hgo1939 Moderador
Cantidad de envíos : 1135 Fecha de inscripción : 03/06/2009 Edad : 85 Localización : Armenia Colombia
| Tema: Reinar con Cristo, 2a semana Dom Mar 07, 2010 9:29 pm | |
| Reinar con Cristo, 2a semana Lunes Lectura bíblica: Gn 2: 7; Mt 16:24-25; Jn 4:24; Ra 8:6, 10-11; 2 Ca 3: 17 Leer con oración: "Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad" (2 Ts 2: 13). EL PROPÓSITO DE LA SALVACIÓN COMPLETA En el transcurso de esta serie del Alímento Diario, el Señor nos ha dado más revelación y carga. Esto es porque Él necesita de muchas personas para que Lo ayuden a administrar la tierra en la era venidera, y tiene la esperanza de que crezcamos en vida a fin de que reinemos juntamente con Él. Al principio, cuando leímos acerca del patrón del vivir de los que reinarán con Cristo, conforme a lo registrado en los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo, nos sentimos incapaces de alcanzado, porque nos parecía que las exigencias son demasiado elevadas para cumplidas. Sin embargo, el Señor no desea que alcancemos el patrón establecido por Él basados en nuestra vida natural, es decir, por nosotros mismos, sino por medio del Espíritu, que mora en nuestro espíritu. Hoy vivimos en la era del Espíritu, tenemos a Dios mismo morando en nuestro interior. Por medio de Él crecemos en vida y llegamos a ser capaces de vivir de acuerdo con el patrón propuesto por el Señor. Así, el Dios Triuno, que mora en nuestro interior, nos ayuda a practicar la Palabra y cumplir Su voluntad. El tema de esta semana se refiere a la salvación de las tres partes de nuestro ser tripartito: cuerpo, alma y espíritu. El Señor desea que cada una de ellas obtenga la salvación completa, proceso que comenzó cuando creímos en Él. Cuando confesamos con la boca que Jesucristo es nuestro Señor y creímos en nuestro corazón, recibimos la vida divina y así nacimos de nuevo (Ro 10:9; Jn 3:16). A partir de allí, pasamos a tener la vida de Dios y llegamos a ser aptos para cooperar con Él. Después de nacer de nuevo, necesitamos crecer y para eso, necesitamos alimentamos, esto lo hacemos junto con los demás hijos de Dios que fueron reunidos por Él en la iglesia. La iglesia es muy especial. Cuando el Señor habló por primera vez sobre la iglesia a los discípulos, tuvo la precaución de llevarlos a un lugar libre de la atmósfera religiosa de Jerusalén. Inmediatamente después de revelarles la iglesia, el Señor también les dijo cual era el punto más importante para su vivir. El Señor no detallo verdades o prácticas con respecto a la iglesia, aunque éstas tienen su debido valor. Enfatizó que quien quiera ir en pos de Él debía negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo. También dijo que cada uno debía perder la vida del alma a fin de ganarla. De esta manera, vemos que el Señor nos puso en la iglesia para que nos neguemos a nosotros mismos y crezcamos en la vida divina. Esto está relacionado con la segunda etapa de nuestra salvación completa: la salvación del alma. Dios quiere que neguemos la vida del alma hoy para ganarla en el futuro. Cuando el apóstol Pedro escribió sus epístolas, estando próximo a su martirio, hizo una referencia a la salvación completa de Dios en su primera epístola: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos" (1:3). Por medio de esta vida que recibimos, crecemos y por eso tenemos una esperanza viva, la cual es una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, es decir, que no se marchita, reservada en los cielos para nosotros (v. 4). Para ganar esta herencia, tenemos que obtener la salvación completa, que se revelará en el tiempo postrero conforme a lo que el apóstol nos relata: "obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" (v. 9). Ante