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 EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ

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MensajeTema: EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ   EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ I_icon_minitimeLun Mayo 03, 2010 11:15 pm

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1 --- El primer ministerio
Viernes --- Leer con oración: Job 41:34; Ro 8:5-6
“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Sal 19:12-13)
HUMILLARSE CONSTANTEMENTE
Ayer vimos el camino que Lucero tomó y el resultado de su caída, de esto podemos extraer una importante advertencia: aquellos que viven en sí mismos, que son fuertes en la vida del alma, fácilmente se quedan insatisfechos de la posición que ocupan y, finalmente, se rebelan y traen destrucción para sí mismos.
El motivo inicial de la caída de Lucero fue el orgullo. La Biblia nos muestra, en el libro de Job, a dos criaturas orgullosas que prefiguran a Satanás. Estos eran animales enormes y arrogantes, semejantes al hipopótamo (behemot) y al cocodrilo (leviatán), de los cuales el último es descrito como el rey sobre todos los soberbios (Job 41:34).
Los que viven para sí mismos tienden a caer en esta misma situación de arrogancia y orgullo, que va apareciendo de a poco, casi sin que nadie se dé cuenta. Por ejemplo, en lo relacionado a las cosas espirituales, a la obra de Dios, tendemos a creer que somos capaces de hacer todo, teniendo un concepto más alto de nosotros mismos que el que debemos tener. Compararse con otros y considerarse superior a ellos es la primera señal de orgullo.
Si el orgullo no es restringido desde el principio, se desarrollará cada vez más. Creemos que todos nosotros hemos pasado por esta experiencia. No podemos decir que no tenemos orgullo, porque todos nosotros lo tenemos.
Antes de creer en el Señor, tal vez intentábamos restringir nuestro orgullo, pero éste es inherente a nuestro ser natural. Es como un caballo: si no lo controlamos bien se puede escapar en cualquier momento.
Una persona orgullosa piensa que todo su saber y capacidad provienen de sí misma. Si el orgullo no tiene restricción, éste se desarrollará y crecerá rápidamente, tal como ocurrió con Lucero. Él creía que era muy bueno en todo lo que hacía, parece haber olvidado que toda la capacidad que tenía le había sido dada por Dios.
Cuando tenemos alguna habilidad y, a medida que la vamos ejercitando, va aumentando, nos puede llevar a la ambición y al orgullo. La ambición desmedida y el orgullo sólo podrán ser controlados si vivimos de acuerdo con el Espíritu de Dios (cfr. Ro 8:5).
Sabemos que Lucero era el principal arcángel entre muchos otros. Sin embargo, su actitud no fue como la del arcángel Miguel, que cuando contendía con el diablo, disputando por el cuerpo de Moisés “no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda” (Jud 9).
Por ejemplo, cuando un hermano es elogiado por lo que habló en determinada reunión, debe cuidarse del orgullo, vaciándose en su interior. De igual manera, aquellos que oyeron el elogio que le fue dado al hermano, no deben sentir envidia por causa de eso. Debemos guardar nuestro corazón del orgullo y la auto-exaltación. Si queremos entrar en el reino de los cielos, debemos tratar con estos asuntos. En nuestra experiencia, vemos que esto requiere de nosotros celo y diligencia, pues no podremos obtener una solución de una sola vez. En otras palabras, aunque nos humillemos una vez, vaciándonos delante del Señor, el orgullo puede volver en la primera oportunidad que nos dejemos guiar por nuestra vida del alma. Que el Señor continúe teniendo misericordia de nosotros y nos conduzca siempre al arrepentimiento.
Punto Clave: Vivir de acuerdo al Espíritu de Dios.
Pregunta: ¿Cuál es la salida para no caer en el orgullo?

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1 --- El primer ministerio
Sábado --- Leer con oración: Gn 1:14-16; Mal 4:2; Col 3:11b
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Mal 4:2)
LIBRES DEL ORGULLO POR LA LUZ DEL CUARTO DÍA
El Señor, por Su misericordia, nos ha mostrado un modo eficaz de tratar con nuestro orgullo, y es vivir en el espíritu, negándonos a nosotros mismos.
Cuando somos controlados por la vida de Dios, que habita en nuestro espíritu, el Señor, por medio de las situaciones, nos hace ver la manifestación del orgullo en nuestra alma, para que inmediatamente nos arrepintamos y confesemos nuestros pecados.
