NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Lunes
Leer con oración:
Ef 5:1-17
“Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo” (Ef 5:14)
ANDAR EN AMOR Y EN LUZ
En Efesios 5:1-2, Pablo habla de que, si queremos ejecutar el plan de Dios para traer Su reino a la tierra, necesitamos andar en amor. Andar en amor significa tener una vida de sacrificio en favor de otros. Cristo nos amó, por eso Se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Si tenemos el amor infundido en nosotros por el dispensar del Dios Triuno, mostrado en Efesios 1, también tendremos el mismo amor para dispensarlo a las personas, es decir, nos sacrificamos a favor de ellas. Sólo con ese amor somos capaces de dejar la tranquilidad del hogar y salir en busca de otros, predicando el evangelio y sirviendo al Señor siempre. Con ese tipo de andar en amor cumpliremos nuestra comisión.
Efesios 5:8 también nos muestra que no podemos andar como andábamos antes, en las tinieblas, llenos de cosas vergonzosas que hacen los que no viven en la luz. ¡Dejemos este tipo de andar y andemos en la luz!
Vivimos en una época en la que el mundo anda muy osado, dicta reglas y tendencias, afectando cada vez más la moralidad y la ética. Todo el mundo sigue esta corriente. Pero no necesitamos luchar sólo por la ética y la moral: necesitamos andar en la luz. La luz es la que reprueba las tinieblas. Cuando andamos en la luz, sentimos repugnancia por las obras de las tinieblas. Por tanto, necesitamos andar en amor y en la luz, para que el plan de Dios se cumpla en la tierra.
Efesios 5:3-4 dice: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias”. El término inmundicia quiere decir fornicación, prostitución, y el término truhanerías significa chiste, burla. No estamos diciendo que, a veces, no debamos relajarnos, pero necesitamos evitar las burlas, las palabras vanas, las conversaciones necias o bajas, que el mundo constantemente usa, porque somos hijos de luz. De nuestra boca deben salir palabras de gracia y de vida para suplir a las personas (v. 5). Esto nos hará tener herencia en el reino.
En los versículos 6-13, Pablo continúa mencionando obras de las tinieblas: no decir palabras vanas, porque por ellas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia, no participar en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprenderlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. Pero la luz manifiesta todas las cosas y los frutos de la luz que son bondad, justicia y verdad, se oponen a las obras de las tinieblas.
El versículo 14 dice: “Por lo cual dice: despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”. Si queremos andar en amor y en la luz, es hora de levantarnos, no podemos ser cristianos cómodos, que se quedan sentados, con una actitud pasiva. ¡Debemos levantarnos! Que nuestro vivir cumpla el propósito de Dios (vs. 15-16). Es necesario redimir el tiempo, aprovechar cada minuto, cada segundo, viviendo en la luz y en amor, para ser útiles al Señor (v. 17). No queremos perder tiempo. ¡Que el Señor nos revele cuál es Su voluntad!
Punto Clave: Despertarse, levantarse y andar.
Pregunta: Qué tipo de palabras deben salir de la boca de los hijos de la luz?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Martes
Leer con oración:
Jn 1:4-5, 16-18; 1 Jn 1:5-7, 10-16; 4:7-11
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. (…) Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”(1 Jn 1:7; 4:7-
ANDAR EN LA GRACIA PROVENIENTE DEL AMOR Y EN LA VERDAD PROVENIENTE DE LA LUZ
Además de andar en amor y en luz, debemos andar en la gracia y en la verdad. El Evangelio de Juan 1:17 afirma que “la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Antes de la venida del Señor, no había gracia y verdad. Él fue quien las trajo a la tierra. Él es el Hijo de Dios, Jesucristo, que vino a la tierra por medio de la encarnación. Con Su venida también vino la gracia y la verdad.
La gracia y la verdad tienen como fuente al mismo Padre, así como la fuente del Hijo es el Padre. Dios es amor (1 Jn 4:
, pero vino a nosotros en Cristo como la gracia. Igualmente, Dios es luz (1:5), pero vino a nosotros en Cristo como la verdad.