esto, podemos comprender porqué el Señor estableció un patrón tan elevado para aquellos que reinarán en la era milenaria. Él quiere que tengamos un vivir digno de alguien que tendrá una alta posición en Su reino, y para eso, necesitamos proseguir hasta obtener la salvación de cada parte de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23). Punto clave: Crecer para cooperar con Dios, reinando con Él. Pregunta: ¿Cuál es el propósito de la salvación completa? Martes Lectura bíblica: Sal 90:2; 1Co 1:2; 12:3; 15:45; Co12:9; 1 Ti 6: 16; He 1:14; 2:5 Leer con oración: "Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia" (Ro 8:10). EL PROPÓSITO DE LA CRUCIFIXIÓN DEL SEÑOR La salvación completa se refiere al hecho de que Dios quiere alcanzar totalmente las tres partes de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, con Su vida. En 2 Corintios 1:10 dice: "(Dios) el cual nos libró de tan gran muerte, y nos libra; y en quien esperamos que aún nos librará". Este versículo puede ser aplicado a los tres aspectos de nuestra salvación: "nos libró", se refiere a la salvación de nuestro espíritu, que sucedió cuando creímos; "nos libra", se refiere a la salvación de nuestra alma al ser trabajada por la vida divina; y que "aún nos librará", se refiere a la salvación de nuestro cuerpo corruptible, cuando se revista de incorruptibilidad (1 Co 15:51~55). Como ya vimos, esta salvación completa tiene como objetivo que las tres partes de nuestro ser sean salvas a fin de que entremos en el reino para gobernar con el Señor (He 2:5; cfr. Is 32:1~2). Por eso, Él es tan rígido en Sus exigencias para con nosotros. Para que esta salvación completa alcance a cada uno de nosotros, a fin de conducirnos a la condición de "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Ro 8:17), el Dios eterno, que habita en luz inaccesible, se hizo carne (1 Ti 6:16). Esto puede ser visto en el Evangelio de Juan: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (...) y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (1: 1,14). En otras palabras, el Verbo, la Palabra, es Dios mismo que Se hizo carne. Él recibió un cuerpo como el nuestro y participó de carne y sangre como nosotros, pero en Él no había pecado (He 2:14; Ro 8:3). Asimismo, por medio de Su encarnación, el Señor Jesús fue llamado Emanuel, que quiere decir Dios con nosotros (Mt 1:23). El Señor Jesús es el Dios Triuno mismo, que vino a la tierra para manifestar corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col 2:9). Por medio de Él, el Padre fue revelado Jn 1:18; 14:9). No obstante, si Él hubiera permanecido en la carne sólo como Jesús, el Hijo del Hombre, habría continuado siendo limitado por el tiempo y el espacio. Él nació hace más de dos mil años y vivió en Palestina, por tanto, con Su cuerpo físico sería imposible estar en todos los lugares al mismo tiempo. Puesto que el deseo de Dios es que Él entre en nuestro espíritu para salvarnos y darnos Su vida divina, el Señor Jesús fue a la cruz y derramó Su sangre para el perdón de nuestros pecados. Después de Su muerte y resurrección, Él se hizo el Espíritu vivificante (1 Co 15:45), vino como el otro Consolador, que es el Espíritu de realidad. Hoy este Espíritu nos salva, nos da vida y está con nosotros en todas partes y en todo momento (]n 14:16~17). El Espíritu de realidad, que ahora está para siempre con nosotros, no sufre más las restricciones del tiempo o del espacio. En donde quiera que estemos, sólo necesitamos invocar el nombre del Señor Jesús y allí estará, listo para salvarnos, porque no sólo está cerca de nosotros, sino que vive en nuestro interior (Ro 10:12-13). Punto clave: Nuestro espíritu fue salvo cuando creímos. Pregunta: ¿Cuál era el objetivo de la crucifixión del Señor ?
