Apartado para el evangelio de Dios semana 23
Semana 23--- Ministro del evangelio de Dios
Lunes --- Leer con oración: Mt 1:18; Jn 5:24; Gá 4:4; He 2:14; 1 P 1:23
“Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mt 9:2)
LA CALIFICACIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE
El evangelio de Dios es para el evangelio del reino de Dios. Él tiene Su reino establecido en los cielos y desea traerlo hasta la tierra para que Su voluntad sea hecha en la tierra como es hecha en los cielos. Este es el principal enfoque del evangelio del reino de Dios y, para que Su voluntad sea hecha, primeramente necesitamos santificar Su nombre (Mt 6:9-10). Cuando invocamos el nombre del Señor, santificamos el nombre de Dios y traemos Su reino a la tierra. Por tanto, la iglesia es la realidad del reino de los cielos, el reino de Dios viniendo a la tierra para satisfacer Su voluntad.
Los cuatro evangelios abordan el vivir humano del Señor Jesús, Su ministerio y Su obra redentora. Sin embargo, el apóstol Pablo recibió la carga de Dios para mostrarnos el contenido completo de Su evangelio.
En la Epístola a los Romanos vimos que el evangelio de Dios tiene dos aspectos (1:3-4). Primero, el Señor Jesús es el Hijo del Hombre. Él vino de la descendencia de David y fue concebido por el Espíritu Santo en la virgen María (Mt 1:18; Gá 4:4). El evangelio de Dios, en primer lugar, nos muestra que el hombre es un pecador y necesita ser salvo de sus pecados. Puesto que el hombre tiene participación de carne y sangre, el Señor Jesús, de la misma manera, al nacer de una mujer, también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (He 2:14). Así Él fue crucificado y derramó Su sangre para que, al creer en Él, nuestros pecados sean perdonados (Mt 9:2; Jn 5:24). Mediante Su muerte, Dios condenó al pecado en la carne (Gá 5:24; Ro 8:3). Como el Hijo del Hombre, Jesús está plenamente calificado para solucionar el problema de nuestros pecados. Una vez que nuestros pecados fueron perdonados, fuimos reconciliados con Dios y tenemos acceso al árbol de la vida y podemos comer de su fruto (Ro 5:10a; Jn 15:1).
Como hijos de Dios no debemos quedarnos satisfechos simplemente con esta etapa de Su evangelio, el evangelio de la gracia, es decir, por haber recibido el perdón de los pecados y ser reconciliados con Dios. La vida divina, como una simiente incorruptible, entró en nosotros y necesita crecer y producir frutos (1 P 1:23). Dios no sólo desea que seamos Sus hijos, antes bien, Él desea que Su vida sea dispensada diariamente en nuestro ser, con la finalidad de llegar a ser Sus hijos maduros. Este es el segundo aspecto del evangelio de Dios: el evangelio del reino, el evangelio de la vida.
Punto Clave: La vida divina entró en nosotros y necesita crecer y producir frutos.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuál es nuestra mayor necesidad como hijos de Dios hoy?
Apartado para el evangelio de Dios
Semana 23 --- Ministro del evangelio de Dios
Martes --- Leer con oración: Ro 8:29-30; 12:1-2; Ef 4:13
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef 4:13)
LOS OCHO PUNTOS QUE DEBEN SER PRACTICADOS PARA EL VIVIR EN EL CUERPO
Cuando creímos en el Señor Jesús recibimos gratuitamente Su maravillosa redención y fuimos reconciliados con Dios. Ahora necesitamos alimentarnos de la vida divina para que Cristo, como la simiente incorruptible, crezca y madure en nosotros. Para eso, Dios nos puso en la iglesia, la realidad del reino de los cielos, a fin de que tengamos un vivir que exprese el Cuerpo universal de Cristo en cada ciudad.
En el capítulo doce de Romanos el apóstol Pablo nos muestra como debe ser el vivir de los miembros del Cuerpo de Cristo. En esta poción de la Palabra no vemos el término “iglesia”, pues el enfoque abordado se refiere a la vida que hay en el Cuerpo. Para que la vida del Cuerpo sea manifestada, necesitamos presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (v. 1). Cuando cada uno de nosotros, como miembros del Cuerpo de Cristo, consagra a Dios todo su ser, el resultado es la expresión del Cuerpo universal de Cristo en una ciudad (v. 5; cfr. Ef 4:4).
