EL HOMBRE ESPIRITUAL (Parte 10 de 200)
PRIMERA SECCION — INTRODUCCION CON RESPECTO AL ESPIRITU, EL ALMA Y EL CUERPO
CAPITULO TRES
LA CAIDA DEL HOMBRE
El hombre que Dios creó es muy diferente al resto de la creación. El hombre, igual que los ángeles, tiene espíritu y, al igual que los animales, también tiene alma. Cuando Dios creó al hombre le dio libre albedrío. No lo hizo como una máquina que sólo pudiese obrar de acuerdo a ciertas instrucciones. Cuando observamos en Génesis 2 la orden que Dios dio al hombre con respecto a lo que debía y lo que no debía comer, notamos que el hombre no es una máquina inerte accionada por Dios, sino que posee libre albedrío. Si queremos obedecer a Dios, podemos hacerlo. Si queremos desobedecerlo, también podemos. El hombre tiene poder absoluto sobre sí mismo. Tanto la obediencia como la desobediencia están a su discreción; puede escoger obedecer o desobedecer según su voluntad. Esto es muy importante. Tenemos que darnos cuenta de que en nuestra vida espiritual, Dios nunca nos priva de nuestra libertad. Por lo tanto, sin nuestra participación activa, El no hará nada por nosotros. Ni Dios ni el diablo pueden obrar en nosotros sin el consentimiento de nuestra voluntad, debido a que el hombre tiene libre albedrío.
El espíritu era originalmente la parte más elevada del hombre, y el alma y el cuerpo estaban sujetos a él. En condiciones normales, el espíritu es como la señora de la casa, el alma es como el mayordomo, y el cuerpo es como los sirvientes. Cuando la señora de la casa necesita hacer algo, lo comunica al mayordomo, y éste a los sirvientes, quienes lo lleven a cabo. La señora da la orden en privado, mientras que los sirvientes reciben la orden del mayordomo. Aparentemente el mayordomo es el amo, pero el verdadero amo es la señora de la casa. Desafortunadamente, el hombre cayó, fracasó y pecó, así que el orden original de espíritu, alma y cuerpo se trastornó.
Dios le dio al hombre completo poder sobre sí mismo. De hecho, el alma del hombre fue provista de muchos dones que provienen de Dios, de los cuales los más importantes son la mente y la voluntad, o sea las facultades con las cuales está consciente de sí mismo y toma decisiones. La meta original de Dios era que el hombre le recibiera y digiriera su vida espiritual con la verdad y la realidad contenida en ella. Dios le dio estas capacidades al hombre a fin de que viviera para El según el conocimiento de Dios y según Su voluntad. Si el espíritu y el alma del hombre fueran tan perfectos, sanos, vivientes y normales como cuando fueron creados, su cuerpo habría permanecido inmutable durante el tiempo. Si él hubiera utilizado la voluntad de su alma para tomar el fruto del árbol de la vida, la misma vida de Dios habría entrado en su espíritu y habría invadido su alma y cambiado su cuerpo, de modo que jamás habría muerto ni habría visto corrupción; además habría recibido la vida eterna. Si ése hubiera sido el caso, la vida anímica habría sido llena plenamente de la vida del espíritu, y todo el ser del hombre habría llegado a ser espiritual. Pero, cuando el orden del espíritu y el alma se trastornó, el hombre interior quedó en tinieblas, y el cuerpo mortal del hombre dejó de ser perpetuo. Pronto todo lo que pertenecía al cuerpo entró en la destrucción y la corrupción.
Sabemos que el alma del hombre no escogió el árbol de la vida, sino el árbol del conocimiento del bien y del mal. En Génesis 2:17 Dios le prohibió a Adán comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y le dijo que el día que de él comiera ciertamente moriría. Sin embargo, en el versículo anterior Dios le había prometido que los frutos de todos los otros árboles podían comerse. Vemos en este capítulo que Dios mencionó intencionalmente el árbol de la vida primero, y después el del conocimiento del bien y del mal. También declaró que podían comer del fruto de todos los árboles, excepto el árbol del conocimiento del bien y del mal. ¿No era acaso el propósito de Dios que Adán comiera el fruto del árbol de la vida? Este hecho es innegable.
El fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal es el fruto que eleva el alma del hombre y ahoga el espíritu. El conocimiento del bien y del mal constituye la obra del alma en este mundo. Dios le prohibió al hombre que comiera de ese fruto, no sólo con el fin de probar al hombre, sino porque sabía que dentro de él estaba la vida espiritual y la vida anímica y que si el hombre comía de ese fruto, la vida anímica se desarrollaría y su vida espiritual moriría. Esto significa que perdería el conocimiento con respecto a Dios y moriría para El. En esto vemos el amor de Dios. El conocimiento del bien y del mal es maligno, es de este mundo y se fija en la parte intelectual del alma. Cuando el hombre comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de su alma se desarrolló y se elevó. Cuando la vida anímica se desarrolla, la vida espiritual es suprimida, pierde el conocimiento de Dios y queda como muerta.
Muchos siervos de Dios están de acuerdo en que el árbol de la vida es la vida que Dios da al hombre en Su Hijo Jesucristo, es decir, la vida eterna, la vida increada de Dios. Vemos dos árboles, uno para desarrollar la vida espiritual y el otro para desarrollar la vida anímica. Aunque el hombre no tenía pecado, tampoco era santo ni justo. Se hallaba en una posición neutral; podía recibir la vida de Dios y llegar a ser una persona espiritual, participando la naturaleza de Dios, o podía desarrollar su vida anímica, haciéndose un ser centrado en el alma y dando muerte a su espíritu. La naturaleza tripartita del hombre fue creada por Dios completamente equilibrada, pero si alguna de sus tres partes experimenta un desarrollo anormal, las otras partes inevitablemente sufren pérdida.
Si entendemos el origen del alma y el principio de su vida, recibiremos una gran ayuda en nuestra vida espiritual. El espíritu proviene de Dios y es dado por El (Nm. 16:22), pero el alma no tiene una relación directa con Dios. El alma fue producida cuando el espíritu entró en el cuerpo. El alma se caracteriza por su asociación con la creación. Es una vida creada y se halla en la esfera natural. Si la vida anímica permanece en el lugar de mayordomo y permite que el espíritu sea el amo, su utilidad será muy grande, porque por sus decisiones, el hombre puede recibir la vida de Dios y relacionarse con El en vida. Pero si la vida anímica se desarrolla, suprimirá al espíritu y someterá la conducta del hombre a la esfera natural de la creación, incapacitándolo así para que se una con la vida sobrenatural e increada de Dios. Cuando el hombre comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, su vida anímica se desarrolló y cayó en la muerte.
La tentación de Satanás empezó con una pregunta. El sabía que una vez que sugiriera un interrogante, Eva tendría que ejercitar su mente para pensar. Si Eva hubiera estado dispuesta a sujetarse al control del espíritu, habría rechazado esa pregunta. Pero cuando decidió responder la pregunta, tuvo que utilizar su mente, y su alma tuvo que actuar independiente de su espíritu, fuera de su propio límite. Además, la pregunta de Satanás estaba llena de errores. El formuló la pregunta de modo capcioso para que Eva corrigiera los errores. De esta manera, su mente se activó más. Pero Eva fue aún más allá; en su respuesta alteró la palabra de Dios. El enemigo la tentó diciéndole que si comía, sus ojos se abrirían, y ella sería como Dios, conociendo el bien y el mal. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría” (Gn. 3:6). Este fue el razonamiento de Eva. Al principio Satanás comenzó a estimular la mente, la cual está en el alma. Después dio otro paso y sedujo la voluntad de Eva, y ella pecó.
La obra del enemigo comienza con una necesidad física. Primero le dijo que comiera del fruto, lo cual estaba relacionado con el cuerpo. Después avanzó y la tentó en su alma al decirle que si su cuerpo tomaba el fruto, sus ojos se abrirían, y ella conocería el bien y el mal. Le indicó que su búsqueda de conocimiento era legítima. Como resultado, su espíritu se rebeló contra Dios, pues puso en duda la intención que Dios tuvo al prohibirle que comiera. La tentación de Satanás viene primero al cuerpo, después al alma y por último llega al espíritu.
