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 Arrepentios (semana 1)

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hgo1939
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MensajeTema: Arrepentios (semana 1)   Arrepentios (semana 1) I_icon_minitimeLun Nov 07, 2011 1:06 pm

Arrepentios (semana 1)
ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1--- El mundo venidero
Lunes --- Leer con oración: Gn 3:1-6; Is 14:13-14; 2 Co 11:3; Ef 2:2; 6:12; He 2:6-9; Ap 12:7, 9; 20:6
“Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando” (He 2:5)
DIOS CREÓ AL HOMBRE PARA QUE GOBIERNE EL MUNDO VENIDERO
El tema de la serie anterior del Alimento Diario fue ¿Por qué creó Dios al hombre?, y en el capítulo 2 de la Epístola a los Hebreos vemos una respuesta a esta pregunta. Los versículos del 5 al 9 explican que el gobierno del mundo venidero no será entregado a los ángeles, sino al hombre. No obstante, no será cualquier tipo de persona la que podrá reinar sobre el mundo venidero, sino aquellos que hayan recibido al Señor Jesús como su vida, se hayan negado a sí mismos y que permitieron que la vida divina creciera en su interior.
¿Cómo ocurrirá todo esto? ¿De qué manera esto sucederá en la vida de cada uno de nosotros? Con el propósito de responder a estas interrogantes, en esta serie del Alimento Diario hablaremos sobre el reino de los cielos, que tiene una estrecha relación con el mundo venidero, el reino milenario.
El mundo venidero comenzará con la segunda venida del Señor Jesús. El mundo en el que vivimos comenzó a partir de la obra de creación y restauración hecha por Dios y está descrita en el capítulo 1 del libro de Génesis. Sin embargo, hubo antes un mundo que tuvo que ser juzgado por Dios: el mundo antiguo.
En Su creación original, Dios hizo el universo con una belleza y armonía (cfr. Job 38:7), y entregó el gobierno de Su creación a un ángel muy especial, Lucero. Dos capítulos en la Biblia –Ezequiel 28 e Isaías 14– detallan de lo que sucedió con él, que más adelante se convirtió en Satanás, el adversario de Dios.
El capítulo 28 del libro de Ezequiel habla del rey de Tiro, refiriéndose a Lucero: “Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste (...) Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad” (vs. 12-15).
Lucero era un ser singular y gozaba de una posición muy elevada entre los ángeles –era el querubín protector– pero no se sintió satisfecho, pues ambicionaba más: quería ser semejante al Altísimo (Is 14:13-14). Dios no fue indiferente ante tan grande osadía: “Por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector” (Ez 28:16b). Dios arrojó a Lucero por tierra, como también a toda la legión de ángeles que lo siguió (Ap 12:7, 9). Así la tierra se corrompió. Los fósiles de dinosaurios y animales prehistóricos encontrados hoy en día por los científicos son indicios del mundo antiguo.
Dios juzgó a toda aquella creación con agua y después de haber recreado el mundo, creó al hombre (Gn 1:2-26). Sin embargo, Satanás engañó al hombre (3:1-6; 2 Co 11:3) y aún tiene un gran poder de acción sobre el mundo actual. Él está por detrás de las guerras, las opresiones e injusticias que ocurren por todo el mundo. Incluso el gobierno de las naciones está dentro de su esfera de influencia y control. Él es el príncipe de este mundo, que gobierna con la ayuda de los ángeles que le siguieron (Jn 16:11; Ef 2:2; 6:12; 1 Jn 5:19).
Pese a ello, Dios no desistió de Su propósito. Él está preparando a un grupo de personas para que gobiernen el mundo venidero juntamente con Cristo, (Ap 20:6). Estas personas pasaron por el proceso de la regeneración, están creciendo en la vida divina al negarse a sí mismas, y están siendo perfeccionadas en la obra del Señor. ¡Que Él nos conceda gracia y misericordia, a fin de entregarnos sin reservas a este propósito maravilloso! ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Dios quiere prepararnos para ser reyes juntamente con Cristo.