Miercoles Lectura bíblica: Mt 16:21; He 9:12; l]n 1:7,9; Ap 2:26 Leer con oración: "Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria" (1 Co 15:54). LA SALVACIÓN DEL CUERPO ESTÁ ASEGURADA Vimos que la salvación completa de Dios comprende las tres partes de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu recibe la salvación instantáneamente, en el momento en que creímos en Cristo (Ef 1:13). Hoy hablaremos de la salvación del cuerpo y mañana trataremos acerca de la salvación del alma. La salvación del cuerpo está garantizada para todo aquel que cree en Cristo. En la venida del Señor, todos los santos, incluso los que ya hayan muerto, recibirán un cuerpo transfigurado. Cuando el Señor Jesús vuelva, todos los santos que murieron resucitarán y, si aún estamos vivos, podremos estar juntamente con ellos (1 Ts 4:16-17). Hoy todavía tenemos un cuerpo corruptible, pero en aquel día tendremos un cuerpo incorruptible, un cuerpo en resurrección (1 Co 15:50-54). Veamos un poco más con respecto a la resurrección de Cristo a fin de comprender mejor este asunto. Cuando el Señor dijo a Sus discípulos que iría a Jerusalén para sufrir en las manos de los escribas y sacerdotes, y ser muerto a fin de resucitar al tercer día, Satanás usó a Pedro para intentar impedírselo, porque temía que el Señor resucitara. Pedro amaba mucho al Señor, pero fue su amor natural que lo motivó para decirle: "Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca" (Mt 16:22b). Esta supuesta bondad de Pedro no era más que su alma que estaba siendo usada por Satanás, intentando impedir que el Señor cumpliera Su obra de redención. Por eso el Señor dijo: "¡Quítate de delante de mí, Satanás!" (v.23). Como vimos, el Señor Jesús no reprendió a Pedro directamente, sino que se dirigió a Satanás, quien estaba usando el alma de Pedro para impedir el cumplimiento del plan y propósito de Dios. El Señor necesitaba ser crucificado, morir y resucitar a fin de hacerse el Espíritu vivificante para redimirnos. Después de ser sepultado, el Señor salió victorioso, en resurrección, del Hades, que hasta entonces tenía sólo una puerta de entrada. ¡Alabado sea el Señor! En la segunda venida del Señor, nosotros también obtendremos un cuerpo incorruptible sobre el cual Satanás ya no tendrá poder; Tendremos un cuerpo en resurrección, entonces subiremos a los aires y nos encontraremos con el Sefl6r. ¡Aleluya! Punto clave: Un cuerpo transfigurado. Pregunta: ¿Por qué no necesitamos preocupamos por la salvación de nuestro cuerpo? Jueves Lectura bíblica: Ex 20: 13-17; 26: 15,29; Mt 16: 19;Jn 1:1, 14; 12:25 Leer con oración: "Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación" (1 P 1:9-10). LA SALVACIÓN DEL ALMA Y EL PROPÓSITO DE LA LEY En lo que se refiere a nuestro ser tripartito, el espíritu ya fue salvo cuando creímos, y el cuerpo será transfigurado en la segunda venida de Cristo. Por tanto, sólo queda la salvación de nuestra alma, la cual debe ocurrir diariamente en nuestro vivir. En el pasado, el énfasis de nuestra salvación estaba en la liberación de nuestros pecados, pero ese problema ya fue resuelto, porque si nos arrepentimos, confesando nuestros pecados, el Señor nos limpia inmediatamente (1 Jn 1:7-9). Algunos hermanos todavía piensan: "Cuán terrible soy, me arrepiento, pero vuelvo a pecar nuevamente, permaneciendo en este ciclo". Otros dicen: "¡No tengo solución; no tengo esperanza!". Sin embargo, les digo a los hermanos: "Ustedes tienen que creer en el Señor. No importa cuántos pecados hayan cometido, la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, el cual Se entregó sin mancha a Dios, es eficaz para limpiamos de todos ellos". Además, la salvación completa de Dios incluye la salvación de nuestra alma. Dios quiere salvarla, pues desea usarla para expresarse a través de ella. Para que eso suceda, el Señor, como el Espíritu vivificante, necesita ganar nuestra alma. La parte de la emoción del hombre necesita ser llena del placer de Dios a fin de que coopere con Él en el cumplimiento de Su propósito, amando a Dios y todo lo que Él ama. La mente del hombre tampoco debería estar en todo momento preocupada por las cosas de la tierra, pues fue hecha para pensar en cómo practicar la voluntad de Dios, cómo