LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
Andar en amor
Semana 1 - El amor de Cristo
Lunes
Leer con oración:
2 Co 12:1-4; Gá 1:15-17; Ef 1:3-5, 7, 11, 13; 4:16; He 2:5-8
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”(Ef 1:3)
Las ricas bendiciones del Dios Triuno
El tema de esta serie del Alimento Diario es “La edificación del Cuerpo de Cristo”. Esta edificación se ejecuta en amor (Ef 4:16), por eso el contenido de esta semana es el amor de Cristo, que veremos a la luz de la Epístola a los Efesios.
Efesios fue una de las primeras epístolas escritas por Pablo cuando estaba aprisionado en Roma. Al final de su tercer viaje, él se sometió a un voto de nazareato en Jerusalén, con lo que retrocedió a las prácticas de la ley del Antiguo Testamento. Pablo no concluyó tal voto, porque, por la soberanía divina, hubo un alboroto en el templo, y él fue apresado por las autoridades romanas para ser juzgado (Hch 21:23-33). De Jerusalén, Pablo fue conducido a Cesarea (23:18-24), y luego a Roma, donde recibió una autorización para vivir en una casa, bajo el régimen de prisión domiciliaria (28:16). Allí, Dios pudo utilizarlo para continuar con el encargo del ministerio neotestamentario por medio de las epístolas que escribió (vs. 30-31).
En la prisión, Pablo registró la revelación que recibió en el tercer cielo con respecto a la economía neotestamentaria de Dios, que es el contenido de la fe (Gá 1:15-17; 2 Co 12:1-4). De entre las epístolas que escribió, Efesios es el libro que contiene las revelaciones más elevadas, además de describir, con detalles maravillosos, qué es andar como es digno de la vocación con que fuimos llamados (Ef 1:3; 4:1).
Aunque esta epístola tiene un contenido excelente, la iglesia destinataria de estas palabras no las practicó. En Éfeso, espués de recibir esta carta maravillosa, los hermanos más tarde se involucraron en doctrinas, teorías y discusiones (1 Ti 1:3-4). Pero Dios desea que la fe se vuelva práctica en nuestra vida, por eso debemos recibir el contenido de la Epístola a los Efesios, y no seguir el ejemplo de los efesios. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros!
En Efesios 1:3, es revelado que Dios, que es tan rico, desea compartir con nosotros todo tipo de bendición espiritual que están en las regiones celestiales en Cristo. Esas bendiciones están relacionadas al propósito del Dios Triuno de dispensarnos Sus riquezas, transmitiéndonos aquello que Él es, tiene y realizó. Por eso en este capítulo tenemos la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Para alcanzarnos, Dios Padre nos escogió antes de la fundación del mundo y nos predestinó para la filiación (vs. 4-5). No merecemos esta bendición tan grande, pero ella nos alcanzó por medio del amor de Dios Padre. Por medio de la obra del Padre, recibimos la gracia de llegar a ser Sus hijos, pero Él aún desea que Su vida crezca en nosotros hasta convertirnos en hijos maduros, los herederos del reino juntamente con Cristo (He 2:5-. El Hijo, por su parte, nos proveyó la remisión de los pecados al derramar Su sangre para nuestra redención (Ef 1:6-11). Después de eso, recibimos las arras del Espíritu Santo, es decir, el Espíritu de Dios que mora en nuestro espíritu para sellarnos en cada acción justa que practicamos (vs. 12-14).
El resultado del dispensar del Dios Triuno es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. En la iglesia la vida de Dios puede crecer en todos nosotros hasta que la plenitud del Señor nos llene (Ef 1:22-23). En suma, el resultado final de la bendición del Dios Triuno es convertirnos en hijos maduros, aprobados para gobernar con Cristo el reino venidero.
Punto Clave:
Dios quiere compartir con nosotros todas las bendiciones espirituales.
Pregunta:
¿Cómo nos alcanzó la obra del Dios Triuno?
