LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
La Fe
Semana 1 - Introducción
Lunes
Leer con oración:
Jn 21:22-23; Hch 2:21, 42-47; 8:1; 9:15; 1 P 1:7; 4:12; 3 Jn 4
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca (Ap 1:3). ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.”(22:7)
El Ministerio Que Seguimos Y Practicamos
En la serie anterior del Alimento Diario, vimos el ministerio que seguimos y practicamos. En esos mensajes abordamos el comienzo del ministerio neotestamentario con el Señor Jesús. Después vimos su desarrollo positivo con los apóstoles al inicio del libro de Hechos, por medio de invocar el nombre del Señor, y su declinar, cuando ellos mismos dejaron de hacerlo públicamente, después de que se levantara una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén (Hch 2:21, 42-45; 8:1).
Además, hablamos sobre cómo el Señor necesitó llamar a Pablo para dar continuidad a Su obra de expansión del evangelio. Él fue usado como un instrumento para llevar el nombre del Señor delante de gentiles y reyes, así como también ante los hijos de Israel (9:15). Vimos cómo comenzó su ministerio de edificar las iglesias y de que manera fue interrumpido. Asimismo, conocimos cómo Pablo ejerció su ministerio epistolar para completar la revelación de la economía de Dios, después de ser apresado.
Del mismo modo, vimos el ministerio de Pedro en su madurez, cuyos escritos presentan la economía de Dios según sus experiencias. Él experimentó la salvación de Dios como un fuego que quemaba las impurezas de su alma (1 P 1:7; 4:12). Habló sobre la regeneración, sobre cómo podemos ser participantes de la naturaleza divina y cómo la vida de Dios se puede desarrollar en nosotros hasta alcanzar su expresión máxima: el amor ágape, el amor de Dios.
Finalmente, presentamos el ministerio del apóstol Juan, quien fue escogido y usado por Dios en su madurez, para concluir los evangelios, las epístolas y toda la Biblia. Conforme a la revelación que hemos recibido, su ministerio es el último y permanecerá hasta la venida del Señor (Jn 21:22).
Debido a lo que el Señor Jesús le dijo a Pedro sobre Juan, se extendió entre los hermanos el dicho de que Juan no moriría. Entonces, para deshacer ese malentendido, él añadió una nota, diciendo: “Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?” (v. 23).
Dios mantuvo a Juan vivo por muchos años y su ministerio de Espíritu y vida, ayudó a los hermanos en Éfeso a practicar las palabras del Señor. Este fue el ministerio que cambió la situación de la iglesia allí, anteriormente reprendida por el Señor (Ap 2:4-5). Por medio del ministerio de Juan, la iglesia en Éfeso llegó a ser deseable, es decir, una iglesia en la cual los hermanos andaban en la verdad y en el amor. Así, en un ambiente de normalidad, muchos hermanos salieron de allá por causa del nombre del Señor, para llevar el evangelio a otros lugares (2 Jn 4-6; 3 Jn 4). Ciertamente este es el ministerio que queremos seguir y practicar.
Punto Clave:
Espíritu, vida y práctica.
Pregunta:
¿De qué modo Juan ayudó a los efesios a ser restaurados?
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Semana 1 - Introducción
Martes
Leer con oración:
Jn 21:1-17
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”(Mt 6:31-33)
¿A Quién Amamos Más?
Cada hijo de Dios posee un ministerio específico, porque, como miembros del Cuerpo de Cristo, cada uno de nosotros tiene que ejecutar una función (Ro 12:4-
. No obstante, es muy fácil ser distraídos de la comisión que Dios nos confió por las necesidades de la subsistencia. El Señor sabe eso y, conforme a Su arreglo soberano y amoroso, nos proporcionó una manera de llamarnos de regreso a lo que Él había determinado para nosotros.
Esto también le ocurrió a Pedro en su experiencia. El Señor ya se había manifestado a Sus discípulos dos veces después de Su resurrección. Aun así, Pedro, preocupado por la subsistencia, decidió volver a su antigua profesión, pues era lo que sabía hacer, era su medio de sustento. Sin embargo, esa decisión influenció a seis discípulos más que estaban con él. En Juan 21:3 leemos: “Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada”. Aunque eran pescadores profesionales, el Señor permitió que sucediera eso para que percibieran que la capacidad natural de ellos no era suficiente para suplir sus necesidades.
