EL SEÑOR SE HIZO TAN PEQUEÑO
QUE PUEDE ENTRAR EN NOSOTROS
Juan 6:54,56,58: Hermanos y hermanas, debemos ver lo significativo de este caso. Las personas se dirigen al Señor según sus propios conceptos religiosos y lo consideran un hombre grandioso, pero El nos revela claramente que eso no es acertado. No debemos conocerle según nuestros conceptos religiosos, sino según lo que nos revela Su Palabra. En la actualidad, la mayoría de las personas ven a Cristo como lo vio la mujer cananea. Por eso, algunos afirman que El era un maestro religioso, otros, que El fue el fundador de una religión o que fue un hombre muy destacado. Eso es lo que dicen los incrédulos. Para los creyentes, Cristo es mayor y más elevado. No niego que el Señor sea grandioso y altísimo, pero sí debemos comprender que tales conceptos concuerdan con las ideas religiosas del hombre. Desde que Dios creó al hombre, se le ha revelado y se le presentó como árbol de vida. Sabemos que los árboles frutales no son muy altos. Por ejemplo, el manzano y la vid no son árboles altos. Pero árboles como el abeto o el ciprés, cuya madera se usa para hacer postes, son bastante altos. Si los árboles frutales tuvieran una altura de cien metros, sería muy difícil comer su fruto. Por eso, estoy convencido de que el árbol de la vida presentado en la Biblia era pequeño y de baja altura. Algunos eruditos piensan que el árbol de la vida era una vid, porque el Señor declaró: “Yo soy la vid verdadera”. Aparte de este argumento, el árbol de la vida con seguridad no podía ser muy alto.
¡Aleluya! Cuando Dios apareció al hombre por primera vez, no se le presentó como un árbol enorme, sino como un árbol que estaba a su altura. Más tarde, cuando vino Jesús, el hombre lo consideró un gran líder religioso, pero El dijo: “Yo soy el pan de vida”. El pan es aún más pequeño que un árbol. Dios siempre se presenta al hombre como un ser accesible, y no como un ser enorme. Ello se debe a que solamente siendo pequeño puede entrar en el hombre. Cuando le ingerimos, El se deleita.
Muchos conocemos las epístolas de Pablo. Permítanme preguntar: en dichas epístolas ¿cuántas veces se nos exhorta a inclinar la cabeza y postrarnos ante Dios? Sólo en unos cuantos casos, pero con frecuencia Pablo usa las expresiones “Cristo en mí” y “Cristo en vosotros”. Por ejemplo, dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”; “agradó a Dios ... revelar a Su Hijo en mí”; “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”; “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”; “para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones” (Gá. 2:20; 1:15-16; 4:19; Col. 1:27; Ef. 3:17). Cuando algo entra en uno, ¿qué es mayor: la persona o lo que ingirió? ¡Aleluya! La persona es mayor. Cuando alabe al Señor puede decirle confiadamente: “Señor, te alabo porque soy más grande que Tú. Señor, Tú eres más pequeño que yo”. Si uno no se atreve a alabar al Señor así, demuestra que lo detienen sus conceptos religiosos. En la madrugada, trate de decirle al Señor con osadía: “Aleluya. Yo soy grande, y Tú eres pequeño”. Si lo hace, le garantizo que su espíritu brincará de gozo. El Señor le dirá: “He aquí un hombre que me conoce bien”.
No me entiendan mal. No digo que la persona del Señor Jesús sea menor que nosotros. El en Sí mismo es muy superior a nosotros. Sin embargo, El se hizo pequeño, el hombre Jesús, a fin de que le podamos comer y disfrutar. Además, cuando El salió de Jerusalén y se retiró a la región de Tiro y Sidón, se convirtió en las migajas que caen de la mesa. El pan que está sobre la mesa es relativamente grande, comparado con las migajas que caen, las cuales son muy pequeñas. “Jesús. Te alabo por ser las migajas que caen bajo la mesa. Ahora Tú no eres el Jesús entero, sino Jesús en migajas”.
