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 EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (7ª semana)

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EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (7ª semana) Empty
MensajeTema: EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (7ª semana)   EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (7ª semana) I_icon_minitimeVie Jun 18, 2010 12:27 am

EL MINISTERIO DEL APÓSTOL JUAN EN SU MADUREZ (7ª semana)
El llamamiento de Samuel
Lunes --- Leer con oración: Gn 45:27; 46:1; 47:6, 11; Jos 13:1
“Porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros” (Dt 20:4)
NEGARNOS A NOSOTROS MISMOS PARA CONQUISTAR A CRISTO
Al final del ministerio de Josué, los siete pueblos que habitaban en Canaán aún no habían sido completamente conquistados. Esto muestra que todavía había mucha tierra por poseer (Jos 13:1).
Vimos anteriormente que, debido a la gran hambre que sobrevino en Canaán, Abraham, Isaac y Jacob dejaron la tierra prometida en diferentes ocasiones, y descendieron a Egipto en busca de alimento. Abraham volvió avergonzado de allá. Isaac fue advertido por el Señor a no descender a Egipto, sino a permanecer en la tierra que le había sido dada a su padre (Gn 26:1-3). En cuanto a Jacob, creemos que si él y sus hijos hubieran permanecido en la tierra de Canaán, ciertamente Dios los habría suplido.
Aunque al principio Jacob no descendió a Egipto, pero envió a sus hijos a buscar alimentos, al saber que José estaba vivo y era gobernador de toda la tierra de Egipto, fue así que aceptó su invitación para descender hasta allá. Él partió con todo lo que tenía, para habitar en la tierra de Gosén y disfrutar del beneficio de migrar a aquel lugar con toda su familia (Gn 45:27; 46:1, 47:6, 11).
Esto nos enseña lecciones. Algunas personas dejan de servir adecuadamente a Dios en la iglesia por buscar más comodidad para sus vidas. En tal situación, Dios las llama para darles una revelación y carga, sin embargo ellos no le hacen mucho caso. El problema principal que les impide de servir a Dios está en su vida natural, su vida del alma. Si queremos conquistar la buena tierra, como lo hizo Josué, necesitamos darnos cuenta de que nuestro principal adversario no es algo exterior, como lo eran los gigantes de aquella época. Hoy, nuestro mayor enemigo para conquistar a Cristo está dentro de nosotros: es nuestra vida del alma. Por esa razón, en el Nuevo Testamento, cuando fuimos salvos, el Señor nos puso en la iglesia. Él sabe exactamente lo que impide el crecimiento de la vida divina en nosotros, y también sabe que la iglesia es el mejor lugar para tratar con ese problema. Nuestro objetivo principal, en el vivir práctico de la iglesia, es negarnos a nosotros mismos. Con todo, hoy es más difícil que esto ocurra, que para Josué derrotar a los siete pueblos de Canaán en aquella época.
Debemos estar conscientes que, si estamos llenos de la vida divina, el Señor, que mora en nuestro espíritu, nos fortalecerá, capacitándonos para derrotar a nuestro mayor enemigo, y nuestro corazón estará libre para preocuparse por los intereses del Señor.
Punto Clave: La iglesia es el mejor lugar para tratar con la vida del alma.
Pregunta: ¿Logra usted discernir cuando su vida del alma está impidiéndole servir al Señor?