llevar a los hombres a la salvación. Para que esto ocurra, nuestra mente necesita ser puesta en el Espíritu a fin de que comprendamos cual es la voluntad del Señor (cfr. Ro 8:5-6; Ef 5:17). Una vez que conocemos el plan y propósito de Dios, comenzamos a pensar en las cosas de arriba y nuestra mente es renovada, haciéndose adecuada para cooperar con Dios. Incluso la voluntad del hombre es para cumplir el misterio de la voluntad de Dios. El anhelo y deseo de nuestra voluntad debe ser exaltar el nombre del Señor. Hay muchas maneras de hacerla, y la más práctica y sencilla es invocar Su nombre. Además, nuestra alma debe desear lo que Dios desea: que Su reino venga a la tierra, Como ya vimos anteriormente, nuestra alma puede ser representada por la madera que fue usada en la construcción del tabernáculo del Antiguo Testamento. El tabernáculo era hecho de madera de acacia revestida de oro (Ex 26:15, 29). Conforme a la exigencia de Dios, para Su obra era necesaria la mejor madera, la más resistente, que representa una naturaleza humana adecuada, refinada. Por tener esa calidad, Dios determinó que se usara madera de acacia y la revistieran de oro. Esto indica que Él quiere añadir Su naturaleza divina a nuestra naturaleza humana. Dios no quiere terminar con nuestra humanidad, por el contrario, quiere usarla. En el Antiguo Testamento, Dios dio la ley a Su pueblo para que su humanidad llegara a ser adecuada. En el Nuevo Testamento, en los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo, el Señor presentó a Sus discípulos el patrón de un vivir superior al exigido por la ley de Moisés. El nivel de exigencia en estos capítulos se hizo más elevado que el impuesto a los israelitas. Aunque Su exigencia sea más alta para nosotros, la vida de Dios que mora en nuestro interior nos capacita para cumplirla. De la misma manera, el Señor desea trabajar en nuestra humanidad con Su divinidad, a fin de prepararnos para cooperar con Él, gobernando sobre las naciones en el reino milenario. Esto nos muestra que Dios necesita de nuestra alma. El problema no es nuestra alma en sí, sino el hecho de que vivimos bajo la influencia del ego, es decir, de la vida del alma, que es independiente de Dios. Este vivir autónomo del hombre impide y frustra lo que Dios quiere hacer por medio de él. Cuando el hombre ve cuán terrible es su vida del alma y se niega a sí mismo, abre un camino para que Dios la purifique y la salve, haciéndonos útiles para realizar Su voluntad. Punto clave: Poner la mente en el espíritu. Pregunta: ¿Cuál era el propósito de la ley? Viernes Lectura bíblica: Gn 1:26-28; Mt 16:24 Leer con oración: "Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas" (Ap 4: 11) . EL PROPÓSITO DE DIOS PARA EL HOMBRE La voluntad de Dios ya existía antes de la fundación del mundo. En Génesis 1:28, podemos ver mejor este deseo Suyo de crear al hombre y a la mujer y ordenarles que fueran fructíferos, que se multiplicaran, llenaran la tierra y la sojuzgaran. Dios creó al hombre y a la mujer a Su imagen y semejanza para que ellos comieran del árbol de la vida, recibieran la vida divina y subyugaran la tierra que había sido usurpada por Satanás. Como vimos en semanas anteriores, Dios no logró lo que quería por medio de Adán y sus descendientes, ni por Abraham y su numerosa descendencia. Fue por eso que el Señor Jesús, por medio de Su muerte y resurrección, se hizo el Espíritu vivificante a fin de dispensarse a cada uno de nosotros y hacernos crecer en Su vida divina. Debemos cooperar con Él, buscando este crecimiento, predicando el evangelio del reino para que realicemos Su deseo, con el propósito de que Él vuelva y reine sobre la tierra. Para cumplir la voluntad del Señor y llenar la tierra, tal como Él lo determinó, no sólo basta producir personas, es decir, no basta traerles la salvación del espíritu. Es necesario criar a los hijos engendrados, haciéndolos crecer en vida a fin de que obtengan la salvación del alma. Engendrar a un niño es relativamente fácil: después de doscientos ochenta días está listo para nacer. Pero criar adecuadamente a un hijo no es tan sencillo. Por ejemplo, muchos padres desean hacer y dar lo mejor de sí para sus hijos, pero, de entre ellos, la mayoría de las veces, no