NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES - Semana 5
Renovados por la práctica de la palabra
La fe (1 Ti 1:3-4)
Lunes
Leer con oración:
Mt 4:19; 11:28; 28:19; Hch 1:8
“A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas” (Ef 3:8-9)
PROMOVER EL DISPENSAR DE DIOS EN LA FE
Entre su primer y segundo aprisionamiento, Pablo volvió a visitar a las iglesias y nuevamente fue a Éfeso, cuando iba rumbo a Macedonia. Al constatar que algunos de los hermanos se involucraron con cosas que no tenían nada que ver con la economía de Dios, Pablo le escribió a Timoteo, rogándole que permaneciera en Éfeso para exhortar a los hermanos, a fin de que no enseñaran otra doctrina, ni prestaran atención a fábulas y genealogías interminables que acarreaban disputas más bien que edificación de Dios que es por fe (1 Ti 1:3-4).
Enseñar otra doctrina o dar enseñanzas diferentes que no producen la economía de Dios está relacionado a buscar novedades y curiosidades que nos desvían del centro del plan de Dios para el hombre, revelados en la Biblia. Era como si Pablo le dijera a Timoteo: “Dile a esas personas que no enseñen otras cosas, sino que permanezcan en lo que han oído, en los asuntos centrales del propósito de Dios. Lo que ellos están hablando son fábulas y genealogías interminables, que sólo causan discusiones, pero no promueven para nada la economía de Dios en la fe”.
La palabra griega oikonomía está compuesta por dos radicales: oikos, que quiere decir casa, y nomos, que significa ley; es decir, una ley de la casa, o en términos de hoy, una administración doméstica. Todas las amas de casa tienen una administración familiar: saben que todas las semanas tienen que abastecer la despensa, anotan lo que fue consumido en la casa y cuánto necesitan comprar, y también administran los recursos financieros, planeando lo que deben comprar, y lo que no.
De la misma manera, en su casa, que es la iglesia, Dios tiene una economía: Él sabe lo que Sus hijos necesitan y cuánto necesitan. De ese modo, Él usa a los hermanos líderes para ir a la “despensa” a obtener el alimento espiritual para Sus hijos. Esta es la economía divina, Su dispensar, que hemos probado por tanto tiempo.
Que seamos aquellos que se preocupan por alimentar a los hijos de Dios con Sus riquezas; así, ellos crecerán de manera saludable. ¡Gracias al Señor por Su cuidado por nosotros!
Punto Clave: Promover la economía de Dios en la fe.
Pregunta: ¿Qué significa promover la economía de Dios en la fe?
Martes
Leer con oración:
Ef 3:2-3; 4:11-12; Col 1:25
“Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer. Respondiendo él, les dijo: Dadles vosotros de comer” (Mr 6:35-37a)
ALIMENTAR A LOS HIJOS DE DIOS
La economía divina es la administración doméstica, el arreglo familiar, que tiene como objetivo dispensar, distribuir el sustento espiritual provisto por el Padre a todos los miembros de Su familia, según la necesidad de cada uno. Tenemos que ampliar nuestra visión, porque la familia de Dios no la componen sólo los hermanos que se reúnen con nosotros entre las cuatro paredes de nuestros locales de reuniones. La familia de Dios está formada por todos los hijos de Dios, es decir, aquellos que son regenerados, nacidos de Dios (Jn 1:12-13). Por eso, nuestra responsabilidad es dispensar las riquezas de Cristo como alimento a todos los hijos de Dios.
Durante muchos años hemos intentado sumergirnos en las riquezas de Cristo que hay en la Palabra, y alimentarnos de las verdades. Por eso tenemos tantas conferencias ministradas y tantos libros publicados. Pero debemos percibir que esas riquezas no son nada más para nuestro disfrute, sino para compartirlas con nuestros queridos hermanos, con todos los hijos de Dios. Pablo le dijo a los efesios que él recibió el dispensar de la gracia de Dios no para él, sino para todos los creyentes (Ef 3:2-3); y le dijo lo mismo a los colosenses (Col 1:25). Mientras más compartimos, más el Señor nos da Sus riquezas.