Martes --- Leer con oración: Jos 24:15-24
“Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Dt 4:7)
SALVOS POR EL INVOCAR
Después que Josué lideró a las doce tribus de Israel en la conquista de la tierra, probablemente sintió que su responsabiidad por el pueblo había terminado. Cada tribu ya había recibido y ocupado su porción de la tierra. Además, en el lado oriental del Jordán, había dos tribus y media, mientras que en el lado occidental del Jordán habían quedado otras nueve tribus y media. Pese a que vivían en lugares diferentes, todas las tribus adoraban al Señor y sacrificaban sus ofrendas en el único lugar que Él había determinado.
Habiendo transcurrido el tiempo desde que el Señor dio descanso a Israel de todos sus enemigos, Josué hizo una declaración: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos 24:15). La reacción del pueblo también fue decir que serviría al Señor, conforme relata Josué 24:18-21: “Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos”.
A pesar de que Josué dijo: “Yo y mi casa serviremos a Jehová” (v. 15) y el pueblo confirmó que también haría lo mismo, después que pasó esa generación, el pueblo comenzó a hacer lo malo delante del Señor. Después de la muerte de Josué y de su generación, no hubo más orden, pues cada uno hacia lo que bien le parecía.
Podemos ver, según el relato en el libro de los Jueces, lo que sucedió después de la muerte de Josué: “Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot. Y se encendió contra Israel el furor de Jehová, el cual los entregó en manos de robadores que los despojaron, y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor; y no pudieron ya hacer frente a sus enemigos” (2:10-14).
El pueblo abandonó la práctica de invocar el nombre del Señor, como lo hacía anteriormente. Sólo clamaban al Señor cuando pasaban por situaciones difíciles. Por ejemplo, durante un periodo de ocho años, el pueblo fue subyugado y pasó a servir al rey de Mesopotamia. En medio de esas dificultades, clamaron al Señor y Él les levantó un libertador, Otoniel, hijo de Cenaz (3:9).
Después, el pueblo de Israel volvió a hacer lo malo ante los ojos del Señor, hasta que fue dominado por el rey de Moab, que se juntó con los amonitas y amalecitas para herirlo. Entonces el pueblo estuvo bajo servidumbre durante dieciocho años, hasta que ellos clamaron al Señor, y Él les envió un libertador, Aod, un benjamita (3:12-15).
Después de la muerte de Aod, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor, y en esa oportunidad, fueron entregados en las manos de Jabín rey de Canaán. Durante veinte años, el pueblo fue oprimido, entonces nuevamente clamó al Señor, y Él los libró por medio de Débora (4:1-7).
Desde ese momento en adelante, se ve poco con respecto al invocar el nombre del Señor. En la época del libro de los Jueces, el desorden y la confusión predominaban, conforme a lo que leemos en el ultimo versículo de este libro: “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (21:25).
Gracias al Señor, porque en el Nuevo Testamento, Dios firmó con nosotros un nuevo pacto, estableciendo al Señor Jesucristo como rey. Por medio de la regeneración, recibimos la vida de este Rey y cuando invocamos Su nombre, tenemos la dirección del Espíritu, que nos conduce a servir a Dios. ¡Aleluya!
Punto Clave: Servir a Dios invocando el nombre del Señor.
Pregunta: ¿Usted invoca al Señor sólo cuando pasa por situaciones difíciles?



Miércoles --- Leer con oración: 1 S 2:12-17, 29-35
“Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová” (1 S 1:28)
UNA VIDA CONSAGRADA
Después del libro de Jueces, tenemos el libro de Rut, que muestra la historia de personas que formaron parte de la ascendencia del Señor Jesús. En aquella época, fueron levantados muchos jueces, de los cuales algunos eran sacerdotes que asumieron la función de juzgar al pueblo. Por el hecho de que Israel no tenía rey, Dios tuvo que escoger a una persona para conducirlo. Esa persona fue Samuel.
La historia de Samuel comienza con la oración de Ana, que estaba muy triste y amargada porque era estéril, no podía tener hijos. Esto era un motivo de gran sufrimiento, puesto que su esterilidad era motivo de burlas. Entonces, Ana hizo un voto al Señor: SiÉl atendía su petición, dándole un hijo varón, lo consagraría para que lo sirviera todos los días de su vida. Con esto, vemos que ella no pidió un hijo para simisma, sino para servir al Señor. Por esa razón el Señor se acordó de Ana, ella concibió y dio a luz a Samuel, cuyo nombre significa al Señor lo pedí.
Ana cumplió el voto que había hecho, por tanto, cuando aún era un niño, Samuel fue consagrado y presentado en el templo a Dios para servirle. Tradicionalmente, sólo los de la casa de Aarón eran designados para el oficio de sacerdotes, pero, a partir de ese momento, hubo un cambio en el orden sacerdotal. Samuel no procedía de la casa de Aarón, sino que era de la tribu de Leví (cfr. 1 Cr 6:1, 27-28; 1 S 8:2). Probablemente sus padres se cambiaron a la región montañosa de Efraín (1 S 1:1). Puesto que no eran de la casa de Aarón, la base de su servicio a Dios fue el nazareato. Esto significa que Ana había dedicado a su hijo al Señor voluntariamente. Posteriormente, el Señor la bendijo, dándole otros hijos e hijas.
Samuel fue entregado al cuidado del sumo sacerdote desde niño, y así él fue creciendo en el templo. El Señor tuvo un nuevo comienzo con Samuel, pues el sacerdocio levítico de aquella época estaba degradado. Los sacerdotes se habían convertido en jueces para juzgar al pueblo y no desempeñaban bien su oficio. El sumo sacerdote, en aquel tiempo, era Elí, y los sacerdotes eran sus hijos Ofni y Finees. Él ya había envejecido y sus hijos no tenían conocimiento del Señor. Cuando alguien traía una ofrenda para sacrificarla en el templo, ellos usurpaban la mejor parte de las ofrendas para sí, despreciando la ofrenda del Señor. Por eso el pecado de ellos era muy grande (1 S 2:12-17).
El Señor no estaba satisfecho con esa situación, conforme a lo que leemos en los versículos 29 al 35: “¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por tanto, Jehová el Dios de Israel: (...) Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco (...) Y te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día. Y yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma; y yo le edificaré casa firme, y andará delante de mi ungido todos los días”.
Así que, Dios tuvo un nuevo comienzo en el sacerdocio por medio de la consagración de Samuel. Él fue útil a Dios desde muy joven, pues crecía en la casa del Señor, aprendió a servirle y el Señor estaba con él.
¡Alabado sea el Señor! porque hoy cada uno de nosotros puede serle útil. Basta que nos consagremos a Dios voluntariamente, disponiéndonos a servirlo. ¡Amén!
Punto Clave: Tener una vida consagrada a Dios.
Pregunta: ¿Ha experimentado orar estrictamente por los intereses de Dios?



