La vida está en el Hijo
“1 Juan 5:11-12 Y éste es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.
¿Cómo se nos da la vida vencedora? Se nos da en el Hijo. Es imposible recibir la vida vencedora por otro medio que no sea el Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Cuando Dios nos da a Su Hijo, no solamente nos da una receta médica, sino al doctor mismo. Dios no meramente nos da la vida; El nos la da en Su Hijo. Tener la vida vencedora no es simplemente un asunto de recibir la vida, sino de recibir al Hijo de Dios. Por lo tanto, cuando nuestra relación con Cristo no es correcta, surgen los problemas. Una vez que dudemos de la fidelidad de Cristo y de Sus promesas, tendremos problemas en nuestro interior. Dios no nos da la paciencia, la mansedumbre ni la humildad independientemente de Cristo. Él nos da la paciencia, la mansedumbre y la humildad en Su Hijo. Tan pronto surge algún problema en nuestra relación con Su Hijo, perdemos la victoria. Es por esto que necesitamos tener la debida relación con Cristo todos los días.
Todos los días debemos decir: “Señor, Tú eres mi Cabeza y yo soy un miembro Tuyo. Señor, Tú sigues siendo mi vida y mi santidad”. Si ponemos la mirada en nosotros mismos, no encontraremos ninguna de estas cosas. Pero si nuestra mirada se vuelve a Cristo, lo tendremos todo. Esto es fe. No podemos aferrarnos a la santidad, la victoria, la paciencia ni la humildad aparte de Cristo. Una vez que tenemos a Cristo, tenemos la santidad, la victoria, la paciencia y la humildad.
Tomado del libro: “La vida que vence”
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Aguas refrescantes 29 de Enero
Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él. "dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Marcos 5:30.
Este relato nos dice que una multitud se reunió alre¬dedor del Señor Jesús, pero sólo una persona le tocó. Esta mujer vino detrás suyo entre la multitud diciendo: "Si tocare tan solo su manto, seré salva". Ejercitó fe y a continuación experimentó el poder pues "sintió en el cuerpo que estaba sana". Nuestro Señor también sintió el toque y supo todo lo que había ocurrido.
No hubo cambio alguno en la multitud que le rodeaba. Sólo la mujer que tocó al Señor con fe fue instantánea¬mente cambiada. En consecuencia desprendemos que de nada vale saber las cosas del Señor. Muchos hoy día se familiarizan con las cosas externas de Jesús de Nazaret, sin "tocar" al Hijo .de Dios como ella lo hizo. Quedan en el mundo exterior de las multitudes pero nunca se aventuran a penetrar el mundo interior por medio del toque de fe. ¿Notamos "la diferencia? No es suficiente el sólo rodearle. Extendamos la mano con fe para tocarle; así las enfermedades se sanan y los problemas se resuelven.
W. Nee
Jesus es el Señor!
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