Pregunta: De modo práctico ¿Qué puede hacer usted para cooperar con el propósito de Dios?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1 --- El mundo venidero
Martes --- Leer con oración: Gn 1:26; 2:17; 3:1, 6; 4:17-23, 25-26; Sal 139:14
“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Is 55:6)
RECONOCER QUE NO PODEMOS HACER NADA SIN DIOS
Dios entregó el gobierno del mundo antiguo a Lucero, pero él falló y llegó a ser Satanás, el adversario de Dios. En Su obra de recreación, Dios hizo al hombre a Su imagen, conforme a Su semejanza (Gn 1:26).
Dios creó al hombre a fin de que señoreara sobre toda la creación. Sin embargo, aún no estaba preparado para desempeñar esa tarea. Al igual que un guante tiene la forma de la mano, pero necesita ser llenado por los dedos para tener una utilidad; el hombre sólo tenía la imagen y la semejanza de Dios, por eso, antes de poder gobernar sobre la tierra necesitaba ser llenado por el Señor.
Dios puso a Adán en el huerto de Edén donde estaba el árbol de la vida. Si él hubiera comido de este árbol, Adán habría sido llenado día a día con la vida de Dios mismo. No obstante, antes de que eso ocurriera, el adversario de Dios intervino.
En el Edén también estaba el árbol de la ciencia del bien y del mal, que Dios le había prohibido comer a Adán (2:17). Al comer del fruto de aquel árbol, el hombre se convertiría en un conocedor del bien y del mal, comenzaría a actuar de manera independiente de Dios, viviendo por la vida de su alma y finalmente, moriría. Esto impediría el cumplimiento del plan de Dios de llenar al hombre con Su vida a fin de gobernar por medio de él.
Dios quería que el hombre comiera del árbol de la vida, pero Satanás pretendía hacer que se alimentara del árbol de la ciencia del bien y del mal. Satanás sabía que, al comer de aquel fruto, el hombre se volvería como él es: rebelde, independiente de Dios, centrado en su propia alma, egocéntrico.
Con el fin de lograr su objetivo, el enemigo de Dios no abordó a Adán directamente sino, como una serpiente sagaz, y de manera astuta, apareció delante de Eva en un momento en que ella estaba sola (3:1). Logró tocar en la emoción de la mujer, e hizo que deseara el fruto del árbol de la ciencia (v. 6). Eva comió de su fruto y también se lo dio a su marido. Por medio de ese acto, Satanás logró dañar al matrimonio que Dios había creado para que cumpliera Su voluntad.
Una vez “envenenados” por comer del fruto del árbol de la ciencia, Adán y Eva ya no podían ejercer ningún tipo de señorío por el Señor. En consecuencia, fueron expulsados del Edén. Antes el matrimonio gozaba de la presencia de Dios, que los trataba como amigos íntimos, y tenían todo lo que necesitaban: sustento, gozo y seguridad. Pero después que fueron expulsados le sucedieron a su generación muchas cosas desafortunadas. El primogénito Caín asesinó a su hermano Abel. Los descendientes de Caín se volvieron personas vengativas y violentas, vivieron de una manera independiente de Dios (Gn 4:17-23).
Sin embargo, ante este cuadro de desolación y desesperación, una luz brilló: Adán y Eva tuvieron un nieto y con esto reconocieron su fragilidad e incapacidad de vivir sin Dios, entonces invocaron el nombre del Señor: “Y conoció de nuevo Adán a su mujer, la cual dio a luz un hijo, y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín. Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (4:25-26).
Invocar el nombre del Señor –“¡Señor Jesús! ¡Oh Señor Jesús! ¡Te necesito!”–, es reconocer que no podemos vivir ajenos a Dios.
