: “Y si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Este breve pasaje muestra claramente que si nos ejercitamos apropiadamente, recibiremos una recompensa; de lo contrario, sufriremos pérdida. Esto no significa que perderemos nuestra salvación, sino que sufriremos pérdida. Tanto la recompensa como la pérdida son adicionales a la salvación. Una vez que obtenemos la salvación, la poseemos eternamente; pero, además de la salvación está el asunto de la recompensa o la pérdida. Debemos darnos cuenta de que, al ser salvos, somos introducidos en el reino, así que debemos ejercitarnos en la práctica del mismo. Debido a que hemos nacido de nuevo, debemos estar sujetos al gobierno celestial. Nuestro ejercicio en el reino determinará si recibiremos recompensa o pérdida. Con respecto a nuestra salvación, no existe ningún problema, pero sí hay complicaciones respecto a nuestra práctica del reino.
UN MAYORDOMO FIEL Y PRUDENTE
Leamos ahora Lucas 12:42-47: “Y dijo el Señor: ¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente al cual el señor pondrá sobre su servidumbre, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Mas si aquel esclavo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los incrédulos. Aquel esclavo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes”. Note que existen dos posibilidades para el mismo mayordomo: si el mayordomo es fiel, cuando el señor venga lo pondrá sobre todos sus bienes; pero si no es fiel, le separará y pondrá su parte con los incrédulos. Ambas opciones atañen al mismo individuo; esto tiene que ver con la recompensa del reino. Hoy estamos en el reino para ser gobernados, pero en la siguiente era estaremos allí para gobernar. Actualmente, el reino es un ejercicio para nosotros, una práctica; pero en la próxima era, la manifestación del reino será una recompensa. Primero debemos ser gobernados, para luego regir; si nunca hemos sido gobernados, jamás podremos regir. Debemos ejercitarnos en esta era, de tal modo que estemos capacitados para gobernar en la siguiente era. En la era presente, el Señor entrena a Sus hijos y los prepara para que sean Sus correyes. Todos necesitamos prepararnos. Como mayordomo, usted debe aprender a cuidar de la casa del Señor; debe ejercitarse y aprender a regir como un rey. Si lo hace, podrá ser designado para regir en el reino cuando el Señor regrese; en aquel tiempo, la manifestación del reino de los cielos será una recompensa para usted.
Existen dos posibilidades para el mismo siervo: la primera consiste en que él sea fiel y, por tanto, se le designe para gobernar sobre todo lo que su señor posee; la segunda posibilidad consiste en que él sea un siervo holgazán y que, por lo tanto, sea castigado por su señor. Muchos cristianos tienen el concepto equivocado de que estos son dos siervos distintos, o sea, creen que el primero es un siervo genuino y el otro es un siervo falso. Pero, si leemos detenidamente este pasaje, nos daremos cuenta de que no se trata de dos siervos diferentes, sino del mismo siervo ante dos diferentes posibilidades. En lugar de ser fiel, es posible que el mayordomo dispute con los hermanos y los golpee. Si este es el caso, cuando su señor venga, lo separará y pondrá su parte con los hipócritas. Ciertamente se trata de un verdadero creyente, pero en aquel tiempo, ha de sufrir como un incrédulo; esto no significa que perderá su salvación, sino solamente que sufrirá pérdida. Cuando el Señor regrese, este siervo será disciplinado. Algunos cristianos podrán argumentar que, cuando el Señor regrese, todos seremos resucitados y llevados a lo alto con El. Ellos no pueden concebir que el Señor castigue a un creyente; sin embargo, no soy yo el que digo que el señor golpeará al siervo, la Biblia es la que lo afirma.
Debemos entender con claridad los siguientes aspectos: ciertamente este mayordomo es salvo, pues una vez que somos salvos, no podemos perecer jamás; sin embargo, debido a su infidelidad, dicho mayordomo será azotado por su señor. El señor recompensará al mayordomo fiel, y castigará al infiel.
W. Lee
!Jesus es el Senor!