El término verdad también quiere decir realidad, veracidad. En todo el universo sólo hay una cosa verdadera, real: Dios y Su Hijo. Sin Dios, todo el resto es sólo ilusión, falsedad, engaño. La fuente de la verdad es la luz y la fuente de la gracia es el amor. El amor de Dios se manifestó a los hombres como la gracia y la luz de Dios se manifestó a los hombres como verdad.
En la Primera Epístola de Juan 4:7, leemos: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”. El amor procede de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. Aquel que no ama no conoce a Dios, pues Dios es amor. No es que Dios tenga un depósito lleno de amor, Él mismo es amor, Su esencia es amor, Su naturaleza es amor. Cuando contactamos a Dios, estamos en amor, porque Él mismo es amor.
El Hijo fue enviado a nosotros para que vivamos por medio de Él. Él trajo el amor, que vino a nosotros en forma de gracia. La fuente es el amor, la manifestación es la gracia. Cuando disfrutamos la gracia, debemos tener en mente que la fuente es el amor. El Hijo de Dios nos fue dado gratuitamente para nuestro disfrute, pero no debemos olvidar que todo eso fue motivado por el amor, porque Dios es amor.
En Primera de Juan 4:10-16, Juan nos dice que Dios es amor y nosotros somos hijos del amor. Quien permanece en Dios, permanece en amor, y quien permanece en amor, permanece en Dios, porque Dios es amor. Por causa de este amor dejamos nuestra casa los domingos por la mañana, cuando todos prefieren dormir un poco más, para visitar a las personas y predicar el evangelio del reino; apacentamos a los nuevos convertidos, servimos en el BooKafé y ayudamos a las personas a invocar el nombre del Señor. ¡Todo esto es motivado por el amor!
Por otro lado, Dios es luz, pero viene a nosotros como la verdad, como la realidad. Cuando tenemos contacto con la verdad, no vivimos en tinieblas, pues tenemos contacto con la luz (1 Jn 1:5-7). ¡Cuán importante es andar en amor y en luz! Esto equivale a andar en la gracia y en la verdad. En nuestro vivir de la iglesia, la luz de Dios debe brillar en nosotros como realidad y Su amor debe manifestarse en nosotros como gracia. ¡Que más y más de la luz y del amor sean infundidos en nosotros diariamente!
Punto Clave:
La verdad viene de la luz y la gracia viene del amor.
Pregunta:
¿Cómo podemos manifestarles a las personas que tenemos luz y amor?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Miércoles
Leer con oración:
Jn 7:37-39; 14:16-17; Ef 5:18; 1 Co 15:45b; 2 Co 3:6
“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gá 5:16)
ANDAR EN EL ESPÍRITU
El quinto tipo de andar mencionado en Efesios está en 5:18: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. Este tipo de andar es la consumación de los cuatro anteriores. Necesitamos aprender a andar en el espíritu, pues somos ministros de un nuevo pacto, que no es de la letra, sino del Espíritu (2 Co 3:6). Sólo así lograremos cumplir el propósito de Dios.
Andar en la gracia y en la verdad se refiere al Hijo; andar en amor y en la luz está relacionado al Padre. Andar en el espíritu tiene que ver con el llenarse del Espíritu en nuestro espíritu. El simple conocimiento de este tipo de andar no nos capacita a andar como es digno de nuestro llamamiento. Los maridos saben que necesitan amar a las esposas y ellas saben que deben someterse a sus maridos (Ef 5:22, 28), pero no por eso logran practicarlo. El simple conocimiento de la Palabra no necesariamente nos lleva a practicarla. Para eso, Dios nos dio el Espíritu de realidad. De ese modo, andar en la gracia, en la verdad, en amor y en la luz no constituye un conjunto de reglas de buena conducta, al cual le damos atención como a un manual para evitar las obras de las tinieblas. Sabemos que no tenemos esa capacidad. Pero Dios es sabio, por eso puso en nosotros el Espíritu.
En Juan 7:38-39 dice: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”.
Nosotros que creemos en el Señor, en vez de tener un manual de conducta en las manos, tenemos el Espíritu que fluye en nuestro espíritu. El final del versículo 39 dice que “aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. El texto no dice que no había Espíritu Santo, pues el Espíritu Santo existía desde la eternidad pasada. El Espíritu al que Juan se refiere es el resultado del proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión, muerte, resurrección y ascensión. Por eso menciona que Jesús aún no había sido glorificado. Sólo después de la muerte y resurrección, Jesús, el postrer Adán, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co 15:45b).
