NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES 2ª Semana
Renovados por la práctica de la palabra
Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Lunes
Leer con oración:
Hch 2:21; Ro 10:12-13
“Amo a Jehová, pues ha oído Mi voz y mis súplicas; Porque ha inclinado a mí su oído; Por tanto, le invocaré en todos mis días. Me rodearon ligaduras de muerte, Me encontraron las angustias del Seol; Angustia y dolor había yo hallado.
Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma” (Sal 116:1-4)
INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
NOS LLENA DE VIDA Y NOS TRANSFORMA.
El tema de esta semana es: “La mayor de las verdades” Podemos decir que la mayoría de las verdades es invocar el nombre del Señor. Esto no lo decimos en el sentido teológico o doctrinal, sino en el sentido práctico que, de modo maravilloso, cambia nuestro vivir, nuestra situación exterior e interior. Además de eso, si realmente queremos estar en el espíritu y ganar más de la vida divina para hacer la voluntad de Dios, el medio mas accesible y practico es invocar el nombre del Señor. Cuando lo invocamos, somos salvos no solo de la perdición eterna, sino también de las muchas situaciones del diario vivir (Sal 16:1-4).
Esto nos fue revelado al comienzo del ministerio neotestamentario, por medio de los apóstoles, cuando Pedro y los 11 le dijeron a la multitud: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Hch 2:21), Esa fue la comisión que recibieron. Hoy también nuestro encargo es llevar a todos a invocar el nombre del Señor para que más personas sean salvas y prueben las riquezas de Dios (Ro 10:12-13).
Al comienzo de la década de 1960, algunos hermanos vinieron de Taiwan a Brasil y comenzaron a reunirse como la iglesia en Sao Paulo. Por la predicación del evangelio, muchas personas fueron salvas y así surgieron las iglesias en Belo Horizonte y Brasilia.
Continuamos predicando el evangelio y en 1975 tuvimos una experiencia que nos marco en Ribeirao Preto. Fuimos invitados a hablarle a un grupo de mas de 200 jovenes, que en esa ocasión buscaban tener experiencias con el Señor, esperando la manifestación del Espíritu en silencio. Cuando llegamos a la reunión en la casa de esos jóvenes, cuya mayoría cursaba la secundaria, vimos que estaban sentados en el piso, aunque había sillas vacías. Todos guardaban silencio y estaban cabizbajos, buscando llenarse del Espíritu en su espíritu. Les compartimos que no sofocaran al Espíritu ni Lo dejaran apresado en su interior, sino que Lo liberaran invocando el nombre del Señor Jesús. Aquella noche esos jóvenes comenzaron a invocar el nombre del Señor, de tal manera que hasta los que no habrían la boca, poco a poco liberaron el espíritu.
Esos jóvenes practicaron efectivamente esa verdad, e invocaron el nombre del Señor de tal forma que, gradualmente, experimentaron el fluir del Espíritu. Al principio era difícil decir quién entre ellos era hombre o mujer, mientras estaban cabizbajos, porque en esa época estaba de moda usar ropa unisex y todos tenían el cabello largo. Solo cuando levantaban la mirada podíamos diferenciar a los hermanos de las hermanas, ya que los hermanos usaban barba. Pese a ello, no los criticábamos por su apariencia, ni siquiera fue necesario darle un sermón sobre las vestimentas y corte de cabello. Después de un tiempo, por el hecho de invocar el nombre del Señor, la vida opero de tal manera en ellos que, espontáneamente hasta la apariencia exterior de ellos cambio. Esto nos muestra que solo por la practica de la verdad el Espíritu opera una transformación genuina en nosotros. ¡Aleluya!
Punto clave: Ayudar a las personas a invocar el nombre del Señor.
Pregunta: ¿Quién introdujo la practica de invocar el nombre del Señor en el Nuevo Testamento.
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Renovados por la práctica de la palabra
Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Martes
Leer con oración:
Is 12:3-4; Ro 1:9; 1 Co 12:3
“Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (1 Co 1:1-3).
