La gracia es:
1. ¿Dar al hombre lo que merece?
RESPUESTAS
El problema del hombre radica en que mide su corazón como si fuera el de Dios. El corazón del ser humano es un corazón regido por la ley, no por la gracia; pensamos que el corazón de Dios es como el nuestro; es por eso que no entendemos el corazón de Dios.
Debemos entender claramente lo que significa la gracia:
(1) La gracia no consiste en conceder al hombre lo que merece. Romanos 4:4 dice: “Ahora bien, al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda”. En otras palabras, la gracia consiste en recibir lo que uno no merece. Si la gracia consistiera en recibir lo que uno merece, entonces el significado mismo de gracia sería nulo. La gracia es gracia porque no incluye mérito alguno. Efesios 2:8 dice: “Porque por gracia habéis sido salvos”. El hecho de que uno haya sido salvo demuestra que esto se produce por la gracia, no porque uno mereciera ser salvo. Leemos en Romanos 3:24: “Siendo justificados gratuitamente por Su gracia”. ¿Qué significa “gratuitamente”? En el idioma original esta palabra es la misma que consta en Juan 15:25 cuando el Señor dice: “Sin causa me aborrecieron”. Al decir que la gracia de Dios justifica gratuitamente a una persona, simplemente nos referimos a que Dios justifica a una persona sin causa alguna. Examinemos los siguientes versículos: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado” (Gá. 3:22); “Porque Dios a todos encerró en desobediencia” (Ro. 11:32). Dios ha puesto a todos los hombres en la misma posición para que ninguno sea salvo por sus buenas obras y para que todos los seres humanos sean salvos por la gracia. Si le preguntáramos a Pablo cómo fue salvo, él contestaría sin vacilar que fue salvo por gracia, y si preguntáramos a todos los santos cómo fueron salvos, también contestarían con plena certeza que fueron salvos por la gracia de Dios. La gracia de Dios salva a la humanidad sin causa alguna.
(2) La gracia tampoco es un complemento a lo que el hombre merece. Efesios 2:9 dice: “No por obras, para que nadie se gloríe”, lo cual no quiere decir que el hombre no deba hacer buenas obras después de ser salvo, sino sencillamente que no es salvo por hacerlas. Si el hombre fuera salvo por hacer buenas obras, éste se podría vanagloriar; si el treinta por ciento de la salvación del hombre dependiera de las obras, el hombre se gloriaría de ese porcentaje, y Dios perdería el treinta por ciento de la gloria. Si el diez por ciento de la salvación dependiera de las obras, el hombre se gloriaría de ese porcentaje, y Dios perdería el diez por ciento de la gloria. Dios no comparte Su gloria con el hombre ya que El aborrece la gloria del hombre. De hecho, la intención de Dios es obtener la gloria; por lo tanto, la gracia de Dios no es un complemento a lo que el hombre merece.
La gracia no es concedida ni al que la merece ni es dada al hombre como una añadidura a lo que merece. Tampoco es una compensación justa ni es una bonificación. Las preguntas que surgen como por ejemplo si Dios da gracia o si el hombre la merece, no tienen relación alguna con la gracia. Si el hombre desea recibir gracia, no debe preguntarse si la merece o no, ni tampoco si se encuentra en una posición mejor o peor para recibirla. En cuanto a la salvación, el hombre no puede valerse de sus obras para obtener la gracia.
Muchos piensan: “Voy a tratar de hacer lo posible por cumplir la ley y además confiaré en la gracia de Dios en aquello que no pueda hacer”. Esto indica que confían parcialmente en las obras y parcialmente en la gracia. En cierta ocasión un hombre dijo: “Debemos cumplir los Diez Mandamientos, de lo contrario no podremos ser salvos”, a lo cual alguien le preguntó: “¿Has quebrantado alguno de los Diez Mandamientos?” El respondió: “Sí lo he hecho”. Y le preguntaron nuevamente: “¿Qué haces después de la transgresión?” Replicó: “Confío en la gracia de Dios en lo que no puedo cumplir”. Este es uno de los errores más comunes en lo que se refiere a gracia.
