LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
La Fe
Semana 7 - Los Elementos Constituyentes De La Iglesia
Lunes
Leer con oración:
Ro 2:11; 5:10; Ef 1:22-23; 2:1-5
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo.”(Ef 2:4-5)
La Gracia, El Amor Y La Misericordia Nos Alcanzaron
Normalmente, cuando escogemos materiales para edificar nuestra casa, seleccionamos los de mejor procedencia y calidad. Sin embargo, para producir la iglesia, el Señor no hizo acepción de personas (Ro 2:11). Él no escogió sólo a los de buen carácter, con estabilidad económica, ricos, con curso universitario y sin problemas. Él echó mano de un pésimo material, destinado al lago de fuego, porque, como pecadores, éramos Sus enemigos y estábamos destinados a la muerte y a la condenación eterna. Éramos pecadores ajenos a Dios. Estábamos destinados a la perdición eterna, a perecer en el lago de fuego. Pero aún así, Dios nos amó y, con Su misericordia, nos alcanzó y rescató de la maldición y del poder de la muerte. Él nos dio vida (Ef 2:1-4), y mediante ella nacimos de nuevo y llegamos a ser miembros de Su Cuerpo, que es la iglesia (1:22-23; 5:30). ¡¿Quien diría que personas como nosotros llegaríamos a ser el material constituyente de Su iglesia?!
Agradecemos al Señor porque Él no exigió nada de nosotros para colocarnos en la iglesia, además de creer en Él. Obtuvimos la vida de Dios y nos convertimos en parte de la iglesia únicamente por la gracia que recibimos en Cristo, no por nuestros méritos (2:5). No hicimos nada para merecer esta condición; al contrario, antes éramos enemigos de Dios, pero fuimos reconciliados con Él mediante la muerte de Su Hijo (Ro 5:10). ¡El Señor nos dio vida! ¡Cuánta gracia y misericordia!
Punto Clave:
Somos hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo.
Pregunta:
¿Cuál fue el resultado de haber sido alcanzados por la misericordia de Dios?
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Semana 7 - Los Elementos Constituyentes De La Iglesia
Martes
Leer con oración:
Ro 5:10; 8:1; 1 Co 6:11; Col 1:13; 1 Jn 3:1; Ap 1:5
“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.”(Tit 3:4-7)
La Riqueza De La Misericordia De Dios
El libro de Efesios nos revela la condición anterior de los que constituyen la iglesia, que es Su Cuerpo: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (2:1-7).
Mientras andábamos siguiendo la corriente de este mundo, estábamos subyugados por el enemigo de Dios, es decir, el príncipe de la potestad del aire. Además de esa influencia, cometíamos pecados como las personas que hoy están en el mundo, por causa de las inclinaciones de nuestra carne. Estábamos lejos de Dios. Pero Él nos amó (Jn 3:16) y no sólo eso, sino que fue rico en misericordia, nos envió a Su Hijo para salvarnos. Al proveernos la salvación, el Señor nos libertó de la potestad de las tinieblas (Col 1:13), del temor de la muerte (He 2:14-15) y de nuestros pecados (Ap 1:5); Él anuló el acta de los decretos que había contra nosotros (Col 2:14), nos libró de la condenación (Ro 8:1) y nos compró para Dios (1 Co 6:20; 7:23).
Éramos impuros, pero fuimos purificados (1 Co 6:11). Éramos enemigos, pero fuimos reconciliados (Ro 5:10; 2 Co 5:19; Col 1:21-22). En nuestra carne no mora ningún bien (Ro 7:18-20), de modo que no había ninguna razón para que le importáramos al Señor, pero Él cambio nuestro final. Estábamos destinados al lago de fuego, no obstante, Él nos salvó y nos hizo sentar en los lugares celestiales (Ef 2:6). Éramos hijos de ira, destinados a la ira, pero Su vida nos hizo hijos de Dios (1 Jn 3:1). Afortunadamente, fuimos alcanzados por la gracia de Dios. El cambio ocurrido en nuestra vida tuvo como única razón el gran amor y la rica misericordia de Dios y hoy somos los muchos miembros de Su Cuerpo (1 Co 12:12-14; Ef 5:30). ¡Aleluya!