Después de que Eva fue tentada, determinó en su voluntad: (1) “que el árbol era bueno para comer”, lo cual atañe a “los deseos de la carne”; su carne fue estimulada primero; (2) que “era agradable a los ojos”, lo cual se relaciona con “los deseos de los ojos”; su cuerpo y su alma también fueron engañados; que (3) el árbol era “codiciable para alcanzar la sabiduría”, lo cual tiene que ver con “la vanagloria de la vida”. La palabra “codiciable” indica que la parte emotiva y la voluntad, las cuales yacen en el alma, se activaron. La función del alma había sido puesta en movimiento, y no había forma de detenerla. Ella dejó de ser un espectador, y su inclinación y su deseo por el fruto despertaron. De hecho, la parte emotiva es un amo peligroso para el hombre.
¿Por qué surgió el deseo? No sólo los deseos de la carne y los deseos de los ojos empezaron a hacer exigencias, sino que la curiosidad del alma la incitó a aspirar a ir más lejos. Aquello la haría sabia. La actividad del alma muchas veces puede ser detectada, cuando descubrimos que aspiramos a adquirir sabiduría y conocimiento, incluyendo el conocimiento espiritual. No esperar a Dios, no tener confianza en la guía del Espíritu Santo y tratar de incrementar el conocimiento con la ayuda de la mente y los libros, son actividades de la carne y traerán perjuicio a la vida espiritual. Ya que la caída del hombre vino por anhelar conocimiento, Dios usó la insensatez de la cruz para destruir la sabiduría de los sabios. El origen de la caída fue el poder intelectual. Por lo tanto, si un hombre quiere ser salvo, tiene que acogerse a la locura de la cruz a fin de no confiar en el poder de su intelecto. El árbol del conocimiento condujo al hombre a la caída, pero Dios usó la locura de la cruz (1 P. 2:24) para salvar al hombre. Por lo tanto, “si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase necio, para que llegue a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios” (1 Co. 3:18-19; 1:18-25).
Después de leer cuidadosamente la historia de la tentación y la caída, podemos ver cómo la rebelión de Adán y Eva los condujo a desarrollar sus almas, y como resultado el espíritu perdió su posición y cayó en las tinieblas. Las partes más importantes del alma son su mente, su voluntad y su parte emotiva. La voluntad es el amo del hombre, ya que es el órgano que decide. La mente es el órgano pensante, y la parte emotiva es el órgano que puede amar. El apóstol nos dijo que “Adán no fue engañado” (1 Ti. 2:14). Esto nos muestra que la mente de Adán no estaba confundida; pero Eva sí fue débil en su mente e intelecto. “Sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión” (2 Ti. 2:14). El relato de Génesis dice: “Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí” (Gn. 3:13). Adán dijo: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí [no dice me engañó]” (v. 12). Adán no fue engañado, así que su mente estaba todavía lúcida. Sabía que el fruto les estaba prohibido, y aún así comió, debido a su parte afectiva. Adán sabía que todas las palabras de la serpiente eran ardides del enemigo. Cuando leemos las palabras del apóstol, nos damos cuenta de que Adán pecó deliberadamente, y no como Eva, que pecó haber sido engañada. El amaba a Eva más que a sí mismo. La idolatró y amó tanto que se rebeló contra el mandamiento del Señor por causa de ella. Qué lamentable fue esto. Su cabeza fue controlada por su corazón, y su razón fue vencida por su amor. ¿Por qué los hombres “no han creído a la verdad”? Porque “se han complacido en la injusticia” (2 Ts. 2:12). No es por falta de razón, sino por falta de deseo. Por lo tanto, cuando un hombre verdaderamente se vuelve al Señor “con el corazón [no con la cabeza,] cree para justicia” (Ro. 10:10).
Satanás sedujo la voluntad de Adán utilizando sus sentimientos y lo hizo pecar. A Eva la engañó confundiendo su mente, ganando su voluntad y haciéndola pecar. Cuando la voluntad, la mente y la parte emotiva del hombre fueron envenenadas por la serpiente para que siguiera a Satanás y se rebelara contra Dios, el espíritu, con el cual el hombre se comunica con Dios, recibió un golpe fatal. Aquí vemos el principio de la obra de Satanás. El engañó al alma del hombre para que pecara por medio de cosas de la carne (comer del fruto). Una vez que el alma peca, el espíritu cae en oscuridad y degradación. En ese orden efectúa sus acciones, de afuera hacia adentro. Ya sea que obre usando el cuerpo del hombre o su mente o sus sentimientos con el propósito de ganarse su voluntad, si el hombre le rinde su voluntad, él se apodera de todo su ser y sumerge en muerte su espíritu. La manera en que Satanás actuó la primera vez, es la manera en que obra de ahí en adelante. Pero Dios siempre actúa de adentro hacia afuera. El primero obra en el espíritu del hombre, después alumbra su mente, conmueve su parte emotiva y, finalmente, hace que use su voluntad para que active su cuerpo y lleve a cabo la voluntad de Dios. Todas las obras del diablo van de afuera hacia adentro, mientras que las del Espíritu de Dios se extienden de adentro hacia afuera. De esta manera podemos diferenciar lo que es de Dios y lo que es de Satanás. Esto nos muestra que una vez que Satanás gana la voluntad del hombre, lo controla.
Debemos tener presente que el alma es el órgano de la personalidad del hombre, expresa su libre albedrío y es su amo. Por eso la Biblia a menudo nos dice que es elalma la que peca. Miqueas 6:7 menciona “el pecado de mi alma”. Ezequiel 18:4, 20 habla de “el alma que pecare”. En Levítico y Números, algunas versiones usan la expresión “si un alma peca”. La intención de pecar proviene del alma. El pecado se puede definir como la respuesta de la voluntad a la tentación. Por lo tanto, el pecado depende de la voluntad, la cual pertenece al alma. Por esta razón, la expiación está dirigida al alma. “Haced expiación por vuestras personas” [o almas] (Ex. 30:15). “Para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas” (Lv. 17:11). “Para hacer expiación por vuestras almas delante de Jehová” (Nm. 31:50). Ya que la que peca es el alma, es ella la que requiere expiación. Por la misma razón solamente un alma puede expiar los pecados. “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida [o alma] en expiación por el pecado ... Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por Su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Is. 53:10-12).
Si estudiamos el carácter del pecado de Adán, encontraremos que además de la rebelión también existe la independencia. Debemos tener presente lo que es el libre albedrío. El árbol de la vida denota dependencia. En el principio, el hombre no había recibido la vida de Dios. Si la hubiera recibido, habría obtenido la vida eterna. Esto nos muestra que era posible que el hombre obtuviera la forma de vida más elevada, y también nos muestra que no la obtuvo. El hombre sólo llega a poseer la vida más elevada cuando adquiere lavida de Dios. Esto es lo que significa la dependencia. El árbol del conocimiento del bien y del mal crea independencia. El hombre quiere tener el conocimiento que Dios no le ha dado y trata de obtener las cosas aparte de El, valiéndose de su propia voluntad, lo cual muestra su independencia. La rebelión del hombre contra Dios fue una señal de independencia porque indica que ya no necesita a Dios. La búsqueda del conocimiento del bien y el mal también es una señal de independencia, pues muestra que no está satisfecho con lo que Dios le dio. Queda clara la diferencia entre ser espiritual y ser anímico. Ser espiritual significa confiar plenamente en Dios y estar satisfecho con lo que El nos da. Ser anímico es volverle la espalda y deliberadamente buscar lo que El no nos ha otorgado, en particular, buscar conocimiento. La independencia es una característica del alma. No importa cuán bueno sea un asunto, aun si se trata de la adoración, si no existe una dependencia total de Dios y si existe algún rastro de seguridad o confianza propia, entonces el alma está de por medio. Dentro del hombre, el árbol de la vida no puede crecer vigorosamente al lado del árbol del conocimiento del bien y del mal. Esta rebelión e independencia es el principio de la transgresión tanto para los incrédulos como para los creyentes. W. Nee
(Continua…)
¡Jesús es el Señor!