LA PROPAGACIÓN DE LA PRACTICA
DE INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
Otra experiencia que tuvimos al comienzo de la obra en Brasil ocurrió cuando una congregación que oyó decir que estábamos relacionados con Watchman Nee, nos invito a hablarles. Aquellos jóvenes de Ribeirao Preto a los que habíamos ayudado a liberar el espíritu fueron con nosotros, invocando el nombre del Señor. En aquel día, por alguna razón, no se presento el conjunto musical de la congregación y luego nos fue dada la palabra, entonces les dijimos: “Vamos a invocar el nombre del Señor”, ellos comenzaron a clamar: “Oh Señor Jesús”, tras dos o tres minutos, yo estaba muy contento con lo que el Espíritu Santo estaba haciendo en medio de ellos. Sin embargo, ellos continuaron haciéndolo, y cuando habían pasado 10 minutos, comencé a preocuparme por temor, pedí que tocaran un poco la batería para que se detuvieran. En ese entonces, yo tenia poca fe en cuanto a la eficacia de la práctica de invocar el nombre del Señor.
La mayoría de aquellos jóvenes que habían invocado el nombre del Señor ingreso en las diferentes universidades en varias ciudades, y por donde iban transmitían lo que ellos practicaban: invocar el nombre del Señor. Debido a eso muchas iglesias fueron establecidas en Brasil.
A finales de la década del 70, fui invitado a ministrar una conferencia a los hermanos de la iglesia en Belo Horizonte, pues los dos cooperadores responsables por la Palabra no estaban disponibles. Puesto que no había dado ninguna conferencia antes, tuve temor ya que era más difícil que hablar en una reunión de la iglesia. Pero el hermano Samuel Ma me alentó, me animo, diciendo: “!Vaya! ¡yo iré con usted y estaré orando por usted!”. ¡Gracias al Señor por este estimulo! Durante los tres días de la conferencia, el oraba conmigo y el Señor hacia fluir Sus palabras de mi boca. En esa conferencia cantamos un cantico que hablaba sobre el agua viva que estaba fluyendo. De hecho, cuando liberamos el espíritu, el Espíritu Santo fluyo como agua viva.
A partir de entonces, la práctica de invocar el nombre del Señor no solo alcanzo Brasil, sino también otros países de América del Sur. Durante la última década esto también se propago hacia los Estados Unidos, África y Europa. Todo comienza por invocar el nombre del Señor. Por medio de la práctica de esta verdad, muchos han sido salvos y muchas iglesias han sido establecidas. Por eso invocar el nombre del Señor es la mayor de las verdades.
Jamás debemos dejar de invocar este maravilloso nombre, pues esta es la manera más fácil y accesible de estar en el espíritu y servir al Señor en el espíritu (1 Co 12:3; Ro 1:9). Cuando invocamos: “Oh Señor Jesús”, sacamos con gozo aguas de las fuentes de salvación (Is 12:4).
Punto clave: ¡Cuando liberamos nuestro espíritu, el Espíritu Santo fluye como agua viva!
Pregunta: ¿Ha cultivado el hábito de invocar el nombre del Señor en todo momento?
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Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Miércoles
Leer con oración:
Mt 22:13; 24:51; 25:30; Lc 13:28; Jn 10:28; 1 Co 3:14-15; 2 Ti 2:19
“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Ap 20:6).
PERDER LA VIDA DEL ALMA HOY PARA REINAR
CON EL SEÑOR EN LA ERA VENIDERA
Cuando predicamos el evangelio, llevamos a las personas a invocar el nombre del Señor, así muchos son salvos y llamados hacia fuera del mundo y, de esa manera, las iglesias son establecidas (Ro 10:8-10, 13; 2 Ti 2:19). La iglesia no es una posesión, una organización o un grupo de personas controladas por una autoridad. La iglesia es principalmente un vivir en el que el Señor trabaja en nosotros, a fin de transformarnos y prepararnos para gobernar con El en el mundo venidero (He 2:5).
Para revelarle la iglesia a Sus discípulos, el Señor los llevo a un lugar apartado de la atmosfera religiosa de Jerusalén, Cesarea de Filipo. En el camino, les dijo que se guardasen de la levadura de los fariseos y de los saduceos, refiriéndose a la enseñanza de ellos (Mt 16:6, 12-13). El Señor quería ayudarlos a hacer la transición del Antiguo al Nuevo Testamento. Hoy, para tener la visión correcta de la iglesia, necesitamos estar libres exteriormente de la atmosfera religiosa e interiormente de las enseñanzas tradicionales que nos impiden ver la voluntad del Señor.