Este es el objetivo del BooKafé, de los colportores y del CEPPEV. Las riquezas que disfrutamos no pueden quedarse en nuestros “estantes”; al contrario, debemos usarlas para suplir a todos los hijos de Dios. Por eso Él nos dio tanta abundancia espiritual. Hay muchos hermanos en diferentes lugares, como África, Centroamérica y otros continentes, esperando este suministro, como pajaritos con la boca abierta, que aguardan por la mamá pájaro los alimente.
Todos los países tienen un plan para administrar sus riquezas y prosperar. Su desarrollo depende de su economía, es decir, todos los recursos naturales, financieros y económicos necesitan ser administrados adecuadamente para que sus riquezas sean distribuidas de manera equilibrada entre los habitantes. Cuando eso ocurre, no existe desigualdad entre las clases sociales, es decir, no existen muchos ricos ni muchos pobres.
Lo que hoy ocurre en el medio cristiano es que algunos retienen las riquezas de Cristo, pero, como la mayoría de los hermanos son laicos, no participan de esas riquezas, por eso no crecen espiritualmente. Necesitamos revertir esto y distribuir las inescrutables riquezas de Cristo, que fueron colocadas en nuestras manos, a todos los hijos de Dios para que disfruten al Señor, crezcan en la vida divina, maduren, desarrollen sus dones en ministerios, y sean perfeccionados para un día reinar en el mundo venidero.
Punto Clave: Ministrar las riquezas de Cristo para el crecimiento y la madurez de los hijos de Dios.
Pregunta: ¿Qué necesitamos hacer para que las riquezas de Cristo alcancen a los hijos de Dios?
Miércoles
Leer con oración:
Lc 12:42-48
“¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?” (Lc 12:42)
LOS MAYORDOMOS
En los tiempos antiguos, las familias eran muy grandes y vivían juntas en una propiedad muy grande. Como el padre de familia no podía ocuparse de todo solo, contrataba a un mayordomo, que en griego es oikónomo, un despensero, que cuidaba de la despensa y suplía las necesidades de todos los que vivían en la casa. Su responsabilidad era asegurarse de que todas las necesidades de los miembros de la familia fueran suplidas y no les faltara nada.
Podemos decir que la economía de Dios puede ser ejemplificada por un enorme restaurante con una cocina llena de comida por todo lugar, mientras muchas personas están sentadas en la mesa, hambrientas, esperando ser atendidas por los mayordomos, mesoneros o garzones que, mesa por mesa, servirán la comida.
El “restaurante” divino está repleto de comida celestial, pero faltan “mesoneros” o “garzones” que distribuyan el alimento. Estos “mesoneros” o “garzones” son lo que la Biblia llama ministros, despenseros, mayordomos. Dios nos confió Sus riquezas, por lo tanto, necesitamos remangarnos las mangas, salir de las cuatro paredes de la “cocina” y servir a las personas que tienen hambre. Este servicio o administración de las riquezas espirituales de Cristo se hace por medio de la predicación del evangelio en los BooKafés, cuyo objetivo es llevar, por medio de los libros, la economía de Dios, que es el contenido de la Fe, a la fe de las personas.
Igualmente, podemos salir los domingos por la mañana o por la tarde, e incluso los sábados, a evangelizar, visitar y cuidar a las personas. Mientras hacemos eso, podemos presentarles los libros que estamos leyendo y disfrutando. Esto es ser mayordomos fieles que alimentan a los consiervos (Mt 25:45-47).
El Señor necesita a estos mayordomos en todas partes: en la casa, en el trabajo, en el autobús, en cualquier lugar. Esto es lo que Dios nos encargó y es un gran privilegio que nos haya confiado las riquezas de Cristo. El “restaurante” de Dios ya está abierto, muchos tipos de “platos” están listos, llenos de comida, y millares de personas tienen hambre. Dios necesita a muchos “mesoneros” o “garzones” que conozcan el contenido de la Fe y se dispongan a servirlas.
