La carne y el espíritu (17)
CRISTO INTERCEDE POR NOSOTROS
Tenemos que ver que Cristo se hizo dos cosas. Primero, El se hizo carne. En segundo lugar, se hizo el Espíritu. Se hizo carne para aplastar la carne y condenar el pecado en la carne, y se hizo el Espíritu para entrar en nosotros y ser nuestra vida. Romanos también revela que Cristo intercede en el tercer cielo. Romanos 8:34 dice: “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. El se hizo carne para condenar el pecado en la carne. Ahora El como Espíritu vivificante está dentro de nosotros, dándonos vida. El está en el tercer cielo intercediendo por nosotros, rogando por nosotros en el tribunal celestial. Estos son los tres puntos principales de Romanos 8.
En el versículo 3 del capítulo ocho, El estaba en la cruz. En el versículo 10 está en nosotros. En el versículo 34 mientras imparte vida, está en el tercer cielo intercediendo. Necesitábamos que El se hiciera carne, que se hiciera el Espíritu y que intercediera por nosotros. Tenemos el Cristo todo-inclusivo. El aplastó nuestra carne y condenó el pecado en nuestra carne. El se hizo el Espíritu para impartirse como vida en nosotros, habitar en nuestro espíritu y fortalecer nuestro espíritu. Para cumplir la economía de Dios, también es necesario que El ore por nosotros. El ahora intercede por nosotros en su cargo celestial administrativo como el Paracleto (1 Jn. 2:1; He. 7:25).
Cristo fue a la cruz, y nosotros fuimos con El. El salió del sepulcro en resurrección, y nosotros también. El está ahora en resurrección, y nosotros también (Ef. 2:6). Ahora El está en nuestro espíritu, y nosotros andamos conforme al espíritu (Ro. 8:4). Mientras andamos según el espíritu, El intercede por nosotros a la diestra de Dios. El resultado de esto es que tenemos la ayuda de la carne, mas no para ser perturbados por ella, y estamos solamente en el espíritu.
Cuando estamos en nuestro espíritu, estamos en los cielos. Jacob tuvo un sueño en el cual vio una escalera que estaba apoyada en la tierra y su extremo llegaba al cielo. Los ángeles de Dios ascendían y descendían por esta escalera (Gn. 28:12). Cuando Jacob despertó, dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (v. 17). Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, que significa casa de Dios (v. 19). Según Efesios 2:22, nuestro espíritu hoy es la verdadera Bet-el, la casa de Dios. Nuestro espíritu también es puerta del cielo. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, estamos en el tercer cielo.
Hebreos nos dice que tenemos que acercarnos al trono de la gracia (4:16) y entrar al Lugar Santísimo (10:22). El trono de la gracia y el Lugar Santísimo están en el cielo. ¿Cómo podemos entrar en el cielo? Lo único que debemos hacer es volvernos a nuestro espíritu; entonces estamos en el cielo puesto que nuestro espíritu es la puerta del cielo, es la entrada al cielo. Cuando uno se vuelve al espíritu, entra en el Lugar Santísimo.
Podemos usar la electricidad como ejemplo de esto. La planta generadora de electricidad está muy lejos de las bombillas eléctricas que están en el edificio; sin embargo, las bombillas están unidas a la planta eléctrica cuando se encienden. En un sentido las bombillas están en la planta generadora porque experimentan la electricidad que genera la planta. Aparentemente nosotros estamos aquí en la tierra. En realidad, todos nosotros estamos en el cielo cuando nos volvemos al espíritu.
No tenemos dos Cristos, uno en el espíritu y otro en el tercer cielo. El Cristo que está sentado a la diestra de Dios en el tercer cielo es el mismo Cristo que mora en nuestro espíritu. La misma electricidad puede estar simultáneamente en la planta generadora así como en un edificio distante. De la misma forma, Cristo está en el tercer cielo intercediendo por nosotros, y también en nuestro espíritu. Mientras intercede por nosotros, habla con nosotros. Muchas veces mientras hablamos, El se expresa en nuestras palabras. Somos edificados como morada de Dios en el espíritu. Nuestro espíritu es la puerta del cielo.
Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos esto. No necesitamos ninguna amonestación o exhortación a ser buenos. Necesitamos el mensaje de Romanos 7 y 8 para ver cuán terrible es nuestra carne. No hay nada bueno en ella; sin embargo, sigue con nosotros para ayudarnos a volvernos a Cristo en nuestro espíritu. Cristo aplastó la carne pecadora mientras tenía la semejanza de la carne de pecado. En la resurrección El se transfiguró en el espíritu. El entró en nosotros y reside en nuestro espíritu para allí impartirnos vida. El nos fortalece, nos sustenta y nos sostiene para que vivamos una vida celestial en la tierra. Al mismo tiempo El está en el tercer cielo intercediendo por nosotros.
Después de escuchar esto no planee hacer nada más. Esto nunca produce resultados. Usted necesita recibir la visión acerca de la carne. Usted debe tener una visión clara acerca de Cristo como el Espíritu en su espíritu. No ore diciendo: “De ahora en adelante, estoy decidido a no andar conforme a la carne, a no tener mal genio, a no ser una vergüenza para mi esposa”. Esta es una oración satánica que está en la esfera del árbol del bien y del mal. Esta no es una oración en la cual Cristo intercede por nosotros. Simplemente necesitamos volvernos al Señor. Entonces El será más real para nosotros. Entonces podemos decirle al Señor: “Tú eres mi mundo, mi reino y mi esfera. ¡Aleluya, Señor Jesús! Tú lo eres todo para mí”. Entonces el Señor se alegrará y será más real en la experiencia que usted tiene para cumplir la economía de Dios.
!Jesus es el Senor!