La Biblia registra que todos los siervos del Señor invocaban Su nombre. Sólo el libro de Salmos contiene al menos veinte registros de la práctica de invocar el nombre del Señor. El Salmo 99:6 afirma: “Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, y Samuel entre los que invocaron su nombre; invocaban a Jehová, y él les respondía”; y en el Salmo 116 el salmista exclama: “Oh Jehová, libra ahora mi alma” (v. 4); y además dice: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová” (vs. 12-13).
Invocar el nombre del Señor debe ser nuestra reacción espontánea frente a todo lo que Él ha hecho por nosotros. Cuando Le invocamos, Él ciertamente nos oye. Invocar también es una manera de volvernos al propósito de Dios: comer del árbol de la vida para llenarse de la vida divina y estar aptos para reinar el mundo venidero con el Señor.
Punto Clave: Invocar el nombre del Señor es reconocer que no podemos vivir ajenos a Dios.
Pregunta: ¿Cuáles fueron las consecuencias de que el hombre haya comido del árbol de la ciencia del bien y del mal?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1 --- El mundo venidero
Miércoles --- Leer con oración: Gn 10:9; 11:4; 12:1, 10-20;13:3-4; Jos 24:2b; Hch 7:2
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él (1 Jn 2:15). Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Jn 5:4)
VENCER AL MUNDO
Adán y Eva, al reconocer la condición de fragilidad en la que se encontraban, dieron inicio a la práctica de invocar el nombre del Señor. Algún tiempo después, entre sus descendientes, surgió un hombre llamado Nimrod. La Biblia dice que fue un vigoroso cazador delante del Señor (Gn 10:9), es decir, al comienzo de su vida él actuaba delante de Dios, por eso tuvo éxito. Sin embargo, Nimrod edificó una ciudad llamada Babel, y allí los hombres pretendían edificar una torre cuya cúspide llegara a los cielos con elfin de hacer conocido su propio nombre (11:4).
Esa fue una consecuencia más de haber comido del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Por el hecho de vivir independientemente de Dios, centrado en sí mismo, el hombre abandona el nombre del Señor y anda por el camino de las tinieblas, la desolación y la violencia.
Al ver la torre que los hombres habían construido para exaltar su propio nombre, Dios decidió intervenir. Él había hecho un pacto con Noé, le prometió que no usaría más las aguas de diluvio para juzgar al hombre. Por eso, para impedir aquella edificación, Dios confundió el lenguaje del pueblo y lo dispersó por toda la tierra.
De entre los que fueron dispersados, un grupo se instaló en Mesopotamia, en la región de Caldea. Este pueblo se volvió idólatra, no invocaba el nombre del Señor (Jos 24:2b). No obstante, Dios escogió a un hombre de en medio de aquellas personas; su nombre era Abraham (Hch 7:2).
Dios sacó a Abraham de Caldea cuando aún era joven. Fue conducido por su padre, Taré, hacia fuera de aquella tierra de ídolos rumbo a la tierra de Canaán. A partir de allí, sólo fueron hasta Harán, donde se quedaron (Gn 11:31). El Señor se le apareció a Abraham y allí le dijo que dejara su tierra, su parentela y la casa de su padre y se fuera a la tierra que Él le mostraría (12:1).
Si traemos esta situación a nuestra vida cristiana hoy, percibiremos que no debemos quedarnos atados al mundo (1 Jn 2:15). Es importante que recordemos que el enemigo de Dios usa tres aspectos del mundo para atar al hombre. El primero de ellos es la religión. Muchos no le ven nada de malo a las religiones, pues enseñan el bien, pero en realidad, la religión lleva al hombre a la humanidad, pero lo aparta del verdadero propósito de Dios. El segundo aspecto por el cual Satanás esclaviza al hombre es el mundo del pecado, representado por Harán, una región de Asiria.
Pero, el deseo de Dios era librar a Abraham del mundo del pecado y conducirlo a la tierra de Canaán. Al llegar allí, edificó un altar e invocó el nombre del Señor, recobrando de esta manera esta práctica (Gn 12:Cool.