son pocos los que se sienten frustrados por no criarlos adecuadamente. En algunos casos, por amarlos en exceso y hacer todas sus voluntades, en vez de crecer en gratitud y ser responsables, esos hijos se revelan y son irreverentes. Cuando Le dio al hombre la comisión de subyugar la tierra, Dios no dijo: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y Yo la señorearé". Él nos creó, nos redimió y nos dio una comisión para cumplir Su propósito. Esta comisión de cumplir la voluntad de Dios fue dada a la iglesia. Alabamos al Señor, porque fuimos puestos en la iglesia, en donde tenemos Su palabra, invocamos Su nombre, negamos nuestro ego, nos llenamos de Su vida divina, y así realizamos Su voluntad de multiplicarnos para llenar la tierra y sojuzgarla. ¡Que seamos fieles al Señor! Punto clave: Dios tiene un propósito eterno. Pregunta: ¿Cuál es la determinación de Dios para el hombre? Sábado Lectura bíblica: 1 Co 12:3; Ef 4:3 Leer con oración: "Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Ro 14: 17). EL PROPÓSITO DEL REINO HOY Como vimos ayer, el Señor nos puso en la iglesia para que cumplamos Su propósito eterno. Sin embargo, para que eso sea nuestra realidad, necesitamos negar nuestro yo, nuestra vida del alma. Por ejemplo, en la vida de la iglesia queremos la unidad, pero, si no nos negamos a nosotros mismos, no habrá unidad. Cuando fui por primera vez a Argentina, participé de una reunión de pastores con más de treinta grupos cristianos diferentes en donde cada uno hacía su propia obra. Ellos no estaban en unidad, pese a que ya habían visto en la Biblia, principalmente en Efesios 4, que Dios desea que seamos uno. Cuando oyeron que necesitaban de la unidad y que debían cambiar su situación, ellos se reunieron, cantaron himnos llenos de amor, todos se abrazaron y decían que eran uno. No obstante, cuando la reunión terminó, cada uno volvió a sus quehaceres, como antes. En ese día les dije: "Amados hermanos, la unidad es en el Espíritu. Si ustedes no están en el Espíritu, será imposible practicarla, porque cada alma es diferente. Si viven por su alma, no podrán ser ni siquiera uno con Aquel que los engendró". La Biblia dice que debemos ser solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Ef 4:3). Cuando nos disponemos, es decir, cuando somos solícitos para estar en el Espíritu, somos uno con los demás hermanos. Sólo así podremos tener unidad si invocamos el nombre del Señor, pues nadie puede decir Señor Jesús si no es por el Espíritu Santo. Así, será fácil negar nuestro ego, cuando nos volvemos al Espíritu vivificante, que nos hace crecer en vida y nos hace uno. Todas las personas le dan mucho valor a su vida del alma, porque no conocen cuán terrible, egoísta, soberbia y auto suficiente es. Finalmente, ella frustra el propósito de Dios y por eso, debemos negarla para que la vida de Dios crezca en nosotros. Esta es la razón por la cual Dios nos puso en la vida de la iglesia, donde lo más importante es que cada uno se niegue a sí mismo. En la vida de la iglesia hoy tenemos mucho disfrute, gozo y paz, pero ésta no sólo se restringe a eso, porque el propósito de Dios es salvar nuestra alma por medio de negar nuestro ego. Punto clave: Negar la vida del alma por permanecer en el espíritu. Pregunta: ¿Por qué negamos a nosotros mismos es el punto más importante en la vida de la iglesia? Domingo Lectura bíblica: Mt 3:11-14;6:10,25,33 Leer con oración: "Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia" (Mt 3:15). EL PROPÓSITO DE DIOS AL PONERNOS EN LA IGLESIA En el capítulo 14 de Romanos, vemos que: "El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (v.17). Es fácil comprender el significado del gozo y la paz, pero pocos entienden lo que quiere decir justicia en este versículo. Justicia, en este pasaje de Romanos, se refiere a la justicia subjetiva, es decir, hacer lo que Dios considera correcto, y no lo que nosotros pensamos. Por tanto, para disfrutar de la paz y el gozo en el Espíritu Santo, debemos hacer lo que Dios determinó. Esto es el reino de Dios. Algunos piensan que esta justicia está relacionada con lo que recibimos mediante la redención de Cristo. Es cierto que la Biblia dice que el Señor nos justificó, sin embargo no es esta la justicia