NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – Semana 10 Jueves
EXTRAER VIDA DE LAS VERDADES
PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA (2 P 1:3-
JUEVES
Lectura Bíblica:
Job 29:1-18; 40:15; 41:1; 42:1-6
Leer con oración
“De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6).
EL “NIDO” DE LA VIDA DEL ALMA DE JOB
Ayer vimos que la parte exterior del “nido” de Job fue tocada. Pero hoy veremos su interior. Esa parte tiene que ver con su vida del alma.
Los tres amigos de Job no le dijeron nada durante siete días, porque veían que su dolor era muy grande (Job 2:13). Los primeros días sus miradas eran de condolencia y misericordia. Pero, mientras los días pasaban, las miradas se volvieron de juicio y reproche. Entonces comenzaron a hablar y discutir. Entre los capítulos 4 y 31encontramos el registro de ese intercambio de palabras: de un lado, los amigos de Job, quienes lo acusaban, y del otro, el, que se defendía, justificándose.
Sin embargo, en el capítulo 29 hay importantes porciones que merecen nuestra atención. Leamos el versículo 18: “Decía yo: En mi nido moriré, y como arena multiplicare mis días”. Job había preparado un cómodo nido para sí mismo, para su ego. Sin embargo, cuando fue tocado, principalmente en lo que se refiere a su integridad, Job se enojó muchísimo con Dios. Para justificarse así mismo, llego a insinuar que Dios había sido injusto con él.
Entre los versículos 1 y 18, Job describe como era su nido. El decía que, cuando contaba con la bendición de Dios, le iba bien en todo, al punto de lavar sus pasos con leche y la piedra le derramaba ríos de aceite (vs.1-6). Job también contaba con el respeto de los jóvenes y los ancianos (vs.7-10) y tenía una reputación en la sociedad. No obstante, ese nido le dio deleite al alma. Le trajo altivez y orgullo.
Job se consideraba tan justo que se creía capaz de juzgar con equidad las causas de los otros (vs.11-17). Los pobres, los huérfanos, las viudas y los necesitados, además de recibir su ayuda, también lo alababan y engrandecían por los favores que recibían de su parte. Todo esto llego a constituir la estructura que el armo, y ese nido le servía solo para el crecimiento de su vida del alma, su ego.
Finalmente, Dios se le apareció a Job y le dijo: “¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría?” (38:2). En otras palabras, era como si Dios le dijera: “¿Quién es este que sin entendimiento Me condena para justificarse?”.
Entonces comenzó a hablar Dios, exponiendo el orgullo de Job, y a compararlo con dos grandes animales – el behemot y el leviatán (40:15-45). El primero, dentro del agua, parece ser un animal dócil y de fácil contacto. Pero, en África, es el animal que más mata, y también hay innumerables casos en los que el hipopótamo (asociado al behemot) ha volcado embarcaciones. Estos animales son así: cuando están tranquilos, parecen dóciles, pero cuando se les provoca, nadie los puede detener. Así es nuestra vida del alma. El lado bueno de ella parece ser apreciable y apacible, semejante a las cosas de Dios; pero cuando es expuesta, en realidad, es un verdadero monstruo..
Cuando Job vislumbro su verdadera condición tras las palabras de Dios, percibió que lo que el más apreciaba era un gran adversario para Dios. De esa manera, Job se aborreció y se arrepintió profundamente (42:5-6).
Por eso es tan importante permitir que el Señor remueva nuestro nido. Cuando eso sucede, tenemos la oportunidad de ejercitar nuestro espíritu, para que el fuego que hay en el subyugue no solo el lado malo, sino también el lado bueno de nuestra vida del alma. Esta palabra es para nosotros hoy. No nos apeguemos a nuestra estructura. No tengamos un vivir liviano en las áreas de nuestra vida. Hoy es el tiempo de ejercitar nuestro espíritu desesperadamente, en todo momento, pues los verdaderos hijos de Dios son aquellos que son guiados por el Espíritu (Ro 8:14).
Punto clave: Ver a Dios y arrepentirse
Pregunta: ¿Cuál ha sido su reacción cuando su “nido” ha sido removido? ¿Culpa a los demás para justificarse?
¡Jesús es el Señor!