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 La Práctica De La Verdad Semana 2

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hgo1939
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MensajeTema: La Práctica De La Verdad Semana 2    La Práctica De La Verdad Semana 2  I_icon_minitimeDom Ago 18, 2013 8:42 pm

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Lunes
Leer con oración:
Mt 24:14, 45-47; Hch 8:12; 1 Ts 1:3; Ap 11:15-18; 20:6

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.”(Tit 2:11-13)
Nuestra Esperanza
La estructura de la vida cristiana tiene como base la fe, el amor y la esperanza (1 Ts 1:3). La fe viene por el oír la palabra de Dios (Ro 10:17). Al creer en el evangelio, la fe es infundida en nosotros y mientras más la practicamos, más ella se vuelve nuestra realidad.
El amor es la expresión de la vida de Dios y es desarrollado en el vivir práctico de la iglesia, en una esfera en la cual nos apacentamos los unos a los otros (Jn 21:15-17). Puesto que vivimos en la realidad de la fe y en la práctica del amor, tenemos la esperanza de que el Señor Jesús volverá pronto y reinaremos con Él en la manifestación de Su reino.
Con respecto a esta esperanza, en Hebreos 2:5-8 leemos: “Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra,
Y le pusiste sobre las obras de tus manos; todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”. Aquí percibimos que el deseo de Dios es que los hombres, Sus hijos maduros, gobiernen el mundo venidero.
Antes de la creación del hombre y del mundo en que vivimos, Dios había confiado Su primera creación y el mundo antiguo al cuidado de los ángeles (Job 38:4-7). De entre los que ejercían esa función, Lucero se destacaba de los demás ángeles (Ez 28:13-14). No obstante, por causa de su capacidad, su corazón se exaltó y se llenó de orgullo, e insatisfecho con la honra que había recibido, quiso exaltar su trono y ser semejante a Dios (Is 14:13-14). Por ese motivo, fue juzgado y echado por tierra. A partir de allí, él corrompió y usurpó la creación de Dios, convirtiéndose en el príncipe de este mundo (Jn 16:11).
Para que Satanás sea definitivamente derrotado y el reino de este mundo llegue a ser nuevamente del Señor Jesús (Ap 11:15-18), Él nos comisionó predicar el evangelio del reino (Mt 24:14). Por tener esta esperanza, debemos apresurar la venida del Señor, anunciando este evangelio del reino en toda la tierra habitada y testificando a todos los hombres sobre la salvación que hay en el nombre del Señor Jesús y del reino de Dios (Hch 8:12; Ro 10:13). Por medio de nuestra predicación, muchas personas podrán ser salvas y recibir la vida de Dios. ¡Aleluya! Asimismo, para aquellos que ya nacieron de nuevo, es decir, los que fueron regenerados con la vida de Dios, debemos alentarlos a vivir la vida de la iglesia de una manera normal, buscando el crecimiento de la vida divina, invocando el nombre del Señor, leyendo y orando Su palabra, para estar en el espíritu y negar la vida del alma. También debemos ayudarlos a practicar las palabras del Señor, ejercitando sus dones para edificar el Cuerpo de Cristo y
alimentar a Sus consiervos (Ef 4:7-12; Mt 24:45-47).
De este modo, todos estaremos preparándonos para recibir nuestra herencia en la era venidera: reinar con Cristo por mil años (Ap 20:6).
Punto Clave:
Vivir la vida de la iglesia de manera normal.
Pregunta:
¿Cuál es el deseo de Dios para Sus hijos y cómo podemos cooperar para que esto se cumpla lo más pronto posible?