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Semana 1 - El amor de Cristo
Martes
Leer con oración:
Gn 2:7; Ro 9:23-24a; 1 Co 6:20; Ef 2:5-10; 1Ts 5:23
“Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”(Ef 2:1)
Dios nos creó para darnos su vida
Por amor, el Señor nos rescató para hacer de nosotros los materiales para edificar Su iglesia. Ninguno era digno de tener esa posición, pues estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero Él nos dio vida (Ef 2:1, 5). ¡Aleluya!
Dios mismo, en la persona del Señor Jesús, nació y vivió como un hombre en la tierra, llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores (Is 53:4; Mt 8:17). Él pagó el precio para rescatarnos (1 Co 6:20). Para ello, Él fue crucificado, padeciendo el peor tipo de muerte por causa de nosotros. Hoy el Señor ve el fruto de la aflicción de Su alma (Is 53:11). Nosotros, que éramos materiales inservibles, destinados al lago de fuego, fuimos resucitados juntamente con Él, que nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Ef 2:5-6). Antes éramos inútiles, ahora nuestro destino es ser la obra maestra de Dios (v. 10). ¡Alabamos al Señor por Su gran misericordia e inmenso amor! La obra de redención muestra la supremacía de las riquezas de Su gracia, que se convierte completamente en nuestra realidad por medio de la fe (vs. 7-9).
Dios no permitió que pereciéramos por la condenación del pecado, pues creó al hombre con un propósito específico: gobernar la tierra en Su nombre, cumpliendo Su voluntad. A diferencia de toda la creación, el hombre fue creado como un recipiente para contener la vida de Dios (Ro 9:23-24a).
Los ángeles son seres espirituales, pero ellos no tienen un espíritu capaz de recibir el Espíritu de Dios, en cambio el ser humano sí. Éste fue creado por Dios del polvo de la tierra (Gn 2:7a) y, en seguida, recibió en su nariz el aliento de vida (v. 7b). Notemos que el soplo de Dios, un elemento proveniente del mismo Dios, entró en la creación del hombre. Ese soplo, en hebreo, se llama neshamah, la misma palabra utilizada para traducir “el espíritu del hombre” en Proverbios 20:27: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. Por tanto, el aliento de Dios llegó a ser el espíritu del hombre creado.
Cuando el espíritu del hombre fue formado, él también se convirtió en un ser viviente (Gn 2:7c). Consecuentemente, el hombre es un ser tripartito, compuesto por espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23). Todos los hombres poseen un elemento divino en su constitución, que es el espíritu humano. Por eso Job menciona que hay espíritu en el hombre y el soplo del Omnipotente le hace que entienda (Job 32:. Somos la única criatura en el universo que puede ser engendrada como hijo de Dios (Ro 8:16). Pese a que los ángeles son criaturas celestiales, ninguno posee esta capacidad (He 1:5). Pero agradecemos a Dios, porque el Señor vino como un Hombre: Jesús, y como la obra de la redención del Hijo unigénito de Dios (Jn 1:18) se convirtió en el primogénito de Dios (Ro 8:29). Al creer en el Señor, nosotros también nacimos de Dios, recibimos Su vida y llegamos a ser Sus hijos (Jn 1:12-13; 1 Jn 3:1). Punto Clave:
Somos la única criatura en el universo que puede ser engendrada como hijo de Dios.
Pregunta:
¿Por qué Dios desea hacernos Sus hijos?
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Semana 1 - El amor de Cristo
Miércoles
Leer con oración:
Ro 1:14; 2:11; Ef 3:2-10, 14-19; Stg 2:9
“Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros” (Ef 3:2). “Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada. ”(1 Co 9:17)
La Comisión de dispensar la gracia de Dios
Hay esperanza para que todos los hombres reciban la vida de Dios, pues todo ser humano posee un espíritu. El Señor desea que todos tengan la oportunidad de recibir las bendiciones del Dios Triuno y para lograrlo, Él tiene una economía, una mayordomía. Esta mayordomía es la dispensación de la gracia de Dios, que le fue confiada a Pablo y transmitida a nosotros (Ef 3:2).
