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 ARREPENTIOS (semana 6)

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hgo1939
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MensajeTema: ARREPENTIOS (semana 6)   ARREPENTIOS (semana 6) I_icon_minitimeMar Dic 13, 2011 10:17 pm

ARREPENTIOS (semana 6)
ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6--- El Hijo de David
Lunes --- Leer con oración: Gn 44:32-33; 49:10; 1 S 9:2, 21; 10:24; 13:9-14; 15:1-3, 15, 20-23, 35b; 16:18; 17:32, 34-36, 45; 18:7; Hch 13:22
“Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 S 16:13)
LA HERENCIA DE LA REALEZA
La bendición de la primogenitura en el Antiguo Testamento incluía el sacerdocio y la realeza. Jacob bendijo a su hijo Judá con la realeza (Gn 49:10). Judá fue aquel que demostró frutos de arrepentimiento con respecto al mal cometido en el pasado contra José, disponiéndose a quedar preso en Egipto en lugar de Benjamín (44:32-33). Se preocupó más por el bienestar de su padre y de sus hermanos que por su propia vida. Ciertamente eso fue agradable a los ojos de Dios, a tal punto de recibir la realeza por bendición. El linaje de Judá dio origen al rey David y, posteriormente, al Señor Jesús.
Sin embargo, antes que David fuese rey, reinó sobre Israel un hombre de la tribu de Benjamín, llamado Saúl. Saúl fue ungido por el sumo sacerdote Samuel y así, se convirtió en rey ante el pueblo (1 S 10:24). Cuando era joven destacaba de entre los demás pero, aun así, permanecía humilde (9:2, 21).
Más adelante, vimos que Saúl no guardó los mandamientos del Señor, sino que ofreció sacrificios de holocausto indebidamente (13:9-14), además de preservar al rey de los amalecitas y lo mejor de los rebaños, contrariamente a lo que Dios le había ordenado (15:1-3, 15, 20-21). Saúl quería agradar a Dios con sus propios métodos, pero eso era algo abominable para el Señor, que se arrepintió de haberlo puesto por rey sobre Israel (vs. 22-23, 35b).
Entonces, Dios envió a Samuel a los hijos de Isaí. El más joven de ellos era David, un pastor de ovejas. Conforme a la voluntad de Dios, David fue ungido rey por Samuel, pero no sería coronado, porque Saúl aún era rey delante del pueblo.
David era valiente, prudente en sus palabras, y el Señor estaba con él (16:18). Al pastorear a las ovejas de su padre, David ya había experimentado la salvación del Señor contra los ataques de un león y un oso (17:34-36). Él tenía la misma disposición de Josué y Caleb pues, cuando se encontró con los ataques del gigante Goliat contra los ejércitos del Dios vivo, no temió enfrentarlo en el nombre del Señor y, finalmente, lo derrotó (vs. 32, 45).
David era un hombre de guerra y tuvo éxito en muchas batallas, esto causaba la envidia de Saúl (18:7). Aun siendo perseguido por Saúl durante mucho tiempo, David lo amaba y nunca levantó la mano contra el ungido de Dios. Así fue coronado y obtuvo testimonio de ser un varón conforme al corazón de Dios (Hch 13:22).
Punto Clave:
Disposición para vencer las dificultades en nombre del Señor.
Su punto clave es:
Pregunta:
Ante las historias de Judá, Saúl y David, ¿qué puede llevarnos a heredar la bendición de la realeza? ¿Y qué cosa a perderla?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6 --- El Hijo de David
Martes --- Leer con oración: 2 S 11:1-17; Sal 51:3-4, 14; Is 53:4; Lc 18:38; Jn 3:14; Ro 8:3; 1 Co 15:54; Col 2:14; He 9:22; 1 Jn 1:9
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (He 2:14)
EL HIJO DE DAVID VINO PARA SALVARNOS
David fue un buen rey, pero en su vida personal cometió muchos pecados. En una ocasión cuando no fue a la guerra, cometió adulterio con la mujer de Urías, además de utiizar artimañas para encubrir el pecado y sus consecuencias, articuló una situación para que Urías fuese colocado al frente de batalla y muriese en la guerra (2 S 11). Urías fue fiel a su incumbencia, pero David lo traicionó. Todo eso desagradó al Señor.