Así, vamos siendo libres del orgullo y la insatisfacción, pues Cristo, que mora en nuestro espíritu, se expande a nuestra alma, saturándonos con la vida divina. ¡Alabado sea el Señor! Por la rica solución que nos proveyó: basta que volvamos nuestro corazón a Él, podemos hacerlo fácilmente, invocando Su precioso nombre: ¡Oh Señor Jesús!
Por medio de vivir en el espíritu, somos iluminados por el Espíritu y podemos ver quiénes somos. Este iluminar es comparado con la luz de las lumbreras creadas por Dios en el cuarto día: la luna, que representa a la iglesia; y el sol, que representa a Cristo (Gn 1:14-16).
La luz del cuarto día nos ayuda a ver cuando nuestra vida del alma se manifiesta. Después de ser salvos, aun en la fase inicial de nuestra experiencia con el Señor, esta luz es como la luz de la luna nueva, pequeña, por la cual comenzamos a percibir la condición orgullosa de nuestra vida del alma. Por vivir la vida de la iglesia, sirviendo con los hermanos, esta luz va aumentando más y más, nos ayuda a ver cuán terrible es el orgullo que hay en nuestro ser natural.
Para que el orgullo sea removido, aún necesitamos de una luz más intensa, como la luz del sol, para que queme nuestras impurezas y haga que la vida divina crezca en nosotros.
¡Gracias a Dios! El Señor Jesús es el Sol de justicia (Mal 4:2; Ap 1:16). Él tiene misericordia, por eso no hace resplandecer Su luz sobre nosotros con la intensidad máxima, manifestando nuestro ego de una sola vez, sino poco a poco. Su luz nos alcanza gradualmente, así como el sol lanza sus primeros rayos al amanecer, y con el paso del tiempo va intensificando el calor, hasta que llega el mediodía. El sol del mediodía tipifica a Cristo manifestándose en Su plenitud. Esto significa que, bajo Su iluminar, nos arrepentimos de nuestro orgullo y expulsamos del corazón lo que no proviene de Dios, incluso las cosas que considerábamos buenas.
Hoy el Señor quiere brillar un poco más en nosotros. Si permitimos ser alcanzados por esta luz, seremos libres del orgullo y guardados del peligro de la autoexaltación. Al vivir en el espíritu, seguiremos el modelo positivo de humildad que nos dejó el Señor Jesús. ¡Aleluya!.
Punto Clave: La luz del cuarto día nos alcanza gradualmente.
Pregunta: ¿Cómo nos ayuda la luz del cuarto día para tratar con el orgullo?

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1 --- El primer ministerio
Domingo --- Leer con oración: Ez 28:17; Fil 2:1-9
“Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2:7-Cool
EL MODELO DEJADO POR EL SENOR JESUS
El modelo negativo dejado por Satanás fue el de exaltarse al máximo, él ambicionó una posición cada vez más elevada, al punto de querer subir sobre las alturas de las nubes para ser semejante al Altísimo (Is 14:14). Por esto Dios le quitó su ministerio y lo arrojó por tierra (Ez 28:17).
Por otro lado, El Señor Jesús nos trajo un modelo positivo, se humilló continuamente pero, al final, fue exaltado por Dios. Él es nuestro modelo de humildad. Cuando estamos bajo Su luz, nuestro vivir es semejante al descrito en Filipenses 2:1-4: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.
El Señor Jesús sabía cuál era Su posición como ministro de Dios, porque vino de parte de Dios para llevar a cabo el ministerio que Le había sido encomendado. El Señor Se humilló constantemente, durante todo Su vivir en la tierra, fue obediente al Padre, sufrió la humillante muerte de cruz (vs. 5-Cool. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre (v. 9). ¡Aleluya!
Este fue el ministerio del Señor Jesús. Él fue fiel a la comisión que Le fue entregada por Dios Padre y cumplió cabalmente Su plan, como ministro de Dios.
Por tanto, para ejercer el ministerio de Dios conforme al patrón mostrado por el Señor Jesús, debemos ejercitar la humildad y rechazar el orgullo en nuestro corazón. ¡Amén!
Punto Clave: Tener el mismo sentir que hubo en el Señor Jesús.