El Cuerpo universal de Cristo debe ser manifestado en cada ciudad como resultado de la consagración de Sus miembros. Para eso hay ocho puntos que nosotros, como miembros del Cuerpo, debemos practicar continuamente (Ro 12:1-2). Además, estos puntos no necesariamente deben ser practicados de manera secuencial o por una sola vez. Al contrario, necesitamos continuamente estar practicando en nuestro vivir todos ellos.
En el primer versículo vemos cuatro puntos, conforme a lo que leemos: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (cap. 12). La expresión “presentéis vuestros cuerpos” se refiere a nuestra consagración a Dios y es el primer punto que debemos practicar.
Nuestra presentación a Dios debe ser “en sacrificio vivo”. El énfasis aquí no está en el Señor Jesús, que fue ofrecido en sacrificio en nuestro lugar, sino que debemos ofrecernos en sacrificio vivo en resurrección, con la finalidad de que tengamos un vivir justo para nuestra justificación (Ap 19:
. Este es el segundo punto: la justificación subjetiva.
Además de presentar nuestro cuerpo a Dios como un sacrificio vivo, también necesitamos ser un “sacrificio santo”. La santificación subjetiva es el tercer punto. La redención de Cristo nos sacó de una posición común y mundana a una posición santa, en donde podemos estar reconciiados con Dios y disfrutar de Su presencia. En nuestra práctica debemos ser santos como Él es santo, es decir, dejar que la vida de Dios nos llene a fin de que seamos apartados de las cosas comunes del mundo (1 P 1:15). Como resultado, nuestro vivir se convierte en un “sacrificio agradable” y así somos reconciiados con Dios. Este es el cuarto punto, nuestra reconciliación.
Además, en el versículo 2 de Romanos 12 encontramos cuatro puntos para que los practiquemos en el vivir del Cuerpo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Todos los miembros del Cuerpo de Cristo necesitan tener la experiencia diaria de la renovación de la mente, que producirá un vivir saludable del Cuerpo. Necesitamos ser constantemente renovados en nuestra mente, no insistiendo más en lo que es viejo o tradicional, por permanecer en la vida natural y caída. Debemos buscar ser constantemente renovados por la vida y el Espíritu que se encuentra en la Palabra. Por tanto, la renovación de la mente es el quinto punto.
Cuando somos renovados en nuestra mente, en nuestro interior sucede un proceso de transformación. Para que todo este proceso suceda en nosotros, necesitamos vivir la vida del Cuerpo. Teniendo este tipo de vivir experimentaremos la “buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (v. 2b). Aunque los dos últimos puntos no están citados directamente en el versículo dos, la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, es que Su vida crezca en nosotros hasta que seamos conformados a la imagen de Su Hijo y, finalmente, seamos glorificados, expresándolo plenamente (cfr. 8:29-30). A medida que nuestra mente es renovada por el suministro de la vida divina, somos más transformados y pasamos por el proceso de conformación hasta culminar con nuestra glorificación (Ro 8:29b-30).
Punto Clave: La buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Puede usted relacionar situaciones prácticas en su vivir con cada uno de los ocho puntos de Romanos 12:1-2?
Apartado para el evangelio de Dios
Semana 23 --- Ministro del evangelio de Dios
Miércoles --- Leer con oración: Lc 12:10; Ro 12:3-6, 19-20
“Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza” (Ro 12:20)
EJERCITAR LOS DONES Y AMAR A CADA HERMANO DEL CUERPO DE CRISTO
Dando continuidad a Romanos 12 leemos: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (v. 3).
No somos sólo individuos en la iglesia, sino los muchos miembros de un único Cuerpo, ejerciendo diferentes dones dados por el Espíritu conforme a la gracia de Dios (v. 4). Para tener un vivir saludable del Cuerpo, necesitamos los unos de los otros y, por eso, no debemos tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debamos tener, antes bien debemos procurar destruir todas las posibles barreras que hayan entre nosotros y los hermanos para que nos amemos los unos a los otros fraternalmente, sin fingimiento (vs. 9-10). Aunque tengamos diferentes dones en el Cuerpo de Cristo, necesitamos ejercer nuestra función en el espíritu.