Ellos habían sido llamados y comisionados por el Señor Jesús para ser pescadores de hombres, pero ahora estaban detrás de los peces. Pese a ello, el Señor Jesús no los abandonó, sino que les apareció y les mostró hacia dónde echar la red. Basados en la palabra del Señor, ellos tuvieron éxito y llevaron al barco ciento cincuenta y tres grandes peces, sin que la red se rompiera (vs. 6, 11). Entretanto, al llegar a la playa, vieron el cuidado y suministro del Señor, el cual ya les había preparado pan y pescado (vs. 9, 12).
Tras haberlos alimentado, el Señor le preguntó a Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”. Es posible que el Señor se refiriera a la barca, a las redes, a los peces, pero también puede haberse referido a los demás discípulos. De cualquier manera, el Señor quería saber a quién o qué era lo que Pedro amaba más: a Él o a los otros. Pedro afirmó que Lo amaba, y el Señor entonces le dijo: “Apacienta mis corderos”. Al volver a preguntarle lo mismo, dos veces más, y recibir la misma respuesta de Pedro, el Señor le dijo: “Pastorea mis ovejas” y “apacienta mis ovejas” (vs. 15- 17).
La expresión práctica de que amamos al Señor se ve en el amor a los hermanos, al apacentarlos y pastorearlos. Al predicarles el evangelio a las personas, necesitamos alimentarlas con la palabra de Dios. Esto requiere que nos neguemos a nosotros mismos día a día, y que dependamos de Su vida, porque sólo por medio de la vida divina podemos amar y cuidar pacientemente a aquellos que Él nos confió.
Al leer este capítulo, necesitamos rogarle al Señor que nos revele lo que usurpa Su lugar en nuestro corazón. Tal vez sea el trabajo o los estudios; puede ser también la tecnología o el tiempo gastado con las cosas electrónicas; quien sabe si es la preocupación excesiva por los hijos y parientes o por los bienes materiales. Cualquier cosa nos puede impedir ejecutar la comisión de Dios que nos fue confiada. Pero a pesar de todo, tenemos a nuestro favor el hecho de que el Señor no desiste de nosotros. ¡Aleluya! ¡Aprovechemos esto, busquemos Su reino en primer lugar y amémoslo más que todo!
Punto Clave:
Amar y cuidar pacientemente a aquellos que el Señor nos confió.
Pregunta:
¿Qué cosas pueden ocupar el lugar del Señor en su vida?
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Semana 1 - Introducción
Miércoles
Leer con oración:
Jn 21:18-23
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.”(1 Co 13:11)
Crecer Para Hacer La Voluntad De Dios
Después de preguntarle a Pedro si Lo amaba más que a las otras cosas, Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” (Jn 21:18). Esto muestra que Pedro aún era “joven”, es decir, no tenía crecimiento en la vida de Dios.
Probablemente Pedro no entendió lo que Jesús le dijo y, pensando que el Señor estaba siendo demasiado severo con él, al ver a Juan a su lado, manifestó su insatisfacción y le preguntó: “Señor, ¿y qué de éste?” (v. 21). Pedro debe haber pensado: “¿Por qué sólo yo tengo que ser restringido?
¿Por qué sólo yo debo perder mi libertad? ¿Sólo yo tengo que obedecer? ¿Y Juan no lo necesita?”. Lo que el Señor le dijo a Pedro se aplica también a cada uno de nosotros. Cuando no tenemos crecimiento espiritual, buscamos nuestra propia voluntad, hacemos las cosas a nuestro modo, no permitimos que el Señor nos restrinja y mucho menos que otros dirijan nuestras actitudes. Asimismo, comparamos cómo el Señor trata con nosotros y con nuestros compañeros espirituales. Todo esto es una señal de que somos inmaduros en la gracia divina y de que vivimos según nuestra vida del alma. Que podamos oír al Señor diciéndonos lo que le dijo a Pedro: “¿Qué a ti? Sígueme tú” (v. 22).