En Mateo 19 un joven se acercó al Señor Jesús y le preguntó: “¿Qué bien he de hacer para tener la vida eterna?” (v. 16). El Señor le dijo: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (v. 17). El joven respondió que todos los había guardado. Mas cuando Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres” (v. 21), el joven fue incapaz de hacerlo. Si el hombre desea ser salvo por cumplir la ley, debe cumplirla en su totalidad; no sólo tiene que amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas sino que también tiene que dar todo lo que posee sin dejar nada para sí. Si el hombre confía en la gracia de Dios, tiene que confiar plenamente en ella. El hombre no puede hacer la mitad del trabajo y dejar a Dios la otra mitad, ya que la gracia no es un complemento para las incapacidades del hombre; si confiamos en la gracia de Dios, todo lo obtenemos por la gracia de Dios, y si confiamos en las obras del hombre, todo lo debemos obtener por obra del hombre. No se puede confiar por un lado en las obras de uno y por otro en la gracia de Dios.
Podemos confiar totalmente en la gracia porque la muerte del Señor ya se efectuó, y por ella Dios pone a todos los pecadores en la misma posición. Cuando Jesús fue crucificado, Dios “cargó en él el pecado de todos nosotros” (Is. 53:6). El problema del pecado fue resuelto de una sola vez y para siempre; por lo tanto el hombre no puede confiar en sus propios méritos ante Dios, porque en ese caso la obra del Señor no tendría ningún valor, y Su muerte sería en vano.
(3) La gracia no consiste en privar al hombre de algo que no merece. (Esta pregunta es semejante a la primera, pero tomada desde el ángulo opuesto). La gracia es concedida al hombre porque éste no la merece. Cuando un hombre se da cuenta de que es débil y de que no tiene salida, apela a la gracia, y cuando Dios ve al hombre en esa situación, imparte la gracia. Si el hombre todavía se siente fuerte, no se dará cuenta de que necesita la gracia, y Dios tampoco se la otorgará. La incapacidad del hombre no impide que Dios le dé la gracia; por el contrario, ésa es la única condición para que Dios la otorgue.
Una vez un hermano dijo: “La gracia es abundancia de benignidad expresada en abundancia de bondad”. ¿Qué significa la gracia? La gracia fluye de arriba abajo. ¿Qué es el amor? El amor consiste en tratarnos los unos a los otros equitativamente. ¿Qué es el respeto? El respeto consiste en honrar a nuestros superiores. La gracia fluye desde arriba hacia abajo, va en una sola dirección; así que si uno desea recibir gracia, debe reconocer que es un pecador desahuciado, y Dios lo considerará apto para recibirla.
A muchas personas les disgusta la gracia porque ella requiere que uno reconozca su total incompetencia. La gracia exige que uno reconozca que es perverso. Así como una taza puesta boca abajo no puede contener agua, una persona orgullosa no puede recibir la salvación, pues no está dispuesta; uno debe admitir que es inútil para poder recibir la gracia de Dios.
(4) La gracia no consiste en conceder poco porque el hombre no lo merezca. (Este es el reverso del segundo punto.) Dios no ha pasado por alto el pecado del hombre. El es estricto y específico cuando se trata del pecado, y por medio de Su Hijo resolvió este asunto completamente. Entonces, ¿por qué surgen interrogantes en cuanto a si el hombre merece la gracia o no? La gracia de Dios no tiene nada que ver con ser merecedor ni con ser digno, ya que todos los hombres son iguales ante El y todos pueden recibir Su gracia.
Dios no se abstiene de otorgar la gracia porque el hombre no sea merecedor o digno; al contrario, El la concede debido precisamente a que el hombre no es digno. Dios no hace acepción de personas ni estima quién es más digno ni quién lo es menos; tampoco concede más gracia a aquellos que son más dignos, ni a los menos dignos da menos gracia.
Dios no otorga menos gracia a aquellos que tienen muchos pecados y más gracia a aquellos que tienen pocos. Dios no usa la gracia para remendar los defectos de los pecadores. La condición del pecador, sus obras y sus méritos (sean grandes o pequeños) son desechados.