David mismo reconoció el haber practicado muchos pecados y cometido crímenes de sangre (Sal 51:3-4, 14). En ese sentido, él representa al hombre pecador, imperfecto, con necesidad de perdón y de la salvación de Dios. En realidad, David representa a cada uno de nosotros, no porque hayamos ejecutado hechos semejantes, sino porque sus actitudes revelaron lo que había en su interior: la misma naturaleza pecaminosa que existe en nosotros, ella es la fuente de todo pecado.
Por estar muertos en nuestros delitos y pecados, sin perdón, incapaces de salvarnos a nosotros mismos, Dios tomó la iniciativa de salvarnos, enviando al Señor Jesús. Como el Hijo del Hombre, Él vino de la descendencia de David, por eso también es llamado de Hijo de David (Lc 18:38). Esas son las buenas nuevas del evangelio, el cual es el poder de Dios para nuestra salvación, concedida gratuitamente en Jesucristo.
Aunque el linaje humano del Señor Jesús se refiriese a pecadores como David, Él tenía sólo la semejanza de pecado, pero no la naturaleza pecaminosa (Ro 8:3). En la persona del Señor Jesús, Dios se hizo un hombre de carne, revestido de la forma de pecado, pero sin pecado, así como la serpiente de bronce que fue levantada en el desierto por Moisés, que tenía la forma pero no el veneno de la serpiente (Jn 3:14). Por medio de ella, muchos fueron sanados y, por medio de la muerte del Señor, cuando fue levantado en la cruz, todos fuimos perdonados de nuestros pecados. Su sangre preciosa derramada en la cruz reemplazó la sangre que, como pecadores, nosotros debíamos haber derramado (He 9:22).
Gracias a Dios, pues el Señor Jesús nos redimió gratuitamente, nos concedió el perdón divino y la salvación. Su muerte redentora sustituyó a la nuestra (Is 53:4). Además, la obra del Señor en la cruz nos concedió la anulación del acta de los decretos que había contra nosotros (Col 2:14). Ya no tenemos más ese registro, porque Él nos lavó y también nos libró de la muerte (1 Jn 1:9; 1 Co 15:54). ¡Aleluya!
Punto Clave:
Perdonados y salvos gratuitamente por la sangre de Jesús.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Cuáles son las buenas nuevas de Dios para nosotros?


ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6 --- El Hijo de David
Miércoles --- Leer con oración: Mt 3:16-17; 17:2; Jn 20:17; Hch 13:33-34; Ro 1:4; 5:10; 8-17; Fil 2:12; 1 P 1:9; 2:2; 1 Jn 1:2
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn 5:12)
LA VIDA QUE ESTÁ EN EL HIJO DE DIOS
Además de haber sido salvos de la perdición eterna al creer en el Señor Jesús, recibimos la vida divina en nuestro espíritu. La obra de remisión de los pecados fue realizada por Jesús, como el Hijo del Hombre, pero la obra progresiva de salvación del alma ocurre por el crecimiento de la vida del Hijo de Dios en nosotros. Por eso, al ser bautizado, Jesús fue ungido, y Dios Lo reconoció como Su Hijo amado (Mt 3:16-17). Esto se confirmó en la transfiguración del Señor (17:2) y se concretó en Su resurrección por el Espíritu de santidad (Jn 20:17; Hch 13:33-34; Ro 1:4).
Así como no les bastó a los hijos de Israel disfrutar la Pascua, salir de Egipto y cruzar el Mar Rojo; tampoco no nos es suficiente obtener sólo la redención, el nuevo nacimiento y el bautismo; eso fue apenas el inicio. De la misma manera como el pueblo de Israel necesitó caminar hasta llegar a la tierra prometida de Canaán, nosotros también necesitamos proseguir en nuestra carrera cristiana, creciendo en la vida de Dios y ocupándonos con nuestra salvación (Fil 2:12).