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Martes
Leer con oración:
Mt 7:21; Jn 13:17; 1 Jn 2:14, 17

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Ro 13:11). “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.”(1 Jn 1:3-4)
Despertados Para Hacer La Voluntad De Dios
En el vivir práctico de la iglesia podemos decir que tenemos tres grupos de personas: el primero está conformado por los hermanos responsables (ancianos) y los que sirven (diáconos y diaconisas); el segundo grupo está formado por los hermanos y hermanas en general, que viven la vida normal de la iglesia; y el tercero, por los jóvenes.
Actualmente vemos que muchos hermanos se han consagrado al Señor, al trabajar la Palabra de un modo práctico y no limitarse sólo a analizar y comprender las doctrinas bíblicas, sino dedicándose a rumiar su contenido para extraer los nutrientes de la vida que se encuentran en ella. De esta manera, esos hermanos han crecido en vida, pues están fortalecidos interiormente y listos para hacer la voluntad de Dios, sirviéndole en el espíritu.
El deseo de Dios es que avancemos hacia nuestra meta, apresurando la venida de Su reino. Todos nosotros necesitamos estar involucrados activamente con este propósito. Sin embargo, todavía hay algunos hijos de Dios que se preocupan sólo por su propio disfrute. Ellos apenas asisten a las reuniones, parten el pan y disfrutan de los mensajes ministrados, creyendo que eso es suficiente. Pero el Señor nos ha mostrado que no basta con ser simples oyentes de la Palabra y que apreciemos las revelaciones contenidas en ella; Su deseo es que practiquemos Sus palabras (Mt 7:21; Jn 13:17; 1 Jn 2:17). Solamente de ese modo estaremos haciendo la voluntad de Dios, creciendo en Su vida y predicando el evangelio a las personas. No podemos recibir la palabra de Dios sólo para nuestro propio disfrute. Al recibir la revelación contenida en Su palabra, debemos anunciarla a nuestros hermanos en Cristo para que el gozo de ellos, y el nuestro, sea cumplido (1 Jn 1:3-4).
Gracias al Señor muchos hermanos, en especial los jóvenes, han oído Su llamamiento y han sido despertados para servirle, con un espíritu fuerte y una mente renovada. En cierta ocasión, un grupo de jóvenes participó de un encuentro cristiano llamado Despierta Generación. En aquel fin de semana, 1400 jóvenes de diversos grupos cristianos salieron a las calles de Sao Paulo a predicar el evangelio. Por haber sido tocados y motivados por el Espíritu, ellos predicaron el evangelio a millares de personas, orando por ellas y llevándolas a invocar el nombre del Señor.
Esos hermanos son como aquel león descrito en Génesis 49:9, que manifiesta la autoridad y la realeza divinas. Todos los que hemos recibido el llamamiento del Señor, ya sean padres, jóvenes o hijitos, fuimos destinados a reinar con Él en Su reino venidero; por eso necesitamos “despertar de nuestro sueño” y levantarnos para recibir la comisión del Señor (Ro 13:11; Ef 5:14). De esa manera, produciremos frutos para la gloria de Dios (Jn 15:16).
Punto Clave:
Despertar y salir para producir frutos para la gloria de Dios.
Pregunta:
¿Qué es necesario para hacer la voluntad de Dios?

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Miércoles
Leer con oración:
Hch 2:21; 4:12; 9:13-14, 21; 13:1-2; 26:9-10; Gá 1:14, 17