a la que este versículo se refiere. El propósito eterno de Dios es que Su voluntad sea hecha en la tierra, como es hecha en el cielo (Mt 6: 10). Por eso necesitamos verificar si estamos o no cumpliendo la justicia divina. Si no hacemos lo que Dios determinó, seremos engañados por Satanás y terminaremos haciendo nuestra propia voluntad, actuando independientemente de Dios. Pero, si por el contrario, buscamos el reino de Dios y Su justicia en primer lugar, santificaremos el nombre del Señor, traeremos Su reino a la tierra y practicaremos la voluntad de Dios en la iglesia. ¡Aleluya! Antes del comienzo del ministerio del Señor, Juan el Bautista comenzó a predicar y a bautizar. En Mateo 3:11 encontramos el registro de sus palabras, refiriéndose a su ministerio y al del Señor Jesús: "Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego". Juan predicaba el arrepentimiento, pues quien quiere recibir al Señor Jesús y seguirlo necesita tener un cambio de manera de pensar. En los versículos 13 y 14 leemos que el Señor fue donde estaba Juan para que éste Lo bautizara, y éste quedó sorprendido por ello, diciendo que él era quien necesitaba ser bautizado por el Señor, y no al contrario. Pero el Señor le respondió: "Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia" (v. 15). Fue sólo después de eso que Juan el Bautista admitió bautizar al Señor. Juan había sido designado por Dios para bautizar a las personas y también para someterse a lo que Dios había determinado. La primera parte la cumplió, pero, en cuanto a someterse a la justicia de Dios, es decir, sepultar a su viejo hombre, no encontramos ningún registro bíblico de que Juan el Bautista haya sido bautizado por el Señor. Probablemente no se sometió a la determinación de Dios, porque quedó subyugado a sus conceptos. Sin embargo, el Señor se sometió a la determinación de Dios y fue bautizado por Juan el Bautista. De las experiencias de Jesús aprendemos que debemos someternos a la justicia de Dios, a lo que Él determinó. Aplicado esto a nuestra experiencia significa tener un cambio de manera de pensar, arrepentimos, creer en Su nombre y ser bautizados en Espíritu Santo y fuego. De esta manera, experimentaremos la verdadera justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. El Señor nos puso en la iglesia, pues ella es el lugar para que experimentemos la realidad del reino de Dios, la verdadera justicia, la paz y el gozo. Si nos sometemos a lo que Dios determinó, obtendremos la salvación completa, es decir, además de la salvación del espíritu y del cuerpo, obtendremos el fin de nuestra fe: la salvación de nuestra alma. Sin esta salvación completa, será imposible que entremos en el reino venidero para reinar. Pero, si perdemos nuestra vida del alma hoy, en el reino de Cristo la ganaremos y reinaremos con ÉL Punto clave: Negar la vida del alma para entrar en el reino de los cielos y ganar el galardón. Pregunta: ¿Cuál es el objetivo del Señor al ponemos en la iglesia? Lectura de apoyo: No más yo, mas Cristo - cap. 19 - Dong Yu Lan. El mayor sufrimiento de Jesús - cap. 6 - Dong Yu Lan. La salvación del alma - Watchman Nee. Aguas refrescantes 8 de Marzo ¿Por qué clamas a mí? dí a los hijos de Israel que marchen. Exodo 14:15. Pablo oró tres veces pidiendole al Señor que le qUItara, el "aguijón en la carne" que le hacía sufrir, pero la res¬puesta que recibió fue: "Bástate mi gracia". ¿Oró des¬pués una cuarta vez? No. Una vez que el Señor le habló, , el problema quedó resuelto por esa su palabra. Si oramos después de haber recibido una promesa lo único que lograremos es volver a introducir la duda. Si Dios ya te ha hablado y tienes fe, lo que resta es alabar al- Señor. Si continúas orando sólo disiparás tu fe. Seguir orando en tales circunstancias equivale a salir de una posición de fe y dar lugar a la duda. Al hacerla demos¬tramos que no estamos confiando en lo qu .Dios ya nos ha dicho. Aun en nuestras relaciones humanas, sin duda, pedimos hasta tanto recibamos una promesa,' pero una vez que la promesa ha sido dada, ¿no es verdad que expre¬samos nuestra gratitud por ella? W. Nee Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden Literatura disponible en: corpocri@yahoo.com laiglesiaenarmenia@yahoo.com | |
|