Hemos sufrido calumnias y difamaciones y, muchas veces le pregunté al Señor por qué permite que estas cosas sucedan con nosotros, pues dañan la obra del Espíritu. Al esperar pacientemente Su respuesta, fui iluminado a través de Su Palabra: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (v. 19).
¡Cuán elevada es esta porción de la Palabra! Aunque seamos calumniados, necesitamos amar y orar por los que hablan mal de nosotros. Actuando así, conforme a la Palabra, “ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza” (v. 20). No debemos permitir que el mal nos venza, sino venzámoslo practicando el bien (v. 21). Por eso estamos alegres, pues si amamos y aun oramos por nuestros enemigos, el Señor guardará nuestro corazón.
Punto Clave:
No sólo individuos, sino miembros de un único Cuerpo.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Cómo ha tratado usted a las personas que le causan algún mal?
Apartado para el evangelio de Dios
Semana 23 --- Ministro del evangelio de Dios
Jueves --- Leer con oración: Ex 20:3-17; Mt 22:34-40; Ro 13:1-7; Ap 2:26
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Ro 13:
SOMETERNOS LOS UNOS A LOS OTROS EN AMOR
Al comienzo del capítulo trece de Romanos, vemos como debemos conducirnos con respecto a las autoridades (vs. 1-7). En la vida del Cuerpo también necesitamos reconocer a las autoridades para que nos sometamos a sus miembros. En el pasado, estudiamos las Epístolas a los Corintios, que aborda el asunto de la autoridad, es decir: “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Co 11:3). Ser la cabeza representa la autoridad, y si hay autoridad, están los que la ejercen y los que se someten a ella. Para que no haya rebelión en la vida de la iglesia es necesario que haya autoridad y sumisión. Además, si hoy aprendemos a someternos a las autoridades que existen entre nosotros, también sabremos como ejercer autoridad en la era venidera. En el milenio, sólo seremos reyes juntamente con Cristo si aprendemos esta lección (Ap 2:26; 20:4b).
Como miembros del Cuerpo de Cristo, debemos someternos los unos a los otros en amor, conforme a lo que leemos: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Ro 13:
.
En la vida de la iglesia, en la vida del Cuerpo, somos miembros los unos de los otros, por eso nos necesitamos los unos a los otros. El amor debe ser la base de nuestra sumisión. Puesto que nos amamos, podemos someternos los unos a los otros, y también ser autoridad los unos para con los otros.
No debemos ver este asunto de una manera superficial y liviana. La vida de la iglesia es una vida de amarnos los unos a los otros. En la vida del Cuerpo, lo que nos vincula es el amor, por eso nuestras acciones jamás deben ser para perjudicar a otros, pues la Palabra dice: “No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 9).
El Señor Jesús dijo que el primer y gran mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, y con toda la mente. El segundo es semejante a éste, el cual es amar al prójimo como a nosotros mismos (Mt 22:37-39). Los diez mandamientos están distribuidos igualmente en dos tablas de piedra (Ex 20:3-17; Dt 4:13).Los primeros cinco hablan de amar a Dios y los cinco últimos, de amar al prójimo. Por eso Pablo habló de la vida del Cuerpo, destacando el amor entre sus miembros. Mientras más la vida divina es dispensada a nuestro ser, el amor crecerá más en nuestro corazón, hasta que manifestemos el amor ágape, la expresión más elevada del amor. ¡Aleluya!
Punto Clave: El amor resume los diez mandamientos.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Por qué la expresión del crecimiento en vida es el amor?
Apartado para el evangelio de Dios
Semana 23 --- Ministro del evangelio de Dios
Viernes --- Leer con oración: Ro 14:1-6
“Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11:51b-52)
ENSANCHAR EL CORAZÓN PARA RECIBIR A TODOS LOS HERMANOS
Romanos 14 aborda un asunto muy importante en la vida de la iglesia: el recibir a los hermanos. En los versículos del 1 al 6 leemos: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios”.