“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Jn 13:17). “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.”(Fil 4:9)
No Sólo Conocer Las Verdades, Sino Practicarlas
En otros mensajes hemos visto que el ministerio de
invocar el nombre del Señor les fue confiado inicialmente a los 12 apóstoles (Hch 1:8; 2:21; 4:12). En aquel tiempo, al anunciar la salvación que hay en el nombre del Señor Jesús, según las palabras del profeta Joel, en un solo día, aproximadamente tres mil personas se convirtieron y fueron bautizadas (2:41), y unos días después el número llegó a casi cinco mil (4:4). No obstante, por causa de la persecución que se levantó en contra de la iglesia en Jerusalén, los apóstoles que se quedaron allí ya no podían invocar más el nombre del Señor públicamente, tampoco anunciar el evangelio con la misma osadía en aquella ciudad.
Todos los que invocaban el nombre del Señor eran perseguidos por el judaísmo (9:13-14, 21; 26:9-10). De entre los principales perseguidores se encontraba Saulo, un joven instruido a los pies de Gamaliel y celoso de las tradiciones de sus padres (22:3; Gá 1:14). Al dirigirse a Damasco, con el propósito de arrestar a más cristianos, el Señor se le apareció a Saulo y Se le reveló. Luego, el Señor envió a un miembro de Su Cuerpo, Ananías, para anunciar a Saulo que a partir de ese momento él sería un instrumento para llevar el nombre
del Señor Jesús delante de los hombres (Hch 9:15). Entonces Saulo fue bautizado invocando el nombre del Señor (22:16) y a partir de allí, pasó a llamarse Pablo.
De ese modo, el ministerio que les había sido confiado a los 12 apóstoles le fue transferido a aquel que antes era el mayor perseguidor de los que invocaban el nombre de Jesús. Pablo, después de esa experiencia, se convirtió en un gran predicador del evangelio, anunciando la salvación y la riqueza que recibimos cuando invocamos el nombre del Señor (Ro 10:12-13).
Tras encontrarse con el Señor, Pablo viajó por las regiones de Arabia (Gá 1:17), donde probablemente recibió la revelación de la economía neotestamentaria de Dios (2 Co 12:2). Al regresar a Damasco, Pablo predicaba con osadía en el nombre de Jesús, hasta que debió huir de la ciudad, pues estaban conspirando para quitarle la vida (Hch 9:27). Por causa de su celo natural, al llegar a Jerusalén, Pablo discutía con las personas, y eso puso en riesgo su vida, nuevamente. Cuando estuvieron apercibidos de ese peligro, los hermanos consideraron que era mejor enviarlo a Tarso (vs. 29-30). Allí permaneció hasta que Bernabé se acordó de él y lo llevó a Antioquía, donde, sirviendo al Señor junto con otros hermanos, recibió el llamamiento del Espíritu Santo para la obra del ministerio (13:1-2).
Hasta ese entonces, sólo había una línea ministerial, bajo el liderazgo de Pedro y los demás apóstoles en Jerusalén. A partir de ese llamamiento en Antioquía, encontramos en el Nuevo Testamento otra línea ministerial, la de Pablo. Éste, basado en la visión celestial que había recibido, expuso muchas verdades espirituales en sus epístolas. En ellas podemos encontrar todo el contenido de la economía neotestamentaria de Dios que le fue revelado. Pese a ello,
lamentablemente las iglesias que estaban bajo su cuidado en aquella época no lograron practicar esas verdades. Por estar preso, Pablo no pudo acompañar de cerca a las iglesias y, en consecuencia, le fue imposible ayudar a los santos a practicar el contenido de sus epístolas.
Por otra parte, la línea ministerial de Pedro y los demás apóstoles, aunque fue interrumpida por un tiempo, por causa de la influencia del judaísmo en Jerusalén, estaba basada en las enseñanzas dadas por el mismo Señor Jesús, en el momento en que ejerció Su ministerio terrenal. Mientras anduvo con ellos, el Señor Jesús les enseñó muchas cosas, valiéndose de las circunstancias y las experiencias que vivían diariamente. Entre esas enseñanzas, la principal se encuentra descrita en Mateo 16:24, donde el Señor reveló que, para seguirlo, necesitamos negarnos a nosotros mismos, tomando la cruz.
Mientras la línea ministerial del apóstol Pablo le dio más énfasis a las revelaciones celestiales que recibió, destacando la necesidad de obtener el pleno conocimiento de la verdad, podemos decir que la línea ministerial de los 12 apóstoles tiene un aspecto más práctico, destacando nuestra necesidad de seguir al Señor, crecer en la vida de Dios, negarnos a nosotros mismos y amar a los hermanos. Que podamos poner en práctica las revelaciones que hemos recibido de la palabra de Dios.
Punto Clave:
Practicar aquello que nos ha sido revelado.
Pregunta:
¿Por qué el ministerio de invocar el nombre del Señor le fue transferido a Pablo?

