LA RELACION ENTRE LOS MOTIVOS Y LA MENTE DEL CREYENTE
No sólo los gentiles tienen este problema; también los creyentes afrontan el mismo conflicto. Muchos creyentes no conocen la voluntad de Dios, ni están dispuestos a obedecerle, y tampoco entienden la Biblia. Esto se debe a que su corazón está enfermo. Una mente enferma es sólo el síntoma, pues la causa de esta enfermedad radica en tener un corazón malo. No estoy afirmando que la mente no esté enferma, sino que el corazón se enfermó primero y contagió a la mente. Por lo tanto, el corazón debe ser curado primero para poder corregir la acción de la mente. Es inútil tratar de curar el síntoma, pues la única manera de atacar el problema es ir al origen.
La obediencia
Tomemos el bautismo como ejemplo. Esta verdad bíblica se revela de manera muy obvia y exacta. Muchos creyentes desobedecen lo que enseña la Biblia y crean muchas diferencias, no por causa de la mente, sino del corazón. Supongamos que un creyente escucha que el bautismo es bíblico y que es un mandato de Dios. Si estudia la Biblia, hallará que el bautismo es la voluntad de Dios, y obedecerá diciendo: “Dios, esto proviene de Ti, y yo estoy dispuesto a obedecer”. Pero si otro creyente después de escuchar acerca del bautismo, prefiere no obedecer y lo hace a un lado como si no tuviera importancia, él no entenderá ni siquiera leyendo la Biblia. Cuando escuche a otros hablar sobre esta verdad, él actuará como un abogado en un tribunal; no le interesará si los otros tienen la razón, pues está centrado en su propio argumento, pues el objetivo principal de un abogado es rebatir a su oponente. Por lo tanto, cuando surjan problemas, debemos preguntarnos cuál es nuestro motivo, no si nuestra mente está bien.
Escuchar mensajes
Lo mismo se aplica a escuchar mensajes. Cuando alguien predica algo que difiere de lo que creemos y practicamos, debemos preguntarle a Dios si aquella predicación es incorrecta. Si no lo es, entonces ¿en qué estamos errados nosotros? Si podemos aprender humildemente delante de Dios, nuestro corazón tendrá la actitud correcta. Consecuentemente, a pesar de que nuestros pensamientos puedan estar incorrectos algunas veces, nuestra mente no lo estará. Sin embargo, si nuestros motivos no son puros y sólo queremos discutir, siempre encontraremos algún versículo para refutar la verdad presentada. Muchos creyentes estudian la Biblia de la misma manera que un abogado estudia un libro de derecho, el cual tiene como único fin defender su posición. O sea que sus motivos se corrompen antes que su mente. Ellos tienen primero una tendencia a codiciar en su corazón, y luego su mente y todo su ser es llevado a la codicia.
La lectura de la Biblia
Entre nuestros hermanos y hermanas ¿existe alguno que no pueda entender la Biblia con su intelecto? Yo diría que la razón por la cual uno no entiende la Biblia es que su corazón no es recto. El Espíritu nos guiará a toda verdad. Con frecuencia me pregunto por qué a algunas personas se les hace tan difícil entender la Biblia. La razón es que las inclinaciones de su corazón no son rectas. Es posible que todo lo tomen en forma demasiado personal. Como resultado, su mente no puede recibir la luz de la Palabra de Dios. El corazón se corrompe, y la mente lo sigue. Si el corazón no está en paz y equilibrado, la mente se corrompe. Alguien dijo que Eva no cayó por comer del fruto prohibido sino porque sus motivos no eran rectos. Cuando ella habló con Satanás, su corazón no hallaba satisfacción en Dios y ya estaba corrupto. Poco después, en Génesis 6, hallamos que todos los pensamientos del corazón de los hombres era de continuo solamente el mal. Su mente se corrompió debido a que su corazón se había corrompido.
Un hermano en el Occidente dijo que antes que Eva comiera del fruto prohibido, ya había caído. Cuando ella añadió las palabras “ni le tocaréis” en su conversación con Satanás, ya se ve la impureza de su corazón. En Génesis 6, Dios afirma que todos los pensamientos del corazón de los hombres era de continuo solamente el mal. Primero, el corazón deja de ser recto; en segundo lugar, el hombre se aparta de la vida de Dios, y por último, los pensamientos vienen a ser totalmente malos. Cualquier creyente que tenga un corazón recto puede leer la Biblia y recibir la luz de Dios al hacerlo, conocer la voluntad de Dios fácilmente y recibir plena gracia de Dios.