Pablo recibió la revelación del misterio de Cristo, que se refiere al plan eterno de Dios, que será cumplido por medio de la iglesia (vs. 3-4). Esto significa que, por ser la iglesia, llegamos a ser canales para dispensar la bendición y la gracia de Dios a las personas. Practicamos esta mayordomía cuando, por ejemplo, presentamos el evangelio a las personas que van al BooKafé, pues cada persona que entra allí tiene un espíritu humano dentro de sí. Esta es la función de la iglesia: dispensar las bendiciones y la vida de Dios a todo hombre.
No debemos hacer acepción de personas, sino recibir a todo aquel que el Señor nos envíe (Ro 1:14; 2:11; Stg 2:9). En el Antiguo Testamento, la bendición de Dios estaba restringida al pueblo de Israel (Ef 2:12), pero por causa de la dispensación de la gracia, en el Nuevo Testamento, ella nos alcanzó a nosotros, los gentiles (3:6). Fuimos incluidos en
esta gracia y debemos proseguir, transmitiendo la bendición celestial a todos los que están aptos para recibir la vida de Dios en su espíritu.
Antes, algunos de nosotros practicábamos el vivir de la iglesia de una manera religiosa, pensando sólo en nuestro propio beneficio, en nuestro crecimiento espiritual. Ahora estamos siendo perfeccionados para ser canales más eficientes de la dispensación de la gracia de Dios. Que cada uno de nosotros se convierta en un ministro para predicar el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo (vs. 7-. Durante el día nos encontramos con muchas personas y no debemos restringirnos en suplir la vida sólo a un pequeño grupo, sino llevar la vida de Dios a todos. El amor de Cristo se manifiesta de esa manera. No se trata de buscar nuestros intereses ni de ser sólo simpáticos con las personas. Amar es dispensar la vida de Dios a alguien, es sacrificar los intereses personales para presentar el evangelio. Un día el evangelio nos alcanzó porque alguien pagó el precio para transmitirnos el amor del Señor. Tenemos el importante encargo de practicar este amor con relación a las personas, por eso debemos arrodillarnos delante del Padre y orar para ser fortalecidos, tal como lo hizo el apóstol Pablo (vs. 14-17). Neguémonos a nosotros mismos, despojándonos del egoísmo y de la ambición personal. Éramos indignos del Señor, pero recibimos tan grande gracia, y el amor de Cristo nos constriñe a vivir por Él. De esa manera, el evangelio del reino será predicado en toda la tierra habitada (Mt 24:14).
Punto Clave:
La función de la iglesia es dispensar la vida de Dios a todo hombre.
Pregunta:
¿Qué significa practicar el amor de Cristo?
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Andar en amor
Semana 1 - El amor de Cristo
Jueves
Leer con oración:
Jer 17:5-8; Fil 3:14
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre (…) para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor.”(Ef 3:14-17)
Fortalecidos por el Espíritu y arraigados en el amor de Cristo
Pablo oró a Dios para que fuéramos fortalecidos con poder, según las riquezas de Su gloria, mediante Su Espíritu en el hombre interior (Ef 3:14-16). Cuando somos fortalecidos interiormente por el Espíritu, somos alentados a predicar el evangelio. Cuando hacemos colportaje, saliendo a propagar el evangelio del reino por medio de los libros, o cuando servimos en el BooKafé, por ejemplo, no debemos depender de nuestras habilidades para presentar el evangelio a las personas, sino únicamente del Espíritu. Por eso invocamos Su nombre para vivir y andar según el Espíritu que mora en nosotros interiormente, dependiendo de Él en todo momento.
Debemos seguir el ejemplo de Pablo en su segundo viaje, en el cual él actuó y se movió conforme a la dirección del Espíritu. Recorrió la región de Galacia y Silicia. Fue a Derbe, Listra e Iconio e intentaba predicar el evangelio en Asia, pero le fue impedido por el Espíritu Santo (Hch 16:6). Él quiso ir a Bitinia, al norte, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió (v. 7). Después de llegar a Troas, tuvo la visión del varón macedonio, y entendió que el Espíritu quería que fuera a Europa. Entonces Pablo, por estar sensible al Espíritu, fue a Macedonia, hasta llegar a Filipos (v. 9, 12). Él y Silas no conocían a nadie en aquella región, por eso sólo podían depender del Espíritu. Esto nos enseña una lección: aunque nos sintamos confortados por tener algún conocido para brindarnos apoyo, debemos confiar únicamente en el Espíritu (Jer 17:5).