Debido a la naturaleza de la gracia, no depende en absoluto de la condición del que la recibe. Este no necesita ser apto para recibirla ya que la gracia se concede a aquellos que no la merecen independientemente de su condición; en consecuencia, no reciben menos gracia aquellos que merecen menos, ya que en dicho caso la condición del hombre sería un requisito para recibirla. La gracia no se concede a una persona que reúna los requisitos, ni a algunos que son mejores que otros. La gracia de Dios es abundante y amplia, y se concede a todos los pecadores. Aquellos que creen estar bien, necesitan la gracia de Dios tanto como aquellos que reconocen que son terribles pecadores.
Algunos piensan que una persona buena merece más gracia, pero a los ojos de Dios, todos los hombres son iguales. Supongamos que varios platos se caen al piso. Algunos se quiebran por la mitad, otros en cinco pedazos y otros quedan completamente despedazados; pese a las diferencias de los pedazos, todos los platos se quebraron. Uno puede ser un pecador “mejor” o un pecador “peor”, pero sigue siendo al fin y al cabo un pecador. La Biblia dice que todos somos pecadores y que Dios envió al Señor Jesús para que muriera por nosotros y nos concediera a cada uno la oportunidad de ser salvo. Si en el mundo existiera un solo pecador que necesitara ser salvo, Dios enviaría a Su Hijo para que muriera por él. Esto lo podemos apreciar en la parábola del pastor que tiene cien ovejas. Fue en busca de la oveja perdida y dejó las noventa y nueve en el redil (Lc. 15:3-4). Así que, mientras usted sea un gran pecador o un pequeño pecador, y en tanto que sea la oveja perdida, necesita la muerte del Señor Jesús.
(5) La gracia no convierte al que la recibe en un deudor. Una deuda significa que uno recibe cierta cantidad de dinero, la cual puede disfrutar ahora pero tendrá que pagarla posteriormente. Los sueldos van de acuerdo al trabajo realizado. La gracia no consiste en que a uno se le preste algo temporalmente ni en que reciba un salario de acuerdo a las capacidades. Dios nos salva por gracia; por lo tanto, El no nos ha prestado la salvación; si fuera un préstamo, entonces no sería gracia. Recibir gracia no indica que Dios vea escasez de mérito en la labor que realicemos para nuestra salvación y que por eso nos la presta para que podamos, con el tiempo, utilizar nuestras obras con el fin de conservar la salvación. La gracia es gratuita y se aplica al pasado, al presente y al futuro, y si Dios nos concede algo y espera que le paguemos más tarde, entonces es un préstamo, y no es gracia. La gracia se concede gratuitamente a todos los que son indignos y no la merecen. No hay precio que se pueda pagar por ella ni para el pasado ni para el presente, y tampoco hay ninguna necesidad de pagar en el futuro.
Los hombres tienen el concepto erróneo de que la salvación se recibe por gracia, pero depende de ellos conservarla. Este es un error garrafal. La Biblia nunca dice que la gracia nos convierta en deudores. Romanos 6:23 dice: “Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. ¿Cuál es la característica de la vida eterna? Es un regalo u obsequio que Dios nos concede. ¿Acaso se devuelve un regalo? Necesitamos ver claramente que la gracia no es un préstamo; no tiene que pagarse hoy ni dentro de muchos días; esto no significa que los creyentes no necesitan hacer buenas obras ni servir a Dios fielmente. Después de ser salvos, debemos hacer buenas obras y servir a Dios fielmente, pero el motivo por el que lo hacemos debe ser el amor al Señor, y la energía que usemos en ello debe ser el Espíritu Santo. Hacer buenas obras y servir al Señor fielmente no tienen como fin obtener la salvación ni conservarla; tampoco cumplen el propósito de cancelar la deuda de la salvación. Así como Dios nos salvó por Su amor para con nosotros, debemos nosotros servirle por amor a El, y así como Su salvación no es un préstamo, nuestro servicio fiel a El no es el pago de la deuda.
Muchas personas no entienden la gracia de Dios; piensan que la gracia significa que Dios está dispuesto a salvar a una persona independientemente de que lo merezca o no y que después de la salvación Dios se la retirará si no hace el bien. Esto es como comprar mercancías a plazos; uno recibe la mercancía, pero tiene que pagar el costo en el plazo especificado, pues si uno no lo cancela a tiempo, la entidad crediticia exigirá su devolución. Este es un significado completamente tergiversado de lo que es la gracia; la vida eterna que Dios concede al hombre cuando lo salva no tiene que pagarse a plazos ya que Dios no le quita la vida eterna a quien salva, aunque éste no haga buenas obras después de experimentar la salvación.