El Señor insiste en hacernos reinar, pero de nuestra parte, necesitamos cooperar con Él. Que este fuego de la fe arda en cada uno de nosotros. Esto no es tan cómodo, pues tenemos que leer-orar la Palabra, ejercitar el espíritu, leer los libros. ¿Cómo podemos presentar a las personas los libros que no conocemos? Tenemos que tener cierta disciplina hoy para reinar en el futuro. Debemos hacer una inversión, una programación de lectura, ya sea en grupos o individualmente, porque esto va a rendir “ganancias” espirituales a mediano y largo plazo. Esta programación de lectura debe incluir al marido, a la esposa, a los hijos, en general, a toda la familia. Esto también se puede hacer en el BooKafé, en el local de reuniones, o hasta en los grupos familiares de cuidado mutuo. Nos sorprenderemos al ver que después de un año habremos leído muchísimos libros y estaremos bien alimentados del Señor. Esto revolucionará nuestra vida espiritual. Va a ser muy bueno para nosotros, para nuestra familia, para la vida de la iglesia, para las personas a nuestro alrededor, y para los hermanos que contactamos. Que el Señor nos dé la gracia para desarrollar nuestra mayordomía.
Punto Clave: Mayordomos fieles y prudentes.
Pregunta: ¿Cuántos libros espirituales ha leído los últimos 12 meses?
Jueves
Leer con oración:
Ef 3:1-4; Col 1:25-29; 1 Ti 3:9
“Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos” (1 Ti 1:19)
LA FE OBJETIVA Y LA FE SUBJETIVA
Ahora llegamos al tema de esta semana: La Fe. El término fe, en la Biblia, tiene dos significados, o dos aplicaciones: antecedido del artículo la (la Fe), se refiere a todo aquello que creemos. Generalmente lo escribimos con la inicial mayúscula. Podemos decir que es todo lo que el Señor nos transmite en la Palabra, las verdades objetivas reveladas en la Biblia, es decir, el contenido de la economía neotestamentaria de Dios que llamamos la Fe. Toda la visión que Pablo tuvo no era sólo para él, sino para transmitirla a nosotros (Ef 3:1-4; Col 1:25-29).
En el nombre BooKafé (Book-a-fe), el término fe se refiere a las verdades, no como doctrina o simple conocimiento, sino a las verdades que cambian vidas, que llegan a ser nuestra experiencia. El secreto no es cuánto oímos o sabemos, sino cuán eficaces son en nuestro vivir, cuánto nuestra vida cambió por medio de ellas. Nuestra vida personal, familiar, social, profesional, necesita recibir la influencia de la Fe. Esto es a lo que Pablo llama el “dispensar” o “economía”.
Sin embargo, el término fe (generalmente sin el artículo y que escribimos con la inicial mayúscula) se refiere a nuestra acción de creer en las verdades objetivas, es nuestra actitud o reacción. La meta de Dios es poner la Fe objetiva en nuestra fe subjetiva, es decir, en nuestro espíritu (objetiva quiere decir fuera de nosotros y subjetiva quiere decir dentro de nosotros, y que podemos experimentar y vivir). Una ilustración de esto es la comida: fuera de nosotros ella es objetiva, pero, cuando la comemos, entra en nuestro estómago, es asimilada por el organismo y nos fortalece.
Por ejemplo, hay un plato chino famoso, el pato de Pequín. Podemos investigar sobre ese plato en internet o en libros culinarios y saber mucho al respecto de éste, pero si nunca lo hemos comido, no lo experimentaremos ni sabremos cómo es. No obstante, si vamos a un restaurante chino, pedimos este plato y lo comemos, tendremos la experiencia subjetiva de esa comida y no sólo el haber investigado u obtenido el conocimiento objetivo de ella. Igualmente, el enfoque de Dios al dispensarnos las verdades es que éstas lleguen a ser nuestra experiencia. A veces oímos un mensaje y pensamos: “Ah, entendí”. Entender con la mente no es asimilar en el espíritu – no necesariamente llega a ser nuestra vida.
La asimilación de la Fe objetiva en la fe subjetiva requiere una parte importante de nuestro espíritu: la conciencia. Tomemos el ejemplo de una cámara fotográfica (ver el diagrama de la pág. 82). Cuando sacamos una foto, apretamos un botón y la escena que estaba afuera de la cámara es grabada, queda registrada en ella. En cada click que se hace, entra una imagen objetiva a la cámara. Nuestra reacción ante las verdades es como apretar el botón de esa máquina fotográfica. Pero, si el lente está sucio, la imagen no es registrada correcta o nítidamente. Podemos comparar nuestra conciencia al lente de la cámara: ésta necesita estar limpia (1 Ti 3:9). No podemos tener ningún “velo” que empañe la visión o “tapa” que bloquee la imagen.