Fuimos alcanzados por el evangelio de la gracia y llegamos a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Aunque cada uno de nosotros tenga sus características peculiares, adquiridas en diferentes familias y lugares en donde vivimos, en la vida de la iglesia necesitamos tener la práctica de recibir a todos los que el Señor recibió.
Muchos hermanos se dividen por enfatizar de manera diferente las verdades bíblicas. Algunos dan énfasis a las doctrinas, otros a las manifestaciones de los dones, por eso no logran congregarse en el mismo lugar ni ser tolerantes en cuanto a la diversidad que existe entre ellos. Nosotros, que vivimos la vida del Cuerpo, debemos aprender a recibir a todos los que tienen la común fe y la salvación, presentadas en el Nuevo Testamento (Tit 1:4; Jud 3). Todos los que ya recibieron el evangelio de Dios y fueron regenerados comparten la misma vida que nosotros, por eso necesitamos recibirlos (Jn 11:52).
Al predicar el evangelio del reino debemos recibir a todos los que son cristianos genuinos, independientemente de sus doctrinas y prácticas. Al recibir a los santos que no se reúnen con nosotros, practicamos la tolerancia en amor, pues lo que nos une es la vida de Dios, que fue dispensada a todos. ¡Aleluya!
Este asunto es muy importante. Es sólo por tener el amor como base entre los hermanos que podremos recibirnos los unos a los otros. Pablo fue un modelo para nosotros, como un fiel ministro del evangelio. Necesitamos recibir a los hermanos, aunque tengan prácticas o interpretaciones bíblicas diferentes a las nuestras.
Sabemos que en nuestro ser natural, en nuestra vida del alma, no tenemos un corazón ensanchado para recibir a los que piensan diferente a nosotros (2 Co 6:11). Por eso necesitamos el crecimiento de la vida por medio de la transformación de nuestra mente (Ro 12:2). Si tenemos la vida divina, debemos amarnos los unos a los otros. No podemos dividirnos por causa de maneras diferentes de hacer o de pensar. Al contrario, debemos amar y recibir a todos. No debemos discutir opiniones ni juzgar a los demás. Al Señor le corresponderá juzgar todas las cosas cuando Él establezca Su tribunal en los aires.
En Romanos leemos: “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (14:10-12).
No debemos juzgar si los demás están en lo correcto o equivocados, dejemos que el Señor los juzgue. Si tenemos la vida de Dios y buscamos crecer en ella, seremos aprobados en el tribunal y reinaremos juntamente con el Señor.
Punto Clave: “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?”
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué es necesario para que recibamos a los hermanos que piensan diferente a nosotros?
Apartado para el evangelio de Dios
Semana 23 --- Ministro del evangelio de Dios
Sábado --- Leer con oración: Mt 24:1-2; Jn 2:20
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24:35)
LOS MINISTROS DE CRISTO DEBEN PREDICAR EL EVANGELIO
El apóstol Pablo fue apartado para el evangelio de Dios y es un modelo para nosotros como alguien que llevó a cabo la comisión dada por el Señor. Así como él, también cada uno de nosotros recibió el encargo del Señor de predicar el evangelio, por eso ofrecemos nuestro cuerpo en sacrificio vivo para hacer Su voluntad. Predicamos el evangelio de la gracia a los que no tienen la vida divina y también el evangelio del reino, el evangelio de la vida, a fin de que todos los hijos de Dios crezcan y maduren, para que juntos reinemos con Cristo en Su segunda venida. Este es el evangelio anunciado por el Señor, el evangelio del reino de los cielos.
Cierta vez, los discípulos de Jesús se acercaron a Él para mostrarle los edificios del templo. Y el Señor les respondió que no quedaría piedra sobre piedra que no fuera derribada (Mt 24:1-2). Ellos entonces quisieron saber cuando sucederían esas cosas y qué señales habría de Su venida y del fin del siglo (v. 3).
Actualmente han sucedido muchos acontecimientos tristes que jamás pensamos que podrían suceder. Todo el mundo quedó perplejo con el atentado terrorista ocurrido en Nueva York, provocado por la caída de las Torres Gemelas en el año 2001. También supimos recientemente de las colisiones de dos satélites y dos submarinos, incluso ante la inmensidad del universo y de los mares. Al mirar todo eso, concluimos que no importa cuanto se multiplique la ciencia, cosas que son imposibles que sucedan están sucediendo. Nosotros sabemos que la palabra de Dios también se cumplirá (v. 35). Por eso necesitamos predicar el evangelio hasta lo último de la tierra para que venga el fin de todas las cosas (v. 14).