Pregunta: ¿Qué importante lección aprendemos con Fil 2:1-9?
*****************************
Aguas refrescantes 4 de mayo
Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada. 2 Pedro 1:20.
La palabra "privada" no se refiere al intérprete sino a las palabras que se interpretan. Significa que la Escritura profética no se debe explicar solamente por su contexto. Por ejemplo, Mateo 24 debe ser leído a la luz- de otras Escrituras que tocan el tema. Ninguna profecía es auto-interpretada. Cada pasaje debe ser entendido con la ayuda y comparación con muchos otros pasajes. Proceder de otra manera equivale a caer en la "interpretación privada".
Ciertamente la Palabra de Dios es una sola. El la ha dejado escrita en la Biblia y por lo tanto no tenemos necesidad alguna de hablar en forma independiente, sino que debemos cotejar nuestras palabras con las que ya han sido habladas por Dios. Sin lugar a dudas, Dios el Espíritu nos da nueva penetración y descubrimiento de su voluntad, pero nuestra seguridad radica en que todo debe basarse en lo que Dios ha hablado. Jamás debemos movemos de esa posición.
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
Literatura disponible en:
corpocri@yahoo.com
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MensajeTema: Re: EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ   EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ I_icon_minitimeLun Mayo 03, 2010 11:34 pm

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1--- El primer ministerio
Lunes --- Leer con oración: Jn 14:26; 19:34; Ap 1:9-10; 4:2; 17:3; 21:10
“Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Co 4:1-2)
MINISTROS DE DIOS
Agradecemos al Señor, pues Él nos ha guardado en Su paz y en el gozo del Espíritu. Actualmente la obra del Señor ha avanzado en varias regiones de la tierra, hay un aumento de hermanos en las iglesias y también un crecimiento de la vida divina en los hijos de Dios. ¡Aleluya! Esto nos fortalece y alienta a proseguir.
Así pues, para que la obra del Señor prosiga, Él desea encomendarnos el ministerio del Espíritu y de la vida. En el Nuevo Testamento, este ministerio le fue encomendado al apóstol Juan, en su madurez, y éste será el tema general de la serie actual del Alimento Diario.
Ser un ministro de Dios es conocer Su voluntad y recibir la comisión para ejecutarla. Esto significa que, cuando somos constituidos como ministros de Dios, Él desea usarnos para cumplir Su voluntad, en el lugar y en la época en la que vivimos.
Durante el tiempo en el que los doce discípulos siguieron al Señor, Juan siempre estuvo junto a Pedro. Él lideraba a los discípulos, y después de la muerte y resurrección del Señor Jesús, también ejerció el liderazgo en la iglesia en Jerusalén.
En aquel periodo, hubo mucha persecución por parte del imperio romano contra las iglesias y sus líderes. Pedro fue martirizado; Pablo también, pero Juan fue exiliado (Ap 1:9). Él alcanzó la madurez de vida después de los veinte años que pasó recluido en la isla de Patmos. Creemos que en esa época aprendió a vivir en el espíritu, pues su crecimiento de vida se hizo manifiesto (1:10; 4:2; 17:3; 21:10).
La reclusión en el exilio fue una difícil experiencia para Juan. Por esa razón, creemos que él siempre se volvía al Espíritu para recibir ayuda y consuelo. Mediante esta práctica saludable, la vida de Dios crecía en él y el Espíritu le hacía recordar muchas cosas que presenció cuando estuvo junto al Señor Jesús (Jn 14:26).
Ciertamente el Espíritu hizo que Juan recordara muchas palabras dichas por Jesús a los discípulos, que no fueron registradas por Mateo, Marcos ni Lucas. Damos gracias a Dios por hacernos conocedores de estas importantes palabras, por la madurez del apóstol Juan, y por haberlas registrado en sus escritos.
Juan registró con detalles el fluir de la sangre y del agua que salieron del costado del Señor Jesús en la crucifixión (Jn 19:34). Ningún otro discípulo aparte de Juan registró este hecho, pues él estaba muy cerca de la cruz y pudo ver ese detalle; también recibió recomendaciones del Señor Jesús en esa misma ocasión (vs. 25-27).