El Señor espera que Su vida crezca en nosotros. Ya nacimos de nuevo, pero necesitamos buscar este crecimiento de vida, que ocurre por medio de negarnos a nosotros mismos. Mientras más neguemos nuestro ego, más de la vida de Dios obtendremos. Mientras más “viejos”, es decir, más maduros espiritualmente seamos, más buscaremos la ayuda de los demás y más restricción aceptaremos. Cuando dejemos de ser “jóvenes”, espontáneamente abandonaremos nuestra autosuficiencia e independencia para ser conducidos por otros. De esa manera, no tendremos dificultades para coordinarnos con los otros para hacer la voluntad del Señor.
Punto Clave:
Crecer.
Pregunta:
¿Cuáles son las señales de la madurez espiritual, según lo que le fue dicho a Pedro en Juan 21:18-22?
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Semana 1 - Introducción
Jueves
Leer con oración:
Jn 5:39-40; 14:26
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. ”(Jn 6:63)
El Espíritu Es El Que Da Vida
Cuando los cristianos fueron perseguidos por el Imperio Romano en el primer siglo, los apóstoles más destacados, como Pedro y Pablo, fueron martirizados, pero Dios salvó la vida de Juan. Aunque también era un líder en la iglesia, Juan no se destacaba y, por lo tanto, representaba menos riesgo para Roma. Al ser así, en vez de ser ejecutado como Pedro, quien era un notable líder entre los cristianos, Juan fue exiliado en Patmos (Ap 1:9).
Durante ese tiempo, Juan aprendió a vivir en el espíritu. Asimismo, podemos decir que por medio de los sufrimientos por los que pasó allí, él fue purificado por el fuego del Espíritu, e hizo morir su naturaleza terrenal, su vida del alma (1 P 1:7, 9). De ese modo, él maduró en la vida divina y llegó a ser útil para la obra del ministerio. Entonces el Señor le reveló las visiones relatadas en Apocalipsis.
Tras haber pasado por el exilio y haberle sido revelada la condición de las iglesias (Ap 2:4-5), la historia nos muestra que Juan fue a servir a Éfeso. Esto fue por causa de la dirección del Espíritu Santo, pues Juan ya estaba maduro en esa época. Al salir de Patmos, él estaba seguro de que el camino para ayudar a las iglesias era llevarlas de vuelta al principio, a la Palabra, a la vida, al Espíritu y a la práctica.
Juan debe haberles leído los escritos de Pablo a los santos de aquella ciudad. Si hubiera tomado la Epístola a los Efesios sólo para analizarla, no habría logrado ayudar a los hermanos a crecer en la vida divina y a hacer la voluntad de Dios (5:39-40). Juan sabía que sólo el Espíritu es el que da vida (Jn 6:63) y por eso él debe haber “rumiado” aquellas palabras en el espíritu y haberlas transmitido con vida a los efesios.
Alabamos al Señor porque Juan también procuró registrar en un libro todo lo que el Espíritu le hizo recordar (Jn 14:26). Mediante sus escritos, no sólo los efesios fueron ayudados, sino que nosotros también nos beneficiamos con sus palabras. Basados en su ministerio, en esta nueva serie del Alimento Diario veremos más sobre los antecedentes que llevaron a Pablo a escribirle a los efesios, como también intentaremos aplicar a nuestro vivir el contenido de esta epístola, que es tan importante para comprender la economía neotestamentaria de Dios y edificar el Cuerpo de Cristo.
Punto Clave:
Crecer en vida para serle útil al Señor.
Pregunta:
¿Cuál es el que tomó Juan para ayudar a la iglesia en Éfeso?
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Semana 1 - Introducción
Viernes
Leer con oración:
Hch 13:2, 13; 14:23; 15:37-39; 2 Ti 4:11; Flm 24; 1 P 5:13
“Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido.”(2 Ti 2:24)
El Inicio Del Ministerio De Pablo
En el libro de Efesios, Pablo escribe acerca de la edificación del Cuerpo de Cristo de una manera profunda y detallada, pues el ministerio de edificar las iglesias le había sido encomendado por el propio Dios.
El ministerio de Pablo tuvo inicio en la iglesia en Antioquía, cuando él, ayunando y orando junto con un grupo de hermanos que servían al Señor, recibió el llamamiento del Espíritu Santo, el cual les dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hch 13:2).