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Jueves
Leer con oración:
Mt 3:11; 16:22-24; 1 P 1:6-9

“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.”(1 P 4:12-13)
Donde Está El Espíritu, Está El Fuego Santificador
Ayer vimos que el Nuevo Testamento nos presenta dos
líneas ministeriales, una está basada en las enseñanzas de los apóstoles que estuvieron con el Señor y la otra en las enseñanzas transmitidas por Pablo. De acuerdo con la visión celestial que recibió, Pablo escribió con profundidad las elevadas verdades espirituales. La línea ministerial de los apóstoles, por su parte, puede ser representada por la experiencia de Pedro. Él tenía características muy fuertes en su alma y sus fallas fueron notoriamente destacadas en los evangelios. Cada vez que Pedro se dejaba conducir por su entendimiento personal, que era contrario a la voluntad de Dios, era expuesto por el Señor, quien lo exhortaba y corregía.
La experiencia de Pedro nos ayuda mucho, porque podemos identificarnos ampliamente con él. Por ejemplo, en Mateo 16 vemos que, después de que el Señor afirmó que tendría que sufrir, morir y resucitar, Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto
te acontezca” (v. 22). Pero Jesús, volviéndose, le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23). Aquí recibimos una lección importante, en la cual vemos que nuestros sentimientos y pensamientos naturales pueden ser un obstáculo para que la voluntad de Dios sea hecha y un impedimento para que el Señor realice Su obra. Hubo muchos otros momentos como este en los que las fallas de Pedro fueron expuestas (17:1-5; 24-27; Jn 13:36-38); sin embargo, él perseveró en seguir al Señor, porque realmente Lo amaba.
Tal como Pedro, todos nosotros tenemos una vida del alma muy fuerte. Y por la experiencia, sabemos que no es fácil negarla. Pese a ello, por medio de los escritos de Pedro, somos ayudados a percibir nuestra necesidad de ser purificados mediante el fuego santificador del Espíritu. Esta es la forma como Dios lo usa para transformarnos y moldearnos según Su voluntad.
Creemos que Pedro aplicó en su vida lo que fue descrito en Mateo 3:11, donde se nos dice que el Señor Jesús nos bautizaría en Espíritu Santo y fuego. De hecho, sólo este fuego es capaz de purificarnos y eliminar todas las impurezas de nuestra alma.
Por esta razón, Primera de Pedro 1:6-9 nos dice: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. Esta es la lección que aprendemos de Pedro: donde está el Espíritu, está el fuego santificador.
Además de Pedro, Juan también pertenecía a esta línea ministerial. Él también tuvo un alma transformada por el obrar del fuego del Espíritu. Cuando aún era joven, por estar siempre cerca de Pedro, Juan ciertamente aprendió muchas lecciones de la experiencia de Pedro. En su madurez, Juan pudo desarrollar esa línea en su ministerio ulterior. El ministerio de Juan nos enseña que, cuando nos volvemos a nuestro espíritu, invocando el nombre del Señor y rumiando Su palabra, permitimos que el fuego del Espíritu queme nuestras impurezas, iluminando y purificando nuestra alma, y volviéndonos útiles al Señor. ¡Amén!
Punto Clave:
Los pensamientos y los sentimientos naturales pueden ser obstáculos para Dios.
Pregunta:
¿Cómo debemos lidiar con nuestros pensamientos y sentimientos?

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Viernes
Leer con oración:
Mt 3:11; 1 P 1:3-7; 4:12; 1 Jn 1:5, 9; Ap 21:18, 21

“Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios” (Ap 4:5). “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”(Ap 3:18-19)
El Desarrollo De La Revelación Divina En El Nuevo Testamento
Mediante el ministerio de Pablo, recibimos una herencia de revelaciones y verdades espirituales, que son esenciales para poder comprender la voluntad y el plan de Dios. Además de ello, por medio del ministerio de Pedro, aprendemos que, para seguir al Señor en nuestro diario vivir, es necesario negar nuestra vida del alma y tomar la cruz. En otras palabras, necesitamos ser bautizados en el fuego del Espíritu (Mt 3:11; 1 P 4:12). De ese modo, somos purificados y nos volvemos útiles al Señor.
En Primera de Pedro 1:3 leemos: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. Al discursar sobre nuestra salvación, Pedro habla de nuestra regeneración, de la nueva vida que recibimos, la cual nos capacita para negar la vida del alma; él también menciona la esperanza viva que tenemos mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
Esta esperanza viva está relacionada a una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible que el Señor ha preparado para nosotros (v. 4). Por esta razón podemos gozarnos, aunque en el presente seamos afligidos en diversas pruebas (v. 6), para que sea sometida a prueba nuestra fe, la cual es mucho más preciosa que el oro perecedero que se prueba con fuego (v. 7). Esto sucederá si permitimos que el fuego del Espíritu elimine las impurezas de nuestra alma. Una vez que seamos purificados por el fuego, recibiremos alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo en Su venida.
El apóstol Juan también habla de este oro puro. En Apocalipsis 21 vemos que la nueva Jerusalén, la morada eterna de Dios con los hombres, será edificada con oro puro, semejante al vidrio limpio (vs. 18, 21). Esto indica el resultado final del trabajar del Espíritu en aquellos que formarán parte de la ciudad santa: seremos como oro transparente, totalmente puro, reflejando la gloria de Dios. Sin esta obra purificadora del fuego del Espíritu no podríamos ser usados como material en la edificación de la nueva Jerusalén.
Esto nos muestra que Juan aprendió muchas cosas de Pedro. Incluso al escribir su primera epístola, ya maduro, Juan también presenta la necesidad de ser purificados. Él dijo que el mensaje que oímos desde el principio es que Dios es luz (1 Jn 1:5). Sí, donde está el Espíritu, está el fuego; donde está el fuego, está la luz; y donde está la luz no puede haber tinieblas. Al contrario, donde hay luz, nuestras impurezas son expuestas y sólo podemos confesarlas. Cuando confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (v. 9), es decir, purificarnos de todo lo que hacemos contrario a Su voluntad. Este es el modo como Juan describe el trabajar del
fuego del Espíritu en nuestro interior.
Punto Clave:
El trabajar del Espíritu es para volvernos como oro transparente.
Pregunta:
¿Qué aprendemos por medio de los ministerios de Pablo, Pedro y Juan?

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Sábado
Leer con oración:
Jn 6:63; He 2:5-7; Ap 3:8

“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”(1 P 1:6-7)
Pasar Por El Fuego Hoy Para Recibir Alabanza, Gloria Y Honra
Conforme a la revelación que recibimos de las experiencias de Pedro, registradas en su primera epístola, si permitimos que el fuego del Espíritu queme nuestras impurezas hoy, consecuentemente, el día en que Él se manifieste, recibiremos alabanza, gloria y honra (1 P 1:7b). Esta alabanza está relacionada a la expresión de la vida de Dios en nosotros, como resultado de negar la naturaleza anímica. La gloria se relaciona a la manifestación del reino, en el cual estaremos para siempre con el Señor. La honra que recibiremos se refiere al privilegio de gobernar con Cristo en Su reino.
Entonces en nosotros se cumplirá lo que está escrito en Hebreos 2:7: “Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos”. Aunque hoy somos menores que los ángeles, por el trabajar continuo del Señor en nosotros y del fuego purificador del Espíritu en nuestra alma, finalmente seremos coronados de gloria y de honra. ¡Alabado sea el Señor!
A través de las experiencias de Pedro somos alentados, porque, si él, que tenía una vida del alma tan fuerte, pudo ser transformado y purificado, nosotros también, que tenemos una vida del alma tan fuerte como la de él, podemos ser transformados.
¡Aleluya! Igualmente, no necesitamos pasar por tantas situaciones de sufrimientos exteriores para aprender que esas experiencias sólo nos ayudan temporalmente. Pedro, en su madurez, percibió que la mejor manera de ser purificado es dejar que el fuego del Espíritu queme las impurezas del alma.
También podemos aprender del apóstol Juan, porque él, al vivir al lado de Pedro, aprendió de las experiencias suyas y las tomó para sí mismo. Por medio de esas lecciones, Juan también pudo ser transformado.
Hoy nos corresponde a nosotros aprender de las experiencias de Juan. Al ver su experiencia, aprendemos que la manera más práctica de vaciarnos de nosotros mismos y llenarnos de la vida de Dios es invocar el nombre del Señor y guardar Sus palabras (Ap 3:Cool, que son Espíritu y son vida (Jn 6:63). Este es el camino para negarnos a nosotros mismos, crecer en la vida divina y manifestar el amor de Dios.
Punto Clave:
Aprender de Pedro y Juan.
Pregunta:
¿Qué relación existe entre Primera de Pedro 1:7 y Hebreos 2:5-7?

