La carne y el espíritu (24)
En tiempos del Nuevo Testamento, el Señor Jesús vino. La gente lo consideraba un profeta o un gran maestro, y algunos hasta querían hacerlo rey. Cuando trataron de hacerlo rey, El se apartó de ellos (Jn. 6:15). Al siguiente día, les dijo que El era el pan de vida (v. 35). El no quería ser rey de ellos, sino que ellos le comieran a El. En Juan 6:57 El dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Era como si estuviera diciendo: “No me hagan su rey; más bien recíbanme como su alimento”.
En Lucas 15 el Señor les presentó la parábola del hijo pródigo que regresa a la casa de su padre, y le dice a éste: “He pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (vs. 18-19). El había decidido trabajar para su padre, pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y sandalias en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y regocijémonos” (vs. 22-23). Esto muestra que cuando un pecador caído se arrepiente, siempre piensa en hacer obras para Dios o servirlo para obtener Su favor, sin saber que esta idea es contraria al amor y la gracia de Dios y que es una ofensa a Su corazón e intención. El deseo de Dios para con nosotros es que comamos al rico Cristo tipificado por el becerro gordo.
Al final de la vida del Señor, El estableció una mesa para que le recordáramos comiéndole y bebiéndole. En Apocalipsis, el último libro de la Biblia, el Señor Jesús promete a los vencedores que haya en las iglesias que El les dará a comer del árbol de la vida (2:7) y del maná escondido (v. 17). Incluso les dijo: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20). Algunos usan este versículo para predicar el evangelio, diciendo que Jesús está a la puerta del corazón de uno, y si uno lo recibe, El entrará en el corazón de uno. Necesitamos ver que El entra en nosotros para que podamos cenar con El.
Al final la Biblia concluye con una promesa y un llamado. La promesa dice que todos los que hayan lavado sus ropas tendrán derecho a comer del árbol de la vida (Ap. 22:14). El llamado lo hacen el Espíritu y la novia al pecador sediento, para que venga y beba del agua de la vida (v. 17). Así que, la Biblia termina con una promesa de comer y un llamamiento a beber.
La Biblia es un libro donde se come para obtener el crecimiento. Si uno no come no crece. Un niño se hace hombre no por su educación, sino por su crecimiento. La edificación de la iglesia, la cual es el crecimiento en vida, proviene de comer. Este es un principio que nadie ha visto en la cristiandad religiosa.
El mora en nosotros para que le podamos comer. La mesa física que tenemos en la reunión de la mesa del Señor es una figura. Tenemos una mesa dentro de nosotros. Vemos el símbolo externo cada semana, pero la realidad interna va con nosotros cada día. Todos tenemos una mesa dentro de nosotros. Nuestro espíritu humano es el comedor y también la mesa. Cristo está en nuestro espíritu siempre disponible para que le comamos.
Ahora consideremos lo que es comer. Comer es ingerir cierto alimento en nuestro ser orgánico. Un pollo puede formar parte de nosotros y hacerse nuestro alimento sólo cuando lo comemos. Comer un pollo es ponerlo dentro de nuestro ser orgánico. Cuando comemos el pollo, lo digerimos y lo asimilamos, y el elemento nutritivo se convierte en los tejidos de nuestro organismo. Entonces este pollo se hace parte de nosotros. Estamos hechos de las cosas que comemos.
Día tras día comemos a Cristo. Al final lo que comemos se hace parte de nosotros. Al comer a Cristo nos hacemos Cristo, porque quedamos constituidos de El. La vida cristiana no se basa en que tratemos de portarnos bien y de seguir las normas morales, sino en comer a Cristo. Cuando comemos a Cristo, le ingerimos. Digerimos y asimilamos a Cristo en nuestros tejidos orgánicos espirituales. Entonces Cristo es forjado en nosotros. Este Cristo forjado en nosotros es la verdadera edificación.
Dios no se preocupa por lo que usted hace. El quiere que usted no haga nada. El puede llamar a las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17). Este fue el camino que El tomó en Su creación. El dijo: “Sea la luz” y se hizo la luz. Dios no necesita que usted haga nada. Lo que Dios quiere es presentarse en Su Hijo, Cristo, como las riquezas que usted puede recibir y disfrutar. Podemos disfrutar todas las insondables riquezas de Cristo (Ef. 3:
. El Señor es rico para con todos los que invocan Su nombre (Ro. 10:12).
Romanos 8 habla de andar conforme al espíritu. El capítulo nueve dice que somos vasos (vs. 21, 23). Un vaso es un recipiente con una boca. En Romanos 10 la boca es usada para invocar: “¡Oh Señor Jesús!” Entonces todas las riquezas entran en el vaso. Romanos 10 nos muestra que los vasos vacíos tienen una boca con la cual pueden invocar el nombre del Señor, para recibir todas Sus riquezas.
!Jesus es el Senor!