El libro de Deuteronomio relata que Canaán era la buena tierra, donde no faltaba nada (Dt 8:7-10). Sin embargo, en los tiempos de Abraham, la lluvia cesó, por eso faltó alimento. Esta fue una gran prueba para Abraham. Permanecer en Canaán habría sido una demostración evidente de la fe de Abraham, que estaría seguro de que Dios se preocuparía de sus necesidades. Pero en vez de eso, descendió a Egipto, que representa el otro aspecto que aprisiona al hombre, el mundo del sustento, pues allí había abundancia de alimentos por causa de las crecidas anuales del río Nio. Sin embargo, Abraham salió de allí avergonzado y fue expulsado por el mismo Faraón. De regreso a Canaán, fue hasta el lugar donde había edificado un altar y allí invocó nuevamente el nombre del Señor (Gn 12:10-20; 13:3-4).
Punto Clave: Dios nos cuida.
Pregunta: ¿Cómo ha cuidado Dios de sus necesidades?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1 --- El mundo venidero
Jueves --- Leer con oración: Hch 7:9-15, 17-20
“Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, y le libró de todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa” (Hch 7:9-10)
GOBERNADOS POR LA VISIÓN DE QUE REINAREMOS
Los descendientes de Abraham también fueron probados en cuanto al sustento. Años después, por el hecho de que hubo hambre nuevamente en la tierra de Canaán, su hijo Isaac, igualmente, quiso descender a Egipto, pero Dios se lo impidió. En la época de su nieto Jacob, él y sus descendientes vivían muy bien en la tierra prometida, hasta que el hambre también apareció. Ante la escasez de alimentos, Jacob no descendió a Egipto, pero envió a sus hijos para que compraran cereales (Gn 42:1-3).
Cuando descendieron a Egipto, encontraron a su hermano José, que era el gobernador de todo aquel imperio. Muchos años antes, José había sido vendido por ellos a unos comerciantes, que a su vez, lo vendieron como esclavo en Egipto. A pesar de la acción maligna de sus hermanos, Dios estaba con el joven José, pues tenía un propósito con él.
Dios le había dado un sueño a José, en el cual su familia se inclinaba frente a él. José creció acordándose de este sueño, aunque las amarguras de la vida y los sufrimientos que le sobrevinieron injustamente parecieran decir que el sueño nunca se cumpliría. Él se comportó de manera ejemplar durante todo el tiempo en que estuvo como esclavo o prisionero, sin murmurar o blasfemar jamás en contra de nadie.
El sueño se realizó y José se convirtió en el gobernador de toda la tierra de Egipto. Así como José tuvo un sueño, nosotros también tenemos una visión: la promesa de que los vencedores reinarán con Cristo. Necesitamos vivir de un modo digno de esta promesa a fin de que gobernemos el mundo venidero.
Cuando Jacob y toda su familia descendieron a Egipto, José les dio la mejor tierra, donde todo lo que se plantaba crecía con facilidad. La vida en Egipto se volvió fácil y cómoda para los israelitas, y por esa razón, no volvieron a Canaán y con el paso del tiempo, se olvidaron de Dios.
Pero Dios no se olvidó de Su pueblo. Después de transcurrir un tiempo, surgió un Faraón que no conocía a José y les impuso trabajos forzados a los israelitas. El pueblo comenzó a ser maltratado, oprimido y castigado todo el tiempo por los egipcios. Por esa razón, ellos clamaron a Dios, que los oyó. Entonces Dios comenzó a preparar a Moisés como el libertador de Su pueblo. Esto es lo que veremos mañana.
Punto Clave: Vivir de modo digno del reino.
Pregunta: ¿Cómo venció José los sufrimientos, tribulaciones e injusticias que le sobrevinieron?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1 --- El mundo venidero
Viernes --- Leer con oración: Ex 2:11-15; Dt 34:7; Mt 13:22; Mr 4:19; Lc 8:14; 21:34; Hch 7:23, 30
“Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Ex 5:1b)
LIBRES DE LA ESCLAVITUD DEL MUNDO PARA SERVIR AL SEÑOR
Dios quería sacar a Su pueblo de Egipto, donde era esclavizado y oprimido, a fin de llevarlo a la tierra de Canaán para restaurar el servicio a Dios. Con ese objetivo, Él preparó a un libertador: Moisés.
