El árbol de la vida

El árbol de la vida

Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado, para que lo labrara y lo guardase (Gn 2:8, 15). “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y el mal” (v.9).
Los árboles eran para el alimento del hombre. En medio del huerto estaba el árbol de la vida, que era especial, pues a través de él, el hombre terrenal tendría contacto con las cosas celestiales. Dios es la fuente de la vida y Cristo es el árbol de la vida. Al comer de su fruto, la vida de Dios entraría en el espíritu del hombre y allí empezaría la gestación de la vida celestial. La simiente divina e incorruptible crecería a partir del espíritu humano (1 P 1:23), avanzando para tomar toda su alma y finalmente, hasta su cuerpo terrenal seria vivificado por la vida (Ro 8:11).
La vida de Dios trae consigo la autoridad divina. Por eso, cuando la vida de Dios crezca y madure en el hombre, Él establecerá Su autoridad en la tierra. Por eso Dios bendijo al hombre y a la mujer, para que fueran fructíferos y se multiplicaran, para llenar la tierra y así, restablezcan el reino de Dios, terminando con la usurpación de Satanás.

La caída del hombre

Satanás sabia que el hombre había sido creado para restablecer el gobierno de Dios en la tierra -lo que ciertamente terminaría con su reinado-, se anticipo para frustrar el plan divino: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Con que Dios os ha hecho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gn 3:1).
La serpiente era Satanás encarnado, astuto y sutil. Indudablemente, su actuación tiene como objetivo producir cuestionamiento con respecto a la palabra de Dios. Hasta hoy él actua de la misma manera. Cierta vez Jesús dijo que el diablo jamás se afirma en la verdad, porque en él no hay verdad: “Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn 8:44).
La mujer, por su parte, se mostro desprotegida. El apóstol Pablo le dijo a los corintios: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Co 11:3). Ella debió haberse quedado bajo la protección de su marido Adán, y no debió haber oído a la serpiente.
La pregunta de la serpiente fue provocadora: ¿Cómo podría Dios haberle prohibido al hombre comer de todos los arboles del huerto, si estos fueron dados como alimento? (Gn 2:9). La pregunta era capciosa, artificiosa, pues había un árbol del cual Dios les dijo que no comieran, el árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día que de él comieran, ciertamente morirían (2:17).
La manera que Satanás siempre utiliza es usar de alguna artimaña, actúa astutamente, a escondidas, nunca con claridad. En su conversación con Eva, la indujo a pensar equivocadamente, aunque parecía algo verdadero. Esto es un sofisma, un razonamiento o un argumento cuyo objetivo es producir una ilusión de la verdad, algo concebido deliberadamente para conducir al error, al engaño.
Así que, Eva, desprotegida y vulnerable, decidió defender a Dios: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni lo tocareis, para que no muráis” (3:2-3). Pero al hacerlo, añadió “ni le tocareis”. No se debe añadir ni omitir nada a la palabra de Dios (Dt 12:32). Esto es un índice de que ella ya había sido afectada. Al ser afectada, Satanás ya no necesitaba de palabras a medias, por eso afirmo categóricamente: “No morireis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (vs. 4-5). DE esta manera Satanás insinuó en la mente de Eva que Dios les había mentido porque no quería que el hombre tuviera la capacidad de discernir entre el bien y el mal, pues así ya no necesitarían a Dios.
En aquel momento la mente de Eva fue corrompida, luego su emoción también, y por último, ejerció su voluntad y tomo la decisión de comer del árbol de la ciencia: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomo de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (v.6).

El resultado

Como resultado, “Fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (v.7). hasta ese entonces el hombre dependía de Dios, confiaba en Él ciegamente, pues era todo para el hombre. Pero al comer de aquel árbol, se volvió conocedor del bien y del mal, por eso sus ojos se abrieron. Desde ese momento, el hombre vive por cuenta propia, pues esa fue su decisión: rechazo a Dios como la fuente de todas sus acciones, es decir, tomo para si la responsabilidad de tener que juzgar lo correcto de lo equivocado.
El problema principal de la caída del hombre no es el pecado, como muchos piensan, sino el rechazo de Dios como la fuente y provisión de toda nuestras acciones. Esto obligo al hombre a vivir por su propia capacidad, responsabilizándose por su elección, ejecución y consecuencias de sus acciones. Cuando se dieron cuenta de que estaban desnudos, se cubrieron con hojas de higuera, algo muy frágil y provisorio, ante este problema tan grande.
El hombre cayó en la trampa, en el engaño del diablo, pues ni bien supo que tenia la capacidad de discernir entre el bien y el mal, intento por su propio esfuerzo, hacer el bien, hacer lo correcto, arreglar la situación, es decir, cubrir su vergüenza con hojas de higuera. La Biblia nos enseña que nuestras justicias son como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is 64:6). Tomado de “La genuina autoridad y sumisión”
Dong Yu Lan
¡Jesús es el Señor!