En Juan 14:16, el Señor afirmó que rogaría al Padre y Él nos daría otro consolador para que estuviera para siempre con nosotros. El versículo 17 dice: “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. Note que el verbo “morar” está en presente, y el “estar”, en futuro. En aquel momento, quien moraba con ellos era Jesús, pero más tarde, el Espíritu es quien estaría en ellos (Jn 20:22). En carne, el Señor moraba o habitaba con los discípulos, pero cuando murió y resucitó, vino a ellos como el Espíritu, que es el Espíritu de realidad (Jn 16:13), simbolizado por el aceite compuesto de la unción (Ex 30). Cuando el Señor estaba en la tierra, el Espíritu de verdad aún no había venido. Sin embargo, hoy, al creer en el Señor Jesús, recibimos el don del Espíritu (Hch 2:38).
El Espíritu en nosotros es el Espíritu de realidad. Si tenemos la realidad de la gracia, que es el Espíritu en nosotros, lograremos tener la realidad de andar en la gracia. Eso se aplica igualmente a andar en la verdad, en amor y en la luz. El Espíritu de realidad es el que nos hace andar en la verdad, porque Él es la realidad de todas las cosas de Dios. ¿Quién realmente es capaz de andar en amor? Si tuviéramos tal capacidad, seríamos Dios. A pesar de eso, hoy el Espíritu de realidad nos conduce a toda la verdad, es decir, a toda la realidad. No podemos andar en amor, pero el 133 134 Espíritu nos lleva a andar en amor. A nuestro hombre natural le gusta permanecer en tinieblas y hacer las obras de ellas, pero tenemos el Espíritu en nuestro interior, que nos conduce a la realidad de la luz. El Espíritu nos conduce a toda la realidad de la gracia, la verdad, el amor y la luz.
Punto Clave: Andar en el espíritu.
Pregunta: ¿Por qué decimos que el Espíritu de verdad o de realidad es el mismo Señor Jesús?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Jueves
Leer con oración:
Ex 30:22-25; Mt 27:51; Lc 23:45; Jn 7:37-39; 1 Co 15:45b
“Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn 2:27)
EL ESPÍRITU Y EL ACEITE DE LA SANTA UNCIÓN
El Espíritu citado en Juan 7:39 es todo inclusivo. En Él está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es importante saber qué es “el Espíritu”. Para ello necesitamos tomar la figura del aceite de la santa unción (Ex 30:22-25). En el Antiguo Testamento, todo lo que era consagrado a Dios para ser usado por Él debía ser rociado con el aceite de la unción, como los utensilios del tabernáculo y el sumo sacerdote.
El aceite de la unción era un ungüento compuesto por cuatro especias más el aceite de olivas. La primera especia es la mirra excelente, una sustancia usada para tratar los cuerpos para la sepultura. Ella representa la muerte de Cristo. La segunda es la canela aromática, que prefigura la eficacia de la muerte de Cristo. La tercera es el cálamo aromático, un tipo de vegetación que crece en las aguas de muerte, en un pantano en el cual nada nace. Éste simboliza la resurrección de Cristo. La cuarta especia es la casia, usada como repelente de insectos y serpientes. Ella representa el poder de la resurrección. Un hin de aceite representa al Dios único y las cuatro especias representan a la criatura, el hombre.
Las cuatro especias tienen unidades de peso. La mirra, la primera especia, pesaba 500 siclos; la segunda, la canela, y la tercera, el cálamo, pesaban 250 siclos cada una. La cuarta especia era la casia, que pesaba 500 siclos. En realidad eran tres unidades de 500 siclos, pero la unidad del medio estaba dividida en dos de 250 cincuenta.
La composición del ungüento prefigura el proceso por el cual pasó el Señor Jesús para llegar a ser el Espíritu vivificante. Las tres unidades de 500 siclos representan al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La unidad del medio se partió en dos, porque simboliza al Hijo, que vino a la tierra para ser partido y derramar Su sangre para redimirnos y darnos vida. El Padre, representado por la primera unidad, no podía ser partido, y el Espíritu Santo, simbolizado por la tercera unidad, tampoco. Sólo el Hijo, prefigurado por la segunda unidad, pudo ser partido por nosotros.