Hace unos quince años en un adiestramiento que tuvimos aquí, me dediqué a escudriñar toda la Biblia buscando todos los títulos adjudicados al Señor que pudiera encontrar. El es Cristo, Emmanuel, el Hijo de Dios, y así sucesivamente. Encontramos unos doscientos setenta títulos, pero no incluí el título “migajas”. Esta mañana quisiera añadirlo. El Señor Jesús también es llamado migajas. El no sólo es el pan de vida, sino también las migajas.
Repito que Jesús mismo es grandioso, pero a fin de que nosotros le pudiéramos comer, El estuvo dispuesto a humillarse y a tomar la forma de esclavo. El hombre, en sus ideas religiosas, le llama Hijo de David, lo cual concuerda con la forma en que la tradición se dirige a El, pero el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan de los hijos; más aún, soy las migajas. No soy ni siquiera las migajas que quedan sobre la mesa, sino las que caen bajo la mesa”. El Señor Jesús vino al mismo lugar donde nosotros estamos, a la condición caída de Tiro y Sidón. Estas dos ciudades no eran lugares de prestigio, pero el Señor Jesús descendió allí. Aunque el es santo, se humilló y se solidarizó con nosotros, para acercarse a los pecadores y los injustos. Aunque es el gran Dios, se acerca a los hombres viles.
NO LE PEDIMOS AL SEÑOR QUE HAGA ALGO
POR NOSOTROS, SINO QUE LE COMEMOS
La mujer cananea se le acercó al Señor y le pidió que le hiciera un favor; le pidió que sanara a su hija enferma. Pero la respuesta del Señor no le dio la menor esperanza de que fuera a hacerle favor alguno. Le dijo que El era el pan que la podía alimentar. Esto nos muestra que lo que necesitamos no es que el Señor Jesús haga obras en beneficio nuestro, sino comerle. Hermana, ¿está enfermo su esposo? No le pida al Señor que lo sane. La razón por la cual su marido está enfermo es que usted pueda comer al Señor Jesús, y entonces su esposo sanará. ¿Está abatida por la desobediencia de sus hijos? Usted ora con frecuencia pidiéndole al Señor que haga el milagro de hacer que sus hijos sean obedientes. Pero cuanto más ora, menos eficaz parece la oración y peores se vuelven sus hijos. Ahora usted sabe lo que debe hacer: comer más al Señor. Coma bien al Señor, y su hijo sanará.
Cualquier necesidad que tengamos es una evidencia de que necesitamos comer al Señor Jesús. ¿Está desempleado? No le pida al Señor que le dé un trabajo; lo único que debe hacer es comer al Señor Jesús, y el trabajo aparecerá. Cuando los incrédulos oyen estas palabras, piensan que esto es una necedad, pero los que tienen experiencia saben que el trabajo viene como resultado de comer al Señor. No le pidamos al Señor que haga algo fuera de nosotros. Más bien, coma al Señor e ingiéralo.
Hermanos y hermanas, ya vimos que el Señor Jesús verdaderamente se hizo alimento para nosotros. Nuestra mentalidad necesita un cambio. Los ancianos de todas las localidades administran fielmente las iglesias, las llevan en sus corazones y desean ardientemente que avancen. Pero estar ansiosos por el progreso de las iglesias, aunque sea una preocupación genuina, no ayuda. No le pidamos al Señor que nos ayude a cuidar bien a las iglesias; lo que debemos hacer es comer algunas migajas del Señor Jesús. Cuando comemos más de El, las iglesias son avivadas.
Esta es la perspectiva primordial del Nuevo Testamento. El Señor no vino a hacer obras en favor nuestro, sino a alimentarnos. Es una equivocación pedirle al Señor que, como primogénito del ganado, labre la tierra para nosotros, y también es un error despojarlo de su lana para embellecernos nosotros. Cuando la mujer cananea mencionada en Mateo 15 le pidió al Señor Jesús que sanara a su hija enferma, El le contestó algo así: “No me pidas que sea como los bueyes para labrar tu tierra; soy las migajas que puedes comer. No te preocupes si tu hija está enferma o sana, sólo ¡cómeme! Cómeme, y tu hija sanará”.
