La salvación está asegurada por la resurrección de Cristo
Romanos 4:25 el cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación. 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
El año pasado cuando estábamos comprando un terreno, varias veces yo llevé el dinero al banco. Una parte del dinero era en billetes. La otra parte era en monedas. Las envolví en un gran paquete y escribí en una ficha bancaria la cantidad de efectivo. Luego entregué el paquete. Mientras estaba parado en el mostrador, seguí preocupado. ¿Cómo sé si el monto es correcto? ¿Cómo sé si todos los billetes eran verdaderos? Varias veces el cajero tomaba un billete y lo examinaba bajo una luz. Después de contar todo el dinero, él firmó la ficha y la pasó a un superior, quien también la firmó. Finalmente, se me entregó la ficha. En ese momento supe que la transacción estaba completa, y llevé la ficha a la casa. No tuve que preocuparme más si los billetes eran genuinos, o si las monedas eran verdaderas.
De la misma manera, mientras veamos al Señor resucitado, todo está bien. La resurrección del Señor nos dice que somos justificados. ¿Qué significa que seamos justificados? Significa que Dios ha reconocido la redención de Su Hijo Jesús. Después de esto, Él nos justificó y luego Su Hijo resucitó. La resurrección testifica que Su muerte es apropiada. Así que, si usted aún no tiene paz y aún no conoce lo que Dios ve en cuanto a su salvación, si puede ser salvo ante Él por medio del Señor Jesús, todo lo que necesita preguntar es si el Señor ha resucitado. Sin justificación, Él no podría haber resucitado. Por eso dije muchas veces que la resurrección es el recibo que Dios dio por el sacrificio que el Señor Jesús ofreció. Reconoce el pago como adecuado.
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Aguas refrescantes 27 de enero
“Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré y trovaré salmos”. Salmo. 57: 7.
Nuestros problemas en la vida son generalmente de dos clases. La primera es circunstancial y surge de los aconteci¬mientos. Deben ser enfrentados y vencidos por medio de la oración. La otra clase es más personal y se produce cuando somos heridos o humillados por otros.
En tales afrentas y malentendidos pareciera que la ora¬ción no es suficiente. Yo he orado en tales casos sin éxito. .Es inútil luchar con estos problemas en oración, y quiero sugerirles que en lugar de la oración prueben la alabanza.
En tales casos deberíamos inclinar nuestras cabezas y decirle al Señor: "Señor, te doy gracias, Recibo este maltrato como de tus manos y te alabo por todo ello". Al hacerlo, descubriremos que todo trasciende. Lo que el Señor ha permitido que nos ocurra no puede ser malo. Todo lo que El hace es perfecto. Cuando alabamos a Dios de esta manera nuestro espíritu se levanta victorioso por encima de nuestros problemas y Dios mismo se encarga de nuestros sentimientos heridos.
W. Nee
Jesus es el Señor!
laiglesiaenarmenia@yahoo.com
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Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento… con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación… El Señor es mi fortaleza.
Habacuc 3:17-19
¡La confianza en Dios!
En el muro de un campo de concentración, en un país totalitario, se halló esta inscripción:
«Creo en el sol, aun cuando no brilla.
Creo en el amor, aun cuando no lo siento.
Creo en Dios, aun cuando permanece silencioso».
¡Hermoso testimonio de la confianza que poseía el autor de estas frases! Aunque todo parecía perdido, ese creyente no se rebelaba.
A menudo, cuando atravesamos momentos difíciles, estamos inclinados a quejarnos y a dudar de nuestro Dios. Asaf, el autor del Salmo 73, había tenido semejantes pensamientos: “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia” (v. 12-13). El silencio aparente de Dios lo llevaba a desalentarse, pero Dios no lo dejó en este dilema, sino que lo llevó a elevarse por encima de las circunstancias: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (16-17).
Ante todo él experimentó este versículo: “La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre… en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien” (26-28).
Imitemos a estos hombres de fe y aprendamos, aun en las dificultades, a vivir en la comunión y la paz de nuestro Salvador
Carlos Carinci