Ese mismo proceso es ilustrado por el hecho de que el velo del santuario se rasgó en medio, de arriba hacia abajo, cuando el Señor murió en la cruz (Mt 27:51; Lc 23:45). Este velo estaba colgado en cuatro columnas, separando el Lugar Santo del Lugar Santísimo. Esas cuatro columnas formaban tres entradas, representando al Dios Triuno. Puesto que el velo se rasgó al medio, la entrada fue hecha en el segundo espacio, que prefigura al Hijo. Una vez que el velo se rasgó, obtuvimos un nuevo y vivo camino que nos proporciona el acceso al Lugar Santísimo (He 10:19-20). El Lugar Santísimo representa a nuestro espíritu humano, donde Dios habita. El acceso a Dios está habilitado y sin obstrucciones: basta volvernos a nuestro espíritu.
Como figura, el aceite de la santa unción es todo inclusivo: en él tenemos a Dios, la divinidad, y a Jesús, un hombre perfecto, la humanidad perfecta y adecuada para cumplir el propósito de Dios. En él también tenemos la muerte: cuando la vida del alma sobresale, el Espíritu en nosotros nos pide mortificarla. En él además tenemos la resurrección: cuando estamos en una esfera de muerte, cabizbajos, inactivos, podemos aplicar la resurrección que está en el Espíritu, para resucitar juntamente con Cristo. Asimismo, tenemos la eficacia de la muerte y el poder de la resurrección. Por eso podemos decir que el Espíritu es todo inclusivo, porque en Él lo tenemos todo. La Biblia lo llama simplemente “el Espíritu”.
Podemos volvernos constantemente al Espíritu en nuestro espíritu, sencillamente invocando: ¡Oh Señor Jesús! A fin de disfrutarlo en todo momento, lugar y circunstancia ¡Aleluya!
Punto Clave: Volverse al Espíritu todo inclusivo en nuestro espíritu.
Pregunta: ¿Qué relación hay entre el ungüento de la santa unción y “el Espíritu”?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Viernes
Leer con oración:
Ro 8:11; 1 Co 6:17; 2 Co 3:4-6; Ef 5:18
“Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Co 3:4-5)
CAPACITADOS POR EL ESPÍRITU
Andar en el espíritu hoy es muy fácil, porque Él está en nuestro espíritu (Ro 8:11; 1 Co 6:17). Cuando ejercitamos nuestro espíritu, el Espíritu de realidad en nosotros nos conduce a toda la realidad. Un modo simple y eficaz para volvernos al espíritu es invocar el nombre del Señor. Cuando lo invocamos, tenemos contacto con el Espíritu de realidad que nos lleva a toda la realidad de Dios. Esto nos hace saltar de alegría. En nosotros mismos no tenemos la capacidad para hacer esto, pero Dios nos está capacitando con Su Espíritu.
Efesios 5:18 no habla de recibir el derramamiento del Espíritu exteriormente, como ocurrió el día de Pentecostés, revistiéndonos de poder y dándonos la osadía para predicar el evangelio, sino que habla de llenarnos del Espíritu interiormente. El derramamiento del Espíritu exterior nos da poder, pero no es suficiente para influenciarnos completamente ni darnos vida. Gracias a Dios, además del Espíritu derramado el día de Pentecostés, tenemos el Espíritu en nuestro interior. Cuando somos llenos de ese Espíritu en nuestro interior, Él es capaz de cambiarnos por completo, de darnos la vida y toda la realidad de Dios. Esto es lo que necesitamos.
Pablo nos advierte a no embriagarnos con vino. Quien bebe pierde la sobriedad y se vuelve más osado y valiente para hacer ciertas cosas. Pero nosotros no necesitamos beber del vino físico para quedar así; podemos beber del Espíritu y no sólo un poquito, sino beber hasta estar llenos del Espíritu, así seremos capaces de servir al Señor y predicar el evangelio con osadía y poder.