Que nuestro anhelo sea estar siempre junto al Señor, para que, aunque no comprendamos de inmediato lo que vemos y oímos, el Espíritu tenga la oportunidad, posteriormente, de revelarnos todas las cosas. ¡Amén!
Punto Clave: Mientras más maduros seamos, más útiles seremos al Señor.
Pregunta: ¿Qué necesita un ministro para ser útil en las manos de Dios?

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1 --- El primer ministerio
Martes --- Leer con oración: Jn 3:3, 5; 7:35-39; 21:15-18, 21-23; Ap 1:1
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Jn 7:38-39ª)
EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU Y DE LA VIDA
Es muy significativo que el Espíritu haya registrado en las Escrituras el hecho de que del costado del Señor Jesús, en Su crucifixión, fluyó sangre y agua. Juan mencionó esto de manera especial, y es una evidencia que él comprendió que nacer de nuevo es nacer del agua y del Espíritu (Jn 3:3, 5).
El Señor Jesús no sólo murió derramando Su sangre por nuestros pecados, sino que también de Su costado fluyó agua para dar vida al hombre (7:37-39). Este hecho fue visto por Juan que testificó: “Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis” (19:35).
Este testimonio fue dado alrededor de setenta años después de la crucifixión del Señor Jesús, pues fue Juan quien vio algo muy importante con respecto a la regeneración. Para entrar en el reino de los cielos es necesario nacer de nuevo, es decir, nacer de la vida divina. Únicamente aquel que tiene la vida de Dios puede entrar en el reino de Dios.
Otro importante registro del Evangelio de Juan es acerca de lo que el Señor Jesús dijo con respecto a su ministerio.
En el capítulo 21, el Señor Jesús le preguntó tres veces a Pedro si Lo amaba (vs. 15-17). Las respuestas de Pedro, como sabemos, fueron positivas, pero el Señor le dijo que era necesario sufrir restricciones, de modo que, a partir de entonces, con el crecimiento gradual de la vida divina en Pedro, no sería más libre para hacer lo que quisiese (v. 18).
Aunque Pedro había recibido esta palabra, todavía quería que el Señor le dijera que ocurriría con Juan y por eso Le preguntó: “Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (vs. 21-22).
Juan mismo explicó que esto no significaba que él viviría hasta la segunda venida del Señor (v. 23). Cuando estudiamos sus escritos, el Señor nos reveló que Él estaba hablando que el ministerio de Juan permanecería hasta Su venida. ¡Gracias al Señor! Basados en esto, podemos decir que este será el último ministerio, cuyo énfasis es el Espíritu y la vida.
Durante muchos años hemos vivido bajo este ministerio que permanecerá hasta la venida del Señor. A través de él, Dios quiere hablar a Sus siervos lo que va a suceder, conforme a lo que Él mismo relató en Apocalipsis 1:1: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”.
Juan recibió el ministerio del Espíritu y de la vida, pero posteriormente lo entregó también a otros siervos de Dios. ¡Alabado sea el Señor! No sólo los doce discípulos son siervos del Señor, nosotros también somos Sus siervos, Sus ministros, pues el Señor desea revelarnos las cosas que deben suceder pronto.
Nuestro deseo es permanecer en este ministerio hasta alcanzar la madurez, porque así estaremos preparados para la venida del Señor. ¡Amén!
Punto Clave: Madurar hasta que Él venga.
Pregunta: ¿A quién el Señor desea revelar las cosas que van a suceder?

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1 --- El primer ministerio
Miércoles --- Leer con oración: Is 14:12; Ez 28:13-14
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co 10:11)
EL PRIMER MINISTRO
Como hemos visto, ser un ministro de Dios es conocer Su voluntad y recibir una comisión para ejecutarla. A lo largo de las eras Dios estableció ministros, pues deseaba utilizarlos a fin de cumplir Su voluntad.
El primer ministro de Dios fue constituido antes de que la tierra creada llegase a estar desordenada y vacía (Gn 1:2). Veamos quién fue y cuál era la relación de su ministerio con lo que sucedió con la tierra.
Dios había creado los cielos y la tierra de una manera muy bella y le entregó la administración de esa primera creación a un arcángel llamado Lucero, hijo de la mañana (Is 14:12). Inicialmente, este arcángel no era rebelde, y Dios se agradaba tanto de él, que le dio sabiduría y diversas habilidades para administrar el universo (Ez 28:13-14).