Se puede decir lo mismo acerca del propósito de Dios al colocar al hombre en el huerto de Edén. No era suficiente que Adán y Eva estuviesen viviendo en aquel ambiente. Ellos aún necesitaban alimentarse del fruto del árbol de la vida para recibir la vida de Dios en el espíritu y así cumplir el propósito para el cual habían sido creados: tener dominio, restaurando la autoridad de Dios sobre la tierra.
El Señor Jesús, como Hijo de Dios, no retuvo la vida divina sólo para Sí, Él la liberó en favor nuestro. Después, cuando creímos en el Señor, no recibimos una enseñanza o un código de conducta, sino la Persona misma de Cristo en nuestro interior, y con Él, la vida eterna. En ese aspecto, Su objetivo con la regeneración es dar continuidad a nuestra salvación por la vida divina (Ro 5:10). Este es el evangelio del reino: el Espíritu que da vida, a partir de nuestro espíritu, gradualmente gana espacio entre nosotros, hasta salvar nuestra alma (1 P 1:9). El Señor quiere completar la obra que inició en cada uno de nosotros, Sus hijos.
Por eso no podemos darnos por satisfechos sólo por haber recibido el evangelio de la gracia para nuestra redención. Dios nos preparó un evangelio completo y maravilloso, que incluye también el evangelio de la vida, según el cual el crecimiento de la vida divina tiene como objetivo producir hijos maduros para nuestro Dios y Padre. ¡Aleluya! Si permitimos que Su vida nos salve diariamente, ciertamente vamos a reinar con Cristo (Ro 8:17).
Crecemos al alimentarnos de la leche de la Palabra no adulterada, así como el niño que se desarrolla por la alimentación adecuada y saludable que recibe (1 P 2:2). Desde que fuimos regenerados, la palabra de Dios y el nombre del Señor deben formar parte de nuestro día a día, así como las comidas. Además, la palabra de Dios que oímos necesita ser practicada en nuestro vivir. De esta manera, no permaneceremos como niños, sino que cada día aprenderemos lecciones y obtendremos el crecimiento para salvación. ¡Amén!
Punto Clave:
El continuo desarrollo de nuestra salvación.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿La vida que usted recibió al creer en el Señor ha sido adecuadamente cuidada y alimentada?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6 --- El Hijo de David
Jueves --- Leer con oración: Ro 14:11; 2 Co 10:4; 11:3
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Ap 5:5)
SOMETERNOS A JESÚS, EL LEÓN DE LA TRIBU DE JUDÁ
El Señor Jesús, siendo el Hijo de David, vino de un linaje noble, pues su origen es Judá, la tribu que heredó la realeza. Por eso es llamado el León de la tribu de Judá. El Evangelio de Mateo, que da inicio al Nuevo Testamento, presenta la genealogía real del Señor Jesús; esto significa que Él vino para ser Rey, y su contenido es el reino de los cielos.
La entrada al reino de los cielos requiere de nuestro arrepentimiento, es decir, de un cambio de mentalidad, para ser renovados en el espíritu de nuestro entendimiento, aprendiendo la obediencia. El arrepentimiento ocurre primero en nuestro corazón, y después, opera en nuestra mente. Cuando nuestro corazón se vuelve al Señor, por Su bondad, Él nos guía al arrepentimiento. Así nuestros pensamientos son llevados cautivos a la obediencia a Cristo y somos liberados de las fortalezas de la mente. De esta manera, restauramos a la sincera fidelidad a Cristo (2 Co 10:4, 11:3).
El reino de los cielos está cerca, por eso necesitamos arrepentirnos a punto de volvernos totalmente obedientes al Señor, nuestro Rey. Como hijos de Dios, debemos adelantarnos, siendo los primeros a someternos a Él, para estar preparados para el día en que todas las naciones se rendirán al Señor, pues toda rodila se doblará ante Su nombre (Ro 14:11).