Si queremos ser ministros del nuevo pacto, tenemos que saber que, por nosotros mismos, no tenemos nada; todo proviene de Dios (2 Co 3:4-6). Toda la realidad viene de Dios. Lo que proviene de nosotros no es realidad; todo debe venir de Dios. No podemos leer la Palabra simplemente en forma de letra, sino que debemos tomarla en el espíritu, porque somos ministros del Espíritu, no de la letra. Tampoco debemos dispensarnos letra los unos a los otros ni discutir y analizarla para demostrar quién es el mejor maestro de la letra entre nosotros, produciendo con eso competencias y rivalidades. Debemos suplirnos vida y Espíritu los unos a los otros.
En la vida de la iglesia, necesitamos ayudarnos mutuamente a vivir siempre en el espíritu. La única manera de ayudar a solucionar los problemas de la vida conyugal, de los hermanos, entre padres e hijos, entre empleados y patrones, e incluso problemas personales de debilidad espiritual, es supliendo vida y Espíritu, llevando a los santos a vivir y andar en el espíritu. ¡Esto revolucionará nuestra vida!
Punto Clave: Ministros del Espíritu.
Pregunta: ¿Qué diferencia existe entre ser lleno del Espíritu interiormente y ser revestido exteriormente?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Sábado
Leer con oración:
Ef 5:19-21
“En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Rom. 12:11)
FERVIENTES EN ESPÍRITU, SIRVIENDO AL SEÑOR
En Romanos 12:9-11 leemos: “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. No debemos ser perezosos en la obra de Dios. Tampoco debemos dejar de salir a predicar el evangelio sólo porque no tengamos ganas. No podemos dejar de ir al BooKafé, porque haga mucho frío o calor, ni podemos ser negligentes, sino fervientes en espíritu.
Debemos ayudarnos los unos a los otros a estar en el Espíritu, pues a veces no lo logramos porque algunos hermanos no son suficientemente fuertes para estar en todo momento en el espíritu. Algunos tienen una fuerza de voluntad mayor que otros. La gran mayoría necesita ayuda. Ayudarlos no es sólo visitarlos, consolarlos y orar con ellos. Pablo dice que debemos ser fervientes en espíritu, sirviendo al Señor. Por tanto, necesitamos ayudar a los hermanos a servir. Predicar el evangelio, apacentar a los hermanos, hacer colportaje y servir en el BooKafé les da a los hermanos la posibilidad de ser renovados.
Servir al Señor nos ayuda a vivir en el espíritu. No vale de nada pedirles a los hermanos que oren por nosotros, nos visiten y nos apacienten cada vez que tenemos una dificultad. Necesitamos ser ayudados a servir. Cuando abrimos nuestra casa como un BooKafé casero e invitamos a nuestros conocidos, somos obligados a orar, vaciarnos y volvernos al espíritu para ser llenos del Espíritu. Si algunos tienen temor de hacer eso solos, deben juntarse con otros hermanos. Quien practica esto difícilmente se debilitará.
Un joven, de manera general, es inconstante pero, cuando se casa y tiene hijos, debe restringir su vivir, no les puede dar malos ejemplos a sus hijos y es responsable. Espiritualmente es lo mismo. Los que no tienen hijos espirituales, por lo general, no tienen ningún compromiso o responsabilidad, espiritualmente hablando. En cambio, cuando engendran hijos espirituales y tienen que visitar a personas, cuidar y apacentar, su vivir espiritual resulta en un gran cambio. Esos hijos siempre los están mirando, así ellos se santificarán por amor a esos hijos y dejarán de ser lo que eran:
estarán más en el espíritu. Eso sucede cuando servimos al Señor.
De acuerdo con Efesios 5:19, también podemos llenarnos del Espíritu hablando entre nosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones. En las reuniones, teniendo comunión con los hermanos, cantando, alabando y compartiendo, podemos llenarnos del Espíritu. Este es el vivir colectivo de la iglesia. En la vida de la iglesia somos ayudados a permanecer en el espíritu.
Los versículos 20-21 dicen: “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios”. Quien vive en el espíritu vive una vida saludable de la iglesia, haciendo la voluntad del Señor y sirviéndole. Gracias al Señor, hoy esta vida de la iglesia está disponible. Dejemos la fórmula antigua de vivir la iglesia, sólo yendo a las reuniones y volviendo a casa. Comencemos a practicar la verdad que hemos oído. Predicar el evangelio nos salva. Parece que sólo estamos llevando salvación a otros, pero realmente somos nosotros los que somos salvos y preparados para el reino.