No obstante, Lucero se enorgulleció tanto, que tuvo la ambición de tener una posición superior a la que ya tenía: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is 14:13-14).
Al rebelarse contra el Creador, se convirtió en el adversario de Dios, Satanás, y arrastró consigo a la tercera parte de los ángeles, la cual lo siguió en su rebelión (Ap 12:4, 9). Fue entonces que Dios juzgó a Satanás, a sus ángeles y a la primera creación, y de esta manera la tierra se volvió desordenada y vacía.
En los días actuales, Dios continúa comisionando ministros para que realicen Su voluntad en la tierra. A fin de estar preparados para desempeñar esta incumbencia y no ser descalificados, debemos dar atención a los hechos que han sucedido en el pasado, que fueron registrados en las Escrituras como ejemplos para amonestarnos (1 Co 10:11).
Que seamos dispensadores fieles al ministerio que nos fue comisionado por el Señor para llevar a cabo Su plan eterno y ejecutar Su obra divina. ¡Amén!
Punto Clave: Ministros fieles a la comisión recibida de Dios.
Pregunta: ¿Es usted un ministro de Dios?

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ
Semana 1 --- El primer ministerio
Jueves --- Leer con oración: Ez 28:16-17; Mt 8:31-32; Ef 6:12
“Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu” (Pr 16:18)
LA RUINA DE LUCERO
Como vimos anteriormente, Dios había escogido a un arcángel llamado Lucero y le había dado la comisión de gobernar a la primera creación. Este arcángel estaba en Edén, el huerto de Dios, y de toda piedra preciosa era su vestidura (Ez 28:13).
Estar vestido de piedras preciosas indica que las habilidades de Lucero eran nobles y muy importantes para llevar a cabo la carga confiada por Dios. Asimismo, su posición era alta, pues Dios lo había establecido como un querubín grande y protector (v. 14).
El versículo 15 describe que Lucero era perfecto en sus caminos desde el día que fue creado, hasta que se halló maldad en él, proveniente del orgullo que comenzó a existir en su corazón por causa de su hermosura. El orgullo produjo en él insatisfacción por la posición que ocupaba, y con la insatisfacción, la ambición, que lo hizo desear elevarse hasta el trono del Dios Altísimo.
En Isaías 14:12-13 vemos que, aunque ya ocupaba una alta posición, Lucero no se sentía satisfecho. Él era muy capaz, había sido establecido como el líder de los ángeles y estaba por encima de los arcángeles Miguel y Gabriel, pero aun así quiso elevarse más y tuvo la ambición de ser semejante al Altísimo.
Así que, Lucero se rebeló contra Dios, pues su orgullo lo condujo a la ambición, a la multiplicación de la iniquidad y a la injusticia en la administración de la creación de Dios.
Al ver esto, el Señor le quitó el ministerio, es decir, la incumbencia de gobernar la creación, y lo arrojó de los cielos a la tierra (Ez 28:13-14). Los ángeles que lo habían seguido fueron lanzados a los aires y se convirtieron en los principados y potestades en las regiones celestes, los gobernadores de las tinieblas de este siglo (Ef 6:12). En cuanto a la primera creación, que había sido dañada por Satanás y sus ángeles caídos, Dios la juzgó, inundando la tierra, y así llegó a estar desordenada y vacía (Gn 1:2). Los seres que existían en aquella época perdieron sus cuerpos en el juicio, se convirtieron en los demonios que hoy habitan los mares (Mt 8:31-32).
Estos acontecimientos nos sirven de advertencia, porque, como hijos de Dios, recibimos la comisión de hacer la voluntad del Padre. El Señor nos calificó, al hacernos Sus ministros. Por eso, cuando somos bendecidos por Él, obteniendo buenos resultados en nuestras actividades, o cuando nuestro servicio a Dios es valorado por los demás, debemos tener cuidado de no dejar que el orgullo se apodere de nuestro corazón.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que, al primer síntoma de auto exaltación, expulsemos del corazón todo orgullo e insatisfacción. ¡Amén!
Punto Clave: No dejar que el orgullo y la insatisfacción se apoderen de nuestro corazón.
Pregunta: ¿Qué lo llevó a Lucero a fracasar en su ministerio?
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