Debido a que la vida eterna es un regalo, no es necesario pagarla; la idea de pagar es equivocada, ya que servimos al Señor por amor. Por ejemplo si su padre le da un regalo, pero usted trabaja día tras día y mes tras mes, hasta pagar el costo exacto del obsequio que él le dio, ¿No será como si uno hubiera comprado el regalo? La gracia nunca tiene precio ya que si lo tuviera, no sería gracia.
(6) La gracia no perdona los pecados del hombre directamente. Este interrogante se ha entendido mal entre muchos creyentes, quienes piensan que Dios perdona los pecados por ser magnánimo o tolerante, pero la Biblia no dice eso. Romanos 5:21 dice: “Para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. El pecado reina solo, pero la gracia reina por la justicia; la gracia no reina aislada. Debemos entender que Dios no sólo concede gracia sino que también es justo, y no sólo se deleita en salvar al hombre sino también en salvaguardar la salvación de éste con la justicia. El hecho de que Dios nos concede gracia no significa que Dios sea generoso por perdonar nuestros pecados. Por el contrario, Dios planeó la solución al problema de nuestros pecados y nos concedió la oportunidad de ser salvos. Si interpretamos erróneamente lo que es la gracia y simplemente la consideramos como liberalidad por parte de Dios, entonces la cruz sería innecesaria y carecería de significado. Ciertamente sin el amor de Dios no existiría la cruz de Cristo, y tampoco existiría si El sólo tuviera amor sin Su justicia. Dios sabe que pecamos y, por ende, no puede pasar por alto nuestro pecado. En vista de que nosotros no teníamos posibilidad alguna de solucionar este problema, Su hijo cargó con nuestros pecados en la cruz y resolvió el problema del pecado de una vez y para siempre. Esta es la gracia de Dios. Ella es la solución al problema y por ella nuestros pecados son perdonados. Esta es la razón por la cual el Señor tenía que morir a fin de que nosotros fuésemos salvos.
Un pecador se considera tal por lo siguiente: (1) su conducta es mala; (2) su naturaleza es corrupta; y (3) la justa ley de Dios lo ha juzgado y sentenciado. Para salvar a un pecador Dios tiene que: (1) perdonar sus pecados, o sea, su mala conducta; (2) regenerarlo dándole una vida nueva; y (3) justificarlo. El Señor Jesús recibió el castigo y murió por nuestros pecados, y por eso Dios nos perdonó. Algunos piensan que debemos rogar a Dios hasta que cambie de parecer, lo cual no es correcto. Podemos obtener el perdón porque Dios derramó Su ira y cargó nuestros pecados sobre el Señor Jesús. Así que podemos decirle: “Te damos gracias y te alabamos Dios, porque el Señor Jesús fue juzgado en nuestro lugar”. La justicia exige el castigo sólo una vez, después de lo cual no hay más castigos.
(7) La gracia no perdona directamente los pecados del creyente. Este principio es el mismo que acabamos de mencionar. Supongamos que un creyente es vencido por el pecado pero se arrepiente. No tiene que suplicar que Dios le perdone ni pedirle que haga algo, lo que tiene que hacer es creer que Cristo ya lo hizo. Dios es justo, y puesto que el Señor Jesús murió, Dios perdona a quienes son salvos. Si desafortunadamente un hijo de Dios comete algún pecado, debe entender claramente cuatro puntos: (1) al confesar sus pecados, recibe el perdón (1 Jn. 1:9); (2) cualquier pecado es perdonado (vs. 7, 9); somos limpios de todo pecado y de toda injusticia; (3) antes de que uno confiese los pecados, Dios está dispuesto a perdonar porque el Señor Jesús es nuestro Abogado delante de El (2:1-2); y (4) Dios nos perdona y nos limpia porque por un lado El es fiel y justo, y por otro, el Señor Jesús es el Justo. W. Nee
¡Jesús es el Señor!