La vida de Moisés puede ser dividida en tres periodos de cuarenta años (Hch 7:23, 30; Dt 34:7). Él vivió sus primeros cuarenta años en el palacio de Faraón, donde recibió la mejor educación de la época. A los cuarenta años, al ver los penosos trabajos de su pueblo, pensó que podría ayudarlo por su propio esfuerzo y capacidad. Finalmente, terminó matando a un egipcio para defender a uno de los suyos. Después, huyó al desierto (Ex 2:11-15).
En el desierto, Moisés se casó, tuvo hijos y cuidó de los rebaños de su suegro durante cuarenta años. Esto formaba parte del trabajo de Dios, que lo estaba preparando para que un día libertara al pueblo de Israel.
Después de cuarenta años en el desierto, ya con ochenta años, comenzó el tercer periodo de la vida de Moisés, cuando toda su capacidad natural que había alcanzado en su juventud había muerto. Dios vino para llamarlo, cuando él ya no confiaba más en sí mismo, para enviarlo delante de Faraón a fin de sacar a los hijos de Israel de Egipto (3:10-12).
Moisés y su hermano Aarón hablaron con Faraón para exigirle que libertara al pueblo, pero el rey no accedió. Por esa razón, Dios envió diez plagas sobre Egipto, cada vez más fuerte una que la otra. La décima plaga fue terrible: la muerte de todos los primogénitos entre los egipcios.
El Señor enviaría de noche a un ángel, que pasaría de casa en casa para exterminar a los primogénitos. Los israelitas habían sido instruidos a inmolar un cordero, poner su sangre en los postes y en los dinteles de las puertas, pues la casa donde hubiere esta señal sería pasada por alto por el ángel. Además, los israelitas debían comer la carne de aquel cordero, y eso les daría las fuerzas para la travesía que harían.
En aquella noche, el ángel de Dios pasó, y no hubo ni siquiera una casa entre los egipcios en la cual no hubiera un muerto. En cambio, entre los hijos de Israel nadie murió. Mientras que las familias egipcias lloraban por el duro golpe que habían sufrido, el pueblo de Israel finalmente tuvo las condiciones para salir.
El pueblo partió y llegó a la orilla del Mar Rojo. En aquel momento, los egipcios ya se habían arrepentido de haber dejado partir a los israelitas y entonces, salieron a perseguirlos. Dios hizo que las aguas del mar se abrieran, y el pueblo de Israel pasó en seco. Pero los egipcios perecieron cuando Dios hizo que las aguas volvieran a su cauce normal (Ex 14:28).
Egipto representa el mundo de la comodidad y de las preocupaciones por el sustento. Es por eso que el Señor Jesús mismo le advirtió a Sus discípulos que no se cargaran por los afanes de esta vida (Lc 21:34), pues la comodidad y los afanes producen ansiedades que ocupan nuestro corazón y lo vuelven inadecuado para que la palabra de Dios produzca frutos (Mt 13:22; Mr 4:19; Lc 8:14).
Satanás, el príncipe de este mundo, intenta enredar a los cristianos con los tres aspectos del mundo: o los vuelve personas extremadamente apegadas a los conceptos religiosos, o usa las tentaciones para arrastrar al creyente al pecado o finalmente, usa la comodidad, los afanes de esta vida y el engaño de las riquezas para alejarlo de Dios y de Su palabra.
Dios desea que Le sirvamos sin impedimentos y que seamos libres de la influencia maligna de estos tres aspectos del mundo. ¡Cuánta alegría tenemos cuando somos liberados del mundo, recibimos al Señor y comenzamos a servirlo! ¡Aleluya!
Punto Clave: Liberados para celebrar una fiesta al Señor.