La Práctica De La Verdad
Semana 2 - Ágape
Domingo
Leer con oración:
2 Ti 3:16; 2 P 1:3-7

“Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo” (Sal 82:6). “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios (…). Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”(1 Jn 3:1-2)
El Resultado Final Del Trabajar De Dios En Nosotros Es El Amor Ágape
Damos gracias a Dios Padre por la obra transformadora
del Espíritu, por medio de la cual estamos siendo purificados y conformados a la imagen del Hijo de Dios, Jesucristo, nuestro Señor. El resultado final de este proceso de transformación por el cual pasamos hoy es la plena manifestación del amor de Dios en nosotros.
En Segunda de Pedro 1:3 leemos: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder”. La vida y la piedad están relacionadas al dispensar del Padre, pues Su deseo es que disfrutemos de Su vida en plenitud, y tengamos piedad, es decir, un vivir que manifieste al mismo Dios.
El versículo continúa: “Mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”. Esto se refiere al Hijo, que manifestó la gloria del Padre en Su vivir humano y elevó las virtudes humanas. Fuimos llamados a este vivir de gloria y excelencia. ¡Aleluya!
Luego leemos: “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina” (v. 4).
Por medio del Espíritu que nos fue prometido, llegamos a ser participantes de la naturaleza divina, es decir, todas las promesas de Dios se vuelven reales para nosotros en el Espíritu. Todo lo que necesitamos para nuestro crecimiento de vida el Señor nos lo concede por medio de Su Espíritu.
Así, a medida que nos vaciamos de nosotros mismos, permitimos que la vida de Dios crezca en nosotros. El inicio de este proceso ocurrió cuando la fe fue implantada en nuestro interior. A partir de entonces otros atributos divinos son trabajados en nosotros, tales como la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal y finalmente, el amor (vs. 5-7). De acuerdo con el original griego, la palabra amor es ágape, que representa el amor puro e incondicional del propio Dios. A medida que estos atributos se desarrollan en nosotros, comenzamos a expresar el amor genuino de Dios.
Por tanto, vemos que el amor fraternal, aunque es importante, no es nuestra meta final. El objetivo de Dios es que Su vida crezca en nosotros hasta el punto de que manifestemos Su amor ágape. Manifestar el amor ágape significa que estamos llenos de la vida de Dios, al punto de amar hasta a nuestros enemigos. Este es el gran misterio de la piedad (1 Ti 3:16): ser como Dios es en vida y naturaleza (Sal 82:6; 1 Jn 3:1-2).
Para poder alcanzar este patrón divino, necesitamos que el Espíritu tenga libertad para operar en nuestro interior, iluminando nuestro corazón y quemando nuestras impurezas. Esta fue la experiencia vivida principalmente por Pedro y Juan. Cada uno de ellos experimentó la transformación del Espíritu de un modo especial, de tal manera que se convirtieron en modelos para nosotros. Que podamos aprender de ellos e igualmente aplicar el fuego del Espíritu en nuestro vivir, para que el amor ágape se manifieste por medio de nosotros.
Punto Clave:
La meta final del trabajar del Dios Triuno en nosotros es el amor ágape
Pregunta:
¿Cómo podemos definir el amor de Dios?
¡Jesus es el Señor!
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La Práctica De La Verdad Semana 2
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