La fe subjetiva siempre está relacionada a una buena conciencia (Hch 23:1; 1 Ti 1:19; He 13:18; 1 P 3:16, 21). Por eso alentamos a los hermanos a ejercitar el espíritu en el vivir de la iglesia, vaciándose y orando: “Oh Señor Jesús, saca de mí todo lo que me impide tener visión. Quiero tener un espíritu sensible, una conciencia limpia”. Cuando tenemos una buena conciencia, al oír la palabra de Dios, reaccionamos. En cambio, si nuestra conciencia está “sucia”, tendremos una actitud crítica en cuanto a lo que oímos y, por consiguiente, no veremos lo que el Señor nos quiere mostrar. Por tanto, nuestra reacción depende del estado de nuestra conciencia.
¡Que todos estemos aptos para ver lo que el Señor nos quiere mostrar y tengamos una reacción rápida!
Punto Clave: Una conciencia limpia, y una reacción rápida y positiva a la palabra del Señor.
Pregunta: ¿Cómo está su conciencia?
Viernes
Leer con oración:
Ef 1:1-14
“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Ef 1:17)
EL DISPENSAR DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU
La economía de Dios es presentada de manera muy clara en el capítulo 1 del libro de Efesios. Pablo dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (v. 3). Hoy muchos cristianos, por medio del evangelio de la prosperidad, buscan a Dios para obtener bendiciones materiales. Pero, en la economía de Dios, el enfoque son las bendiciones espirituales – esa es la comisión que recibimos de Dios: llevar a todas las personas las bendiciones espirituales, es decir, la obra que el Dios Triuno desea hacer en nosotros. Este es “el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” (3:
.
En efesios 1, Pablo presenta, primero, las bendiciones espirituales de Dios Padre: la elección y predestinación para la filiación (vs. 4-5 - lit.). La expresión adopción, encontrada en muchas versiones, es mejor traducida como filiación. No somos hijos adoptivos de Dios, somos legítimos, pues nacimos de Él al creer (Jn 1:13), fuimos regenerados y recibimos la vida de Dios (1 P 1:3). Esta es la exigencia para entrar en el reino de Dios (Jn 3:3, 5).
En Su economía, el Dios Triuno quiere dispensarse al hombre tripartito. La porción del Padre en esa economía es la elección en Cristo antes de la fundación del mundo y la predestinación para la filiación, es decir, para ser hijos maduros, no infantiles, aptos
para reinar con Cristo en el milenio. Para que este crecimiento ocurra, y lleguemos a ser hijos maduros, el Señor nos puso en la vida de la iglesia. Como lo hemos dicho innumerables veces, el crecimiento espiritual en la vida de Dios ocurre cuando negamos la vida del alma. Si no la negamos, seremos como un vaso totalmente lleno, sin espacio para recibir nada más. Pero, si la negamos y nos vaciamos, abrimos un espacio para que Dios nos dispense más de la vida divina. Cuando crecemos en Su vida, tenemos el deseo de servir a otros, predicando el evangelio, cuidando a las personas y abriendo nuestras casas. Esto es lo que se entiende como filiación.
Después del dispensar del Padre, tenemos la obra del Hijo: la redención (vs. 6-7). Dios nos escogió como Sus hijos y nos predestinó para reinar. Pese a ello, aún había un problema: éramos pecadores. Por eso Dios tuvo que venir como el Hijo del Hombre, tomar nuestro lugar en la cruz y solucionar el problema de los pecados. Y como Hijo de Dios, Él nos dispensa Su vida para que podamos crecer y un día reinar juntamente con Él. El versículo 10 dice que Dios quiere “reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. La expresión “en la dispensación del cumplimiento de los tiempos” se refiere a la manifestación del reino en la era venidera. Allí, Dios reunirá en Cristo todas las cosas y pondrá a Cristo como la Cabeza de todo (v. 22). Este es el encabezamiento del Señor. Todo esto forma parte de la Fe, de la economía de Dios, que debemos experimentar y dispensar a las personas.
Finalmente, tenemos el dispensar del Espíritu: el sello y las arras (vs. 13-14). Cuando alguien toma dinero prestado en una tienda de empeño, necesita dar algo de valor como garantía que devolverá el dinero: esto es las arras, la prenda. Cuando el dinero es devuelto a la tienda, se puede rescatar lo que se empeñó. Dios puso Su Espíritu en nosotros como una prenda, una garantía de que nos va a rescatar. El sello del Espíritu es la aprobación de nuestro procedimiento, nuestras acciones justas.