Pregunta: ¿Le ha rogado a Dios para que lo libere completamente de toda la opresión e influencia mundana?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1 --- El mundo venidero
Sábado --- Leer con oración: Nm 13:27; 14:6-10, 29-30, 34; 27:18
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti 1:7)
EL ESPÍRITU TODO-INCLUSIVO NOS HACE PROSEGUIR A LA META
El pueblo de Israel salió de Egipto, cruzó el Mar Rojo y entró en el desierto, que debía atravesar caminando algunos días, para llegar a Canaán. De hecho, ellos llegaron muy cerca de la buena tierra, pero antes de entrar, Dios les dijo que enviaran a doce espías –uno de cada tribu– para reconocer la tierra durante cuarenta días y después traer un informe de lo que vieran.
Al regresar, los espías reconocieron que la tierra era muy rica, fértil y que fluía leche y miel (Nm 13:27). Sin embargo, diez espías quedaron atemorizados con los habitantes de la tierra, especialmente porque entre ellos había gigantes. Ellos pensaban que al enfrentar a aquellos pueblos, serían devorados, pues a sus ojos se consideraban insignificantes como langostas. Esto hizo que todo el pueblo se desesperara y murmurara en contra de Moisés y Aarón.
Únicamente Caleb y Josué, de entre los doce espías, llevaron un informe alentador, animando al pueblo a entrar y poseer la tierra que Dios les había prometido. Pero eso no fue suficiente para hacer callar al pueblo que quería apedrearlos (14:6-10).
Como resultado, Dios determinó que todos aquellos que no creyeron en Su palabra y Lo despreciaron, vagarían durante cuarenta años por el desierto y ninguno de aquellos hombres de más de veinte años de edad entraría en la buena tierra, excepto Josué y Caleb (vs. 29-30, 34).
Es importante relatar que, al hablar de Caleb, el Señor dijo: “Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión” (v. 24). Este versículo muestra que en Caleb había “otro espíritu”, es decir, un espíritu de lucha y de conquista para aquello que Dios había prometido (2 Ti 1:7).
Este otro espíritu que actuó en Caleb y que también fue puesto sobre Josué (Nm 27:18), representa al Espíritu, que hoy está a nuestra disposición. Este Espíritu que entró en nosotros al creer en Jesucristo es el Espíritu Todo-inclusivo, en el cual están concentradas las obras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por medio de la acción prevaleciente de la gracia abundante contenida en el Espíritu, podemos proseguir siguiendo al Señor en Su desfile triunfal.
Este también es el aliento de Dios para nosotros: Él desea que prosigamos, que no nos desanimemos, pues los gigantes serán como pan. Que las palabras de Caleb nos sirvan de inspiración: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos” (13:30)..
Punto Clave: No mirar las dificultades, sino creer en la promesa del Señor y apegarnos a Él.
Pregunta: ¿Qué tipo de “espía” ha sido usted?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 1 --- El mundo venidero
Domingo --- Leer con oración: Nm 20:8-12; Mt 16:18, 24-26; Ef 4:11-12; 1 Co 12:14-17, 21-22
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame (Mt 16:24). Y aun oramos por vuestra perfección” (2 Co 13:9b)
NEGAR LA VIDA DEL ALMA Y SER PERFECCIONADO
Toda la generación que tenía más de veinte años al salir de Egipto, por causa de su incredulidad, tuvo que caer muerta en el desierto –excepto Josué y Caleb–, esto significa que la vejez espiritual, nuestra vida del alma, nuestra vida natural, no puede entrar en el mundo venidero. Necesitamos negar la vida del alma hoy.
El ejemplo de Moisés también nos sirve como una fuerte advertencia: cuán peligrosa es nuestra vida del alma. Puesto que era el líder del pueblo de Israel, él sabía que necesitaba negarse a sí mismo. No obstante, en el episodio donde el pueblo de Israel murmuró por la falta de agua en Meriba, no actuó según la determinación de Dios, sino que se airó e hirió la peña dos veces con su vara, cuando debió sólo haber hablado a la peña (Nm 20:8-11).