Tenemos problemas en nuestra vida familiar porque no comemos a Jesús. Cuando la esposa come a Jesús, el esposo cambia para bien, y cuando el esposo come a Jesús, es ella la que cambia. Cuando los hijos comen a Jesús, los padres dejan de ser un problema. Cuando los padres comen al Señor Jesús, los hijos se vuelven a Dios. Necesitamos ingerir al Señor y dejar que sea nuestra vida, nuestro alimento y nuestro todo; sólo entonces las circunstancias cambiarán.
De hecho, ni siquiera nos preocupa si las circunstancias cambian; sólo nos interesa comer y disfrutar al Señor. El es comestible. Primero comemos las migajas que caen de la mesa; después de cierto tiempo, comemos lo que está sobre la mesa. Cuando los perros gentiles comen a Cristo, llegan a ser hijos de Dios. Después de que los hijos comen más de Cristo, llegan a ser piedras preciosas. En Apocalipsis 2, el Señor le dice al mensajero de la iglesia en Pérgamo: “Al que venza, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca” (v. 17). La piedrecita blanca es el que vence. El que come el maná escondido llega a ser una piedra blanca en el edificio de Dios.
EL CONCEPTO BIBLICO ES COMER
Cuando el hijo pródigo regresó a casa, fue cubierto por fuera con el mejor vestido, el cual su padre tenía preparado, pero interiormente todavía tenía hambre. Por lo tanto, el Padre dijo: “Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos” (Lc. 15:23). Este es el concepto neotestamentario, el cual se ve en toda la Biblia.
El Señor Jesús dijo que la predicación del evangelio es semejante a un hombre que preparó un gran banquete. Cuando nosotros predicamos el evangelio, por lo general instamos a las personas a arrepentirse y les hablamos del pecado. Pero en esta parábola el Señor Jesús dijo: “Id y traed a los convidados a la cena, pues todo está preparado”. ¿Traedlos para qué? ¡Traedlos para que coman! No nos preocupemos si los incrédulos no confiesan sus pecados ni se arrepienten. Cuando coman al Señor, se regocijarán. Luego, cuando comprendan que son pecadores, llorarán. Este llanto y la confesión de pecados que conlleva son mejores que lo que hubieran hecho si los hubiésemos convencido de que eran pecadores. Por lo tanto, cuando prediquemos el evangelio, debemos instarles a comer. El hombre necesita comer al Señor, ingerirlo.
Pablo dice en sus epístolas que él alimentaba a los creyentes con leche. Pablo también afirma que los recién nacidos anhelan la leche pura y no adulterada. La leche no sólo se puede beber sino también comer. La leche es un alimento nutritivo. Por lo tanto, el concepto bíblico radica en comer. La Biblia es un libro que habla de comer. ¡Comer, comer y comer! ¡Necesitamos comer al Señor Jesús!
Tomado de: “Comer al Señor” Witness Lee
Aguas refrescantes 27 de junio
Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen conforme a nuestra semejanza; y señoree… en to¬da la tierra. Génesis 1:26.
Ya en el mismo acto de la creación, Dios hace conocer su deseo de que el hombre señoree. Además, establece es¬pecíficamente cuál será el área de su señorío: "Toda la tierra". La atención de Dios está enfocada sobre la tierra que está destinada a ser el centro de todos los problemas.
La oración que el Señor Jesús nos enseñó también está relacionada con la tierra. "Cuando oréis, decid: Padre nues¬tro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Lc.11:2,3). En el griego la última frase es común a las tres cláusulas y no sólo a la última, de manera que la santificación de su nombre, la venida de su reino, y el cumplimiento de su voluntad, están involucra¬dos por la frase: "Como en el cielo, así también en la tierra". En otras palabras, en el cielo no existen problemas; e1 problema está en la tierra y es por ella que Dios está contendiendo. ¿No deberíamos ejercitar el señorío del hombre, orando y reclamando esta tierra para Dios?
Watchman Nee
Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden
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