Siempre que hacemos algo por la vida y la naturaleza divina que tiene que ver con la justicia de Dios, el Espíritu nos sella, o confirma. Cuando el Señor vuelva, esperamos que nuestra conducta esté totalmente sellada por el Espíritu.
Una cosa es entender la economía de Dios en la teoría, otra es practicarla y permitir que ella cambie nuestra vida. Al recibir la Palabra, invocando el nombre del Señor, orando y ejercitando el espíritu, la Fe objetiva se vuelve subjetiva. El dispensar que obtenemos lo dispensamos a los demás.
Punto Clave: Las bendiciones espirituales cambian nuestra vida.
Pregunta: ¿Qué experiencias ha tenido con el sello del Espíritu en sus acciones?
Sábado
Leer con oración:
Gá 2:16; 3:2-3; 5:2-3, 11; Ef 1:14; 3:21; Col 1:15-19; 2:2, 9; 3:11
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:13-14)
DEL “BASURERO” AL REINO
Dios quiere dispensar la Fe objetiva a nuestra fe subjetiva, y el mejor lugar para eso es el vivir de la iglesia. Además de dispensarnos la fe, Dios nos quiere usar como mayordomos para dispensarla a otros también. Invocar el nombre del Señor es un modo de arreglar la “máquina fotográfica”, es decir, el espíritu humano en los creyentes, para que también puedan “sacar fotos”, es decir, permitir que la Fe objetiva llegue a ser su fe subjetiva. Gracias al Señor, centenas de personas han tenido esa experiencia en todo el mundo.
En Efesios 2, Pablo cambia el enfoque y comienza a hablar del tipo de persona que Dios utiliza para realizar Su propósito. Nosotros estábamos en un “basureo” para ser quemados; éramos inservibles, estábamos muertos en delitos y pecados. Pero Dios, por causa de Su gran amor por nosotros, tuvo mucha misericordia y nos dio vida juntamente con Cristo a fin de hacer de nosotros Su obra maestra. Considerando nuestra situación sin Cristo, podemos decir como el salmista: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él? (He 2:6). No obstante, el Señor parece haber dicho: “Me gustó ese pedazo de chatarra”, y nos tomó y colocó en la vida de la iglesia. Hoy Él está trabajando Su vida y naturaleza en nosotros, a fin de que un día seamos semejantes a Él (1 Jn 3:1-2). ¡Qué misericordia!
En el capítulo 3 de Efesios, vemos la importancia de los mayordomos en la economía de Dios, la oración de Pablo para que Cristo more en nuestros corazones, por la fe, a fin de conocer el inmensurable amor de Cristo. Entonces, en los capítulos del 4 al 6, que serán desarrollados en las próximas semanas, vemos el vivir práctico, el andar digno del llamamiento del Señor, los cinco tipos de andar.
Entre los escritos de Pablo, hay cinco libros muy importantes en los cuales tenemos la esencia de la economía divina revelada a Pablo y escrita por él a nosotros: Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. En Gálatas, Pablo muestra la transferencia de la economía del Antiguo al Nuevo Testamento: de las obras de la ley para la fe en Cristo (2:16); de la carne al Espíritu (3:2-3). Colosenses nos muestra a Cristo como el misterio de Dios y el centro de todas las cosas (Col 1:15-19; 2:2, 9; 3:11). No nos distraigamos con otras cosas, sino centrémonos sólo en Cristo. En Efesios, se nos muestra la iglesia como la plenitud de Cristo (Ef 1:22-23).
La Epístola de Pablo a los Filipenses nos muestra la meta: olvidar lo que queda atrás y proseguir hacia adelante (3:13). Damos gracias al Señor por todas las experiencias pasadas, pero no podemos quedarnos atados a ellas, sino más bien avanzar hacia la meta. El avión de la economía de Dios tiene como destino el reino. La vida de la iglesia es el “avión” que nos lleva al reino. Hoy tenemos que cuidar bien nuestro “avión”, para que esté lleno del Espíritu, de servicio, de crecimiento de vida, de cuidado mutuo y de amor. Sin el avión, nadie llega a su destino; ambos son igual de importantes.