Dependamos del Señor en nuestra vida diaria, pues Él está trabajando en nosotros. Siempre que seguimos al Espíritu, somos bendecidos. En la experiencia de Pablo y Silas, seguir la dirección del Espíritu tuvo como resultado la bendición, porque, en Filipos, la casa de Lidia se abrió para el evangelio, como también la casa del carcelero y, probablemente, también las familias de los encarcelados. Así fue como surgió la iglesia allí (Hch 16:13-15, 25-34).
Cuando seguimos el Espíritu, no nos apoyamos en nuestras expectativas, sino que nos arraigamos y cimentamos en el amor de Cristo (Ef 3:17). Este amor es inmensurable, es decir, ilimitado y no puede ser medido, porque excede a todo entendimiento. Sólo logramos comprenderlo junto con todos los santos. Por el amor de Cristo somos llenos de toda la plenitud de Dios (v. 18). Por eso el amor es el camino que seguimos para alcanzar la meta, el premio de reinar con Cristo (Fil 3:14). Cuando estamos arraigados en el amor de Cristo, perdonamos a los hermanos, porque este amor es la fuerza motivadora de nuestro servicio a Dios.
El Señor nos constituyó como ministros Suyos y nos está perfeccionando por medio de la práctica del amor fraternal. No merecíamos esta gracia, pero Él no sólo nos salvó, sino que también nos hizo canales para la dispensación de la gracia y de las bendiciones del Dios Triuno a las personas. Ser útil al Señor no es sólo un asunto de cuánto conocimiento doctrinario tenemos, sino de seguir al Espíritu y expresar el amor de Cristo a los otros.
Punto Clave:
Al depender del Espíritu, somos bendecidos.
Pregunta:
¿Cuál es la fuerza motivadora de nuestro servicio a Dios?
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Semana 1 - El amor de Cristo
Viernes
Leer con oración:
1 Co 8:1b; 2 Co 3:6; Ef 4:1-6; 1 Ti 1:7, Flm 11-18
“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”(1 Jn 3:16, 18)
Andar en amor es cuidar los unos de los otros
El amor de Cristo no es teórico, sino práctico. Lo ejercitamos cuando apacentamos y perfeccionamos a las personas. Debemos tener misericordia de aquellos que se equivocan y ayudarlos, así como Pablo lo hizo con relación a Onésimo. En la Epístola a Filemón, vemos que Onésimo era un esclavo que había engañado a su señor y huyó. En la prisión, él conoció a Pablo, quien le presentó el evangelio y lo perfeccionó en el amor de Cristo. Por ese motivo, Onésimo se arrepintió y fue transformado. Él fue ganado para Dios, por eso se volvió alguien útil y amado (v. 11). Pablo le pidió a Filemón que lo recibiera nuevamente, pero ahora no más como esclavo, sino como un hermano amado (v. 16). El apóstol también se dispuso a pagar por los daños causados por este hermano, en el pasado (v. 18). Aquí podemos ver el cuidado amoroso resultante de la práctica del inmensurable amor de Cristo.
Al cuidar los unos de los otros, todos somos perfeccionados. No despreciemos a los jóvenes cuando se equivocan. En el caso de Juan Marcos, él se arrepintió de acompañar a Pablo y Bernabé en el primer viaje (Hch 15:37-39). Pablo no quiso llevarlo de nuevo, pero Bernabé estaba dispuesto a darle una nueva oportunidad de ser perfeccionado. Debemos estar dispuestos a dar a los jóvenes nuevas oportunidades de ser perfeccionados. Tal vez aquel joven que consideramos inútil, a los ojos del Espíritu, será alguien que se volverá útil. Podemos equivocarnos, pero el Espíritu de Dios jamás se equivoca.