Como el León de la tribu de Judá, Él es digno de recibir alabanza y honra, y a Él le obedecerán los pueblos. ¡Aleluya! ¡Tenemos un Rey glorioso que gobierna con justicia y paz!
Punto Clave:
Convertir el corazón al Señor.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Cuál es el resultado de nuestro arrepentimiento?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6 --- El Hijo de David
Viernes --- Leer con oración: Gn 3:17-19; 4:26; 12:10; Ex 2:23; 2 Co 12:9-10
“Y me ha dicho (el Señor): Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriarémás bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Co 12:9)
EL CUIDADO AMOROSO DE AQUEL QUE NOS PERFECCIONA
Dios nos regeneró para una viva esperanza. Por eso no debemos temer las situaciones de sufrimiento o debilidad. La vida eterna que obtuvimos en el Señor es incorruptible y no puede ser subyugada por el poder de la muerte, pues Él ya venció.
En consecuencia, en el mundo actual, las personas se alejan y se mantienen ajenas de Dios, mientras pasan el tiempo buscando medios para obtener lo que necesitan o desean en esta tierra. Pero los que confían en el Señor pueden testificar que han sido amparados por Dios en todos los aspectos de la vida. El Señor conoce a los que son Suyos y tiene celo por todos, uno por uno, con Su cuidado amoroso.
Abraham pensaba que Dios lo dejaría perecer en la tierra de Canaán cuando hubo hambre, por eso tomó la mala decisión de ir a Egipto (Gn 12:10). Hoy muchos cristianos aún caen en el mismo engaño y tienen su tiempo usurpado por el mundo, en el cual buscan no sólo el sustento, la supervivencia, sino principalmente la comodidad.
Dios no creó al hombre para vivir esclavizado por la preocupación del sustento, pero sí, para confiar en Él. Desde un comienzo, en el huerto de Edén, el Señor les proporcionó todo lo que Adán y Eva necesitaban. Sin embargo, después de la caída, después que fueron expulsados del huerto, estando fuera de la presencia de Dios, el hombre tuvo que sufrir y esforzarse para labrar la tierra con el sudor de su frente, y así obtener su sustento (3:17-19). Más adelante, Adán, tal vez en medio de sufrimientos, se dio cuenta de que sin el Señor no podrían vivir; ¡entonces comenzaron a invocar el nombre del Señor (4:26)
Con el pueblo de Israel no fue diferente, pues se olvidaron del Señor mientras tuvieron una vida cómoda en Egipto. Por un tiempo, trabajaron sólo para sí en la tierra de Gosén, obteniendo y disfrutando lo que necesitaban y querían. Así que, cuando pasaron a ser oprimidos y esclavizados por los egipcios, se acordaron del Señor y clamaron; Dios los oyó y preparó a Moisés para liberar a Su pueblo de la tiranía de Faraón.
El Señor también quiere perfeccionarnos de esa manera, nos concede gracia en medio de las debilidades (2 Co 12:9-10). Después de ser librados de las preocupaciones del mundo, Él desea que seamos útiles en Su plan a fin de librar a Sus hijos de la esclavitud del mundo.
Punto Clave:
Dios nos creó para que confiemos en Él.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿En qué circunstancias Dios nos perfecciona?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6 --- El Hijo de David
Sábado --- Leer con oración: Ex 15:1-2; Ro 6:4; 1 Jn 1:9
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro 6:4)
PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA
La manera como un cristiano anda en su vivir diario muestra qué vida tiene mayor influencia sobre su persona: la vida divina que obtuvo por el nuevo nacimiento; o la vida del alma, que es autosuficiente y naturalmente independiente de Dios.
Por nosotros mismos, no podemos cambiar nuestra manera de ser, porque resulta de la naturaleza que está en nuestro interior. No obstante, como cristianos, además de nuestra propia vida del alma, tenemos la vida y la naturaleza de Dios habitando en nosotros. Así que, estamos divididos, pero nos toca elegir cada día, qué naturaleza será restringida y cuál prevalecerá.