Punto Clave:
Fuimos alcanzados por la gracia de Dios.
Pregunta:
¿Cómo el Señor nos salvó, si no teníamos nada que lo ameritara?
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Miércoles
Leer con oración:
1 Co 3:10; Ef 1:4-10, 13-14
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”(Ef 2:10)
La Obra Maestra De Dios
Después de salvarnos, el Señor nos colocó en la iglesia, en un ambiente de vida donde recibimos la palabra de Dios y también disfrutamos de Su gracia y amor. Efesios 1 nos revela que el Señor nos concedió toda bendición espiritual en los lugares celestiales, en Cristo. En la iglesia tenemos el dispensar del Dios Triuno, porque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos son dispensados como vida.
Conforme a Efesios 1:4-5, vemos la obra de Dios Padre, quien nos escogió antes de la fundación del mundo y nos predestinó para la plena filiación. Es por causa de esta predestinación, que materiales que iban directo al lago de fuego fueron regenerados para llegar a ser los elementos constituyentes de la iglesia. En los versículos 6 al 12 vemos la obra del Hijo, proveyéndonos, por la riqueza de Su gracia y por Su sangre, la redención, la remisión de los pecados. Entonces, en los versículos 13 y 14, vemos la obra del Espíritu Santo, sellándonos con las arras de nuestra herencia.
¿Quién podría imaginar que personas inútiles para Dios, como nosotros, un día recibirían el dispensar del Dios Triuno? Por causa de la muerte de Cristo en la cruz, esto llegó a ser posible. Lo que nos separaba de Dios fue removido, y la vida divina pudo ser dispensada a todo aquel que cree en Él. Sólo podemos alabar y agradecerle al Señor por tan grande gracia.
Efesios 2:8-10 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. La palabra “hechura” en griego es la misma que poiema, que quiere decir obra maestra.
Éramos indignos y no fuimos salvos porque hiciéramos alguna buena obra, sino únicamente por la gracia del Señor. Ahora debemos permitir que Dios trabaje y haga de nosotros Su obra maestra. Es como si fuéramos un pedazo de madera destinado a convertirse en carbón, pero que fue aprovechado por un escultor para hacer de él su mejor obra. Dios nos dio vida para transformarnos en materiales adecuados para la edificación del Cuerpo de Cristo (1 Co 3:10). ¡Alabado sea el Señor por tan gran obra!
Punto Clave:
Permitir que el Señor trabaje en nosotros.
Pregunta:
¿En qué ambiente recibimos el dispensar de Dios?
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Jueves
Leer con oración:
Ro 1:3; 5:8-10; 2 Co 5:21; He 4:15; 1 P 2:22
“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.”(Ro 3:24-25)
El Maravilloso Evangelio De La Gracia
Fuimos salvos por la gracia. Para ver más sobre esta salvación, vamos a echar un vistazo a la Epístola a los Romanos, pues en ella tenemos la revelación del evangelio completo, que nos muestra en detalles la salvación de Dios.
La comprensión de la mayoría de los hijos de Dios acerca del evangelio se resume en la obra redentora de Cristo que, por medio de Su muerte y resurrección, nos purificó de nuestros pecados y nos dio vida eterna. A ese aspecto del evangelio lo llamamos el evangelio de la gracia, el cual está relacionado al hecho de ser justificados por Su sangre y salvos de la ira de Dios (Ro 5:8-9). Pero aunado a ello, el evangelio posee otro aspecto: el evangelio del reino, que muestra la salvación de Dios por medio de Su vida (5:10b). El primer aspecto del evangelio se refiere al Señor Jesús como el descendiente de David (1:3), puesto que Jesús nació de María, concebido por el Espíritu Santo. De parte de María, el Señor descendía del linaje de David.