Jueves --- Leer con oración: 1 S 3:7-20
“Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye” (1 S 3:10)
TENER CELO POR LA VOLUNTAD DE DIOS
Como vimos anteriormente, Dios abandonó la casa de Elí y escogió a Samuel como sacerdote, el cual servía al Señor desde joven. En aquella época, en que la palabra de Dios escaseaba y las visiones no eran frecuentes, Dios quería manifestarse y hablar nuevamente con el pueblo, para eso llamó a Samuel.
Samuel no conocía aún al Señor, hasta el día en que Él se manifestó (1 S 3:7-Cool. Dos veces el Señor lo llamó por su nombre, pero sólo la tercera vez Samuel identificó que aquella voz no era la de Elí, sino de Dios. En ese momento, él permaneció en la presencia del Señor, que le reveló: “He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos” (vs. 10-14).
Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová (vs. 19-20). Cuando el Señor quería hablar al pueblo, primero hablaba con Samuel, y él le transmitía Su palabra.
También se cumplió en aquella época lo que el Señor había dicho sobre la muerte de los hijos de Elí. En la batalla contra los filisteos, ellos llevaron el arca del Pacto al combate, pensando que eso les favorecería. No obstante, Dios no permitió que vencieran; el arca del Pacto fue tomada, y los dos sacerdotes murieron en la batalla. El sumo sacerdote Elí, que ya era viejo y cuyo corazón temblaba por el arca de Dios, al saber esas noticias, cayó y murió (4:1-18).
Este episodio nos revela que debemos tener mucho cuidado y celo cuando servimos al Señor. Hoy no sólo somos sacerdotes, sino que el Señor también nos llamó para ser Sus siervos, a quienes Él desea manifestar las cosas que van a suceder pronto. Que seamos considerados fieles con la carga que recibimos, al punto de ser confirmados en la gracia del Señor. ¡Amén!
Punto Clave: Oír, reconocer y permanecer en la presencia del Señor.
Pregunta: ¿Ha sido fiel a la carga del Señor?