En realidad, todos nosotros éramos inútiles para Dios, pero en algún momento alguien se ocupó de perfeccionarnos. Este es el dispensar del Dios Triuno para llevar a cabo Su plan. Si ya hemos sido perfeccionados, no es para nuestra gloria, sino únicamente para la gloria del Señor. Cuidemos a nuestros jóvenes, conduciéndolos a un ambiente de perfeccionamiento, como el CEPPEV, donde pueden llegar a ser más útiles para propagar el evangelio del reino. Cuando eso suceda, toda la gloria será para el Señor, conforme a lo que leemos: “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Ef 3:20-21).
Cuando andamos en amor, actuamos con humildad y mansedumbre (4:1-2). La edificación del Cuerpo de Cristo se ejecuta en amor, pues el conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Co 8:1b). En el caso de los efesios, la búsqueda del conocimiento los convirtió en personas críticas y soberbias que, queriendo ser doctores de la ley, se apartaron a vana palabrería sin saber ni lo que hablaban ni lo que afirmaban (1 Ti 1:7). Esto nos sirve de advertencia para no andar en la vejez de la letra, buscando meramente el conocimiento doctrinario, porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica (2 Co 3:6).
Asimismo, por andar en amor, aceptamos la restricción que viene del Espíritu para así preservar la unidad (Ef 4:3). No estamos realizando una obra para destacar a alguien en particular. Al servir al Señor somos restringidos, porque sólo hay un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos (vs. 4-6).
Punto Clave:
Cuidar a nuestros jóvenes.
Pregunta:
¿Por qué debemos darles a los jóvenes la oportunidad de ser perfeccionados?
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Semana 1 - El amor de Cristo
Sábado
Leer con oración:
Jn 1:17; 14:6; Ef 4:6-7, 11-16
“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.”(Ef 4:15-16)
Andar en la gracia para edificar el Cuerpo de Cristo
En Efesios 4:7 leemos: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”. Cuando obtuvimos la vida de Dios al creer en el Señor Jesús, recibimos la gracia. No se trata de tener una vida cómoda, un trabajo próspero o una bella familia, pues la gracia de Dios no tiene como objetivo nuestro éxito personal o nuestra prosperidad material. La gracia es el dispensar del Dios Triuno para producir en nosotros un crecimiento espiritual normal, llevándonos a ejercer nuestra función como miembros del Cuerpo de Cristo y así ejecutar la economía neotestamentaria de Dios. Mientras más ejercitamos el don que recibimos por la gracia, más gracia nos es añadida.
Al nacer de Dios, recibimos el primer don que es invocar el nombre del Señor. Tal como un niño recién nacido tiene el don de llorar para que la madre atienda sus necesidades, el primer don que recibimos fue el de clamar al Señor. La Primera Epístola a los Corintios 12:1-3, describe que ejercitamos este don hablando por el Espíritu Santo, al decir: “¡Señor Jesús!”. En los versículos del 4 al 6 leemos: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo”. Esto significa que, cuando ejercitamos los dones, recibimos la gracia, no para hacer una obra particular, sino para edificar el Cuerpo de Cristo. Somos miembros de este Cuerpo por eso debemos funcionar. Si un miembro de nuestro cuerpo físico deja de ejercitarse, se atrofia. De la misma manera, si no nos ejercitamos como miembros del Cuerpo de Cristo, dejamos de recibir la gracia. Pero, si nos ejercitamos continuamente, la gracia de Dios opera en nosotros y, además de producir crecimiento, hace que nuestro don llegue a ser un ministerio. Así, Dios puede utilizar este ministerio en Sus operaciones, coordinándonos juntamente con los otros ministerios del Cuerpo de Cristo.
Cuando ejercitamos los dones, andamos en la gracia y somos perfeccionados (Ef 4:11-13). No debemos intentar servir a Dios de manera autosuficiente, pues todos necesitamos ser perfeccionados. En la vida humana, nadie se queda de la manera como estaba cuando nació. Igualmente en la vida espiritual, buscamos crecer y ser perfeccionados. Para eso, tenemos el BooKafé, el colportaje, el CEPPEV y los varios servicios del vivir de la iglesia. Estas herramientas son útiles para ensanchar nuestro corazón y perfeccionar nuestro carácter.
