LA PURIFICACION DE LOS PECADOS
¿Se efectúa la purificación de los pecados una sola vez o muchas veces?
RESPUESTA
La purificación de los pecados se efectúa una sola vez.
Hebreos 1:3 dice: “Habiendo efectuado la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. En este versículo vemos que la obra de Dios de purgar los pecados se llevó a cabo. Hebreos 7:27 dice: “Porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a Sí mismo”. Hebreos 9:12 dice: “Por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención”. Hebreos 9:25-26 dice: “Y no para ofrecerse muchas veces... pero ahora una sola vez en la consumación de los siglos se ha manifestado para quitar de en medio el pecado por el sacrificio de Sí mismo”. Hebreos 10:10, 12 dice: “Por esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre ... éste, en cambio, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado para siempre a la diestra de Dios”. Todos estos versículos nos muestran que la purificación de los pecados se efectuó una sola vez y para siempre.
La sangre de Cristo es preciosa por su eficacia, pues al ser derramada una sola vez fue suficiente para purgar los pecados, para llevar a cabo la purificación; no era así con la sangre de los toros y machos cabríos. Hebreos 10:1-4 dice: “Porque la ley ... nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente año tras año, perfeccionar a los que se acercan. De otra manera, ¿no habrían cesado de ofrecerse, por no tener ya los adoradores, una vez purificados, conciencia de pecado? Pero en estos sacrificios año tras año se hace memoria de los pecados; porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados”. Esta porción nos muestra claramente que la sangre de los toros y de los machos cabríos era sólo un recordatorio anual de los pecados del hombre; por lo tanto, tenía que seguir ofreciéndose. La sangre de los toros y los machos cabríos nunca puede quitar los pecados del hombre, pero la obra de la cruz lo hizo una vez y para siempre; así que no es necesario añadirle nada más.
¿Cómo explicamos entonces 1 Juan 1:7, que dice: “Pero si andamos en luz, como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado?” La limpieza que se menciona aquí es perdurable y continua. Existe una diferencia entre continua y repetitiva. Continua indica sin interrupción, sin detenerse; mientras que repetitiva denota volver a hacer el asunto veces varias. La limpieza continua indica que la sangre tiene eficacia perdurable ante Dios, que su efecto continúa, por lo cual no es necesario derramarla nuevamente. La sangre preciosa nos da amplia libertad ante Dios. Si no comprendemos la eficacia que tiene la sangre del Señor ante Dios, entonces consideraremos la sangre del Señor igual a la de los toros y machos cabríos. Aun después de que el hombre haya cometido pecados, la sangre no lo limpia otra vez, sino que cuando él confiesa los pecados, cree que la sangre lo lavó y obtiene la paz.
Supongamos que un pecador quiere ser salvo. ¿Llega a ser salvo por creer que Cristo murió por él, o porque Cristo viene a morir por él en ese momento? El pecador es salvo cuando cree que Cristo ya murió por él. Cuando un creyente comete algún pecado, ¿obtiene la paz al creer que la sangre de Cristo le ha limpiado de sus pecados, o al creer que Cristo viene nuevamente a derramar Su sangre y limpiarlo? Obtiene la paz al creer que la sangre de Cristo ya lo lavó.
Veamos lo que en tipología significan las cenizas de una becerra alazana (rojiza) descrita en Números 19. La becerra tenía que reunir tres condiciones: (1) no debía tener mancha ni defecto, lo cual tipifica la ausencia total de pecado del Señor; (2) nunca se le había puesto yugo, lo cual tipifica que el Señor jamás fue esclavo de Satanás; y (3) debía ser alazana, de color rojizo, lo cual significa que el Señor cargó con nuestros pecados. El color rojo tipifica el pecado, según se muestra en Isaías 1:18: “Si vuestros pecados fueren como la grana ... si fueren rojos como el carmesí”. El color rojo se encuentra en la piel y el pelo de la becerra y no en su interior, lo cual es semejante al Señor Jesús, que no tiene pecado, pero llevó sobre Sí los pecados del hombre. La becerra alazana es sacada del campamento para ser quemada fuera (Nm. 19:3), igual que el Señor, el cual padeció fuera de la puerta (He. 13:12). La becerra alazana era usada como ofrenda por la expiación de los pecados (Nm. 19:4) y su sangre era rociada sobre el tabernáculo de reunión, pero si se usaba para la purificación, se rociaba sobre el individuo. Esta becerra era quemada de un modo diferente al de los demás sacrificios: “Y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. Luego tomará el sacerdote madera de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la becerra” (Nm. 19:5-6). La madera de cedro y el hisopo representan toda la creación (1 R. 4:33: “desde el cedro ... hasta el hisopo”), y la escarlata representa el pecado. Estos pasajes nos ayudan a entender que todos los pecados del mundo, desde Adán, fueron incluidos en la muerte del Señor Jesús. Cuando el Señor llevó nuestros pecados a la cruz, se efectuó la obra más completa e ilimitada de todo el universo, a la cual nada se le puede añadir.
Aunque la becerra alazana moría, las cenizas permanecían, lo cual demostraba que la becerra había sido sacrificada. ¿Para qué servían las cenizas? “Y para el inmundo tomarán de la ceniza de la vaca quemada de la expiación, y echarán sobre ella agua corriente en un recipiente ... y el limpio rociará sobre el inmundo ... y cuando lo haya purificado al día séptimo...” (Nm. 19:17, 19). Las cenizas cumplían la función de quitar los pecados continuamente, lo cual indica que cuando creímos en la muerte substitutiva del Señor, nuestros pecados fueron perdonados y por esto tenemos que confesar continuamente nuestros pecados y obtener el perdón. La limpieza que se menciona en 1 Juan 1:7—2:1 corresponde a la acción de las cenizas de la becerra roja.
Tengamos presente que si nosotros, infortunadamente cometemos pecado, no es necesario que otra vaca alazana sea sacrificada, pues las cenizas de la primera conservan su eficacia ante Dios. Damos gracias a Dios porque Cristo cargó con todos nuestros pecados en la cruz, y no sólo pagó nuestras deudas pasadas sino que El ha dejado suficientes fondos para pagar todas nuestras deudas futuras. ¡Esta es la obra de Dios! ¡Este es el evangelio! W. Nee
!Jesus es el Señor!