Punto Clave: Servir nos ayuda a vivir en el espíritu.
Pregunta: ¿De qué manera podemos ser llenos del Espíritu?
NUESTRA ACTITUD PARA CON LAS VERDADES – SEMANA 8 -
Renovados por la Práctica de la Palabra
Andar en Amor, en la Luz y en el Espíritu
Domingo
Leer con oración:
I Ti 1:3;2 Ti 1:6; 3 Jn
“"No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad"”(3 Jn 4)
ANDAR EN EL ESPÍRITU PRACTICAR LA PALABRA CAMBIAN A LAS PERSONAS
Pablo le escribió a los efesios una carta maravillosa sobre la economía de Dios y sobre un vivir que trae el reino del Señor. Sin embargo, por lo que leemos en Primera de Timoteo 1:4, algunos preferían enseñar fábulas y genealogías interminables. Cuando esto ocurre, la iglesia cae en la esfera del alma, de la mente, y muere espiritualmente. Después de su primer aprisionamiento, al pasar nuevamente por Éfeso, Pablo dejó allí a su joven cooperador Timoteo para ayudar a la iglesia a permanecer en la economía divina, pero aparentemente Timoteo no fue capaz de hacerlo. Por la segunda carta que Pablo escribió, percibimos que Timoteo fue subyugado por la situación negativa; él estaba débil y el fuego de su don espiritual se había apagado (2 Ti 1:6).
Según la historia, cerca de 20 años después de esos acontecimientos, tras su exilio en la isla de Patmos, el viejo apóstol Juan fue a Éfeso. Por medio de su tercera carta, escrita a Gayo, vemos que Éfeso se convirtió en el centro de la obra, de donde salían hermanos a propagar el evangelio. Juan ya era maduro y sabía que todo el secreto estaba en el espíritu; de ese modo, ciertamente llevó a los efesios a volverse al espíritu.
En Tercera de Juan 4 leemos: “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad”. Gayo era un presbítero, probablemente de Corinto, que andaba en la verdad, y eso ponía a Juan muy feliz. En los versículos 5 y 6 leemos que él no sólo hospedó bien a los que fueron a predicar el evangelio del reino en Corinto, sino que también los encaminó en su jornada. Encaminar aquí tiene el sentido de proveer lo que es necesario para el viaje.
Al contrario de Gayo, había un hermano llamado Diótrefes, que no recibía al que Juan escribía. Además de hablar palabras maliciosas, él no recibía a los santos y hasta expulsaba a los que los recibían (vs. 9-10). Siempre hay hermanos que están en contra de ciertas prácticas con respecto a la predicación del evangelio, a contactar a las personas, y tener contacto con otros grupos cristianos. No obstante, nosotros debemos ser como Gayo.
En el versículo 12, aparece otro personaje, Demetrio. En Hechos 19:24, encontramos a Demetrio en Éfeso como un fabricante de templos de la diosa griega Diana, que reunió a los demás artífices para matar a Pablo, porque, por causa de la predicación del evangelio, el nombre de Diana podía ser desacreditado. En Tercera de Juan 12, vemos que todos daban buen testimonio de Demetrio, incluso Juan. Vivir en el espíritu cambia a las personas.
En todas las iglesias que tienen la práctica de contactar a las personas y predicar el evangelio, el ambiente cambió. Antes había conflictos, problemas entre los hermanos, y el número de convertidos era pequeño. Pero cuando comienzan a vivir en el Espíritu, recibir y practicar la Palabra, poniendo de lado las disputas, hay bendición y aumento de personas. El secreto para que una iglesia esté llena de armonía, con frutos del Espíritu, es practicar la Palabra. Esto es lo que el Señor quiere hacer por medio de nosotros: andar en el espíritu y predicar el evangelio del reino en toda la tierra habitada para traerlo de vuelta (Mt 24:14). Entonces vendrá el fin. Debemos buscar ser llenos del Espíritu e incluso “embriagarnos” del Espíritu, a fin de agradar al Señor
y servirle. ¡Que esa sea nuestra vida!
Punto Clave: Vivir en el espíritu cambia a las personas.
Pregunta: ¿Cómo podemos cambiar a las personas y el ambiente de la iglesia en dónde estamos?
Dong Yu Lan
¡Jesús es el Señor!