El término griego de iglesia es ekklesía que significa la asamblea de los que fueron llamados hacia afuera. Por tanto, la iglesia revelada en Mateo 16 se refiere a un grupo de personas sacadas del mundo para tener un vivir de acuerdo con la realidad del reino: el Señor es quien reina y no nosotros, su voluntad es la que debe hacerse, no la nuestra. Inmediatamente después de Decir que edificaría su iglesia, el Señor declaro: “Si alguno quiere venir en pos de Mi, niéguese así mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mi, la hallara” (vs.24-25). El termino vida en esta porción también puede ser traducido como la vida del alma. Por tanto, el asunto más importante en el vivir de la iglesia es negar la vida del alma para que la vida divina crezca. Si procedemos así, obtendremos la salvación de nuestra alma, el galardón de reinar con el Señor en la era venidera.
Cuando creímos en el Señor Jesús, nacimos de nuevo y fuimos salvos eternamente (Jn 1:12; 3:3, 5, 7; 10:28), pero si no perdemos la vida del alma hoy, no obtendremos el galardón de estar en la esfera de la gloria del reino en la próxima era. En la venida del Señor, El pagara a cada uno conforme a sus obras (Mt 16:27). Aquellos que se hayan negado así mismos, es decir, los vencedores, el Señor les dará el galardón de reinar con El mil años ((Ap 2:26; 3:21; 20:6). Sin embargo, aquellos que no den oídos a estas palabras, la Biblia dice que irán a las tinieblas de afuera, donde será el lloro y el crujir de dientes (Mt 8:12; 13:42, 50; 22:13; 24:51; 25:30). Este lugar estará apartado de la gloria del reino; ellos se arrepentirán e incluso se odiaran por no haber practicado las verdades oídas (Lc 13:28). No obstante, por haber recibido la vida de Dios, formaran parte de la Nueva Jerusalén en la eternidad: “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarara, pues por el fuego será revelada, y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probara. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedifico, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, el sufrirá perdida, si bien el mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Co 3:13-15). Los que no sean vencedores también serán salvos, a través del fuego, es decir, sufrirán el daño de la segunda muerte durante el reino milenario.
Punto clave: Negarnos a nosotros mismos hoy, es mucho mejor.
Pregunta: ¿Qué sucederá con los hijos de Dios que no sean vencedores en esta era?
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Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Jueves
Leer con oración:
Hch 1-2
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2:38).
EL ORIGEN DE LA INTREPIDEZ DE PEDRO
EL DÍA DE PENTECOSTES
La obra del Señor en nosotros hoy tiene como propósito la edificación de la iglesia, que no es un lugar físico, sino la congregación de los que fueron salvos y regenerados (Ef 4:12). En este vivir, abandonamos nuestra vida natural para que el Señor nos edifique con los demás miembros de Su Cuerpo.
Tras Su muerte, el día que resucito, el Señor se puso en medio de los discípulos y soplo en ellos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20:22). Después de eso les apareció durante 40 días, hablando sobre el reino de Dios. Al ascender a los cielos, les dijo que no salieran de Jerusalén, para esperar la promesa del Padre, el derramamiento del Espíritu sobre ellos (Hch 1:3-9). Diez días después, durante los cuales los discípulos permanecieron en oración, el Espíritu Santo fue derramado exteriormente sobre ellos el día de Pentecostés, y recibieron poder para predicar el evangelio (v.14; 2:1-4).
Por medio del derramamiento del Espíritu, Pedro, quien 50 días antes había negado al Señor Jesús frente a una simple criada, tuvo la osadía para hablar de El a los millares de judíos que Lo había crucificado (2:14-36). Ese día casi tres mil personas se arrepintieron, creyeron y fueron bautizadas (vs.38-41).
¡Qué gran diferencia hay entre el Pedro de los evangelios y el que vemos al inicio de Hechos! En los evangelios, Pedro estaba lleno de su ser natural pero, el día de Pentecostés, estaba lleno del Espíritu. Si aprendemos a vaciarnos, orando y negándonos a nosotros mismos, permitiendo que el Señor trabaje en nosotros. Su Espíritu rebosara en nosotros; así alcanzaremos a los que están a nuestro alrededor y tendremos intrepidez para predicar el evangelio, conduciéndolos a la salvación.
Punto clave: No por esfuerzo propio sino por el Espíritu.
Pregunta: ¿Qué causo la diferencia entre el Pedro visto en los evangelios y el de Hechos?
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Renovados por la práctica de la palabra
Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Viernes
Leer con oración:
Hch 3-4
“No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. (…) Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hch 4:20, 31; 5:42).