Aquella peña, prefigura al Señor Jesús, que sólo podía ser herido una sola y única vez –esto simboliza Su muerte redentora en la cruz–. Herir la peña por segunda vez, como lo hizo Moisés, era como exigirle al Señor Jesús ser crucificado nuevamente. Además, en su ira no santificó al Señor delante de los hijos de Israel. Como resultado, él no pudo entrar en la tierra de Canaán (v. 12).
Si Moisés hubiera negado su vida del alma y obedecido a la palabra de Dios en aquel episodio, habría entrado a la tierra de Canaán, pero aquello, podemos considerar un pequeño error que le impidió alcanzar su objetivo.
Moisés se quedó muy triste y se arrepintió. Él le insistió al Señor, Le rogó para que lo dejara entrar en Canaán. Era como si le hubiera dicho: “Señor, me arrepiento; ¡déjame entrar! ¡Tengo ciento veinte años, he guiado al pueblo durante cuarenta años! ¡Déjame entrar! ¡Nací para entrar en Canaán y para llevar al pueblo a entrar en esta tierra! ¿Ahora, en el último momento, no podré entrar? ¡Señor, déjame entrar!”. Pero Dios le respondió algo como esto: “¡Basta Moisés, no me lo pidas más! ¡Deja de insistirme, porque si continuas pidiéndome, voy a terminar dejándote entrar! Si hago eso, ¿Cómo quedará mi posición? No puedo ir en contra de Mí mismo. Moisés, no Me pidas más que te deje entrar” (cfr. Dt 3:25-26).
Esto debe hacernos reflexionar sobre cuánto nos hemos negado a nosotros mismos. Tal vez algunos piensen que ya han negado lo suficiente su vida del alma y se sienten satisfechos. Pero ¡por detrás de este pensamiento, está el peligro de no ver cuán terrible es nuestro ego!
Quien no niega la vida del alma no conoce el peligro que hay en ella. Sólo basta que un poco se manifieste de ella y eso podría impedir que un hijo de Dios entre en el reino para gobernar el mundo venidero. Necesitamos ver cuán importante es quemar en el fuego todo lo que procede de nosotros mismos. En Mateo 16, después de revelar la iglesia a Sus discípulos (v. 18), el Señor Jesús mencionó la importancia de que cada uno se niegue a sí mismo, tome su cruz y Lo siga (v. 24). E inmediatamente agregó: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (vs. 25-26).
Si no nos negamos a nosotros mismos es imposible que obtengamos más de la vida de Dios. Sólo en la medida que neguemos la vida del alma, la vida de Dios puede ser añadida en nosotros. Por eso, si queremos gobernar el mundo venidero, no debemos traer nuestras cosas naturales a la iglesia.
Asimismo, para ser aptos para gobernar el mundo venidero, necesitamos ejercitarnos para ser perfeccionados. En Efesios 4, a partir del versículo 11, podemos ver que aquellos que tienen el ministerio de la palabra perfeccionan a los santos para la obra del ministerio, que es edificar el Cuerpo de Cristo. Para eso, cada uno de nosotros debe desempeñar su ministerio. El capítulo 12 de la Primera Epístola a los Corintios muestra que todos los miembros del Cuerpo de Cristo son importantes y tienen una función. Así como en el cuerpo humano cada miembro necesita del otro, también en el Cuerpo de Cristo nos necesitamos los unos a los otros.
A fin de ser aptos para reinar con el Señor en el mundo venidero, además de negar totalmente la vida del alma, también necesitamos ser perfeccionados por el Señor, para el ejercicio de nuestros dones y la cooperación de los hermanos que están a nuestro alrededor. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Todos los miembros del Cuerpo de Cristo son importantes.
Pregunta: En su vivir ¿puede identificar situaciones en las que Dios desea que usted se niegue a sí mismo por causa de Él?
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Arrepentios (semana 1)
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