Cuando leemos la historia de David, vemos que él cometió muchos pecados graves como la codicia, la fornicación y el homicidio. En este sentido, David representa toda la humanidad. Esto muestra que en nuestra carne no mora ningún bien, porque tenemos la misma naturaleza pecaminosa que llevó a David a cometer todos esos pecados (Ro 7:15, 17). En realidad, esa naturaleza fue insertada en la humanidad desde cuando Adán y Eva comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal. En esa ocasión, el pecado y la muerte entraron en el hombre y, desde entonces, existe la necesidad de la salvación.
Al encarnarse como el descendiente de David, el Señor Jesús se revistió de la naturaleza humana, pero en Él no había ningún pecado (2 Co 5:21; He 4:15; 1 P 2:22). Como el Hijo del Hombre, Él nació, creció, desempeñó Su ministerio y finalmente, fue crucificado y muerto. En Su obra redentora, Él proveyó la salvación de todo hombre que cree en Él. Como Hijo de David, el Señor murió en la cruz en nuestro lugar y se convirtió en nuestro Salvador. No hicimos nada para merecerlo; fue Su gracia. Por eso Pablo afirma que fuimos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Ro 3:24). Le agradecemos al Señor por la obra que realizó en la cruz. Este es el maravilloso evangelio de la gracia.
Punto Clave:
Justificados por la sangre de Cristo y salvos de la ira de Dios.
Pregunta:
¿Qué relación hay entre el Señor Jesús como descendiente de David y nuestra salvación?
LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
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Viernes
Leer con oración:
Ro 6:23; 8:16-18; Col 2:14; He 2:14; 9:22
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.”(Ro 1:16)
El Evangelio Es Poder De Dios Para Salvación
Por causa del problema de los pecados, fue necesaria la salvación. Dios, que es rico en misericordia, hizo que el Señor Jesús naciera de María, como descendiente de David. Como tal, Él participó de carne y sangre para solucionar el problema de los pecados y librar a la humanidad del poder de la muerte (He 2:14). Cuando el Señor fue crucificado, Él llevó nuestros pecados sobre Sí mismo. Su sangre fue derramada para purificarnos de todo pecado, porque sin derramamiento de sangre no se hace remisión (9:22).
Cuando creímos en el Señor Jesús, recibimos todos los beneficios de la redención, pues Su muerte sustituyó la nuestra. Nosotros debíamos haber muerto, porque la paga del pecado es la muerte (Ro 6:23). Pero, al aceptar al Señor como nuestro Salvador, la deuda por el pecado fue cancelada delante de Dios por causa de la muerte de Cristo en la cruz (Col 2:14). El Hijo de David derramó la sangre a nuestro favor. ¡Aleluya! Este es el primer aspecto del evangelio de Dios: el evangelio de la gracia.
Cuando el Señor fue crucificado, eliminó al viejo hombre con sus concupiscencias. Entonces, por la resurrección, Él fue declarado Hijo de Dios con poder y liberó la vida divina para que fuéramos regenerados. La vieja naturaleza que heredamos de nuestros padres, en Adán, fue crucificada y recibimos una nueva vida, la vida de Dios. Esta fue la regeneración, la primera etapa de nuestra relación con Dios, porque a partir de ella llegamos a ser Sus hijos. Ahora, como el Hijo de Dios, Su vida nos puede salvar (Ro 5:10b). Mientras más la vida divina nos es dispensada, más nuestra salvación se desarrolla. El punto máximo de esta salvación es hacernos hijos maduros, conformados a la imagen de Cristo, y así llegaremos a ser aptos para heredar la plena filiación y reinar con Él (8:16-17). Este es el segundo aspecto del evangelio de Dios: el evangelio del reino.
Por medio de estos dos aspectos, o pasos, del evangelio, Dios salva al pecador y lo hace Su hijo. Luego, Él continúa salvando a Sus hijos mediante Su vida, hasta que lleguen a ser herederos Suyos, hijos maduros, listos para reinar con Él. ¡Qué gran poder tiene el evangelio completo!
Punto Clave:
Salvos por la muerte de Cristo y regenerados por la vida de Dios.
Pregunta:
¿Cuáles son los beneficios de la redención y la regeneración?
