La carne y el espíritu (16)
CRISTO ESTA EN NOSOTROS
Cristo murió en la cruz para poner fin a la carne y condenar al pecado. En un sentido, El fue inmolado; pero en otro, El fue voluntariamente a la muerte. El dio un corto paseo pasando por la muerte, pero la muerte no pudo retenerlo. El salió de la muerte y entró en la resurrección. En cierto sentido, El fue resucitado, y en otro, El mismo resucitó porque El es vida. En la resurrección El se transfiguró, es decir, cambió de la forma de la carne a la forma del Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17).
Romanos 8:3 dice que El vino en semejanza de carne de pecado. Pero según el versículo 10 El ya no está en la carne. El versículo 10 dice que está ¡dentro de nosotros! Cuando El tenía la semejanza de carne, El estaba en la cruz, pero ahora El está dentro de nosotros. El ya no tiene la semejanza de carne, sino que es el Espíritu vivificante.
El estuvo en la carne por treinta y tres años y medio. Juan 1:14 nos dice que el Verbo se hizo carne. Mientras El estuvo en la carne, era el Cordero de Dios (v. 29). En Juan 14 les dijo a los discípulos que iba a ser otro Consolador. El era un Consolador que estaba en la carne, pero iba a ser otro Consolador como el Espíritu (vs. 16-17). Entonces les dijo: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (vs. 18-20). Esto se cumplió en Romanos 8:10, donde dice que Cristo está en nosotros. Nuestro Cristo hoy ya no está en la cruz; está dentro de nosotros. En la cruz El estaba en la carne, pero dentro de nosotros El es el Espíritu. El está ahora en nuestro Espíritu. El puso fin a la carne y la condenó. El también vino a nuestro espíritu para transformarlo con gloria y hacer de nuestro espíritu lo más maravilloso del universo. Cristo habita hoy en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22).
Hebreos 2:14 dice que El destruyó a Satanás por medio de la muerte. Efesios 2:15 dice que en la cruz, El abolió o destruyó en Su carne la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas. En la cruz Cristo, estando en la carne, destruyó, abolió, anuló y mató. En nuestro espíritu, Su obra es absolutamente diferente. Es una obra de edificar, levantar y fortalecer para hacer de nuestro espíritu el lugar más maravilloso del universo. Efesios 2:15 habla de Su obra de abolición en la cruz, estando en la carne, mientras que el versículo 22 dice que nuestro espíritu ahora es la morada de Dios. Somos edificados como morada de Dios en nuestro espíritu. Ahora ha sido edificado algo positivo. Esta es la edificación de la morada de Dios en nuestro espíritu.
Todos debemos comprender que judicialmente se le ha puesto fin a la carne, porque ésta fue eliminada por Cristo en la cruz; pero continúa con nosotros debido a la sabiduría del Padre. Si estamos felices o no, la carne nos ayuda a volvernos a Cristo en el espíritu y a no confiar en la carne. En este sentido, tenemos que estar agradecidos por la carne. Pero también tememos a la carne y nos desagrada. Necesitamos estar alerta en todo momento para volvernos a nuestro espíritu. El Señor no se preocupa si tenemos victoria o no. El se preocupa por una sola cosa, que ganemos de Cristo. Nos volvemos a nuestro espíritu y ganamos de Cristo debido a que tememos a la carne.
Al final de nuestra jornada espiritual, el Señor no va a decirnos: “Hijo, fuiste bueno. Ganaste muchas victorias”. Jacob vivió más de cien años, pero ¿cuántas victorias obtuvo? Es difícil hallar una victoria en su vida. Tuvo muchas derrotas. El fue sutil, disputador y suplantador. El echó mano al calcañar de su hermano. Pero en todas sus derrotas y disputas, Jacob obtuvo más de Dios. Con el tiempo fue transformado, y por consiguiente su nombre fue cambiado de Jacob, suplantador, a Israel, príncipe de Dios
Dios no está interesado en que tengamos victorias. No escuche las enseñanzas de la cristiandad, las cuales dicen que uno tiene que ser victorioso. Si usted ha de ser victorioso o no, no lo sé, pero lo que sí es cierto es que el Señor quiere que gane más de El. La meta del Señor no es que usted gane la victoria. La meta es que usted gane más de Cristo, y que Cristo sea forjado en usted.
Al pasar por todos los fracasos, todos los quebrantos, todas las dificultades con su esposa, su esposo, sus hijos y los amados santos que lo rodean, usted gana más de Cristo gradualmente. Puede ser que usted espere tener unos ancianos maravillosos en la iglesia, pero tal vez ellos lo desilusionen. Pero cuanto más desilusionado esté usted con los ancianos, más tiene que volverse al espíritu. No ponga sus ojos en los ancianos. Ponga sus ojos en Cristo, quien está en su espíritu. No se vuelva a los ancianos. Vuélvase a su espíritu y gane más de Cristo. Las esposas no deben enfrascarse en la clase de esposo que tienen, ni los esposos en la clase de esposa que tienen. Al contrario, todos nosotros debemos volvernos al espíritu y ganar a Cristo. Esto es lo único que a Dios le interesa. Por un lado, nos alegramos porque nuestra carne fue aplastada, pero por otro, no estamos tan contentos porque la carne sigue con nosotros hasta que maduremos. Cuando seamos completamente maduros, podremos decirle adiós a la carne y darle las gracias por su ayuda.
!Jesus es el Senor!