¿PORQUE CREÓ DIOS AL HOMBRE? (semana 5)
Semana 5--- Los descendientes de Adán
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:3-8; Mr 5:1-14
“Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él (1 Jn 1:5). Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col 3:1-2)
LA OBRA DEL PADRE Y LA OBRA DEL ESPÍRITU
El primer capítulo de la Biblia describe la obra de la creación de Dios hecha en seis días, que también puede ser entendida como una recreación, o la restauración del mundo que fue juzgado por causa de la rebelión de Lucero. Después de restaurar este mundo, Dios reposó el séptimo día. Los siete días de la recreación son siete periodos de tiempo, y cada uno puede haber durado milones de años.
Puesto que la tierra estaba desordenada y vacía, en el primer día había tinieblas sobre la faz del abismo, pero Dios, por medio de Su palabra, mandó que apareciera la luz: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Gn 1:3). Esta luz era difusa, porque todavía no habían sido hechas las dos grandes lumbreras. Sabemos que Dios es luz (1 Jn 1:5), por tanto, la obra hecha en el primer día está relacionada con Dios Padre.
En el segundo día, Dios creó la expansión en medio de las aguas haciendo la separación entre las aguas (Gn 1:7). Las aguas del mar pueden ser consideradas las aguas del juicio, porque con ellas Dios juzgó a toda la tierra después de la rebelión de Lucero y de los ángeles que le siguieron. El mar es la habitación de los demonios (Mr 5:1-14). Después, la expansión hizo una separación entre las aguas que estaban sobre la expansión –las nubes, que son puras– de las aguas que estaban debajo de la expansión –los mares, que contienen muchas sales disueltas e impurezas–, son aguas que están bajo el juicio de Dios.
Esta es la razón por la cual somos alentados a buscar las cosas de arriba, donde Cristo vive, sentado a la diestra de Dios (Col 3:1-2). La acción del Espíritu, representado por la expansión, siempre tiene como fin separar lo que es de abajo de lo que es de arriba.
Mañana veremos cómo la obra hecha en el tercer día se refiere al Hijo de Dios.
Punto Clave: Dios mismo es la luz.
Pregunta: ¿Qué representan las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión?
Martes --- Leer con oración: Gn 1:9-23
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día (Lc 24:7). Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos” (Hch 4:33)
LA OBRA DEL HIJO
Según lo que hemos visto ayer, el primer día de la creación está relacionado con la obra del Padre, el segundo, con la obra del Espíritu, y hoy veremos que el tercer día se refiere a la obra del Hijo, Jesucristo.
Por lo general, el orden como es presentado el Dios Triuno es: el Padre, el Hijo y el Espíritu, pero en este caso –así como en Apocalipsis 1:4-5– hay una alteración en esta secuencia por causa de la manera cómo las cosas fueron creadas. Primero Dios creó la luz; después el aire; y finalmente, la parte seca de la tierra.
El planeta estaba completamente cubierto de agua; sin embargo en el tercer día, también por medio de Su palabra, Dios hizo que las aguas de debajo de los cielos se juntaran en un solo lugar, apareciendo así la parte seca. La tierra que emergió de las aguas del juicio prefigura la resurrección del Señor Jesús, que ocurrió el tercer día. ¡Cristo venció a la muerte! ¡Alabado sea el Señor!
El surgimiento de la parte seca de la tierra hizo posible que aparecieran y se desarrollaran las plantas. Después dijo Dios: “Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero” (Gn 1:11-13).
La vida vegetal creada en el tercer día necesitaba de la luz solar para fructificar, pues la luz del primer día era difusa, poco intensa. Por eso en el cuarto día Dios hizo el sol, como fuente de luz, también la luna y las estrellas. Dios es representado por el sol (Sal 84:11; Mal 4:2). La luna, por su parte, puesto que no posee luz propia y sólo refleja la luz solar, puede ser relacionada con la iglesia. La iglesia no tiene luz propia: sólo refleja la luz de Cristo. Por otra parte, las estrellas son los hijos de Dios, que por guardar la palabra de la vida, resplandecen como luminares en el mundo en medio de una generación maligna y perversa (Fil 2:15-16).
En el quinto día, Dios creó los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie, para llenar las aguas y los cielos. Todo eso sólo fue posible porque ya había plantas sobre la tierra, de las cuales los animales se podían alimentar.
Y vio Dios que era bueno y los bendijo, pero aún existía la necesidad de crear algo para que llenara y señoreara la tierra.
Punto Clave: ¡Cristo ya resucitó!
Pregunta: ¿Qué representa el sol, la luna y las estrellas en la creación del cuarto día?