EL ESPÍRITU, LA PALABRA Y EL NOMBRE
Cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre los 120 galileos el día de Pentecostés, ellos comenzaron a hablar en otros idiomas. Así, judíos de varias partes del mundo que estaban en Jerusalén los oian hablar a cada uno en su propia lengua (Hch 2:4-12). Pero otros pensaban que ellos estaban embriagados. Pedro, lleno del Espíritu, intrépidamente les dijo que lo que estaba ocurriendo era el cumplimiento de la profecía de Joel acerca del derramamiento del Espíritu en los postreros días (vs.13-21).
Aquellas señales y prodigios, mencionados en la profecía, eran para que los judíos incrédulos se abrieran al evangelio sin embargo, no era la manifestación de obras de poder que ellos serian salvos, sino por invocar el nombre del Señor (v.21). En aquel día, casi tres mil hombres fueron salvos y los apóstoles los bautizaron (v.41).
De ese modo, comenzó el vivir de la iglesia en Jerusalén. Creemos que todos los que fueron salvos invocaban el nombre del Señor y, por eso, perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones. Así nos lo relata la Biblia: “Y perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia a los que habían de ser salvos.” (Hch 2:46-47).
La iglesia no era un lugar físico sino el vivir de los que habían creído y recibido al Señor. Tampoco era un conjunto de doctrinas y reglas, sino la reacción espontanea de los santos y la comunión que tenían era por medio de la palabra de los apóstoles y de las reuniones. En ese ambiente saludable, el señor añadía a los que iban siendo salvos. Sin embargo, a la par del avance del evangelio, el enemigo de Dios levantó una persecución por parte de los judíos, especialmente de las autoridades religiosas. En el capítulo 4 del libro de Hechos, vemos porqué Pedro y Juan fueron presos: “Resentidos de que enseñasen al pueblo al pueblo, y anunciasen a Jesús en Jesús la resurrección de los muertos” (v.2); pese a ello, valerosamente Pedro anuncio el evangelio a los que lo perseguían. La predicación del evangelio era tan prevaleciente que las autoridades no osaron hacer nada, pues los apóstoles contaban con la simpatía de todo el pueblo y no tardo mucho para que el numero de hermanos aumentara a casi cinco mil, sin contar a las mujeres (v.4).
¡Que hoy tengamos un vivir de la iglesia sencillo y genuino de manera que, por nuestro testimonio y predicación, muchos sean salvos e introducidos en este vivir! De ese modo cooperaremos con el Señor y apresuraremos Su venida.
Punto clave: Llenos del Espíritu, valerosos en la Palabra y firmes en el nombre del Señor.
Pregunta: ¿Como era el vivir de los santos al inicio de la iglesia en Jerusalén?
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Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Sábado
Leer con oración:
Hch 8-9
“Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan” (Ro 10:12).
IDENTIFICADOS POR EL INVOCAR
Al comienzo del vivir de la iglesia en Jerusalén era fácil identificar a quien creía en Jesús, pues los hermanos tenían la práctica de invocar Su nombre. Juntamente por ese nombre y esa práctica se levanto una persecución a los santos por parte de los judíos. En Hechos 5:40-42, leemos que las autoridades judías, “llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”.
Uno de los mayores perseguidores de los que invocan el nombre del Señor fue Saulo, más tarde llamado como Pablo. Él presenció la muerte de Esteban, pues los que lo apedrearon dejaron sus ropas a sus pies (7:58; 8:1a). Ese mismo día “hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles” (v. 1b). Por invocar el nombre del Señor, los santos eran apresados. Antes ellos podían proclamar ese nombre públicamente y de casa en casa, pero ahora todos se ocultaban o huían por temor a ser apresados por Saulo, quien “asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (v. 3).
Puesto que invocar el nombre del Señor era motivo de persecución, aprisionamiento y hasta muerte, los mismos apóstoles ya no podían hacerlo públicamente, aunque ese había sido el ministerio inicial de ellos. Pero el Señor nunca se deja derrotar por Su enemigo y siempre condujo todo según Su voluntad y providencia. La dispersión de los hermanos sirvió para la propagación del evangelio, pues “los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (v. 4).
