APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 12)
La entrada en la buena tierra
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:2, 3:19b; Jn 12:31; Ef 6:12; He 2:5-6
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Jn 5:39-40)
CONOCIMIENTO VERSUS VIDA
Al crear el mundo pre-adámico, Dios estableció a Lucero como su gobernante. No obstante, por causa de su orgullo, este arcángel se exaltó y quiso ser igual a Dios. Por esa razón, Dios lo lanzó por tierra y juzgó al mundo de aquella época. Génesis 1:2 registra que, como consecuencia de este juicio, la tierra se volvió desordenada y vacía.
No obstante, a partir del siguiente versículo, comienza el relato de la obra de restauración. Dios no desiste de Su propósito, por eso restauró la tierra creando, día tras día, diversos elementos necesarios para sustentar la vida. Finalmente, al término del sexto día, hizo al hombre a Su imagen y semejanza.
Dios creó al hombre con el objetivo de que gobernara sobre la tierra, para rescatarla del poder satánico que impera sobre ella. Para eso creó a Adán con un espíritu en su interior y lo puso en el huerto de Edén, donde había dos árboles principales: el árbol de la vida, que representa a Dios mismo; y el árbol de la ciencia del bien y del mal, de cuyo fruto el hombre no debía comer, pues ciertamente moriría.
Sabemos que Adán y Eva terminaron comiendo del fruto prohibido, por esa razón se volvieron conocedores del bien y del mal. Ellos no murieron inmediatamente, pero el veneno del pecado entró en ellos, y entonces, éste pasó a actuar en su carne, llevándolos a pecar. Puesto que la paga del pecado es la muerte, la desobediencia de Adán determinó su sentencia: “pues polvo eres, y al polvo volverás” (3:19b).
Además, el conocimiento que adquirieron los hizo independientes de Dios. Prueba de ello es que su hijo primogénito, Caín, produjo una descendencia que se apartó totalmente de Dios y terminó produciendo la sociedad en la que hoy vivimos.
El mundo actual está constituido por muchos reinos y naciones; todos están bajo el gobierno usurpador del enemigo de Dios (Jn 12:31; Ef 6:12). Pero, ¡Alabado sea el Señor! Hebreos 2:5-6 registra que Él entregará el mundo venidero a los hombres que tienen Su vida y naturaleza, aquellos que permitieron que esta vida creciera en ellos.
Volviendo al Edén, vemos que, además del árbol de la vida, en el huerto había un río que se repartía en cuatro brazos. Conforme a lo que ya explicamos en semanas anteriores, este es el río de agua de vida, que estará también en la nueva Jerusalén. El primer brazo del río que salía de Edén es su curso normal. Éste representa el fluir de la vida divina para el hombre, el agua de vida corre para saciar la sed que todo ser humano tiene de Dios. Este es el fluir en el que cada uno de nosotros debe anhelar estar siempre. Los otros tres brazos del río salen del huerto y van en busca del hombre que se desvió de Dios.
Al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, Adán y Eva se desviaron de su Creador, por eso Él tuvo que expulsarlos del huerto. La intención de Dios era que ellos comieran del árbol de la vida y, reciban la vida divina dentro de sí. Sin embargo, después de la caída, su descendencia se desvió del propósito original de Dios. Podemos decir que ellos tomaron básicamente tres direcciones: el desarrollo de las facultades del alma, el camino de la degradación del pecado y la búsqueda por hacer el bien, materializada, sobretodo, en las más diversas religiones.
Muchos reconocen que deben evitar los así llamados “pecados groseros”. Sin embargo, pocos perciben los peligros que se esconden en el lado bueno del alma.
Por ejemplo, incluso al estudiar la Biblia podemos buscar el simple conocimiento que ensoberbece, y no la vida (Jn 5:39-40). Asimismo, al realizar una gran obra para el Señor, podemos perder nuestra alma, en el caso de que no dependamos de Él (Mt 16:25-26). Que el Señor nos guarde siempre bajo Su luz, invocando Su nombre, negándonos a nosotros mismos, buscando comprender cuál es Su voluntad.
Punto Clave: Dios no desiste de Su propósito.
