Aguas refrescantes 11 de diciembre
“Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos”. Hechos 2:39.
La perspectiva biblica presenta siempre a los hijos como un don de Dios. El nos los ha confiado para su cuidado. No podemos decir: “Este hijo es mío”, como si fuera exclusivamente nuestro, y como si tuviéramos derechos ilimitados sobre él hasta que llegue a la mayoría de edad. Tal concepto es pagano y no cristiano. La Biblia nunca reconoce nuestros hijos como si fueran exclusivamente nuestra propiedad privada. Son vidas encomendadas a nuestro cuidado, y debemos cuidarlas por cuenta del Dador.
Desde el principio Dios ve a la criatura como una persona con sus propios derechos y privilegios. Al ponerlo bajo nuestro cuidado no niega a la criatura el respeto ni viola su libertad, ni le quita su personalidad independiente. El nos confía la criatura para su bien y para nuestro bien. Yo le diría a los padres que no sean tan exigentes en demandar obediencia absoluta de sus hijos, y que procuren antes ser buenos padres delante del Señor.
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El propósito de la ley no es para que la guardemos
Romanos 7:7 “...Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: "No codiciarás" 18 “Pues yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien...”
El sabe que nada bueno procede de la carne. El lo sabe desde hace mucho tiempo, pero parece que nosotros no lo sabemos. Nosotros no comprendemos que nada bueno puede provenir de la carne. Como resultado, seguimos esperando y procurando hacer lo posible por agradar a Dios. Dios sabe que nuestra carne es inútil. Pero nosotros lo ignoramos. Es por eso que El nos dio la ley. El propósito de la ley es demostrarle al hombre que es pecaminoso e impotente. La ley no fue dada para que la guardáramos; Dios sabe que no podemos guardar la ley. Dios sabe que vamos a quebrantar la ley, pero nosotros no lo sabemos. Por tanto, nos dio la ley y permitió que la quebrantásemos. Es así como llegamos a saber lo que Dios ya sabe, y es así como llegamos a estar conscientes de nuestra impotencia.
Dios tiene que llevarnos al punto en que confesemos que no podemos lograrlo. Sólo entonces podremos reconocer la sabiduría que Dios ejerció al crucificarnos. Toda persona tiene su debilidad específica y debe pedirle a Dios que lo ilumine y le muestre su debilidad. Cada persona tiene, por lo menos, una cosa que no puede vencer. Una vez que usted vea que no puede, podrá ver que Dios sí puede. Si usted no ve su propia debilidad, usted no verá el poder de Cristo.
Los versículos del Nuevo Testamento son tomados de la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Los versículos del Antiguo Testamento son tomados de la versión Reina Valera 1960. "Palabras del ministerio" proviene de La vida que vence, escrito por Watchman Nee, págs. 66-67. Ambos son publicados por Living Stream Ministry, Anaheim, CA.
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