La carne y el espíritu (23)
COMAMOS A JESUS PARA CRECER Y SER EDIFICADOS
Lectura bíblica: Ef. 3:8; Ro. 10:12; Col. 2:9; Jn. 1:14,16; 1 Co. 3:2a, 7; Col. 2:19; Ef. 4:13
CRISTO COMO ESPIRITU VIVIFICANTE
ESTA EN NUESTRO ESPIRITU
PARA EL EDIFICIO DE DIOS
Cristo hoy es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) que mora en nuestro espíritu (Ro. 8:16). Hemos visto claramente que la finalidad de este hecho es que haya edificación. El eterno plan de Dios consiste en tener un edificio vivo, pero Satanás entró en el hombre, en su carne, con el fin de estorbar a Dios. Pero Dios es más sabio que el enemigo. El vino en la semejanza de carne de pecado para aplastar la carne, y luego en resurrección se hizo el Espíritu. Este es el punto crucial. El se hizo el Espíritu para entrar en nuestro espíritu, y nosotros estamos unidos a El como un solo espíritu (1 Co. 6:17). Podemos decir que esto nos imparte vida, nos salva o nos trae disfrute. Todos estos puntos tienen un solo objetivo: que nosotros seamos edificados. Cristo quitó de en medio la carne y se hizo el Espíritu vivificante para lograr una sola meta, la edificación.
EL CRECIMIENTO EN VIDA ES LA EDIFICACION
En el Nuevo Testamento, el concepto de la edificación es muy diferente de nuestro concepto natural. Nuestro concepto natural en cuanto a la edificación consiste en que una pieza de material se pone sobre otra pieza y se repite el proceso, pieza por pieza, hasta que tenemos una torre alta. Pero a los ojos de Dios, eso no es edificar. Eso es amontonar materiales. Algunos podrían decir que nosotros los cristianos somos personas muy allegadas, de manera que piensan que edificarnos es sencillamente mantenernos juntos. Pero estar juntos no es edificar. Si usted se sienta junto a mí, y conversamos acerca de nuestros asuntos personales, eso es estar juntos. Edificar no es meramente estar juntos, o estar amontonados. La edificación que vemos en el Nuevo Testamento es el crecimiento en vida. La salvación que Dios da no tiene relación alguna con hacer obras, laborar, actuar, ni con portarse de cierto modo. La salvación se puede condensar en una sola cosa: el crecimiento en vida. Todos tenemos que crecer. La vid que se menciona en Juan 15 no tiene que ver con hacer obras, laborar, comportarse de cierto modo ni esforzarse. La vid sólo se relaciona con el crecimiento. Crecer es la verdadera edificación.
CRECEMOS EN VIDA AL COMER A JESUS
Desde 1925 he seguido sinceramente a Cristo. Amo al Señor y la Biblia, pero por muchos años nunca oí un mensaje acerca de mi necesidad de crecer en vida. He oído mensaje tras mensaje en cuanto a hacer ciertas cosas o a conducirme de cierta manera. Pero nadie ha dicho que tengo que crecer en vida, en vez de tratar de mejorar. Ninguna escuela puede ayudarle a uno a crecer. Todas las diferentes escuelas hacen lo posible por ayudarle a uno a mejorar.
Lo más importante que una buena madre hace es alimentar a sus hijos. En nuestros hogares la mesa del comedor es más importante que el escritorio. En el día del Señor no tenemos un escritorio delante de nosotros, sino la mesa del Señor. He viajado a muchos lugares y he sido hospedado en muchos hogares. De lo primero que se ocupa mi anfitrión es de mi alimentación. En muchos hogares no tienen escritorios, pero en todos los hogares tienen una mesa donde comer. Esto se debe a que comer es más importante que estudiar, escribir o leer.
Si Dios nos hubiera pedido que escribiéramos la Biblia, la habríamos escrito de una manera diferente. En 1 Corintios 11 vemos que la noche cuando el Señor fue traicionado, tomó pan y dijo: “Esto es Mi Cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí” (v. 24). Luego tomó la copa y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto establecido en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí” (v. 25) ¿Por qué el Señor nos dice que le recordemos de esta manera? Cierto día el Señor abrió mis ojos para que viera lo que realmente significa en memoria de El. La verdadera memoria que hacemos del Señor no es la forma externa de una oración, cantar un himno, alabarlo o arrodillarnos. La verdadera manera de recordar al Señor es comerlo. Cuanto más usted le coma, más le recuerda. Esto se debe a que hacer memoria del Señor es un declaración de la manera en que vivimos. Nosotros comemos y bebemos a Cristo todos los días.
El concepto de comer aparece por toda la Biblia. Inmediatamente después de que Dios creó al hombre, se ocupó de alimentarlo. El no le ordenó a Adán amar a Eva, ni a Eva le dijo que se sujetara a Adán. No les mandó nada ni les dio instrucciones en cuanto a la manera de ser buenos padres. Después de que Dios creó al hombre, solamente le dijo que tuviera cuidado de cuál árbol comía. Si comía del árbol correcto, viviría. Si comía del árbol equivocado, moriría.
Más tarde en Exodo, vemos que los hijos de Israel celebraron la Pascua (Ex. 12:15-20). Se les dijo que untaran la sangre y comieran el cordero. Después fueron conducidos al desierto, donde comieron el maná por cuarenta años (Ex. 16:35). Mientras vagaban por el desierto, lo único que hacían era comer. No trabajaban, ni tenían negocios ni tiendas ni escuelas. Día tras día solamente comían el maná celestial. Cuando entraron en la buena tierra, comieron de su rico producto (Jue. 5:12). !Jesus es el Senor!