Su punto clave es:
Pregunta: Además de ser introducido el pecado en el hombre ¿Cuál fue la otra consecuencia de su desobediencia?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 12 --- La entrada en la buena tierra
Martes --- Leer con oración: Gn 47:5-6; Ex 1:7-14; 2:23-25; Mt 16:24-25
“En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí” (Os 13:6)
LOS PELIGROS DE OLVIDARNOS DEL SEÑOR
Aún hoy nuestra alma es capaz de impedir que hagamos la voluntad de Dios. Por eso el Señor afirmó: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt 16:24b-25). La palabra traducida como “vida” en el versículo 25, también significa alma, o vida del alma. Esto implica negarnos a nosotros mismos a fin de hacer la voluntad de Dios.
Los riesgos que implican vivir en la vida del alma podemos verlos también en la historia del pueblo de Israel. Dios dio a Abraham toda la tierra de Canaán, pero, por causa del hambre, su fe se debilitó, y terminó descendiendo a Egipto en busca de alimento. En la época de su hijo Isaac, también hubo hambre en la tierra, y él decidió ir a Egipto. Sin embargo, Dios intervino y lo trajo de vuelta.
Cuando hubo hambre en el tiempo de Jacob, él no quiso ir personalmente a Egipto, sino que envió a sus hijos para buscar alimentos. Pero, la segunda vez, cuando fueron sus hijos, José les pidió que buscaran a su padre. Jacob, al saber que su hijo muy querido aún estaba vivo, descendió a Egipto con toda su familia.
José era el gobernador de todas las tierras egipcias, él hizo que la familia de su padre y de sus hermanos se estableciera en la mejor zona de Egipto, una región donde la tierra era extremadamente fértil. Debido a la abundancia y comodidad, poco a poco los hijos de Israel se fueron olvidando del Señor y de la tierra de Canaán.
Durante los más de cuatrocientos años en que sus descendientes permanecieron entre los egipcios, ellos se multiplicaron mucho. Sin embargo, Canaán no se quedó deshabitada. Varios pueblos se instalaron allí, y éstos se fortalecieron y multiplicaron.
No obstante, Dios no se olvidó de los israelitas. Él permitió que un Faraón se volviera en contra de ellos y los sometiera a trabajos forzados, de modo que, en medio de los sufrimientos, ellos se acordaron de su Dios y clamaron a Él (Ex 1:7-14; 2:23-25). Finalmente, Dios los sacó de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, a fin de llevarlos de regreso a la tierra prometida.
Punto Clave: Acordarnos del Señor y clamar a Él.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Cuáles son los riesgos que implican vivir en la vida del alma que podemos ver en la historia del pueblo de Israel?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 12 --- La entrada en la buena tierra
Miércoles --- Leer con oración: Ex 2:11-15; Hch 7:23-30; Ro 6:4; 1 Co 10:1-2; He 11:28-29
“A este Moisés, a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?, a éste lo envió Dios como gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza” (Hch 7:35)
DIOS PREPARA UN LIBERTADOR PARA ISRAEL
Cuando estaban en Egipto, la Biblia no registra que los israelitas estaban viviendo en el pecado, sino que ellos daban mucha importancia a su comodidad y bienestar, por ello se olvidaron de Dios. Esto demuestra que su alma se volvió independiente de Dios.
Sin embargo, puesto que Dios quería recobrarlos y traerlos de vuelta para Sí, permitió que pasaran por muchos sufrimientos y aflicciones bajo la mano opresora del rey de Egipto, a fin de que se acordaran de su Dios y clamaran a Él. Cuando lo hicieron, Dios les preparó un libertador: Moisés.
La vida de Moisés puede ser dividida en tres periodos de cuarenta años. En el primero, estuvo bajo la educación egipcia, pero Dios no quiso usarlo con todo ese conocimiento que había adquirido, pues estaba basado en una sociedad ajena y enemiga a Él. Aun así, Moisés intentó, por sí mismo, usar su capacidad para proteger al pueblo de Israel, matando a un egipcio, pero eso sólo despertó el furor de Faraón, por eso tuvo que huir de Egipto (Ex 2:11-15; Hch 7:23-29).