Finalmente tenemos a Filemón, que habla del amor, la base, la pista de despegue, para alcanzar nuestra meta. Mientras estamos corriendo hacia la meta, no estamos solos, estamos corriendo juntos. Si uno se cae, el hermano de al lado lo va a ayudar a levantarse; si a alguno le duele la pierna, otro puede llevarlo en amor y seguir junto con él, ayudándolo a perseverar y a ser perfeccionado. De esa manera, seremos como los 87 88 Demetrios y Onésimos, que antes eran inútiles, pero que ahora somos útiles a la economía de Dios.
Gracias al Señor por el “avión” de la economía de Dios, de Su dispensar, cuyo destino es la manifestación del reino en la era venidera. Estamos en Él.
Punto Clave: Hasta que todos lleguemos al reino.
Pregunta: ¿Puede describir el “avión”, “el plan de vuelo” y el destino que Dios preparó para los creyentes?
Domingo
Leer con oración:
2 P 1:1-15
“Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente” (2 P 1:12)
EL CONTENIDO DE LA FE EN SEGUNDA DE PEDRO
Veamos un poco sobre el contenido de la Fe en Segunda de Pedro 1. El primer versículo dice: “Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra”. En el original griego, el verbo alcanzar tiene el sentido de obtener o designar por medio de un quiñón, es decir, por medio de una porción o parte de algo. Dios dividió la tierra de Canaán en terrenos, y cada tribu y familia recibió una porción, un terreno. Cada uno de nosotros, que creemos en el Señor, recibimos un quiñón de la fe.
Pedro prosigue: “Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder” (vs. 2-3a). Cuando el Señor vuelva, no podremos alegar que nos faltó algo para ser vencedores, puesto que Él ya nos ha dado todas las cosas. Cierta vez el Señor dijo que “aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lc 12:48). Y Pedro concluye el versículo diciendo: “Mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”. ¡Este es el llamado del Señor para que reinemos con Él!
En los versículos 5-7, vemos los pasos por los cuales pasamos. Primero tenemos que ser diligentes; no podemos ser perezosos. Dios insiste en hacernos reinar, pero nosotros también necesitamos ser insistentes. Si no cooperamos con Él, aunque Él 89 90 insista, no llegaremos hasta allá. Luego, Pedro enumera varios asuntos que debemos añadir a nuestra fe subjetiva, es decir, para desarrollarla, recibiendo el contenido de la Fe objetiva. Después de la fe, tenemos la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la paciencia, la piedad, el afecto fraternal y el amor. Este es el amor ágape, el amor divino, el cual debe ser la esencia de todo lo que estamos practicando hoy: alcanzar a las personas por medio del evangelio, de las reuniones de casa, del BooKafé, del colportaje, etc. En la vida de la iglesia, la esencia tiene que ser el amor: amar a Dios y amar a las personas. Aquí Pedro nos muestra esa escala, esa evolución desde la virtud hasta el amor ágape.
En su segunda epístola, Pedro afirma que se esforzaba por hacer que los santos recordaran lo que se les había hablado (1:12-15). La Fe no es un asunto nuevo, sino algo dicho muchas veces. Pero, para nuestra seguridad, es bueno repetirlo, porque siempre necesitamos oírlo otra vez (Fil 3:1). En el Antiguo Testamento, en Éxodo, Levítico y Números, el Señor le dijo tantas palabras al pueblo de Israel, pero en Deuteronomio Él las repitió. La palabra Deuteronomio significa hablar de nuevo. Deúteros es dos; nómos es ley; por tanto, es la ley hablada por segunda vez. Nunca debemos cansarnos del hablar del Señor para nosotros. Es como nuestra alimentación diaria: “nuestro arroz o pasta con carne”, esto es lo que nos fortalece y es lo que nos va hacer entrar en el reino. No necesitamos buscar novedades, cosas inéditas o curiosas en la Palabra. Lo que necesitamos es oír de nuevo, practicar, experimentar, vivir cada vez más, hasta que podamos madurar y entrar en el reino.
Punto Clave: El Señor ya nos dio todas las cosas que conducen a la vida y a la piedad.
Pregunta: ¿Cuáles son los pasos que necesitamos desarrollar en nuestra experiencia cristiana de acuerdo con Segunda de Pedro 1?