Miércoles --- Leer con oración: Gn 1:24-31; He 2:5
“Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn 1:28)
EL HOMBRE FUE CREADO PARA GOBERNAR LA TIERRA
En el sexto día Dios creó a los animales de la tierra según su especie, ganados, bestias y serpientes. Con eso, hubo animales en la tierra capaces de llenarla, pero no podían expresar a Dios o gobernar sobre ella en Su nombre. Él sabía que ninguno de los animales que había creado podía contener Su vida y expresarlo, por eso, ese día, Dios tenía que crear al hombre de manera especial, a Su misma imagen y semejanza.
Dios creó al hombre del polvo de la tierra. Luego, sopló en su nariz el aliento de vida, el cual llegó a ser el espíritu del hombre, y así pasó a ser un alma viviente. Dios hizo al hombre con un espíritu humano a fin de capacitarlo para recibir al Espíritu de Dios y entregarle el gobierno del mundo venidero.
El hombre fue creado a la imagen de Dios, conforme a Su semejanza. La imagen se refiere a lo exterior, y la semejanza a lo interior. Ni el Padre ni el Espíritu tienen imagen, sólo el Hijo (Col 1:15). Por eso Dios desea que crezcamos en vida y seamos conformados a la imagen de Su Hijo (Ro 8:29). Dios le ordenó al hombre y a la mujer que fructificaran y se multiplicaran, llenaran la tierra y la sojuzgaran, para que finalmente señorearan sobre todos los animales (Gn 1:28). Pero, para que eso ocurra, el hombre debió comer del árbol de la vida y de esa manera, recibir la vida de Dios. Así, al tener descendientes que llenaran la tierra, la expresión de Dios estaría por todo lugar.
Hebreos 2:5 dice que Dios hizo al hombre un poco menor que los ángeles. Temporalmente somos un poco menor que los ángeles, pero después que Dios haga Su obra de transformación en nosotros, conformándonos a Su imagen, estaremos llenos de la gloria de Dios y podremos tener una posición de honra. Cuando llegue ese momento, podremos gobernar con Cristo. Para eso Dios nos creó: para que un día recibamos gloria y honra. Dios creó a Adán y a Eva para que comieran del árbol de la vida y así, la vida divina creciera en ellos y se expandiera por toda la tierra, derrotando y subyugando al enemigo de Dios, Satanás. Todo esto nos muestra el gran valor que Dios le da al hombre y la enorme esperanza que tiene en él.
No obstante, al comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, el hombre se volvió independiente de Dios, y desarrolló las facultades de su alma de modo ajeno al Creador. En vez de derrotarlo, el hombre siguió el mismo camino que Lucero.
Pero, ¡Alabado sea el Señor! porque hoy nosotros podemos revertir esta situación. Cada vez que nos alimentamos del Señor, invocándole con un corazón puro y sincero, negándonos a nosotros mismos, recibimos más de la vida divina y somos más semejantes a Dios. Si procedemos siempre así, un día seremos plenamente Su expresión y estaremos aptos para reinar con Él.
Punto Clave: Crecer en vida y ser conformados a la imagen del Hijo de Dios.
Pregunta: ¿Por qué Dios le da tanto valor al hombre?
Jueves --- Leer con oración: Is 64:6
“De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6)
CONOCER A DIOS PARA SABER QUIÉNES SOMOS
Después de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal y ser expulsados por Dios del huerto de Edén, Adán y Eva tuvieron dos hijos: Caín y Abel. Después que Caín mató a su hermano, huyó, alejándose aun más de la presencia de Dios. Entonces, de su descendencia surgió una civilización totalmente independiente del Creador. Ellos criaban ganado para obtener su sustento en vez de obtenerlo del Señor; inventaron instrumentos musicales para tener alegría, pues habían perdido la presencia de Dios; hicieron instrumentos cortantes de bronce y hierro, para defenderse, puesto que no tenían más al Señor como su protección.
Este fue el resultado de la búsqueda del hombre por solucionar, por sí mismo, sus problemas y necesidad. La sociedad en la que vivimos hoy está basada en este mismo principio de autosuficiencia e independencia de Dios.
Los descendientes de Caín eran nómades, es decir, se mudaban de un lugar a otro cada vez que escaseaba el alimento de la tierra en donde se encontraban. Por causa de que la tierra dejó de favorecer al hombre, éste tuvo que alimentarse de los animales que criaba.
Job también criaba ganado. La Biblia registra que él tenía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas (Job 1:3a). Job tenía en común con los descendientes de Caín el hecho de criar animales.
Conocemos la historia de Job, de la cual tratamos en la serie anterior del Alimento Diario, pero no vamos a detallarla aquí. Lo importante es que recordemos que tanto él como sus tres amigos defendían sus puntos de vistas con sus razones y argumentos. En los innumerables debates entre ellos, por un lado, vemos a los tres amigos de Job defendiendo la tesis de que él, “seguramente” había cometido algún pecado; por otro, Job argumentaba de todas las maneras para demostrar que era “puro y justo”. Todas las discusiones sucedieron en la esfera del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Finalmente, Dios tuvo misericordia de ellos e intervino directamente en la situación. Sólo así Job pudo reconocer que antes sólo conocía a Dios de oídas, pero a partir de ese momento, veía al Señor, por eso se aborrecía y se arrepentía en polvo y ceniza (42:5-6).
La Biblia registra la historia de Job para mostrarnos que no debemos vivir por nuestra razón, sino pedirle al Señor que destruya las fortalezas de nuestra mente (2 Co 10:4-5).
De hecho, lo que realmente necesitamos es conocer al Señor. Cuando esto sucede, nuestra vida cambia, y nos damos cuenta de que nuestra justicia, nuestros razonamientos y quejas no significan nada, son como trapos de inmundicia delante de la grandeza de nuestro Dios (Is 64:6).
Punto Clave: Conocer, de hecho, al Señor.
Pregunta: ¿Cuáles son los principios de una sociedad sin Dios?
Viernes --- Leer con oración: 1 Co 1:30; 1 Jn 1:7-9; 2:1-2
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Is 1:18)
CRISTO ES NUESTRA JUSTICIA
Cuando Adán y Eva comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sus ojos se abrieron, y ellos percibieron que estaban desnudos. Entonces conocieron la vergüenza, un sentimiento que nunca antes habían tenido, por eso usaron hojas de higuera para cubrirse.
Al aire del día, Dios se paseaba por el huerto y los llamaba. Hasta ese entonces, Dios disfrutaba de la presencia de ellos, y ellos de la Suya. Pero en aquel momento, el hombre y su mujer se escondieron del Creador que tanto los amaba. Entonces el Señor, extrañado por la ausencia de Sus amigos, llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás tú?” (Gn 3:9b).
No obstante, Adán no se atrevió a presentarse delante del Señor. Aquellas hojas de higuera no eran suficientes para estar delante de Dios.
Esto nos hace ver que nuestra justicia propia, que la creamos para nosotros mismos, no es suficiente para entrar en la presencia del Señor. Aunque intentemos agradar a Dios, procurando ser buenas personas, esto no es suficiente. Sólo cuando tomamos la sangre del Señor Jesús para cubrir nuestros pecados nos volvemos adecuados para ir a la presencia de Dios. La sangre del Hijo de Dios es la única capaz de pagar por nuestros pecados y reconciiarnos con el Padre (1 Jn 1:9). Al ver la sangre de Su Hijo sobre nosotros, Dios nos acepta, y podemos entrar y permanecer en Su presencia.
Cada vez que pecamos contra Dios, nos separamos de Su presencia. Pero debemos recordar dos cosas: que Él espera ansiosamente tener nuestra presencia nuevamente y que la sangre de Jesús es poderosa para limpiarnos de todos nuestros pecados. Cristo ya fue hecho por Dios nuestra justificación (1 Co 1:30). Por eso, cuando pecamos, debemos recordar que Dios nos está llamando. Dios no sólo puede, también quiere limpiarnos de todo pecado y de toda mancha de culpa (Is 1:18; 1 Jn 2:1-2). ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Dios ama nuestra presencia.
Pregunta: ¿Por qué Adán no tuvo el valor de presentarse delante del Señor?
Sábado --- Leer con oración: Gn 4:26; Dt 4:7; 1 R 8:22-23; Sal 99:6; Is 12:4; Jer 33:3; Hch 2:21; Ap 3:8
“Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: No temas” (Lm 3:57)
LOS QUE INVOCARON EL NOMBRE DEL SEÑOR
Adán y Eva fueron expulsados del huerto de Edén, de modo que perdieron la presencia de Dios, la cual apreciaban mucho. Su hijo Caín, después de matar a su hermano, produjo una descendencia que dio origen a la sociedad en la que hoy vivimos: independiente de Dios y completamente ajena a Su voluntad.
No obstante, siguiendo la dirección opuesta a la de los descendientes de Caín y reconociendo su fragilidad y necesidad de Dios, otro grupo de descendientes de Adán empezó a invocar el nombre de Jehová (Gn 4:26). Invocar este nombre es la prueba de que no nos consideramos autosuficientes; es nuestra declaración de que Le necesitamos en todo momento de nuestras vidas.
La Biblia contiene centenas de citas que hacen referencia a esta práctica maravillosa de llamar el nombre del Señor. El pueblo de Israel invocaba el nombre de Jehová; David, Salomón y los profetas también hablaron de invocar Su nombre (Dt 4:7; 1 R 8:22-23; Sal 17:6; 18:3-6; 99:6; Is 12:4; Jer 29:12; 33:3; Lm 3:55, 57).
Igualmente, en el Nuevo Testamento, los doce apóstoles testificaron lo que fue dicho por el profeta Joel: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto. Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hch 2:17-21).
Los sueños y las visiones son manifestaciones del Espíritu de poder, pero no llevan a la salvación ni al crecimiento de vida. Pero el versículo 21 afirma claramente que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.
Lamentablemente, después de la persecución que surgió en contra de la iglesia en Jerusalén, esta práctica de invocar el nombre del Señor se fue perdiendo entre ellos, mientras que las tradiciones de la religión judía se fueron infiltrando en la iglesia. Incluso el apóstol Pablo, que antes enseñaba a los hermanos a invocar el nombre del Señor, se sometió a las prácticas de la religión judía cuando estuvo en Jerusalén, al final de su tercer viaje.
Pero, ¡Alabamos al Señor! porque el apóstol Juan, casi al final de su vida, volvió a enfatizar este asunto.
Apocalipsis registra que las iglesias de las ciudades de Éfeso y Esmirna invocaban el nombre del Señor, pero no se puede decir lo mismo con relación a Pérgamo, Tiatira, Sardis y Laodicea. Sin embargo, a la iglesia en Filadelfia, el Señor le dijo: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Ap 3:
.
Filadelfia significa amor fraternal. Los hermanos de Filadelfia guardaban la palabra del Señor e invocaban Su nombre. Así también debemos ser nosotros: cada vez que invocamos el nombre del Señor, amamos más a los hermanos y nos volvemos menos independientes, más armoniosos y sumisos los unos con los otros, en respeto y consideración por los demás. ¡Aleluya!.
Punto Clave: Invocar el nombre del Señor es declarar que Le necesitamos en todo momento de nuestra vida.
Pregunta: ¿Por qué se fue perdiendo la práctica de invocar el nombre del Señor entre los cristianos?
Domingo --- Leer con oración: Sal 16:11; 116:2
“A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Co 1:2)
INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR ES ALGO ESENCIAL
A partir de 1966, en los Estados Unidos, algunos hermanos vieron la importancia de invocar el nombre del Señor y empezaron a practicarlo. El invocar se expandió por diversas regiones, y llegó hasta nosotros en América del Sur.
Lamentablemente después algunos dejaron de lado esta práctica tan beneficiosa. Sin embargo, nosotros continuamos invocando el nombre del Señor. No podemos dejar de hacerlo. Invocar el nombre del Señor no es como un curso universitario. Después de ir a la universidad por determinado periodo y obtener determinados resultados, el alumno se gradúa. Pero nosotros no podemos graduarnos de invocar el nombre del Señor, aunque ya lo hayamos hecho por muchas décadas. Invocar el nombre del Señor para nosotros es algo tan esencial como respirar (Sal 116:2).
Necesitamos invocar el nombre del Señor en el espíritu, pues en el Espíritu la vida crece. Podemos pasar por dificultades, tribulaciones, ser perseguidos, abatidos, pero no somos destruidos porque invocamos el nombre del Señor.
En 1975, en Ribeirao Preto, empezamos a practicar el invocar el nombre del Señor. Cuando llevamos la palabra de Dios a otras personas, siempre intentamos llevar este ministerio de invocar el nombre del Señor.
Entre los descendientes de Adán, una parte –la línea de Caín– dio inicio a una sociedad independiente de Dios y ajena a Su voluntad, se olvidó completamente de Su nombre. Pero la otra, reconoció que era débil, frágil y mortal y que no podía vivir independiente de su Creador. Nosotros también queremos estar siempre entre aquellos que reconocen su fragilidad y se aferran al Señor.
La presencia del Señor es muy apreciada por nosotros. Por eso la deseamos y Él desea la nuestra. No soportamos estar lejos de Él. Incluso, cuando pecamos por algún motivo, no nos escondemos, como lo hicieron Adán y Eva. Antes bien, confesamos nuestros pecados, porque sabemos que Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Así, recuperamos la presencia del Señor y Él la nuestra; es como disfrutar de Su dulce sonrisa (Sal 16:11).
Punto Clave: Invocar el nombre del Señor es algo tan esencial como respirar.
Pregunta: ¿Por qué una parte de los descendientes de Adán empezó a invocar el nombre del Señor?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: “Editora Arvore da Vida”
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección, nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la iglesia, por el avance del evangelio, para que Tu tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente, me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio de mí”.
“Señor, doblega a la iglesia para que salves al mundo” Evan Roberts
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är Herre
Literatura disponible en:
corpocri@yahoo.com
laiglesiaenarmenia@yahoo.com