Así comienza el segundo periodo de cuarenta años de la vida de Moisés, cuando estuvo en el desierto, pastoreando animales. Fue también en este periodo que él se casó y tuvo hijos. Todo lo que aprendió en el palacio de Faraón se volvió inútil para él. De cierto modo, podemos decir que sus habilidades murieron.
A los ochenta años, Dios vino a llamarlo para servirle (v. 30). Sin embargo, esta vez, Moisés se dio cuenta de que, después de pasar cuarenta años en el desierto cuidando a su familia y a las ovejas de su suegro, se volvió pesado de lengua, e incapaz de hablar por Dios. Sin embargo, para el Señor, este era el momento en que Moisés estaba apto para servirle.
Finalmente, Moisés obedeció a Dios y fue a Faraón. No obstante, éste no atendió a su voz y no dejó salir al pueblo. Entonces Dios hizo venir sobre los egipcios diez plagas, hasta que, después de la décima –la muerte de todos los primogénitos de Egipto– Faraón permitió la salida de los israelitas.
Moisés lideró al pueblo hasta el Mar Rojo, y Faraón, que se había arrepentido de que ellos partieran, estaba tras de ellos con su ejército.
El pueblo estuvo acorralado entre las aguas del mar y el ejército de Faraón. Entonces Dios, por medio de Moisés, abrió el Mar Rojo, y todos pasaron con los pies en seco. Faraón con su ejército pereció cuando Moisés, que ya estaba del otro lado, extendió la mano sobre las aguas, y éstas volvieron a su curso normal (He 11:28-29).
Del mismo modo, aun hoy, Satanás y sus huestes malignas, prefigurados por Faraón y sus ejércitos, persiguen a aquellos que creen en Cristo para intentar llevarlos de vuelta a su dominio. Esta es la razón por la que todos aquellos que creen necesitan pasar por el bautismo (Mr 16:16).
El paso del Mar Rojo representa el bautismo (1 Co 10:1-2). Este acto es un paso maravilloso y muy importante en la vida cristiana. Cuando creemos en el Señor y nos sometemos al bautismo, estamos dando testimonio no sólo de que nuestros pecados fueron sepultados, sino que nosotros mismos nos unimos a la muerte de Cristo y resucitamos con Él para una vida nueva.
Al emerger de las aguas, delante de Dios, somos un nuevo hombre, pues el pecador murió con Cristo y fue sepultado en Su muerte (Ro 6:4). Además, el bautismo también sirve como testimonio para Satanás y sus ángeles.
Mañana hablaremos del tercer periodo de cuarenta años de la vida de Moisés, periodo en el cual, después de atravesar el Mar Rojo, estuvo con el pueblo de Israel vagando por el desierto.
Punto Clave: El bautismo es un paso maravilloso y muy importante.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué representa el cruce del Mar Rojo?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 12 --- La entrada en la buena tierra
Jueves --- Leer con oración: Ex 17:4b; Dt 8:7-10; Mt 16:24-26; 1 Co 10:5; He 3:10-12
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Jn 12:25-26)
NEGARSE A SÍ MISMO PARA ENTRAR EN EL PLENO DISFRUTE DE CRISTO
Después de cruzar el Mar Rojo, el pueblo mostró inmediatamente su rebeldía e incredulidad, murmuraban contra Moisés. Por eso Dios los hizo vagar por el desierto durante cuarenta años, tiempo necesario para que toda aquella generación prácticamente muriera. El fin de esa generación representa que nuestro viejo hombre necesita ser eliminado mientras servimos con los hermanos al Señor en la iglesia.
Después de atravesar el Mar Rojo, liderados por Moisés, los israelitas debían dirigirse a la tierra de Canaán, el objetivo final de su viaje. Normalmente, el camino hasta Canaán debía durar como un mes, pero el pueblo demoró nada menos que cuarenta años vagando por el desierto antes de entrar en la tierra prometida.
Todo ese tiempo perdido por el pueblo de Dios debe ser una gran advertencia para nosotros. El hecho es que, aun después de ser salvos y bautizados, tendemos a vagar en nuestra alma, en vez de vivir en el espíritu.