Viernes --- Leer con oración: 1 S 8:2-3; 9:6
“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Co 10:6)
CONDUCIR A NUESTROS HIJOS A SERVIR AL SEÑOR
El relato de lo que sucedió con los hijos de Elí, nos muestra que necesitamos conducir a nuestros hijos a servir al Señor. Samuel fue consagrado desde su infancia, por eso Dios quiso usarlo.
Lamentablemente, cuando envejeció, el mismo Samuel no supo conducir a sus hijos a servir a Dios. El primogénito de Samuel se llamaba Joel, y el segundo se llamaba Abías. Ambos, fueron jueces corruptos en Beerseba, porque aceptaban sobornos y pervertían el derecho. Por tanto, no anduvieron en los caminos del Señor (1 S 8:2-3).
Samuel había sido constituido por el Señor mismo como sacerdote, profeta y juez, desde muy joven. Tenía una posición muy elevada, era respetado por muchos y fue llamado varón de Dios (9:6). Sin embargo, es lamentable que, en su vejez, no tuviera el suficiente discernimiento cuando constituyó a sus dos hijos malos como jueces y líderes del pueblo.
Necesitamos llevar a nuestros hijos a conocer, amar y servir al Señor en la iglesia. Debemos instruirlos desde muy jóvenes para que perciban que nuestro gran problema es la vida del alma. Los relatos del Antiguo Testamento nos sirven como un espejo por medio del cual vemos nuestra condición y la de nuestros hijos. Que aprendamos lecciones a través de la palabra de Dios a fin de que podamos discernir cómo cuidar a las próximas generaciones, y no repitamos los mismos errores del pasado (1 Co 10:6). ¡Amén!
Punto Clave: Llevar a las personas al Señor.
Pregunta: ¿Se ha preocupado por conducir a los más jóvenes a andar en el camino de Dios?



Sábado --- Leer con oración: 1 S 8:3-7; 9-18
“Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará” (Is 33:22)
UNA ADVERTENCIA SOLEMNE
Samuel era sacerdote, profeta, juez y además era llamado varón de Dios; sin embargo, no cuidó bien a sus hijos. “Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (1 S 8:3). Aun así, él los constituyó como jueces, y se convirtieron en los líderes del pueblo, esto fue algo que desagradó a los ancianos (v. 4). Ellos le dijeron a Samuel: “He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones (v. 5).
No sólo los ancianos, sino también el pueblo, quisieron que se establezca un rey para que los gobernara. Era como si le hubieran dicho a Samuel que él no había ejecutado bien su oficio, por tanto, querían un rey que lo sustituyera. Esta palabra no agradó a Samuel, entonces él buscó la presencia del Señor y recibió esta respuesta: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (vs. 6-7).
El Señor le dijo a Samuel que advirtiera al pueblo solemnemente lo que implicaría tener un rey, que les explicara cuáles serían los derechos del rey que reinaría sobre ellos, por lo que terminó diciendo: “clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (vs. 9-18).
No obstante, el pueblo no atendió a las palabras de Samuel y dijo: “No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras” (vs. 19-20). Oyó Samuel todas las palabras del pueblo, y se las refirió al Señor. Entonces el Señor le dijo: “Oye su voz, y pon rey sobre ellos”..
Punto Clave: Ser fiel a la comisión del Señor.
Pregunta: ¿Qué llevó a los ancianos de Israel a pedir un rey a Samuel?



Domingo --- Leer con oración: 1 Ti 1:18-19; 4:12; 2 Ti 3:14-17
“Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños” (Pr 27:23)
FIELES A LA COMISIÓN RECIBIDA
Todos estos acontecimientos del Antiguo Testamento necesitan ser como un espejo para nosotros. Si queremos que el Señor nos dé un ministerio, necesitamos ser fieles a su comisión, fieles para hacer Su voluntad.
Asimismo, a lo largo de esta semana, vimos que debemos cuidar a nuestros hijos, y también a las próximas generaciones. Así como Ana llevó al niño Samuel al templo desde muy temprano, debemos llevar a nuestros hijos a servir al Señor desde pequeños. No sólo debemos preocuparnos por darles estudios, sino principalmente por llevarlos a la presencia del Señor para que Le sirvan. Así, cuando crezcan, también sabrán que nuestro gran problema es nuestro ego, nuestra vida natural.
Ellos deben ser instruidos en la verdad de la Palabra (1 Ti 1:18-19; 2 Ti 3:14-17), para no ser influenciados por los ejemplos negativos de los jóvenes que viven como los hijos de Elí, cometiendo muchos pecados e injusticias, tampoco deben ser como los hijos de Samuel, que fueron corruptos y mancharon el triple ministerio de su padre. Esperamos que nuestros hijos se conviertan en ejemplo de los creyentes, en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Ti 4:12).
Punto Clave: Ser fieles y cuidar a las próximas generaciones.
Pregunta: ¿Qué debemos hacer para cuidar de las próximas generaciones?
Dong Yu Lan
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
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