La carne y el espíritu (9)
EL SEÑOR, QUIEN MORA EN NUESTRO ESPIRITU,
ES APLICADO A NUESTRA VIDA DIARIA
Nuestra carne es impura; es una mezcla, una composición. Una composición está compuesta de varios elementos. A nuestra carne se le ha añadido Satanás, el pecado y la muerte. ¿Se ha dado cuenta usted alguna vez de que hoy nuestra carne es una composición tan terrible y misteriosa? Nuestro espíritu humano también es una entidad compuesta, pero es una composición en el buen sentido. Jesucristo está en nuestro espíritu. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Además la gracia de Dios está en nuestro espíritu. Gálatas 6:18 dice: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”.
Podemos decir que el Señor está en nuestro espíritu, pero en nuestra vida diaria no lo aplicamos. En mi juventud muy pocos hogares en la China continental tenían electricidad. Un día instalaron la electricidad en nuestra casa, pero yo ya estaba acostumbrado a usar la lámpara de aceite. Durante muchos días después de que instalaran la electricidad, yo seguí usando las lámparas de aceite por hábito. Me acordaba entonces que ya teníamos electricidad, y encendía la luz con el interruptor eléctrico. Sabía que ya había electricidad en mi casa y que había bombillas eléctricas colgando del techo, pero por falta de costumbre me olvidaba de encender la luz.
Muchos de nosotros hemos oídos mensajes en cuanto al hecho de que Jesucristo está en nuestro espíritu. Quizá nos entusiasmemos con ello, pero en nuestra vida diaria, lo olvidamos. Nos parecemos a alguien que trata de encender lámparas de aceite teniendo electricidad en su casa. No estamos acostumbrados a ir a Cristo en nuestro espíritu. Estamos acostumbrados a acercarnos a El, como si estuviera muy lejos, en el tercer cielo. No estamos habituados a ir a El directamente ni a aplicarlo a nuestra necesidad.
Tenemos la doctrina de que el Señor está en nuestro espíritu, pero no practicamos la realidad. Tenemos que preguntarnos: “¿Realmente aplicamos a Cristo en nuestra vida diaria?” La mayoría de las veces no lo aplicamos, porque no estamos habituados. Estamos acostumbrados a aplicarnos a nosotros mismos. No estamos acostumbrados a aplicar a “este extranjero”. Tenemos un “Extranjero” dentro de nosotros, el cual vino desde muy lejos, desde el tercer cielo. Un día cuando dijimos: “Oh Señor Jesús”, El entró en nosotros como si fuera un “extranjero”. El nunca saldrá de nosotros, sin embargo nosotros no estamos acostumbrados a aplicarlo.
Quizá hayamos oído mensajes acerca del espíritu humano, pero no practicamos lo que hemos oído, porque no estamos acostumbrados a hacerlo. Después que la electricidad fue instalada en nuestra casa, nos tomó largo tiempo acostumbrarnos. Tenemos que acostumbrarnos a ir al interruptor eléctrico y encender la luz en vez de ir a encender la lámpara de aceite. Deseo ver que muchos santos en la vida de la iglesia se acostumbren a “ir al interruptor” y a “encender a Cristo”. Para practicar esto se requiere un entendimiento claro, una realidad completa, de que Dios no desea que nosotros seamos morales ni inmorales, buenos ni malos. El desea que vivamos para El y por El. El quiere que seamos personas llenas de vida. Estas palabras podrían ofender a las personas que están llenas de conceptos éticos y morales. Pero necesitamos comprender que las Escrituras revelan que Dios no desea ni ética ni moralidad.
En Juan 15:5b el Señor dice: “Separados de Mí nada podéis hacer”. Podemos amar, ayudar y hacer buenas cosas por otros estando separados de El. Cristo dijo que sin El nada podemos hacer, pero nosotros hacemos muchas cosas sin El. Cristo puede decirnos: “Separados de Mí podéis hacer muchas cosas, pero lo que hagáis aparte de Mí, no será reconocido por el Padre. Lo que hagáis separados de Mí, será quemado. Mí Padre nunca lo aceptará. Hay una sola categoría de cosas que será aceptada por Mí Padre. Esta es las cosas que hagáis en Mí y conmigo. Lo que hagáis en Mí y conmigo será anotado en los cielos y tenido en cuenta por Mi Padre”.
Cuando nos relacionamos con otros estando en Cristo y con El, ministraremos a Cristo a tales personas. Separados de Jesucristo, es imposible ministrar a Cristo e impartirlo en otros. Quizá podamos hacer muchas cosas separados de Cristo, pero esas cosas no serán anotadas en la cuenta celestial. Desde el punto de vista de la cuenta celestial, nada de lo que hagamos separados de Cristo tiene valor alguno. Separados de Cristo no podemos hacer nada que sea reconocido por el Padre celestial. De manera que la vida cristiana no es un asunto de ética ni de moralidad. Si así fuera, los chinos no necesitarían hacerse cristianos. Ellos recibieron las enseñanzas de Confucio, y saben mantener la ética. No necesitamos enseñanzas sobre ética. Necesitamos a Cristo como nuestra vida.
El problema que tenemos es éste. Quizá sepamos que necesitamos a Cristo como nuestra vida en teoría y en doctrina, pero en nuestra práctica y en nuestra vida diaria lo olvidamos. Los orientales, se olvidan de Cristo en su vida práctica porque han sido influidos por las enseñanzas de Confucio. Los occidentales se olvidarán de Cristo porque han sido influidos por los conceptos éticos y morales. Se nos ha enseñado a ser moralistas, a conducirnos apropiadamente y a desarrollar un buen carácter. Así se nos ha enseñado, y hemos sido criados en este contexto y bajo esta influencia.