El Señor aún quería llevar a más personas a invocar Su nombre y, para ello, necesitaba a un vaso especial, un instrumento escogido, que fue el mismo Pablo. En Hechos 9:1-3, vemos cómo el Señor condujo todas las cosas según Su providencia para conquistarlo. Saulo respiraba amenazas y muerte contra los discípulos del Señor y le pidió al sumo sacerdote cartas para ir a las sinagogas de Damasco, al fin de llevar presos a Jerusalén a los que invocaban el nombre del Señor. Sin embargo, al acercarse a Damasco, una luz del cielo repentinamente brilló a su alrededor. Él cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues (…). Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (vs. 4-6). Los compañeros de viaje de Pablo quedaron enmudecidos, pues oyeron la voz, pero no vieron a nadie. Cuando Él se levantó y abrió los ojos, estaba ciego; luego fue conducido a Damasco, donde estuvo durante tres días sin ver y no comió ni bebió nada.
Con ese llamamiento especial, el Señor ya estaba preparando a alguien para dar continuidad al ministerio de invocar Su nombre. Pablo se convirtió en ese instrumento para llevar el nombre del Señor, tanto a reyes como a gentiles. Por medio de él, el nombre del Señor fue predicado en toda Asia y también llego hasta Europa. ¡Aleluya!
Punto clave: La providencia divina y la propagación del evangelio.
Pregunta: ¿Alguna vez ha sido perseguido por invocar el nombre del Señor?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES
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Semana 2 – La mayor de las verdades (Hch 2:15-21)
Domingo
Leer con oración:
Hch 9:10-30; 20:9-20; 1 Co 1:2; Ga 3:2-3
“Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre (Hch 9:15-16).
UN VASO ESCOGIDO
PARA LLEVAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
Mientras Saulo estaba ciego en Damasco, ayunando y orando el Señor le comisiono a un miembro de Su Cuerpo, llamado Ananías, que lo buscara. El Señor le dijo: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista” (Hch 9:11-12). Y complementó: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostrare cuanto le es necesario padecer por mi nombre” (vs. 15-16). Ananías se resistió al principio, pero finalmente obedeció al Señor y fue al encuentro de Saulo. Cuando lo encontró, le dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venias, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo” (v. 17). Y además: “Ahora, pues, ¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (22:16).
Pablo había ido a Damasco para apresar a los que invocaban el nombre del Señor, pero ahora él se había vuelto como aquellos a quien perseguía. ¡Gracias a Dios! El Señor escogió a Pablo para que fuera apóstol para los gentiles. Él era, de hecho, un vaso escogido. El Señor trabajó en él y lo convirtió en un instrumento útil, para servirle en el espíritu y no en si mismo. El nombre Saulo quiere decir grande, pero el Señor lo transformo en Pablo, alguien reconocido que era el menor de los santos (Ef 3:
.
Después de ser salvo y bautizado, el permaneció un tiempo sirviendo en Damasco, donde luego comenzó a predicar y afirmar que Jesús era el Cristo. Esto confundía a las personas, pues sabían que él había ido hasta allí para prender a los que invocaban el nombre de Jesús (Hch 9:20-22). Ahora, de perseguidor paso a ser perseguido por los judíos. Él tuvo que huir de Jerusalén, fue llevado a Cesarea y luego a Tarso (vs. 26, 30).
En Gálatas 1:17, el relata que, antes de ir a Jerusalén, partió a la región de Arabia y después volvió a Damasco. Creemos que en ese periodo, al estar en la región de Arabia, Pablo tuvo las visiones y revelaciones citadas en Segunda de Corintios 12:1-4. Aunque él afirmo conocer a un hombre que había sido llevado al tercer cielo y también al paraíso, y oído palabras inefables, de manera humilde, él se estaba refiriendo a sí mismo.
Como un vaso escogido por Dios para llevar el evangelio, Pablo conducía a las personas al Espíritu y las llevaba a invocar el nombre del Señor (1 Co 1:2; Gá 3:2-3). Igualmente hoy, en nuestra obra de predicación del evangelio, debemos conducir a las personas al Espíritu, llevándolas a invocar el nombre del Señor. Esa es la manera más sencilla de ayudar a las personas a servir a Dios en el espíritu (Ro 1:9).
Punto clave: Conducir a las personas al espíritu, ayudándolas a invocar el nombre del Señor.
Pregunta: ¿Cuál fue la comisión que Dios le dio a Pablo?
Lectura de apoyo:
Progreso espiritual – cap. 5 – Dong Yu Lan.
Identificados por el invocar – Dong Yu Lan.