LOS PECADOS QUE SE MANIFIESTAN
INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE ESTA EXPERIENCIA
Si un creyente está tan seguro de sí mismo que se atreve a completar la obra del Espíritu Santo con la energía de la carne, no solamente no llegará a la madurez espiritual, sino que andará sin rumbo ni meta. Muy pronto verá que los pecados que previamente había vencido regresan. Quizá nos sorprenda leer esto. No obstante, es una realidad que cuando la carne sirve a Dios, el poder del pecado se fortalece. ¿Por qué los fariseos eran tan orgullosos pero seguían siendo esclavos del pecado? ¿Porque estaban demasiado convencidos de que eran justos y de que servían a Dios con gran celo? ¿Por qué el apóstol reprendió a los gálatas? ¿Por qué manifestaban las obras de la carne? ¿No era más bien porque trataban de obtener la justicia por obras y porque querían perfeccionar por la carne la buena obra que el Espíritu santo había comenzado? Cuando un creyente joven se da cuenta de que la cruz lo salva de la carne y del pecado, corre el peligro de dejar de dar muerte a su yo y de dejar de confiar en su capacidad para hacer el bien. Con el tiempo, cae de nuevo en los pecados de la carne. El peor error del creyente es no permanecer en la experiencia en la cual el Señor lo limpió de los pecados; y por consiguiente no la prolonga. En lugar de eso, sin darse cuenta, intenta mantener esa victoria haciendo uso de sus propias obras y determinaciones. Quizá tenga éxito por un tiempo, pero no pasará mucho tiempo sin que sus pecados regresen. Tal vez difieran en algo a los anteriores, pero no dejan de ser pecados. Entonces, el creyente se desanima, sabiendo que no puede sostener por mucho tiempo la victoria sobre sus pecados; o se vuelve hipócrita, tratando de ocultarlos y sin confesar que ha pecado. ¿Cuál es la razón de tal fracaso? Si la carne nos proporciona el poder para hacer el bien, también nos proporciona el poder para pecar. Tanto el yo como la capacidad de hacer el bien o el mal son expresiones de la misma carne. Si la carne tiene la oportunidad de pecar, se dispone a hacer el bien. Pero una vez que tiene la oportunidad de hacer el bien, de inmediato peca.
Es así como Satanás engaña a los hijos de Dios. Si los creyentes mantuvieran la carne crucificada, Satanás no tendría ninguna oportunidad de obrar, porque “la carne es el taller de Satanás”. Si toda nuestra carne, no solamente parte de ella, está realmente bajo el poder de la muerte del Señor, Satanás se encontrará sin empleo. Así que, Satanás está dispuesto a permitir que los creyentes hagan morir la parte pecaminosa de la carne, pero engaña a los creyentes para que retengan la parte buena, sabiendo que si la parte buena de la carne permanece, la vida de la carne permanece intacta, y de ese modo tiene su taller para obrar; con el tiempo recupera lo que había perdido. Sabe que si la carne puede vencer al Espíritu Santo en el asunto de servir a Dios, también puede mantener la victoria en servir al pecado. Es por eso que muchos creyentes vuelven a servir al pecado después de haber sido librados de él. Si el Espíritu Santo no mantiene un control total y constante para dirigirlos en la adoración, no tiene el poder para dirigirlos y controlarlos en su vida diaria. Si yo no me he negado a mí mismo por completo ante Dios, tampoco puedo negarme ante los hombres; y a causa de esto no puedo vencer mi odio, ni mi mal genio ni mi egoísmo, pues estas dos cosas son inseparables.
Los creyentes de Galacia, por ignorancia, llegaron a morderse y devorarse unos a otros (Gá. 5:15). Ellos no solamente querían perfeccionar por la carne lo que había sido empezado por el Espíritu, sino que también deseaban quedar bien en la carne (6:12) y gloriarse en la carne (v. 13). Obviamente tuvieron mucho éxito en hacer el bien por medio de la carne, pero también fueron muy exitosos en hacer el mal. No se daban cuenta de que mientras la carne pudiera servir a Dios con sus propias habilidades y sus propias ideas; también serviría al pecado. Si el creyente no puede prohibirle a la carne que haga el bien, tampoco puede prohibirle que haga el mal. La mejor manera de no pecar es no permitir que el yo haga el bien. Ya que desconocían el grado de corrupción de la carne, querían en su necedad utilizarla, sin saber que ella es igualmente corrupta sea que vaya en pos de la concupiscencia o se jacte de hacer el bien. Por un lado, querían perfeccionar por medio de la carne lo que el Espíritu Santo empezó, pero por otro lado, querían erradicar las pasiones y los deseos de la carne. En consecuencia, no podían hacer lo que Dios deseaba que hicieran.
“El Hombre Espiritual” tomo 1 W. Nee.
¡Jesús es el Señor!