Después de cruzar el Mar Rojo, varias situaciones le mostraron al pueblo que dentro de ellos había rebeldía, obstinación y un corazón malo de incredulidad (1 Co 10:5; He 3:10-12). El libro de Éxodo muestra en pocos versículos después de narrar el cruce del Mar Rojo, cómo el pueblo murmuró por causa del agua. Después reclamaron por la falta de comida. La presión sobre Moisés era tan grande que exclamó: “¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán” (Ex 17:4b).
Posteriormente, ni Moisés mismo pudo controlar su ira. En determinada ocasión, cuando Dios le ordenó simplemente que hablara a la peña para que saliera agua de ella, él se airó con el pueblo y la hirió con su vara. Por eso, cuando el pueblo estaba a la orilla del Río Jordán, listo para entrar en Canaán, Dios le dijo a Moisés que subiera al monte Nebo y contemplara la tierra de Canaán, pues moriría en el monte y no entraría a la tierra, por no haber santificado el nombre del Señor delante de los hijos de Israel.
A la verdad, durante los cuarenta años en que el pueblo vagó por el desierto, Dios hizo que prácticamente toda aquella generación pereciera. Esto significa que nuestro ego, nuestro yo, nuestra alma, debe terminar si deseamos entrar hoy en la realidad de aquello que Dios nos prometió para disfrutar de las riquezas inescrutables de Cristo.
Por eso, después de revelar a la iglesia, según lo registrado en el capítulo 16 de Mateo, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (vs. 24b-26).
El Señor nos pone en la iglesia, entre Sus otros hijos para que nos neguemos a nosotros mismos. Especialmente aquellos que quieren ser ancianos o diáconos necesitan negarse a sí mismos –pues Dios aborrece la vida del alma–, y aprendan a andar y a vivir en el espíritu a fin de entrar hoy en la realidad del pleno disfrute de Cristo, y en el futuro, en el reino, prefigurado por la buena tierra de Canaán.
Deuteronomio 8 describe la buena tierra como un lugar maravilloso: “Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado” (vs. 7-10).
Así es el Señor Jesús: Él es muy precioso y desea alimentarnos con Sus riquezas, pero para eso, necesitamos dejar de vagar por el desierto del alma y “cruzar el río Jordán”, es decir, entrar en el Espíritu, a fin de crecer en la vida divina para reinar con Cristo en la manifestación de Su reino milenario. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Dejar de vagar por el desierto del alma.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Ha aprovechado las oportunidades para negarse a sí mismo?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 12 --- La entrada en la buena tierra
Viernes --- Leer con oración: Jos 3:1-17; 4:1-9; Hch 2:38; 22:16; Lc 9:23; 2 Co 4:16
“Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida” (2 Co 4:11-12)
EL PASO POR EL RÍO JORDÁN
Todos necesitamos pasar por dos cruces. El primer cruce por el Mar Rojo, representa el bautismo, por medio del cual los pecados que cometimos antes de creer en el Señor Jesús fueron perdonados y sepultados (Hch 2:38; 22:16). Sin embargo, después de esto, aún necesitamos pasar por otra travesía, la del río Jordán, en la cual nuestro viejo hombre anímico es sepultado.
El primero lo realizamos una sola vez (Ef 4:5); pero el segundo, que se refiere a negarnos a nosotros mismos y ser renovados interiormente, debe suceder día tras día (Lc 9:23; 2 Co 4:16).
Antes de cruzar al río Jordán, Dios le entregó a Josué el liderazgo del pueblo y le dijo cómo debía dar ese paso. Josué 3:1-2 dice: “Josué se levantó de mañana, y él y todos los hijos de Israel partieron de Sitim y vinieron hasta el Jordán, y reposaron allí antes de pasarlo. Y después de tres días, los oficiales recorrieron el campamento”. En estos versículos vemos que tres días representan la muerte y la resurrección.
Entonces “mandaron al pueblo, diciendo: Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y los levitas sacerdotes que la llevan, vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino. Pero entre vosotros y ella haya distancia como de dos mil codos; no os acercaréis a ella” (vs. 3-4). El Señor quería que ellos vieran lo que Él iba a hacer, pero sólo a la distancia podían percibir claramente el milagro que estaba por hacer.