En muchas ocasiones cantamos un himno, suspirando y anhelando la venida del Señor, cuya primera estrofa dice: “Desde aquel día cuando en Betania/Al despedirnos un vacío entró/¿Cómo podré bajar de nuevo el arpa/ Y disfrutar sin Ti cualquier canción?/ Y cuando en las vigilias de la noche/ Soy insensible al gozo o al dolor/ Recuerdo Tu promesa: “Vengo pronto”/ Y gimo así: “¿Por qué te tardas, Oh Señor? (Himno 483 de “Himnos” publicado por la Editorial Árbol de la Vida).
Aunque este himno es muy disfrutable, necesitamos ser renovados en nuestro sentir y percibir que no podemos quedarnos parados esperando pasivamente la venida del Señor; por el contrario, debemos apresurar Su venida (2 P 3:12). El Señor está esperándonos. Él quiere que llevemos el evangelio del reino a todo el mundo, sólo así vendrá el fin (Mt 24:14). Si no predicamos el evangelio, y nos quedamos lamentándonos del hecho que el Señor aún no ha regresado, seguiremos esperando Su venida por mucho más tiempo. El Señor nos dio la comisión de predicar el evangelio del reino y, al igual que Pablo, necesitamos ser fieles ministros con el propósito de apresurar Su venida y Su reino..
Punto Clave: Todo se cumplirá.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Por qué el Señor aún no ha vuelto?
Apartado para el evangelio de Dios
Semana 23 --- Ministro del evangelio de Dios
Domingo --- Leer con oración: 1 Co 9:16
“Para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Ro 15:16)
FUIMOS APARTADOS PARA EL EVANGELIO DE DIOS
Fuimos apartados para ser los fieles ministros de Jesucristo, listos para predicar el evangelio de Dios, teniendo el mismo sentir que había en el apóstol Pablo cuando dijo: “¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Co 9:16). Conforme a lo que el Señor dijo, será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mt 24:14).
Sabemos que muchos no tienen la posibilidad de salir a predicar el evangelio a lugares distantes, sin embargo, pueden orar y ofrendar con la finalidad de suplir las necesidades de los que se consagran a Dios para ello. Debemos tener un objetivo: “Si yo no salgo a predicar el evangelio, puedo ayudar a otros a hacerlo”. Con este propósito tenemos los Centros de Perfeccionamiento para la Propagación del Evangelio – CEPPEV -, a fin de ayudar a los hermanos a ser perfeccionados para la predicación y propagación del evangelio. De esta manera, producimos un mayor número de colportores, es decir, de propagadores de la palabra de Dios, y también de los libros espirituales, para anunciar el evangelio de Dios por todo el mundo. ¡Aleluya!
Debemos ser ministros del evangelio y animar a los demás hermanos en esta comisión de anunciarlo en el trabajo, en la casa o en cualquier lugar en donde estemos. Pablo, como un fiel ministro del evangelio, viajó por muchas regiones y alcanzó a varias personas con su predicación. Sin embargo, sabemos que solos no alcanzaremos toda la tierra, por eso el Señor nos ha conducido al CEPPEV, por medio del cual podemos aumentar la capacidad de la predicación del evangelio. Si no podemos ser perfeccionados en el CEPPEV, debemos promover la ida de otros, animándolos e incluso ofrendando para que ellos sean perfeccionados para tan sublime comisión.
No debemos estudiar la palabra de Dios sólo para hacernos simples conocedores de Su voluntad. Tomemos la carga dada por el Señor de predicar el evangelio del reino por todo el mundo para testimonio a todas las naciones, a fin de ser ministros del evangelio que cumplen así Su voluntad eterna. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Ser perfeccionados para predicar el evangelio del reino.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Ha desempeñado su función como ministro de Dios?
Dong Yu Lan
Literatura disponible en:
corpocri@yahoo.com
Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia