EL CORAZÓN SE CORROMPE PRIMERO
Notemos que en los versículos 17 y 18 dice que la mente de los gentiles ha sido corrompida por la vanidad y que su corazón se ha endurecido por estar alejados de la vida de Dios. Los gentiles se han corrompido a tal grado que perdieron toda sensibilidad. Pero ¿dónde comienza esta corrupción? Si sabemos dónde comienza, podremos hacerle frente. ¿Es la mente lo primero que se corrompe? ¿O se corrompe la vida o el corazón antes? Si sabemos cuál es la parte que primero se corrompe, podremos hacerle frente. Si la enfermedad comienza en el corazón, debemos ocuparnos primero de éste; si comienza en la mente, debemos fijarnos en ella primero; y si comienza en la vida, debemos tratar primero la vida. Los versículos 17 y 18 nos muestran la secuencia en que se corrompen estas tres partes. El apóstol nos exhorta a no andar en la vanidad de la mente. (La vanidad de la mente es lo que los chinos llaman “el palacio en el cielo” y los occidentales llaman “castillos en el aire”). No debemos andar como los gentiles porque la función y los pensamientos de la mente de ellos se han entenebrecido. La función de la mente se ha entenebrecido porque ellos están separados de la vida de Dios; ahora bien, ellos están ajenos a la vida de Dios por la ignorancia y la dureza de sus corazones. Por lo tanto, el problema comienza en el corazón. Debido a que el corazón se ha endurecido, la persona vive separada de la vida de Dios, y por estar lejos de la vida de Dios, su entendimiento está entenebrecido. Hermanos y hermanas, la causa de todas las enfermedades radica en el corazón. He dicho con frecuencia a los colaboradores que no es la cabeza de una persona la que está mal, sino el corazón. Las personas por lo general piensan que la cabeza del hombre es la causa de sus males, pero en realidad es el corazón el que tiene el problema.
LOS GENTILES NO ESTAN DISPUESTOS A CREER CON SU CORAZON
Ya dijimos que en el corazón del hombre, y no en su cabeza, se originan los problemas. Sin embargo, éste es otro asunto, el cual se relaciona con la moralidad. Si un hombre quiere ser recto en su conducta, primero debe tener un corazón recto. ¿Por qué un gentil no cree en el Señor Jesús y presenta argumentos en contra? ¿Será acaso porque nuestros argumentos no son lo suficientemente convincentes? No, pues nosotros sí tenemos argumentos válidos. En Salmos 14:1 leemos: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. El necio no cree porque ya decidió en su corazón que no hay Dios, y no porque sea incapaz de creer. El Señor les preguntó a los judíos por qué no creían en El ni venían a El para obtener la vida. Este es un problema del corazón y no del intelecto. Es el corazón el que no está dispuesto a creer.
Uno puede presentar pruebas indubitables de la existencia de Dios a algunas personas que no creen en El, las cuales responderán que les parece lógico. También puedo demostrarles que el Señor es el Salvador, con lo cual también consentirán. Pero esto no es suficiente para conducirlas a creer. El problema no radica en la mente del hombre sino en su corazón. Pablo dijo: “Si ... crees en tu corazón ... serás salvo” (Ro. 10:9). El Señor Jesús dijo: “Cualquiera que ... no dude en su corazón, sino que crea que lo que está hablando sucede, lo obtendrá” (Mr. 11:23). El problema no se origina en la cabeza, pues lo único que se necesita para creer es el corazón. El corazón es nuestro verdadero yo, nuestra persona. Por eso la Biblia habla de un “corazón malo de incredulidad” (He. 3:12), en vez de “una mente mala e incrédula”. El corazón es el que está corrompido, no la mente. A esto se debe que los hombres no creen y, por ende, no son salvos. El corazón se corrompió; por lo cual la mente también se llenó de corrupción. Continua…
Tomado de: La renovación de la mente W. Nee