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Sábado
Leer con oración:
Mt 16:24; Lc 6:22-23; 19:16-19; Fil 2:12; Ap 14:4
“Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Ap 5:10). He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra.”(Is 62:11)
Crecer Y Madurar Para Reinar
La salvación por la gracia abrió un camino para que fuéramos regenerados, es decir, recibiéramos una nueva vida, la vida divina. Sin la vida de Dios, jamás habríamos podido ver Su reino (Jn 3:3). Por eso la experiencia de la regeneración es tan importante.
Dios no entregará el mundo venidero para que lo gobiernen los ángeles, sino que lo dará a los hombres regenerados y maduros en la vida divina (He 2:5-
. Sin embargo, sin el crecimiento espiritual en la vida de Dios,
¿cómo podremos gobernar el reino venidero? El Señor nos escogió y nos predestinó para la filiación, es decir, para ser esos hijos maduros, conformados a Cristo, aptos para gobernar con Él en la próxima era. Este es el aspecto del evangelio del reino, cuyo énfasis es el crecimiento en la vida de Dios.
El evangelio del reino es muy importante, pues nos prepara para participar del reino venidero como cooperadores del Señor. Si disfrutamos sólo del evangelio de la gracia, no tendremos la posibilidad de crecer y madurar para reinar con Cristo (Ap 5:10). Si después de aceptar el evangelio de la gracia, practicamos el evangelio del reino, es decir, buscamos el crecimiento en la vida divina, el resultado será que recibiremos la aprobación del Señor en Su venida.En la iglesia, tenemos el ambiente adecuado para obtener ese crecimiento (Fil 2:12). La iglesia no es una organización para controlar a las personas, tampoco un grupo para disfrutar meramente de un vivir social, sino un vivir en el cual escogemos seguir al Señor, nuestro Cordero, negándonos a nosotros mismos para crecer y llegar a ser las primicias, los que son maduros en el Señor (Mt 16:24; Ap 14:4). Mientras más crecimiento de vida alcancemos, mayor será nuestra posición y galardón en el reino (Lc 6:22-23; 19:16-19).
Punto Clave:
El evangelio completo nos prepara para reinar.
Pregunta:
¿Dónde tenemos un ambiente adecuado para crecer en la vida divina?
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Domingo
Leer con oración:
Ef 3:1-4; Col 1:25
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. ”(He 2:1)
Ser Fiel A La Revelación Divina
Como hemos visto, el apóstol Pablo tuvo éxito al comienzo de su ministerio de edificación de la iglesia. En esa etapa, mientras viajaba y visitaba las iglesias, él escribió seis epístolas: Gálatas, Primera y Segunda de Tesalonicenses, Primera y Segunda de Corintios y Romanos. Por medio de esas epístolas podemos aprender a practicar el vivir de la iglesia de acuerdo con la voluntad de Dios.
Lamentablemente, al ser influenciado por la atmósfera religiosa imperante en Jerusalén, él aceptó el voto de nazareato, retrocediendo a la tradición de la ley del Antiguo Testamento. La situación de Pablo se complicó aún más, cuando los judíos provenientes de Asia intentaron matarlo. Ese incidente estaba bajo la soberanía de Dios, pues impidió que Pablo cumpliera el voto. Si él lo hubiera completado, habría anulado lo que había escrito en las seis primeras epístolas. Asimismo, el Señor usó al tribuno de la compañía para preservar la vida de Pablo, porque si hubiera muerto allí, tampoco habría completado su ministerio epistolar acerca de la revelación completa de la economía neotestamentaria de Dios, la revelación que había recibido en las regiones de Arabia (Col 1:25).
Damos gracias a Dios, porque esas revelaciones llegaron a nosotros por medio de los libros que Pablo escribió tras su aprisionamiento. No sólo debemos comprenderlas, sino también aplicarlas en nuestro diario vivir (Ef 3:1-4). No obstante, ese relato nos sirve como advertencia, pues si no estamos alertas, podemos ser influenciados por las tradiciones religiosas y estar sujetos a cometer el mismo error que Pablo.
Punto Clave:
Comprender y practicar la Palabra.
Pregunta:
¿Qué debemos hacer para no desviarnos de la revelación divina?