Cada ser creado tiene su propia naturaleza; un pollino, por ejemplo, tiene, evidentemente, una naturaleza diferente a lade un león. Por haber sido creados a la imagen y semejanza de Dios, somos “compatibles” con Él. Sin embargo, también tenemos una naturaleza pecaminosa en nuestro interior, contraria a la de Dios, que se manifiesta en la vida del alma. Hemos buscado eliminarla poco a poco para avanzar de gloria en gloria en nuestra carrera cristiana.
Gracias al Señor, debido al derramamiento de Su sangre, hoy un pecador puede ser un hijo de Dios. Basta creer y confesar los pecados para que Dios lo perdone (1 Jn 1:9). Sin embargo, no es tan fácil librarse del ego, de la naturaleza opuesta a Dios, que tiene poder sobre sus pensamientos. El ejemplo que ya vimos con respecto a esto son los hijos de Israel. Ellos no necesitaron hacer nada para que el Mar Rojo se abriera ante ellos. En aquel momento de salvación, sólo alabaron y se alegraron en el Señor. Pero cuando emprendieron la marcha por el desierto, las dificultades los llevó a murmurar e incluso, a dudar de la intención de Dios de sacarlos de Egipto.
Muchas veces nos encontramos en la misma situación que los hijos de Israel, pues la vida del alma actúa de la misma manera hasta hoy. La murmuración, la rebeldía y la contienda, son señales de que vivimos por la vida del alma, y necesitamos vencer eso para entrar en el reposo preparado por Dios. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos lleve a abandonar la vanidad de los viejos pensamientos!.
Punto Clave:
Dar preferencia a la vida de Dios.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Por qué razón somos “compatibles” con Dios?

ARREPENTÍOS, PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS SE HA CERCADO
Semana 6 --- El Hijo de David
Domingo --- Leer con oración: Ef 1:3-14; He 2:5
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef 1:7)
EL EVANGELIO DE LA VIDA EN LA OBRA DEL DIOS TRIUNO
Por el nuevo nacimiento, entramos en el reino de Dios. A partir de entonces, necesitamos crecer hasta alcanzar la madurez para heredar el reino de los cielos en la posición de reyes. Este es el evangelio de la vida y del reino. Además, mientras más la vida divina crece en nosotros, somos perfeccionados para la obra del ministerio a fin de cumplir el plan de Dios que está revelado en el capítulo 1 de la Epístola a los Efesios. Allí vemos el dispensar del Dios Triuno: el dispensar del Padre (vs. 3-6), el dispensar del Hijo (vs. 7-12) y el dispensar del Espíritu (vs. 13-14).
La obra del Padre consiste en habernos elegido antes de la fundación del mundo. También nos predestinó para la filiación, es decir, para ser hijos maduros, coherederos con Cristo. Su objetivo no era sólo engendrarnos, sino también acompañarnos para que crezcamos en la vida divina. La obra del Hijo, por su parte, fue redimirnos de los pecados a fin de encabezar todas las cosas por la riqueza de Su gracia; y la obra del Espíritu es sellarnos, llevándonos a ser propiedad del Señor hasta que Él venga para rescatarnos en el momento en que Su gloria sea manifestada.
Por la fe, recibimos todo lo que Dios planeó y pasamos a andar en la tierra de acuerdo con la esperanza de gloria que Él nos preparó. Según esa esperanza, esperamos el reino venidero, apresurando la venida del Señor. Cuando estemos preparados, en aquel día, el Señor nos confiará el gobierno del mundo (He 2:5). Por eso necesitamos arrepentirnos, perfeccionando nuestra santidad en el temor de Dios. ¡Que todos podamos estar calificados para cooperar con el Señor en el reino venidero! ¡Amén!
Punto Clave:
La esperanza de gloria.
Su punto clave es:
Pregunta:
¿Cómo lo alcanzó la obra del Dios Triuno?

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