En los versículos 5 y 6 Josué dijo al pueblo que se santificara y a los sacerdotes que llevaran el arca del Pacto y pasaran delante del pueblo. Hoy también necesitamos santificarnos y darle al Señor la preeminencia a fin de tener el pleno disfrute de Sus riquezas, representadas por Canaán.
Además, el versículo 7 describe claramente que el liderazgo fue cambiado y que el ministerio de Moisés fue transferido a Josué: “Desde este día comenzaré a engrandecerte delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que como estuve con Moisés, así estaré contigo”.
El Señor, de generación en generación, de dispensación en dispensación, tiene Su nuevo liderazgo y la sucesión para el nuevo liderazgo. Antes, el pueblo de Israel seguía el ministerio de Moisés. En cambio, ahora Dios había transferido ese ministerio a los hombros de Josué, y le prometió que estaría con él tal como lo había estado con Moisés.
En los versículos 9 y 13 Josué fortaleció al pueblo haciendo pasar el arca del Pacto delante de ellos. La presencia del arca significaba la presencia del Dios viviente en medio de ellos, que no sólo les abriría el Jordán sino que también echaría a todos los enemigos que habitaban en aquella tierra.
Los sacerdotes, que cargaban el testimonio del Señor, dieron un paso de fe al mojar sus pies en el borde de las aguas. Con esto, las aguas que vinieron de arriba se detuvieron y se levantaron en un montón; y las que bajaban al Mar Salado fueron cortadas totalmente. Después, ellos se detuvieron en medio del Jordán, esto significa que permanecieron en una posición de muerte, mientras que el resto del pueblo atravesó con los pies en seco. Esto nos hace recordar las palabras del apóstol Pablo: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida” (2 Co 4:11-12).
Esto es muy importante, porque nos muestra cómo los líderes en las iglesias necesitan ser los primeros en hacer morir al viejo hombre, con sus fuertes opiniones y tradiciones, como también su independencia e incredulidad, para que los demás hermanos vivan en novedad de vida, como un nuevo hombre.
En el capítulo 4 el Señor le dio algunas instrucciones a Josué, diciendo: “Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche” (vs. 1-3).
El significado espiritual de esta acción para nosotros es que los que atravesaron el río Jordán, representados por los doce hombres que cargaron cada uno una piedra, son la nueva generación. Las doce piedras sacadas del medio del Jordán y llevadas al otro lado del río, representan que ellos a partir de aquel momento entrarían en una nueva etapa de sus vidas en resurrección, según la voluntad de Dios.
A continuación: “Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy” (v. 9). Las doce piedras que Josué puso en medio del Jordán representan que ellos enterraron al viejo hombre, es decir, lo negaron, dejaron atrás las viejas experiencias anímicas y tuvieron un nuevo comienzo.
Todos estos detalles registrados son para dejar claro que, si deseamos disfrutar plenamente a Cristo y entrar en la manifestación de Su reino de manera victoriosa, necesitamos negarnos a nosotros mismos día a día y permitir el trabajar renovador del Espíritu en nuestro vivir.
Punto Clave: Negarnos a nosotros mismos día a día y ser renovados interiormente.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué significan las doce piedras dejadas en medio del río Jordán?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 12 --- La entrada en la buena tierra
Sábado --- Leer con oración: Gn 16:16; 17:1, 8, 11, 14; Gá 5:19b-21
“Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Fil 3:3)
LA CIRCUNCISIÓN Y LA TOMA DE LA BUENA TIERRA
El pueblo de Israel cruzó el Mar Rojo –que representa a nuestro bautismo–, y luego vagó durante cuarenta años por el desierto, hasta que prácticamente toda aquella generación pereció. Sin embargo, antes de que el pueblo atravesara el Jordán y tomara posesión de la tierra prometida, Dios determinó que todos los varones se circuncidaran.