En la iglesia hay algunos que nos ayudan a ser perfeccionados, como los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. El liderazgo de estos hermanos es para nuestro perfeccionamiento, por eso ejercitan el amor y la paciencia. Ellos deben convertirse en modelos para los demás, perseverando en cuidar a los hermanos y a la iglesia. Su función no es crear discípulos para sí ni para enseñorearse del rebaño, sino apacentar a los que le fueron confiados por el Señor (1 P 5:2-3).
El resultado de ser perfeccionados por andar en la gracia es la madurez (Ef 4:14-16). Cuando maduramos, no somos influenciados por las opiniones que inducen al error, sino que seguimos la verdad en amor. Esta verdad es Cristo mismo (Jn 14:6). Cuando andamos en la gracia y en la verdad, cooperamos para la edificación del Cuerpo de Cristo, supliendo vida a los que nos fueron confiados (Ef 4:16).
Punto Clave:
No buscar nuestra comodidad, sino ejercitar el don para obtener más gracia.
Pregunta:
¿Con qué objetivo Dios nos concede Su gracia?
LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
Andar en amor
Semana 1 - El amor de Cristo
Domingo
Leer con oración:
Ef 4:25-32; 5:2
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg 1:21-22). “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.”(3 Jn 4)
Andar en la verdad y practicar el amor de Cristo
El libro de Efesios también nos muestra que necesitamos andar en la verdad. Si no optamos por andar en la verdad, automáticamente estamos andando en la vanidad de nuestros pensamientos (4:17). La palabra de Dios nos muestra una tercera opción. Cuando andamos conforme a nuestros pensamientos, no importa si nuestra intención es hacer el bien y servir a Dios, el resultado es toda clase de impurezas (vs. 18-19). No nos dejemos engañar. Necesitamos ser renovados en el espíritu de nuestro entendimiento, despojándonos del viejo hombre, que se corrompe, y revistiéndonos del nuevo hombre. Este no es un asunto doctrinario, sino una realidad que aprendimos de Cristo (vs. 20-24).
Nuestra mente es renovada cuando la ponemos bajo el control del espíritu. Esto significa, por ejemplo que, al oír algo negativo de las personas o leerlo en internet, no somos corrompidos por la concupiscencia del engaño, pues la vida que está en el espíritu gobierna nuestro entendimiento. Debemos guardar nuestro corazón de
ser contaminado por cosas negativas, que nos apartan de aquello que no edifica (vs. 25-32).
Aunque la Epístola de Pablo a los Efesios es excelente, ellos la utilizaron como tema de debates y discusiones (1 Ti 1:4;
4:7; 2 Ti 4:4). Sin embargo, este libro tiene como objetivo enseñarnos a andar en la gracia, andar en la verdad, andar en amor, andar en la luz y andar en el espíritu.
El apóstol Juan, en su madurez, le enseñó a los efesios que andar en la verdad no es sólo conocer las verdades bíblicas, sino practicarlas. El sólo conocimiento de las verdades no produce el amor de Cristo y resulta en soberbia. Quien anda en la verdad, también anda en amor, porque Dios es amor (1 Jn 4:. Quien practica la verdad obedece al mandamiento de amarnos los unos a los otros. Por eso Juan escribió: “El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros: Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor. Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros. Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio” (2 Jn 1-6). Al andar en la gracia, somos perfeccionados en el ejercicio de nuestros dones para el desempeño de nuestro servicio, con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo, mediante el dispensar del Dios Triuno a las personas. Al andar en la verdad, dejamos la vanidad de nuestros pensamientos, nos negamos a nosotros mismos a fin de transmitir el amor de Cristo a las personas. Estas cosas son prácticas y no teóricas. Debemos practicar la palabra revelada en el libro de Efesios para vivir el evangelio del reino y también, con amor, llevar a otros a reinar con Cristo. Punto Clave:
Quien anda en la verdad, practica el amor de Cristo.
Pregunta:
¿Cómo podemos ser renovados en el espíritu de nuestro entendimiento?
!Jesus es el Señor!