Saber escuchar
Si usted quiere saber si el corazón de una persona es puro y si su mente es recta, sólo necesita hablarle. Quien tiene una mente recta sabe escuchar. La mente de algunos creyentes es como una rueda; da vueltas todo el día y no escucha lo que otros dicen. Así como la rueda salpica lodo mientras gira, estos creyentes sólo formulan preguntas y no están abiertos a la verdad. Esta condición indica que la mente de la persona tiene un problema. Una mente así no es recta porque el corazón no lo es. Una persona que interrumpe constantemente la conversación de otros, deja ver que hay una enfermedad en su corazón. Cuando escuchamos a otros podemos añadir algunas palabras para indicar que estamos de acuerdo o que no lo estamos, pero las interrupciones constantes son una señal de que el corazón está enfermo.
Si los pensamientos de su mente dan vueltas continuamente, su mente debe de estar enferma. En tal condición la persona no puede escuchar a otros y tampoco puede escuchar cuando Dios le habla. La raíz de la enfermedad está en el corazón. Un corazón que se justifica, que está confiado en sí mismo, que cree en su inteligencia o se basa en algún prejuicio, no podrá escuchar a otros. No poder escuchar a los demás es un síntoma de que nuestra mente está enferma. Pero la raíz de esta enfermedad es un corazón que no es recto. No importa cuánto escuchemos, debemos transferir lo que escuchamos a nuestro ser interior para poder entenderlo. Este trabajo es similar a traducir un idioma. Para uno poder entender una idea, ésta debe ser percibida en el idioma que uno comprende. El trabajo de “traducción” que se efectúa dentro de uno es rápido. Si uno no entiende lo que otros dicen, significa que su mente carece de la facultad de “traducir”. Si una persona entiende mal lo que otros le dicen, significa que su mente no traduce bien. Una vez estaba predicando en cierto lugar, y dije que el hombre no es salvo por sus obras sino por lo que Dios realizó. Había dos ateos entre la audiencia. Después de escuchar mis palabras, ellos dijeron: “El sólo está exhortando a la gente a hacer el bien”. Muchas personas están llenas en su interior y no pueden recibir la Palabra de Dios. Si no nos vaciamos de lo que tenemos por dentro, nunca podremos entender la Palabra de Dios. Nuestro corazón debe ser humilde como el de un niño y debe estar dispuesto a aprender. Debemos decirle a Dios: “Señor, no sé si lo que está diciendo esta persona es bueno o malo, correcto o incorrecto. Te pido que me des el juicio apropiado para saber qué es correcto y qué es incorrecto”. Al hacer esto, veremos lo que Dios quiere que veamos. Muchas personas piensan que la incapacidad de entender la verdad se debe a que la mente tiene defectos, pero en realidad, la causa básica es la enfermedad del corazón.
Los pensamientos
Algunas personas piensan mucho; otras están vacías en su intelecto y no piensan. Algunas veces las personas tienen pereza intelectual y no quieren pensar mucho. Algunas veces sienten que son torpes y no pueden pensar con lógica. La condición mental de un creyente se halla en una de estas dos categorías: no pueden dejar de pensar o son perezosos y no piensan en nada. Algunos creyentes tienen muy mala memoria y sólo pueden confiar en su agenda. Yo personalmente no me opongo a tener agendas. Pero si un creyente depende de su agenda para recordar sus compromisos, debe de tener una debilidad en su mente. La señora Penn-Lewis dijo que los creyentes no deben ser esclavos de sus agendas. Obviamente habrá ocasiones en que olvidaremos compromisos o citas. Algunas cosas no dejan una impresión profunda en nuestra mente y las olvidamos. Esto es natural. Pero si la impresión es profunda y aún así no podemos recordarla, debe de haber algún problema. No es normal tener amnesia u olvidar las cosas fácilmente. Si no podemos controlar nuestros pensamientos, esto es síntoma de un intelecto enfermo. Cuando estamos imposibilitados no podemos usar nuestros miembros. De la misma manera, la única razón por la que nuestro intelecto no podría ejercitarse sería que tuviera alguna debilidad. Si un hombre no puede pensar por sí mismo, y solo puede actuar por las sugerencias que otros le hacen, se convierte en una persona pasiva intelectualmente. Una mente que no puede pensar está enferma, pero una mente que piensa continuamente, también expresa enfermedad. Pensar constantemente muestra la incapacidad de detenerse, mientras que no pensar expresa la incapacidad de actuar. Ambas son enfermedades. La mente de algunas personas es torpe y parece estar atada, lo cual les impide pensar. Esta condición es tan errada como la de quienes no pueden dejar de pensar. Continua…
Tomado de: La renovación de la mente W. Nee