La circuncisión fue establecida cuando Dios, después de no aparecérsele durante trece años a Abraham, le habló nuevamente y prometió darle toda la tierra de Canaán como herencia perpetua (Gn 16:16; 17:1,
. Abraham había perdido Su presencia por intentar “ayudarlo” con su carne. Entonces el Señor estableció como señal de Su pacto con él la circuncisión y le advirtió, diciendo que quien no se circuncidara sería eliminado de Su pueblo (vs. 11, 14).
La circuncisión representa el corte de nuestra fuerza natural. Además significa que debemos buscar andar en el espíritu, crecer en vida y no confiar en la carne (Fil 3:3).
Así pues, vemos que para entrar en el disfrute pleno de Cristo y heredar el reino de Dios, representados por la tierra de Canaán, tenemos que vivir y andar en el espíritu, dejando atrás las obras de la carne: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gá 5:19b-21).
Como vimos anteriormente, Jacob descendió a Egipto renunciando a la herencia de Dios dada a sus padres, cuando sobrevino el hambre en Canaán. Durante ese periodo de más de cuatrocientos años, varias naciones se establecieron en Canaán, se multiplicaron, se fortalecieron, dominaron la tierra y más tarde, se convirtieron en los enemigos de sus descendientes. Esto nos sirve como ejemplo y advertencia.
Del mismo modo, hoy, ¿cuántas veces, por no permanecer afirmados en las promesas de Dios, damos oportunidades para que Satanás y sus huestes malignas ganen terreno en nuestras vidas, haciéndonos perder todo el disfrute de Cristo o parte de él?
Debemos creer en las promesas de Dios. Él tiene un galardón para todos los que Le buscan con un corazón puro y sincero. Necesitamos permanecer en Cristo y no confiar en la carne..
Punto Clave: No confiar en la carne.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Qué ocurre cuando no creemos en las promesas del Señor?
APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA
Semana 12 --- La entrada en la buena tierra
Domingo --- Leer con oración: Ef 6:10-13; 2 Ti 4:7-8
“Y dio orden a Josué hijo de Nun, y dijo: Esfuérzate y anímate, pues tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y yo estaré contigo” (Dt 31:23)
SER FUERTE Y VALIENTE
Cuando el pueblo ya estaba en la orilla del Jordán, listo para atravesarlo a fin de conquistar la tierra, Dios tuvo que fortalecer y alentar a Josué varias veces.
Él tenía que liderar al pueblo en las guerras que habría en la buena tierra, guerras que habrían sido evitadas si Jacob no hubiera descendido a Egipto siglos antes.
Josué era un guerrero que tenía en la retaguardia a Moisés intercediendo por la batalla. Pero, en ese momento, Moisés ya había muerto, y él tenía que luchar solo. Esto no sería fácil para él. Por eso Dios le dijo a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente” (Jos 1:9a). Él sabía que Josué nunca había liderado a tanta gente en una batalla, por eso necesitaba tal aliento.
Finalmente, Josué lideró a los israelitas en el cruce del río Jordán y en la entrada a la tierra prometida. Ellos tuvieron que circuncidarse en Canaán, es decir, tenían que eliminar su confianza en la carne y luchar contra, por lo menos, siete pueblos fuertes y numerosos, a fin de conquistar la tierra que había sido dada a sus padres.
De igual modo, para conquistar nuestro disfrute pleno de Cristo, necesitamos estar preparados para la guerra espiritual. Contra Josué y los israelitas lucharon pueblos fuertes y violentos. No es diferente en nuestras vidas. Necesitamos estar preparados para el combate, pero hoy nuestra lucha no es contra sangre ni carne “sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef 6:12-13).
Así como el Señor alentó a Josué para avanzar y cruzar el Jordán, Él también nos alienta hoy para dejar atrás todo lo viejo, todo lo que es de la carne, a fin de que entremos en la “tierra” que Él nos prometió. Vamos a creer en Sus promesas, ganar a Cristo y proseguir hacia el galardón que Él ha guardado para todos aquellos que aman Su venida (2 Ti 4:7-
. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Preparados para el combate.
Su punto clave es:
Pregunta: ¿Se ha equipado con las armas espirituales para tomar posesión de Cristo?
Dong Yu Lang
Derechos reservados a: editora “Arvore da Vida”
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