La carne y el espíritu (15)
Tenemos que darnos cuenta de que todos nosotros somos pequeñas serpientes. Muchas veces los esposos y esposas parecen serpientes en su trato mutuo. El Señor reprendió a los fariseos llamándolos serpientes y cría de víboras (Mt. 23:33). El Señor Jesús no solamente tomó nuestro lugar en la cruz para redimirnos, sino que también murió allí por nosotros. Cuando El murió con nosotros, también Satanás murió allí. El Señor murió en la cruz con la naturaleza humana, y de esta manera destruyó al diablo. Todos tenemos que alabar a Dios por Su soberana sabiduría. Satanás pensó que había ganado por haber entrado en la carne del hombre, pero no sabía que había entrado en una trampa. Un día el Hijo de Dios vino para tomar la forma de esa trampa y la llevó a la cruz.
No hay palabras humanas adecuadas para explicar completamente esto, pues es demasiado grande y misterioso. La Biblia habla de esto en Romanos 8:3, Juan 3:14 y Hebreos 2:14. En la carne Cristo destruyó la carne. En la carne El juzgó al pecado. En la carne Cristo puso fin a Satanás. En el aspecto judicial, en la administración gubernamental de Dios, la carne en la cual moraban el pecado, la muerte y Satanás, ha sido completamente aplastada.
Usted podría preguntarse por qué esta carne continúa con nosotros si ya fue eliminada y aplastada. Porque todavía es útil para Dios. Judicialmente se le ha puesto fin, pero en la práctica sigue siendo necesaria. Dios no la necesita, pero usted sí, pues ella lo obliga a usted a volverse a su espíritu. Judicialmente Dios está sentado en el trono, y la problemática carne de Su pueblo elegido ha sido eliminada judicialmente. En el gobierno de Dios no existe tal cosa, pero en la práctica, todos Sus hijos, mientras estén en la tierra, necesitan esta carne problemática para ser ayudados a volverse a Cristo.
Ninguna carne es buena. De la misma manera que no hay estiércol bueno y estiércol malo, no hay carne buena y carne mala. La carne es solamente carne. Cuando la carne nos molesta y nos obliga a volvernos a nuestro espíritu, Dios se alegra con nosotros. Quizá usted haya pensado que después de creer en Cristo, todo va a ser maravilloso. Pero después de cierto tiempo, es posible que se haya vuelto la persona más desventurada; quizá hasta desee nunca haberse hecho cristiano. Es probable que aun desee abandonar a Cristo. Gracias al Señor, que una vez que el Señor nos halla, el encuentro es eterno. En un sentido, ser cristiano es agradable, pero en otro sentido, no vamos a estar muy felices. ¿Qué haremos? Si estamos felices o no, de todos modos perseveramos.
En las reuniones estamos realmente contentos, pero ¿estamos felices cuando regresamos a la casa a nuestro diario vivir? Estar en una conferencia es como estar en la cima de una montaña con el Señor Jesús, pero regresar a la casa es regresar al valle. Cuando venimos a las reuniones, subimos, pero cuando regresamos a la casa después de la reunión bajamos. ¿Qué podemos hacer? No debemos desilusionarnos. Necesitamos la realidad apropiada de la vida cristiana. No debemos ilusionarnos pensando que todo es maravilloso en la vida cristiana. Mi carga es despertarlos de ese sueño. No sueñen más. Tenemos que comprender que mientras estamos en esta tierra, necesitamos la ayuda de la carne para ser forzados a volvernos a Cristo en nuestro espíritu.
!Jesus es el Senor!