En su primer viaje, ellos salieron de Antioquía y pasaron por varias ciudades, llevando consigo a Juan (que tenía por sobrenombre Marcos). Sin embargo, en Hechos 13:13, vemos que Marcos se apartó de ellos y volvió a Jerusalén, mientras que Pablo y Bernabé navegaban por el Mediterráneo, prosiguiendo su viaje, en el cual enfrentaron muchas dificultades, persecuciones y naufragios, siendo así probados en la fe. A medida que avanzaban, predicaban el evangelio y establecían iglesias en las ciudades por donde pasaban y, en el camino de vuelta, visitaron a los discípulos, fortaleciéndolos y exhortándolos a permanecer firmes en la Fe. Igualmente, por donde pasaban promovían la elección de ancianos en cada iglesia (14:23).
Después de estar durante algún tiempo en Antioquía, Bernabé deseaba llevar a Marcos con ellos al segundo viaje. Pero Pablo no creía que fuera justo llevar a aquel que se había apartado de ellos al principio del primer viaje. Por eso hubo un gran desacuerdo entre Pablo y Bernabé, terminando así separados (15:37-39). Aunque Marcos había fallado al alejarse en el primer viaje, creemos que Bernabé deseaba ayudarlo, dándole una segunda oportunidad. Tal vez, por ser muy exigente en aquel momento, Pablo no estuvo de acuerdo. Entonces Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, siguió su viaje.
Con la ayuda de Bernabé, el carácter de Marcos pudo ser perfeccionado. Vemos que años después él se convirtió en un importante cooperador de Pablo y Pedro (Col 4:10; 2 Ti 4:11; Fil 24; 1 P 5:13). Por esa razón, jamás podemos desistir de los hermanos cuando presentan dificultades y tampoco podemos despreciarlos por sus fallas. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos enseñe a ser pacientes con los hermanos, perfeccionándolos con amor para que lleguen a ser cooperadores de Dios.
Punto Clave:
Darles oportunidad a los que fallan.
Pregunta:
¿Qué lecciones podemos aprender con la actitud de Pablo con relación a Marcos?
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Sábado
Leer con oración:
Hch 15:34, 36, 40; 16:6-8, 13-14, 19-34, 40
“Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.”(Hch 16:10)
Seguir La Dirección Del Espíritu Para Realizar La Obra
En su segundo viaje, Pablo eligió a Silas para que lo acompañara. Silas era un hermano principal en Jerusalén que fue enviado junto a Judas para ir con Pablo a Antioquía a leer la carta escrita por los líderes de Jerusalén. Tras la lectura de la carta, Judas regresó a Jerusalén. En cambio Silas permaneció allí (Hch 15:34) hasta salir con Pablo para visitar a los hermanos por todas las ciudades en las cuales él ya había anunciado la palabra del Señor (vs. 36, 40).
En ese viaje, ellos no hicieron la obra motivados por su propia voluntad, sino que fueron restringidos y guiados por el Espíritu: “Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas” (16:6-
. Al llegar a Troas, Pablo recibió una visión en la cual un varón macedonio le rogaba, diciendo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (v. 9). Por estar en el espíritu, la reacción de Pablo y de los que estaban con él fue inmediata: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (v. 10).
Al llegar a Macedonia, se dirigieron a Filipos. Después de algunos días, salieron de la ciudad y fueron a un lugar junto al río, donde solía hacerse la oración. Allí encontraron a algunas mujeres temerosas de Dios a las cuales les predicaron el evangelio (v. 13). Una de las mujeres, Lidia, quien era una vendedora de púrpura, escuchaba y comprendía la predicación, pues el Señor le abrió el corazón (v. 14). Lidia y toda su casa recibieron el bautismo y enseguida ella invitó a Pablo y a los demás hermanos a hospedarse en su casa. Así fue como, en aquel sencillo lugar, a las orillas de un río, surgió la iglesia en Filipos, y la casa de la vendedora de púrpura se convirtió en un lugar en donde los hermanos podían reunirse (v. 40).
En Hechos 16:19-34 vemos que Pablo y Silas fueron tomados presos y azotados por causa de su predicación. Por estar llenos del Espíritu, incluso en la cárcel, ellos no se dejaron abatir, al contrario, estaban alegres. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron (vs. 25-26). Pese a ello, ninguno de los prisioneros huyó, probablemente por estar impactados por el testimonio de Pablo y Silas. Incluso el carcelero, que había pensado quitarse la vida, después de ver aquella gran señal, recibió el evangelio y fue bautizado, juntamente con los de su casa. Esto muestra que, independientemente del lugar en donde estemos, por medio de nuestro testimonio, el Señor salva a las personas, librándolas de sus prisiones.
