La carne y el espíritu (10)
LA CARNE NOS OBLIGA A VOLVERNOS AL ESPIRITU
Antes que fuéramos salvos éramos descuidados. Ahora que somos salvos, debemos decirle al Señor: “Señor, gracias por haberme salvado. Oh Señor, perdóname por mis descuidos en el pasado. Ahora soy Tu hijo, Padre celestial. Ayúdame a tener un buen carácter para poder glorificarte ante mis padres y ante mis familiares. Ayúdame Señor”. Es posible que oremos así: “Señor, ayúdame a no enojarme y a no ponerte en vergüenza. Ayúdame a ser un buen hermano en la vida de la iglesia”. Muchos de nosotros hemos orado de esta manera porque hemos sido afectados por la enseñanza de que debemos ser moralistas, tener una buena conducta y un buen carácter. Desde el punto de vista humano, no hay nada malo en esto, pero eso no es lo que Dios quiere. Dios desea que Cristo entre en usted.
Tal vez le hayamos pedido a Dios que nos ayude a ser una buena persona, a tener buen genio y a no ofender a nadie. Sin embargo, después de hacer dicha oración nos volvemos peores. Antes de ser salvos, tal vez perdiéramos la paciencia una vez por semana. Después de ser salvos y orar de esta manera, nos enojamos tres veces por semana. Entonces nos preguntamos, ¿por qué nos hemos vuelto peores desde que fuimos salvos? En realidad, no estamos “lo suficientemente mal”. Necesitamos ser puestos en evidencia y volvernos cada vez peores. He experimentado esto. Cuanto más oro para ser bueno, peor me vuelvo. Finalmente, le pregunté al Señor por qué El no eliminaba esta carne tan detestable. Y El me mostró que la necesito. Sin esta tribulación, sin la carne, ninguno de nosotros acudiría al Señor.
Es posible que deseemos ser como era Adán antes de la caída en el huerto. Adán era bueno antes de la caída; era inocente y puro. Pero había un vacío en él que permitió que el enemigo, el diablo, entrara en él. Si usted es inocente y puro como lo era Adán antes de la caída, eso no durará mucho. El diablo vendrá a llenarlo y a poseerlo. Tenemos la carne con nosotros hoy como un verdadero problema, pero alabamos al Señor porque este problema es útil. Nunca estuve tan cerca del Señor hasta que experimenté este problema. Oré una y otra vez para controlar este problema tan terrible, mi carne. Con el tiempo descubrí que la carne no tiene esperanza de ser mejorada. Entonces el Señor me mostró que El no tiene intención de lidiar con esta cosa tan horrenda. Prefiere dejarla donde está, no para que tengamos nuestro mal genio, sino para que seamos forzados a volvernos al espíritu.
Por muchos años he estado alerta y consciente que esta cosa horrible está conmigo día y noche. Cuando hablo con mi esposa, con mis hijos o con los hermanos, me doy cuenta de que estoy caminando sobre una delgada capa de hielo. No tengo confianza de salir completamente victorioso, debido a que esta cosa terrible está siempre conmigo. De manera que, si esta terrible cosa está siempre conmigo tengo que estar alerta y volverme al Señor. Mientras hablo con mi esposa, con mis hijos o con los hermanos, necesito orar en mi interior así: “Oh Señor, guárdame. Oh Señor, mantenme en mi espíritu. Sálvame”. Esto se debe a que esta cosa detestable, la carne, está tan cerca de mí. Es como si continuamente estuviéramos “a un milímetro” de estar en la carne. Si no estoy consciente de que tengo que estar en el espíritu, en un par de minutos estaré en la carne. Entonces ofenderé a todos.
A la larga, éste no es un asunto de ofender o no, sino de ganar más de Cristo. Gano más de Cristo porque me vuelvo más a El en mi espíritu en todo momento. Este no es un asunto de victoria, sino de ganar a Cristo. La intención de Dios es forjar a Cristo en nosotros día y noche. Todos necesitamos ayuda para volvernos a El. ¿Quién es la ayuda? La ayuda más subjetiva y cercana es nuestra horrible carne. Muchos de nosotros no nos percatamos de que tenemos un ayudante tan horrible.
Tengo la carga de decirles que en su espíritu está la verdadera ayuda. En su espíritu está la fuente de la vida. En su espíritu está la realidad de la vida. El único problema es que usted ha sido salvo por tantos años y todavía no tiene la costumbre de volverse a su espíritu. De manera que bajo la sabia soberanía de Dios, la carne es dejada donde está con el propósito de forzarlo a usted a volverse a Cristo todo el día.
Si nos abrimos a la luz del Señor y practicamos esto, en los años que vienen ganaremos más de Cristo. Finalmente, cuando seamos transfigurados estando en este cuerpo terrible, podremos decirle adiós a Satanás. Si él no nos hubiera perturbado en nuestra carne todos estos años, no habríamos podido ganar tanto de Cristo. Esto nos muestra que hasta Satanás es usado por Dios para cumplir Su propósito. Si nunca hubiéramos caído tan bajo, no estimaríamos la salvación del Señor como se debe.