AGUAS REFRESCANTES 24 de NOVIEMBRE
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre…. a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”. Apocalipsis 1: 5,6.
Cada vez que recordamos que nuestra redención fue lograda por la sangre preciosa de Cristo, nuestros cora¬zones se inflaman de gratitud y alabanza. En realidad, es lo único que podemos hacer pues en este asunto tan vital no hay necesidad de pedir nada, y en efecto sería impropio hacerlo. No le podemos invitar al Señor a que haga lo que ya ha hecho. Sólo podemos agradecerle de corazón.
La gratitud toma en cuenta la obra del Señor a nuestro favor, pero la alabanza va un paso más adelante. Le ala¬bamos por lo que El es. En primera instancia la gratitud nos sobrecogió, pero al menguar la novedad no dejó detrás de sí un vacío, pues nuestra relación no es con un evento, sino con una Persona. No sólo con una acción, sino con el mismo Autor de la acción. Gradualmente, el Señor mismo viene a llenar nuestra visión; la gratitud cede lugar a la alabanza, y exclamamos: "¡Cuán mara¬villoso Salvador es Jesús el Señor!"
W. Nee
Jesús es el Señor!
La iglesia en Armenia