En la historia del cristianismo, durante muchos siglos, los hijos de Dios se han preocupado por construir grandes templos físicos, con el fin de reunir a la iglesia y adorar a Dios. Esas tradiciones se mantuvieron a lo largo del tiempo y hasta hoy han influenciado a los cristianos. Pero si tomamos el principio establecido en la Palabra, considerando la experiencia en Filipos y otras iglesias, veremos que la iglesia no necesita una gran estructura física para reunirse y ser edificada (17:24).
Que seamos sensibles al mover del Espíritu, para percibir Su voluntad y dirección. También, seamos sencillos para que no nos apeguemos a las estructuras físicas.
Punto Clave:
Seguir el Espíritu.
Pregunta:
¿Cómo surgió la iglesia en Filipos?
LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO
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Semana 1 - Introducción
Domingo
Leer con oración:
Mt 16:24; 24:14, 45-47; He 2:5-7; Ap 11:18
“Por lo cual nos gozamos de que seamos nosotros débiles, y que vosotros estéis fuertes; y aun oramos por vuestra perfección.” (2 Co 13:9). “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.”(Hch 28:30-31)
Ceppev Y Bookafé
El Señor les confió a Sus siervos la comisión de predicar el evangelio del reino en toda la tierra habitada (Mt 24:14). Nosotros, los que recibimos este encargo, necesitamos renovar nuestra visión y estar atentos a lo que el Espíritu ha dicho a las iglesias.
La predicación del evangelio del reino no puede estar limitada por nuestros métodos tradicionales y sistemáticos. Si nos quedamos esperando que las personas vengan a nosotros, estaremos atrasando la venida del Señor.
Por eso, a lo largo del tiempo, el Señor nos ha dado herramientas útiles en la predicación del evangelio. En un primer momento, el Señor nos concedió el CEPPEV (Centro de Perfeccionamiento para la Propagación del Evangelio), en el que varios hermanos y hermanas se consagran durante un periodo de tiempo para ser perfeccionados y convertirse en colportores (misioneros que promueven los libros espirituales con el fin de alimentar la fe de los consiervos – Mt 24:45-47).
En los últimos años, el Señor nos dio una herramienta más, el BooKafé (un ambiente que contiene libros que llevan a la Fe), que reúne en un solo lugar un espacio agradable para la lectura, reflexión, además de un buen café con algo para comer. La idea es tener varias sucursales del BooKafé, dispersas por los sectores y barrios, a fin de orar con las personas y por ellas. En ese lugar también podemos predicar el evangelio del reino, presentando a las personas las riquezas espirituales contenidas en los libros (Hch 28:30-31). Comenzamos este proyecto hace tres años y, desde entonces, el Señor ya nos ha bendecido con más de 300 unidades del BooKafé en Brasil y 200 más listas para abrir.
La meta de nuestra predicación del evangelio se basa en recibir a aquellos que no conocen al Señor y ayudarlos a recibir el Espíritu Santo por medio de invocar Su nombre. Para aquellos que ya recibieron al Señor Jesús como su Señor y Salvador, nuestro deseo es ayudarlos a crecer en la vida de Dios, a fin de que lleguen a ser hijos maduros. Esperamos que, por medio de la comunión en la Palabra, o por la lectura de los libros, todos sean alentados a buscar más al Señor y Su reino, independientemente de donde se reúnan, y así estén listos para gobernar con Cristo el mundo venidero (He 2:5-7; Ap 11:18).
Conforme a los capítulos 24 y 25 de Mateo, todos los salvos necesitan cumplir algunos requisitos para reinar con el Señor: crecer en vida, negando la vida del alma, a fin de llenarse del Espíritu; y predicar el evangelio para ser considerado por el Señor un siervo bueno y fiel. Por eso necesitamos tener un corazón ensanchado y sencillo, para que el amor de Dios rebose de nosotros y nos lleve a tener comunión con todos los hijos de Dios, supliéndonos los unos a los otros con vida y buscando el perfeccionamiento para edificar el Cuerpo de Cristo en amor. ¡Aleluya!
Punto Clave:
Renovar la visión.
Pregunta:
¿De qué manera el CEPPEV y el Bookafé pueden ser usados por el Señor?